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Albert Janzen: La línea como entidad independiente

Publicado el: 16 Mayo 2025

Por: Hervé Lancelin

Categoría: Crítica de arte

Tiempo de lectura: 9 minutos

Albert Janzen explora la línea como estructura fundamental de nuestra percepción visual. Sus composiciones abstractas de trazos negros entrecruzados no representan nada más que a sí mismas, invitando al espectador a contemplar la línea en su pureza original, como una entidad autónoma liberada de su función representativa habitual.

Escuchadme bien, panda de snobs. Albert Janzen, este artista nacido en Siberia y residente en Berlín, no tiene nada que ver con vuestras pequeñas certezas sobre el arte contemporáneo. Si pensáis que dibujar líneas está al alcance del primer niño que pase, es porque no habéis entendido nada ni del arte ni de la vida, por cierto. Janzen no se anda con rodeos convencionales, traza su camino con la seguridad de un matemático lógico convertido en maestro de la abstracción lineal.

Este artista pasó trece largos años en la Escuela de Artes y Música de Berlín antes de proseguir estudios en filosofía y matemáticas. Un recorrido atípico que forja una mirada singular. Mientras vosotros outros os movéis de una tendencia artística a otra como moscas atraídas por la novedad brillante, Janzen eligió el camino de la pureza absoluta: la línea.

La línea. Este elemento fundamental de nuestra percepción visual, tan básico que se vuelve invisible por su omnipresencia. Janzen nos recuerda su importancia capital: “Las líneas son uno de los medios más intuitivos para percibir y comprender nuestro entorno. Cada reconocimiento de estructuras visuales depende del reconocimiento de líneas” [1]. Es con esta obsesión casi monástica por la línea que ganó el prestigioso Premio Arte Luxemburgo en 2015, impulsando su carrera en la escena internacional.

Lo que impresiona en su trabajo es esa voluntad férrea de hacer de la línea una entidad autosuficiente. “Dibujo líneas no para construir algo, sino para dibujar líneas. Las formas y motivos que aparecen en mis dibujos no tienen otro propósito que revelar los movimientos de las líneas” [2]. Esta autorreferencialidad podría parecer narcisista o sin sentido, pero en realidad está profundamente arraigada en la tradición filosófica occidental.

Porque detrás de la aparente simplicidad de estos enredos de líneas negras sobre fondo blanco se esconde una reflexión metafísica sobre la misma naturaleza de la percepción y de la realidad. Janzen no es solo un dibujante, es un pensador que utiliza el medio visual para explorar cuestiones fundamentales. Galileo, ese gigante de la ciencia, escribió que “el Universo (…) está escrito en el lenguaje matemático y sus caracteres son triángulos, círculos y otras figuras geométricas, sin los cuales es humanamente imposible entender una palabra. Sin ellos, es una vana errancia en un laberinto oscuro [3]. ¿No es exactamente esto lo que Janzen nos muestra a través de sus composiciones abstractas? Que el mundo está estructurado por líneas, que nuestra comprensión de la realidad necesariamente pasa por la identificación de estructuras lineales, contornos, límites, fronteras?

Cuando Janzen traza sus líneas sobre un tablero Velleda, con tinta sobre papel o digitalmente en Photoshop, no solo produce imágenes estéticamente agradables. Nos invita a una meditación activa sobre nuestra forma de aprehender el mundo. Sus líneas nunca son perfectamente rectas, ondulan, se cruzan, se evitan, se confunden. Son como los pensamientos que atraviesan nuestra mente: a veces ordenados, a menudo caóticos, siempre en movimiento.

No es casualidad que este artista también haya estudiado lógica en Ámsterdam. La lógica, esa disciplina que se interesa por las estructuras formales del razonamiento, comparte con el arte de Janzen una misma búsqueda de pureza. Pero donde la lógica busca eliminar la ambigüedad, el arte de Janzen la abraza plenamente. Sus dibujos tienen una claridad absoluta en su composición y una infinita ambigüedad en su interpretación.

Tomen una de sus obras como “No title” de 2015, esa inmensa fotografía única de un dibujo efímero sobre tablero blanco. A primera vista, no es más que un enredo de líneas negras. Pero miren más detenidamente, y tal vez verán capilaridades, algas, medusas, tejidos, imágenes cósmicas. O quizás no verán nada más que líneas, y eso es perfectamente suficiente. Ahí está toda la belleza de la abstracción: no te impone nada, te ofrece todo.

