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Tony Cragg: El escultor que reinventa la materia

Publicado el: 14 Febrero 2025

Por: Hervé Lancelin

Categoría: Crítica de arte

Tiempo de lectura: 8 minutos

Tony Cragg transforma nuestra visión de la escultura contemporánea creando formas que desafían las fronteras entre lo orgánico y lo industrial. En su taller de Wuppertal, orquesta sinfonías de formas que redefinen nuestra comprensión del mundo material.

Escuchadme bien, panda de snobs, es hora de hablar de un artista que transforma nuestra percepción de la realidad con una audacia que haría sonrojar a Prometeo. Tony Cragg no es simplemente un escultor, es un alquimista de la forma, un filósofo de la materia que, desde hace más de cinco décadas, redefine las fronteras entre lo orgánico y lo industrial.

En su taller de Wuppertal, ciudad alemana donde se estableció en 1977, Cragg orquesta sinfonías de formas que desafían nuestra comprensión del mundo material. Como Friedrich Nietzsche proclamó que “lo que no me mata me hace más fuerte”, Cragg abraza la tensión entre la naturaleza y lo artificial, transformando esta dualidad en una fuerza creativa que pulveriza nuestras certezas sobre la escultura contemporánea.

La Metamorfosis como Lenguaje

La metamorfosis no es simplemente un tema en la obra de Cragg, es su lenguaje primordial. Tomemos por ejemplo su serie “Early Forms”, donde objetos cotidianos sufren transformaciones tan radicales que se vuelven irreconocibles, aunque conservan una huella mnemónica de su origen. Estas esculturas, frecuentemente realizadas en bronce o acero inoxidable, pueden alcanzar alturas de 3 metros, creando una presencia a la vez monumental y orgánica en el espacio.

Este enfoque hace eco del pensamiento de Heráclito, para quien “nadie se baña dos veces en el mismo río”. En Cragg, la materia está en perpetuo devenir, nunca fija, siempre mutando hacia una nueva forma. Sus esculturas parecen capturar ese momento preciso donde una forma se convierte en otra, como si el artista hubiera logrado congelar el instante exacto de la metamorfosis.

Consideremos “Stack” (1975), una obra fundacional que marca el inicio de su fascinación por el apilamiento y la transformación. Esta pieza, compuesta por objetos encontrados organizados en una estructura geométrica perfecta, ya anticipa sus preocupaciones futuras: ¿cómo puede la materia trascender su naturaleza primera para convertirse en algo totalmente nuevo? Esta cuestión atraviesa toda su obra como un hilo conductor, complejizándose y enriqueciéndose a lo largo de los años.

En “Points of View” (2013), una obra mayor compuesta por columnas de más de 7 metros de altura, Cragg juega con nuestra percepción de la realidad. Los perfiles humanos que emergen y desaparecen según nuestro ángulo de visión no son simples trucos visuales, sino una profunda meditación sobre la naturaleza cambiante de nuestra percepción. Esta obra nos recuerda las palabras del filósofo Maurice Merleau-Ponty sobre la percepción: “Lo visible es lo que se capta con los ojos, lo sensible es lo que se capta con los sentidos”. Cragg nos obliga a reconocer que nuestra comprensión del mundo es siempre parcial, siempre dependiente de nuestra posición en el espacio.

El artista lleva más lejos esta reflexión con sus esculturas en madera laminada, donde cada capa revela una nueva dimensión de la forma. Estas obras, construidas como topografías imposibles, nos recuerdan que la realidad es siempre más compleja de lo que nuestro primer vistazo puede captar. La materia, bajo sus manos, se convierte en un terreno de exploración filosófica donde cada estrato cuenta una historia diferente.

Su formación inicial como técnico de laboratorio no es ajena a este enfoque metódico y experimental de la escultura. Antes de convertirse en artista, Cragg trabajaba para la British Rubber Producers Research Association, una experiencia que influyó profundamente en su comprensión de la materia y sus potencialidades. Este conocimiento íntimo de las propiedades de los materiales le permite hoy superar sus límites con una seguridad notable.

La relación de Cragg con los materiales industriales es particularmente interesante. A diferencia del enfoque utilitario de la industria, que según él produce un “mundo de formas aburridas y repetitivas”, Cragg libera a los materiales de su función primaria para permitirles expresar su potencial poético. Transforma materiales industriales estandarizados en formas orgánicas complejas, creando así un puente entre el mundo natural y el mundo manufacturado.

En obras como “Secretions” (1998), donde miles de dados cubren una forma escultórica ondulante, Cragg juega con nuestra percepción de los materiales industriales. Los dados, objetos manufacturados por excelencia, se convierten en los elementos de una piel orgánica que parece viva y en movimiento. Esta transformación recuerda el pensamiento de Gilbert Simondon sobre la individuación técnica, donde el objeto técnico no es simplemente una herramienta, sino un ser que evoluciona y se transforma.

El Surgimiento de una Nueva Realidad

La gran fuerza de Cragg reside en su capacidad para crear lo que él llama una “nueva realidad”. Sus esculturas no solo representan el mundo tal como lo conocemos, sino que proponen una versión alternativa, más rica y más compleja. Este enfoque recuerda la teoría de los mundos posibles de Leibniz, donde nuestra realidad es solo una de innumerables versiones posibles de la existencia.

Tomemos “Lost in Thoughts” (2012), una obra monumental en madera que parece desafiar las leyes de la física. Las formas se entrelazan y desarrollan como pensamientos que escapan a nuestro control consciente. Esta pieza ilustra perfectamente lo que Martin Heidegger llamaba el “desvelamiento del ser”, el momento en que algo oculto en la materia se revela a nosotros.

