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Cosima von Bonin : Cultura pop deconstruida

Publicado el: 29 Septiembre 2025

Por: Hervé Lancelin

Categoría: Crítica de arte

Tiempo de lectura: 10 minutos

Cosima von Bonin construye un universo artístico donde peluches cínicos y misiles acolchados revelan las contradicciones de nuestra época. Esta artista alemana domina el arte del desvío pop cultural, transformando galerías en laboratorios críticos. Sus instalaciones textiles operan una disección jubilosa de la sociedad de consumo contemporánea.

Escuchadme bien, panda de snobs, ha llegado la hora de interrogar a una de las figuras más subversivas del arte contemporáneo alemán. Cosima von Bonin lleva tres décadas realizando una crítica acerba y jubilosa de nuestra época, tejiendo con una inteligencia feroz un universo poblado de peluches cínicos, misiles acolchados y patos melancólicos. Esta artista, nacida en Kenia en 1962 y formada en la efervescente escena artística de Colonia, construye un teatro del absurdo donde se revelan las contradicciones fundamentales de la sociedad capitalista contemporánea.

Su trabajo se despliega como una vasta empresa de desviación donde cada objeto se convierte en pretexto para cuestionar nuestros automatismos de consumo y nuestros rituales sociales. A través de sus instalaciones textiles, sus esculturas blandas y sus desviaciones de la cultura pop, von Bonin dibuja los contornos de un mundo donde la inocencia aparente siempre esconde una violencia sorda, donde la ternura se convierte en una máscara para denunciar la alienación moderna. Este enfoque encuentra un eco particularmente impresionante en dos campos teóricos que iluminan el alcance de su obra : la sociología crítica de la sociedad del espectáculo y la teoría literaria de la intertextualidad.

La sociología del espectáculo : Cuando el Pato Lucas se convierte en profeta

La obra de Cosima von Bonin se inscribe de manera llamativa en la crítica sociológica desarrollada por Guy Debord en “La sociedad del espectáculo” [1]. Cuando Debord escribió en 1967 que “toda la vida de las sociedades en las que reinan las condiciones modernas de producción se anuncia como una inmensa acumulación de espectáculos”, anticipaba perfectamente el universo que hoy describe von Bonin. La artista alemana materializa literalmente esta intuición de Guy Debord al transformar nuestros iconos de entretenimiento en reveladores implacables de nuestra condición social.

Tomemos el ejemplo central del Pato Lucas, personaje recurrente en la obra de von Bonin, especialmente en su serie “Open Your Shirt Please” (2019) o en la imponente escultura “Church of Daffy” (2023). Este pato antropomórfico encarna perfectamente lo que Debord llama “la mercancía como espectáculo”. Daffy no es simplemente un personaje de dibujos animados desviado: se convierte en von Bonin en el emblema de nuestra época, la del individuo perpetuamente en representación, oscilando entre megalomanía y fracaso estrepitoso. Como escribe Clara Drechsler, “no hay nadie que prefiera ser Daffy en lugar de Cosima. Desgraciadamente, las cualidades requeridas no están suficientemente pronunciadas en ella. Pero quizás compartan los mismos demonios”.

Esta dimensión espectacular se extiende a todo el bestiario de von Bonin. Sus animales de peluche gigantes, sus peces músicos equipados con guitarras, sus criaturas marinas antropomórficas funcionan como tantos “pseudo-eventos” en el sentido en que Debord entiende este término. Crean una falsa actividad, una pseudo-vida que oculta la ausencia de experiencia auténtica. La instalación “What If It Barks?” (2018) ilustra perfectamente esta lógica: peces coloridos forman un grupo musical falso, transformando el arte en entretenimiento superficial mientras revelan, por esta misma puesta en escena, el artificio de nuestros entretenimientos contemporáneos.

La artista lleva aún más lejos este análisis al abordar los símbolos del poder y la violencia. Sus misiles convertidos en peluches suaves en la serie “The Loser” cuestionan frontalmente lo que Debord llama “la imagen impuesta del bien”. Estas armas de destrucción masiva reconvertidas en objetos de consuelo revelan la hipocresía de una sociedad que estetiza la violencia mientras cultiva la ilusión de la dulzura consumista. Von Bonin realiza aquí una verdadera “geografía psíquica” de nuestra época, para retomar la expresión de Debord, cartografiando los territorios donde se despliega la alienación moderna.