Janzen se sitúa en una tradición artística que incluye a Cy Twombly, Gerhard Richter, Zao Wou-Ki y Antonio Murado. Pero aporta algo fundamentalmente nuevo: una rigurosidad intelectual que no es ajena a la de un Ludwig Wittgenstein. El filósofo austríaco escribió en su Tractatus logico-philosophicus: “Los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo” [4]. Janzen podría parafrasear: “Las líneas de mi dibujo significan los límites de mi percepción”.

Esta concepción del arte como exploración de los límites cognitivos es particularmente evidente en el enfoque de Janzen. No se conforma con producir imágenes, cuestiona nuestra capacidad misma de ver, de percibir, de comprender. En ese sentido, su trabajo es profundamente filosófico, no en el sentido académico del término, sino en su cuestionamiento esencial sobre la naturaleza de la experiencia humana.

Y probablemente es por eso que sus obras son tan cautivadoras a pesar de, o quizás gracias a, su aparente simplicidad. Nos remiten a nuestros propios mecanismos de percepción. Frente a esas líneas que parecen extenderse al infinito más allá de los bordes del lienzo o del papel, somos invitados a interrogarnos sobre la misma naturaleza de nuestra visión del mundo.

Hay algo profundamente contemplativo en el arte de Janzen. No esa contemplación pasiva y beatífica que se encuentra con demasiada frecuencia en el arte espiritual, sino una contemplación activa, comprometida, casi científica. Observar sus obras es participar en una experiencia perceptiva que nos hace conscientes de nuestros propios procesos cognitivos.

Esta dimensión experimental de su trabajo hace eco a la teoría estética de David Davies, que concibe el arte como un proceso en lugar de un producto acabado. En su obra “El arte como proceso”, Davies sostiene que toda obra de arte sería el “foco de apreciación” de un proceso anterior. En otras palabras, lo que realmente interesa en una obra no es el objeto final, sino el proceso de creación que le dio origen.

El arte de Janzen ilustra perfectamente esta concepción procesual. Cuando miramos sus dibujos, no podemos evitar preguntarnos sobre su génesis. ¿Por qué línea comenzó? ¿Dónde está la última? ¿Cuándo y por qué decidió parar? ¿Cuánto tiempo duró la creación? ¿El hilo de su pensamiento siguió las mismas direcciones que sus líneas? ¿Sus composiciones reflejan estados emocionales, o más bien una calma meditación aspirando al vacío?

Estas preguntas son tanto más pertinentes cuanto que algunas de sus obras son efímeras por naturaleza. Sus dibujos en tablero Velleda solo existen ahora en forma de fotografías. El proceso de creación ha terminado, el resultado ha desaparecido, solo queda la huella documental. Esta dimensión temporal de su trabajo añade una capa adicional de significado. El arte de Janzen no está fijado en el tiempo, es el tiempo mismo visible.

Se podría ver en ello una metáfora de la condición humana: pasamos nuestra vida trazando líneas, creando conexiones, estableciendo recorridos, pero todo está condenado a desaparecer. Solo quedarán huellas, recuerdos, fotografías amarillentas. Esta aguda conciencia de la impermanencia da a la obra de Janzen una profundidad existencial que va mucho más allá del ejercicio formal.

Pero no nos dejemos llevar por consideraciones demasiado sombrías. Hay una alegría innegable en el trabajo de Janzen, una celebración del acto creativo en su forma más pura. Sus líneas bailan sobre la superficie, liberadas de toda restricción representativa. Existen por sí mismas, en un estado de gracia que recuerda la inocencia de la infancia, cuando dibujar aún no estaba sujeto al juicio estético ni al imperativo de semejanza.

Esta libertad es precisamente lo que Janzen defiende a través de su arte: “Mis imágenes representan la independencia y la libertad del ser y del pensamiento. Invito al espectador a ver la línea como un ser independiente y a liberarla de su función habitual de herramienta fundamental de representación” [5]. Es un llamado a la emancipación de nuestra mirada, a una forma de percepción que no esté dictada por las convenciones o expectativas.

