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Daisy Dodd-Noble: Pintando el paraíso por reencontrar

Publicado el: 27 Junio 2025

Por: Hervé Lancelin

Categoría: Crítica de arte

Tiempo de lectura: 10 minutos

Daisy Dodd-Noble transforma la pintura de paisajes en un laboratorio visual para el futuro ecológico. Sus bosques con colores imposibles y sus árboles personificados reinventan nuestra relación con la naturaleza. Esta artista londinense desarrolla un lenguaje cromático singular que convierte cada lienzo en un manifiesto silencioso por la biodiversidad.

Escuchadme bien, panda de snobs: mientras vosotros todavía os regodeáis con vuestras abstracciones conceptuales y vuestras instalaciones pretenciosas y aburridas, Daisy Dodd-Noble pinta. Pinta como se respira, como se ama, como se sueña con un mundo donde el color todavía podría salvarnos de nosotros mismos. Y si solo veis en ello una pintura de paisajes de cómic destinada a los amantes de las cosas bonitas, entonces estáis pasando por alto lo esencial. Esta mujer no hace decoración mural: realiza una verdadera cirugía estética sobre nuestra relación con la naturaleza, con la precisión de un neurocirujano y la sensibilidad de un poeta.

Nacida en 1989 en Londres, Dodd-Noble pertenece a esa generación de artistas que han crecido en la urgencia climática sin caer en el catastrofismo. Graduada en 2016 de la prestigiosa New York Academy of Art, tuvo la suerte de asistir a las clases de Inka Essenhigh, esa pintora visionaria que animaba a sus estudiantes a pintar desde la imaginación en lugar de copiar tontamente fotografías. Esta formación resulta decisiva: donde otros se limitan a reproducir lo visible, Dodd-Noble inventa mundos posibles. Sus paisajes no son ventanas abiertas a la realidad, sino portales hacia lo que podría ser el mundo si al fin aceptáramos mirarlo con los ojos del amor y no con los de la posesión.

La artista no oculta sus influencias. Cita en particular a Lisa Yuskavage, esa maestra del color que transforma la luz en emoción pura. Esta filiación no es casual: al igual que Yuskavage, Dodd-Noble entiende que el color no es un simple adorno, sino un lenguaje en sí mismo, capaz de expresar lo que las palabras no podrían decir. “Hay algo más intangible que experimentamos al mirar un árbol o una flor en la vida real, o una obra de arte”, confiesa ella. “Es esta experiencia la que más me interesa porque creo que trasciende las fronteras culturales” [1].

Esta búsqueda de lo intangible nos lleva directamente al corazón de la filosofía bergsoniana y a su concepto revolucionario de ímpetu vital. Henri Bergson, ese pensador que revolucionó nuestra comprensión de la vida y la evolución a principios del siglo XX, introdujo la idea de una fuerza creadora originaria que impulsa sin cesar la vida hacia formas nuevas e impredecibles. Para Bergson, el ímpetu vital no es ni mecánico ni finalista, sino creador por esencia, generador perpetuo de novedad [2]. Esta pulsión creadora, esta “fuerza que crea de manera imprevisible formas cada vez más complejas”, encuentra en la obra de Dodd-Noble una encarnación particularmente esclarecedora.

Cuando la artista pinta sus árboles de colores imposibles, sus bosques rosa chicle o sus volcanes verde esmeralda, no sólo juega con los códigos cromáticos: materializa esa energía bergsoniana que anima toda la vida. Sus paisajes vibran con una fuerza vital que parece impulsarlos fuera del lienzo. Allí se encuentra esa “duración” tan querida para Bergson, ese tiempo vivido y subjetivo que se opone al tiempo mecánico de la ciencia. Cada lienzo de Dodd-Noble captura un instante de eternidad, un momento en el que la naturaleza revela su dimensión creadora. El ímpetu vital bergsoniano ya no es aquí un concepto abstracto, sino una realidad sensible que nos golpea de lleno a través del poder expresivo del color.