La dimensión colaborativa de su trabajo también se inscribe en esta perspectiva crítica. Cuando von Bonin confía la realización de sus obras a artesanos profesionales, cuando delega conscientemente la producción material, revela los mecanismos de la división del trabajo que Debord identifica como fundamento de la sociedad espectacular. La artista se convierte en directora de orquesta de un sistema productivo que desvela en su funcionamiento mismo, cuestionando las nociones de autenticidad y autoría queridas por el mercado del arte.

Este enfoque encuentra su culminación en sus instalaciones donde reina lo que ella llama “el Imperio de la Fatiga”. Estos espacios poblados de criaturas agotadas, de objetos blandos y personajes desplomados constituyen una respuesta directa a la orden permanente de rendimiento que Debord identifica como característica de la sociedad espectacular. Von Bonin propone una estética de la resistencia pasiva, del ocio reivindicado, que constituye una forma de resistencia política a la hiperactividad impuesta por el capitalismo contemporáneo.

El genio de von Bonin reside en su capacidad para usar los mismos códigos del espectáculo para revelar sus mecanismos. Sus obras funcionan como “situaciones” en el sentido situacionista, creando momentos de ruptura en el flujo continuo de imágenes y mercancías. Obligan al espectador a tomar conciencia de su posición de consumidor pasivo mientras le ofrecen las herramientas críticas para salir de ella. Al transformar la galería en “supermercado del arte”, para retomar su propia metáfora, von Bonin revela los vínculos íntimos entre cultura y comercio, entre creación y mercantilización.

La intertextualidad como estrategia de resistencia

El trabajo de Cosima von Bonin encuentra una segunda clave de lectura en la teoría de la intertextualidad desarrollada por Julia Kristeva [2]. Cuando Kristeva define la intertextualidad como “una interacción textual que permite considerar las diferentes secuencias de una estructura textual precisa como tantas transformaciones de secuencias tomadas de otros textos”, describe precisamente el método de von Bonin. La artista nunca crea ex nihilo: reorganiza, desvía, recompone un patrimonio visual y cultural existente para revelar las tensiones internas.

Esta práctica de la apropiación asumida atraviesa toda su obra. Von Bonin reclama abiertamente que “todo está robado” en su trabajo, transformando el robo artístico en un gesto crítico. Sus referencias van desde los Looney Tunes hasta los iconos de Disney, desde el arte conceptual de los años 1970 hasta los códigos de la moda de lujo. Esta polifonía referencial crea lo que Kristeva llama un “nuevo tejido de citas obsoletas”, donde cada elemento tomado adquiere un significado nuevo por su inserción en un contexto artístico contemporáneo.

El ejemplo de Bambi ilustra perfectamente esta lógica intertextual. En sus obras “Gaslighting” y “Love Bombing” (2023), von Bonin retoma la silueta del ciervo de Disney pero la asocia con términos provenientes del vocabulario de la violencia psicológica. Esta colisión entre la inocencia supuesta del personaje y la brutalidad de los conceptos contemporáneos crea un efecto de desfamiliarización que revela los mecanismos de manipulación en la cultura de masas. El desvío funciona aquí como una “transposición”, para usar el término que Kristeva a veces sustituye por el de intertextualidad, es decir, como una “irrupción del sujeto y del objeto” que revela las ideologías ocultas de los textos fuente.

Esta dimensión intertextual se extiende a las prácticas artísticas mismas. Cuando von Bonin retoma el motivo del farol de Martin Kippenberger en “The MK 2 Formula #303” (2014), cuando cita a Mike Kelley en “Mike Kelley is my Goddess” (2023), inscribe su trabajo en una genealogía artística que cuestiona y prolonga simultáneamente. Estas referencias no constituyen un homenaje respetuoso sino una reapropiación crítica, según el principio de la intertextualidad transformadora que teoriza Kristeva.

La artista también desarrolla una intertextualidad musical asumida, especialmente en sus colaboraciones con Moritz von Oswald o sus referencias a Missy Elliott y Britney Spears. Estos préstamos crean redes de sentido complejas donde se entrecruzan cultura erudita y cultura popular, vanguardia artística y entretenimiento masivo. Von Bonin opera así una “redistribución del lenguaje”, en el sentido que Kristeva da a este término, reorganizando los códigos culturales establecidos para revelar sus potencialidades críticas.

La dimensión textil de su trabajo refuerza esta lógica intertextual. Sus “Lappen” (trapos) ensamblan tejidos de procedencias diversas según una lógica de patchwork que materializa literalmente el principio de la intertextualidad. Cada fragmento de tela lleva en sí una historia, usos anteriores, significados sociales que von Bonin reactiva y recompone. Estas obras funcionan como testimonios en los que traslucen las huellas de los textos/telas anteriores bajo la nueva configuración artística.