En su serie “Rational Beings”, Cragg explora los límites entre la abstracción y la figuración. Estas esculturas, que revelan perfiles humanos según el ángulo de vista, son el fruto de un proceso complejo donde discos elípticos se apilan y fusionan. El resultado es una forma que parece estar en perpetua mutación, como si buscara escapar a toda definición estable. Este enfoque nos recuerda las reflexiones de Gilles Deleuze sobre el devenir, donde la identidad no es un dato fijo sino un proceso continuo de transformación.

En Wuppertal, donde creó el Skulpturenpark Waldfrieden, sus esculturas dialogan con la naturaleza circundante de una forma única. El parque, que se extiende sobre 15 hectáreas, se ha convertido en un laboratorio donde el arte y la naturaleza se encuentran y se transforman mutuamente. Las obras no están simplemente colocadas en el paisaje, sino que parecen emerger de él, creando lo que el filósofo Maurice Merleau-Ponty habría llamado una “carne del mundo”, una continuidad profunda entre el percibente y lo percibido.

La manera en que Cragg trabaja con los materiales revela una profunda comprensión de su naturaleza intrínseca. Para él, cada material posee su propia “voz”, su propia manera de ser en el mundo. Ya trabaje el bronce, la madera, el vidrio o el acero, siempre busca revelar las posibilidades ocultas en la materia. Esta aproximación recuerda el pensamiento de Gaston Bachelard sobre la “resistencia de la materia” como fuente de creación poética. Para Cragg, esta resistencia no es un obstáculo a superar, sino una invitación al diálogo.

La dimensión temporal en su obra es particularmente interesante. Sus esculturas no son objetos estáticos sino eventos que se despliegan en el espacio y el tiempo. Cuando uno se mueve alrededor de ellas, parecen transformarse, revelando nuevas formas, nuevos perfiles, nuevas posibilidades. Esta cualidad cinética de su trabajo nos recuerda que nuestra percepción del mundo está siempre en movimiento, siempre en proceso de renovación.

La importancia de Cragg en la historia de la escultura contemporánea no puede ser subestimada. Ha conseguido crear un nuevo lenguaje escultórico que trasciende las oposiciones tradicionales entre abstracto y figurativo, entre orgánico y geométrico. Sus obras nos muestran que estas categorías son demasiado limitadas para describir la riqueza de nuestra experiencia del mundo material.

Su crítica del empobrecimiento de las formas en nuestro mundo industrializado es particularmente pertinente hoy día. En un entorno cada vez más estandarizado, donde las formas son dictadas por imperativos económicos y funcionales, Cragg nos recuerda que la materia puede ser fuente de asombro y poesía. Sus esculturas son actos de resistencia contra la banalización de nuestro entorno visual.

El proceso creativo de Cragg es tan notable como sus obras finales. En su taller de Wuppertal, trabaja con un equipo de artesanos cualificados, combinando técnicas tradicionales con tecnologías contemporáneas. Este enfoque híbrido le permite crear obras que están a la vez arraigadas en la tradición escultórica y resueltamente contemporáneas.

Su influencia sobre las nuevas generaciones de artistas es considerable. Como profesor en la Kunstakademie de Düsseldorf durante más de tres décadas, ha formado a numerosos artistas que hoy continúan su propia exploración de la materia y la forma. Su legado no se limita a sus obras, sino que se extiende a toda una generación de artistas que continúan cuestionando nuestra relación con el mundo material.

La visión de Cragg es profundamente optimista. A pesar de su crítica al empobrecimiento de las formas en nuestro mundo industrializado, su trabajo sugiere que es posible crear nuevas formas de belleza, nuevas maneras de ver y comprender nuestro entorno. Sus esculturas no son simplemente objetos para contemplar, sino invitaciones a repensar nuestra relación con el mundo material. Como él mismo dice, la escultura es uno de los pocos usos no utilitarios de la materia en nuestra sociedad. En un mundo dominado por la funcionalidad y la eficiencia, su trabajo nos recuerda que la materia puede ser fuente de asombro, poesía y transformación. Sus obras son testimonios vivos de la capacidad del arte para enriquecer nuestra experiencia del mundo y ampliar los horizontes de nuestra imaginación.

Tony Cragg no es solo un escultor que crea objetos, es un creador que genera nuevas posibilidades de ser y percibir. Su trabajo nos muestra que la materia, lejos de ser inerte y pasiva, está viva y llena de potencial. Sus esculturas son recordatorios poderosos de la infinita riqueza de formas posibles y de nuestra capacidad para ver más allá de las apariencias. El genio de Cragg reside en su capacidad para hacernos ver el mundo de manera diferente. Sus esculturas no son representaciones del mundo tal como es, sino propuestas de lo que podría ser. Nos invitan a superar nuestros hábitos perceptivos, a cuestionar nuestras certezas y a abrirnos a nuevas posibilidades de experiencia y comprensión.

En el gran diálogo entre el arte y la filosofía, la obra de Cragg ocupa un lugar único. Nos recuerda que la materia no es simplemente lo que hacemos con ella, sino que tiene su propia voz, su propia poesía, su propia verdad. Y quizás ahí reside la mayor lección de su trabajo: en un mundo cada vez más virtual y desincarnado, nos recuerda la importancia fundamental de nuestra relación con el mundo material y su capacidad infinita para sorprendernos y emocionarnos.

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Referencia(s)

Tony CRAGG (1949)
Nombre: Tony
Apellido: CRAGG
Otro(s) nombre(s):

  • Sir Anthony Douglas Cragg

Género: Masculino
Nacionalidad(es):

  • Reino Unido

Edad: 76 años (2025)

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