Este enfoque filosófico se complementa con una conciencia ecológica aguda. Dodd-Noble no pinta la naturaleza como un decorado, sino como un organismo vivo dotado de su propia inteligencia. Sus recientes trabajos sobre la selva tropical de Costa Rica revelan una comprensión profunda de las redes micorrícicas, esas conexiones subterráneas que permiten a los árboles comunicarse y ayudarse mutuamente. “Cuanto más tiempo paso en la naturaleza, más siento estar cerca de una verdad universal sobre la interconexión de toda la vida que supera la separación”, explica ella [3]. Esta visión sistémica de la naturaleza hace eco a los descubrimientos científicos más recientes sobre la inteligencia de los bosques, pero la traduce en un lenguaje pictórico de una poesía impactante.

La técnica de Dodd-Noble participa plenamente en esta estética del impulso vital. Sus capas de pintura superpuestas crean múltiples profundidades que parecen respirar ante nuestros ojos. Ella suele trabajar a partir de observaciones directas de árboles encontrados durante sus paseos, anotando su “personalidad” o su “energía particular” antes de transformarlos en personajes de sus composiciones. Este método revela un enfoque casi animista de la pintura, donde cada elemento natural se convierte en un ser dotado de conciencia y sensibilidad.

La evolución reciente de su trabajo confirma esta madurez conceptual. Sus exposiciones “Truth of the Forest” en Massimo De Carlo en París en 2024 o “Grounded” en la galería L21 de Palma de Mallorca en 2022 dan testimonio de una reflexión profunda sobre nuestra relación con la biodiversidad. La artista explora allí lo que ella llama “la verdad del bosque”, esa sabiduría milenaria que poseen los ecosistemas intactos y que nuestra civilización tecnológica ha olvidado en gran medida.

Pero tal vez es en su manera de tratar la luz donde Dodd-Noble revela mejor su singularidad. Influida por los maestros de la pintura de paisaje, desarrolla un uso del color que va mucho más allá de la imitación de lo real. Sus cielos naranja fluorescente, sus hierbas violetas o sus troncos azul eléctrico no son fruto ni de la fantasía ni de la provocación gratuita. Más bien expresan esa dimensión energética de la naturaleza que nuestros sentidos limitados sólo perciben imperfectamente. Al liberar el color de su función representativa, Dodd-Noble nos da acceso a una realidad aumentada donde la naturaleza despliega finalmente toda su esplendor.

Este enfoque cromático tiene sus raíces en el arte contemporáneo más exigente. La influencia de Lisa Yuskavage se siente especialmente en este dominio soberano del color como vehículo de emoción. Yuskavage, conocida por sus técnicas heredadas del Renacimiento y su comprensión excepcional de las relaciones cromáticas, ha transmitido visiblemente a Dodd-Noble esa ciencia de la luz que transforma cada lienzo en una experiencia sensorial total [4]. Como su predecesora, Dodd-Noble comprende que el color puede convertirse en un lenguaje autónomo, capaz de comunicarse directamente con nuestro inconsciente sin pasar por el filtro de la razón.

Esta filiación artística ilumina bajo una nueva luz la aparente simplicidad de las composiciones de Dodd-Noble. Detrás de sus paisajes aparentemente ingenuos se esconde una sofisticación técnica heredada de los grandes maestros. Su formación en la New York Academy of Art le ha dado ese dominio de las relaciones de luz y de la construcción del espacio que distingue la gran pintura de la ilustración decorativa. Cada efecto colorista está calculado, cada armonía ponderada, cada contraste medido. Esta rigurosidad técnica permite que la emoción se exprese sin impedimentos, liberada de los errores que a menudo delatan el amateurismo.

El compromiso ecológico de Dodd-Noble no es, por tanto, un activismo superficial, sino una convicción profunda alimentada por una comprensión íntima de los mecanismos de lo vivo. Sus lienzos funcionan como manifiestos silenciosos a favor de una reconciliación entre el hombre y la naturaleza. Al mostrarnos paisajes imposibles pero deseables, nos hace tomar conciencia de lo que estamos perdiendo. Sus bosques multicolores no son escapatorias a un mundo de fantasía, sino recordatorios de la riqueza infinita de un mundo real que nuestra ceguera condena a desaparecer.

Esta dimensión política de su obra se expresa con tanto más fuerza cuanto que evita cuidadosamente la predicación directa. Dodd-Noble no pinta la catástrofe ecológica, pinta la belleza amenazada. No denuncia la destrucción, celebra la creación. Este enfoque positivo revela una inteligencia estratégica notable: en lugar de culpabilizar al espectador, le despierta el deseo de proteger lo que le muestra. Sus pinturas actúan como virus beneficiosos que contaminan nuestra mirada y transforman nuestra relación con el mundo.