La intertextualidad en von Bonin no se limita a la apropiación: constituye una verdadera estrategia de resistencia cultural. Al revelar los mecanismos de apropiación y desviación, desmitifica la noción de originalidad artística y cuestiona las lógicas de propiedad intelectual que gobiernan el mercado del arte. Sus obras funcionan como “máquinas críticas” que descomponen y recomponen el patrimonio cultural común, revelando las relaciones de poder que estructuran la producción y difusión de imágenes.

Este enfoque encuentra su dimensión política en su capacidad para revelar lo que Kristeva llama el “geno-texto”, es decir, las estructuras profundas que organizan la producción de sentido. Al desviar los códigos de la cultura popular, von Bonin revela las ideologías que los sustentan, los mecanismos de dominación que vehiculan. Sus criaturas antropomorfas se convierten así en analizadores sociales que decodifican las representaciones dominantes y revelan sus contradicciones internas.

El arte como laboratorio del desencanto

La obra de Cosima von Bonin dibuja así los contornos de una estética del desencanto que extrae su fuerza de la articulación entre la crítica sociológica y la práctica intertextual. Sus instalaciones transforman el espacio de exposición en un laboratorio experimental donde se revelan los mecanismos de la sociedad contemporánea. La artista realiza una verdadera “anatomía del presente”, para retomar una expresión de Guy Debord, diseccionando con precisión quirúrgica las representaciones que estructuran nuestra relación con el mundo.

Esta dimensión analítica se complementa con una poética de la resistencia que rechaza las facilidades de la denuncia directa. Von Bonin prefiere el camino de la ironía mordaz y el desvío jubiloso, creando imágenes que funcionan como verdaderas “bombas de relojería” semánticas. Sus obras revelan su dimensión crítica no por la explicitación de su mensaje sino por la confrontación que organizan entre diferentes registros culturales.

La originalidad de su enfoque reside en su capacidad para utilizar las armas del adversario en su contra. Al retomar los códigos de la cultura de masas, apropiándose de los íconos del entretenimiento contemporáneo, revela las fallas y contradicciones del sistema que critica. Sus criaturas se convierten en “caballos de Troya” culturales que infiltran los circuitos del arte para difundir una conciencia crítica renovada.

Esta estrategia encuentra su efectividad en su dimensión ambivalente. Las obras de von Bonin seducen por su aparente inocuidad mientras despliegan una crítica implacable de nuestros comportamientos sociales. Crean lo que podríamos llamar un “placer crítico”, donde el disfrute estético se convierte en el vehículo de una toma de conciencia política. La artista revela así las potencialidades subversivas del arte contemporáneo, su capacidad para transformar la contemplación en acto de resistencia.

El legado de von Bonin para las futuras generaciones de artistas reside en esta demostración magistral de que es posible conjugar exigencia crítica y placer estético, rigor conceptual y fantasía creadora. Su obra traza una vía alternativa a los callejones sin salida del arte conceptual dogmático así como a los del entretenimiento comercial, proponiendo una tercera vía en la que la crítica social florece en la jubilación creadora.

Esta lección resuena con una agudeza particular en nuestra época de aceleración tecnológica y estandarización cultural. Von Bonin nos recuerda que el arte mantiene su capacidad transformadora con la condición de nunca renunciar a su dimensión crítica ni a su vocación poética. Ella nos muestra que es posible resistir a las lógicas dominantes no por la confrontación frontal sino por la subversión sonriente, por la apropiación desviada de los códigos establecidos.

Su obra constituye así un valioso antídoto contra la melancolía contemporánea, proponiendo una forma de resistencia alegre a los mecanismos de alienación que nos rodean. Nos invita a redescubrir nuestra capacidad de asombro crítico frente al mundo, a cultivar esa inquietud creadora que solo puede preservarnos de la resignación. En esto, Cosima von Bonin se impone como una de las voces más necesarias del arte contemporáneo, aquella que nos recuerda que la belleza y la verdad permanecen indisolublemente unidas, incluso, y sobre todo, en un mundo que parecía haber renunciado a sus exigencias.


  1. Guy Debord, La Société du spectacle, París, Buchet-Chastel, 1967.
  2. Julia Kristeva, Sèméiôtikè. Recherches pour une sémanalyse, París, Seuil, 1969.
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Referencia(s)

Cosima VON BONIN (1962)
Nombre: Cosima
Apellido: VON BONIN
Género: Femenino
Nacionalidad(es):

  • Alemania

Edad: 63 años (2025)

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