En este sentido, el arte de Janzen es profundamente político, no en el sentido trivial de un arte comprometido que tomaría posición sobre cuestiones sociales específicas, sino en el sentido fundamental de cuestionar los modos dominantes de percepción y pensamiento. Al invitarnos a ver la línea como una entidad autónoma en lugar de una mera herramienta de representación, nos anima a repensar nuestra relación con el mundo, a ver más allá de las funciones atribuidas a las cosas y a los seres.

“En general, cuando percibimos nuestro entorno fuera de su función, fomentamos nuestro pensamiento independiente. Porque su función generalmente corresponde a ideas que otras personas le han asignado” [6]. Esta declaración del artista revela la dimensión crítica de su trabajo. No se trata solo de producir imágenes estéticamente agradables, sino de proponer una alternativa a los modos dominantes de percepción, una forma de resistencia a la uniformización del pensamiento.

Este enfoque se inscribe en una larga tradición del arte abstracto como acto de resistencia. Desde Kandinsky y Malevich hasta el expresionismo abstracto estadounidense, la abstracción ha sido a menudo un medio para oponerse a regímenes autoritarios, dogmas estéticos y convenciones sociales. El arte de Janzen continúa esta tradición mientras la actualiza para nuestra época, donde la estandarización de los modos de pensamiento adopta formas más sutiles pero no menos opresivas.

Es interesante ver cómo un artista puede, a través de un medio de expresión tan minimalista como la línea, abordar cuestiones tan complejas como la libertad de pensamiento, la estructura de la percepción o la naturaleza de la realidad. Sin duda, es señal de un talento auténtico poder, con tan poco, decir tanto.

Entonces, claro, podrías encoger los hombros y decir que no son más que líneas, que cualquiera podría hacer lo mismo. Pero eso sería perder lo esencial. El arte de Janzen no está en la dificultad técnica de su realización, aunque, inténtalo tú mismo, sino en la profundidad conceptual que la sustenta. No se trata de saber si es difícil de hacer, sino si es importante de pensar.

Y ahí reside la fuerza de su trabajo: nos hace pensar. Nos hace reflexionar sobre cómo percibimos el mundo, cómo construimos sentido a partir de simples líneas. Nos recuerda que nuestra comprensión de la realidad está siempre mediada por estructuras perceptivas que hemos integrado sin siquiera ser conscientes de ello. El arte de Albert Janzen es una invitación a la libertad. Libertad de percepción, libertad de pensamiento, libertad de interpretación. En un mundo cada vez más normado, estandarizado, algoritmizado, donde cada imagen debe corresponder a un canon, donde cada pensamiento debe inscribirse en un marco preestablecido, sus líneas libres, sinuosas, indisciplinadas son un recordatorio saludable de que el arte, como la vida, no se puede encerrar en casillas.

Y quizás eso sea, al final, lo que da valor a su trabajo: no su belleza formal, su complejidad conceptual o su originalidad, sino su capacidad para hacernos un poco más libres. Un poco más atentos, también, a las líneas que estructuran nuestra vida diaria, esas líneas que ya no vemos por cruzarlas cada día.

La próxima vez que veas un dibujo de Albert Janzen, no te limites a examinarlo distraídamente antes de pasar al siguiente. Tómate el tiempo de seguir con la mirada cada una de sus líneas, de perderte en sus meandros, de dejarte sorprender por sus inesperadas intersecciones. Y quizás, entonces, comprenderás lo que el artista intenta decirnos: que la línea, como la vida, no tiene otro fin que a sí misma, y que eso es precisamente lo que la hace bella.


  1. Albert Janzen, declaración artística, 2015.
  2. Ibíd.
  3. Galileo, El ensayador de Galileo, presentación y traducción francesa por Christiane Chauviré, Les Belles Lettres, “Anales literarios de la universidad de Besançon”, 1979, p. 141.
  4. Ludwig Wittgenstein, Tractatus logico, philosophicus, proposición 5.6, traducción francesa de G. G. Granger, Gallimard, París, 1993.
  5. Albert Janzen, entrevista con Singulart, 2018.
  6. Ibíd.
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Referencia(s)

Albert JANZEN (1989)
Nombre: Albert
Apellido: JANZEN
Género: Masculino
Nacionalidad(es):

  • Alemania

Edad: 36 años (2025)

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