La trayectoria personal de la artista ilumina este enfoque. Exempleada de la industria petrolera en Dubái, vivió desde dentro las contradicciones de nuestra época. “Realmente no parecía una elección”, confiesa al hablar de su reconversión artística. “Vivía en Dubái en aquella época, donde hay un arte contemporáneo formidable. Fui a la feria Art Dubai y a algunas galerías de Al Quoz. Al ver todo ese trabajo extraordinario, tuve ganas de poder crear obras como esos artistas” [5]. Esta revelación tardía pero decisiva quizás explique la urgencia que atraviesa su trabajo. Dodd-Noble pinta como alguien que ha perdido tiempo y tiene intención de recuperarlo.

Sus residencias artísticas recientes atestiguan esta búsqueda de autenticidad. Ya sea en Costa Rica para observar los bosques tropicales o en Worlingham Hall, en Suffolk, donde un antiguo dominio de caza se está transformando en un santuario natural, la artista privilegia la inmersión directa en los ecosistemas que desea pintar. Este enfoque casi etnográfico alimenta sus composiciones con una verdad que la sola imaginación no podría aportar. Cada cuadro lleva la huella de esos encuentros con lo vivo, de esos momentos de gracia en los que la artista y su sujeto comulgan en una comprensión mutua.

El reconocimiento institucional acompaña lógicamente esta madurez artística. Las galerías más exigentes, desde Roman Road en Londres hasta L21 en España, pasando por Kristin Hjellegjerde, exhiben regularmente sus obras. El mercado del arte contemporáneo está comenzando a reconocer su valor, como demuestran las ventas en subastas en Phillips u otras casas prestigiosas. Pero este éxito comercial no debe oscurecer lo esencial: Dodd-Noble forma parte de ese raro grupo de artistas que logran conciliar exigencia estética y accesibilidad, sofisticación técnica y emoción directa.

Su trabajo se inscribe en una tradición pictórica gloriosa a la vez que abre nuevos caminos para el arte del mañana. Heredera de los paisajistas románticos y de los coloristas fauvistas, inventa un lenguaje plástico adaptado a los desafíos de nuestra época. Sus cuadros demuestran que todavía es posible creer en la pintura, en su capacidad para transformar nuestra visión del mundo y, por ende, el mundo mismo. Frente a la crisis ambiental y el desencanto contemporáneo, Dodd-Noble ofrece una respuesta artística de rara inteligencia: en lugar de llorar el paraíso perdido, pinta el paraíso por recuperar.

Esta visión prospectiva distingue radicalmente su enfoque del de sus contemporáneos. Donde muchos se enredan en la nostalgia o el pesimismo, ella inventa mundos posibles. Sus paisajes imposibles se convierten en programas para el futuro, invitaciones a reinventar nuestra relación con la naturaleza. Al liberar el color y la forma de sus ataduras realistas, también libera nuestra imaginación de sus hábitos destructivos. Cada cuadro funciona como una experiencia de pensamiento visual, un laboratorio donde se prueban nuevas formas de habitar la Tierra.

El ímpetu vital bergsoniano encuentra así en la obra de Dodd-Noble una actualización particularmente fértil. Esta fuerza creativa que impulsa la vida hacia formas siempre nuevas se encarna aquí en una práctica artística que reinventa continuamente sus propios métodos. La artista no se limita a repetir una fórmula que funciona: explora sin cesar nuevos territorios cromáticos, nuevas arquitecturas compositivas, nuevas maneras de hacer dialogar la abstracción y la figuración.

Esta inventiva formal se arraiga en una comprensión profunda de los desafíos de nuestra época. Dodd-Noble sabe que el arte ya no puede conformarse con ser bello: también debe ser necesario. Sus lienzos responden a esta exigencia proponiendo una belleza activa, transformadora, portadora de esperanza y cambio. Demuestran que la estética aún puede ser política sin sacrificar su dimensión sensual.

Este notable éxito sitúa a Dodd-Noble entre las artistas más prometedoras de su generación. Con 36 años, ya ha desarrollado un lenguaje plástico reconocible y una visión coherente del mundo. Sus próximas creaciones serán seguidas con atención por todos aquellos que aún creen en el poder transformador del arte. Porque más allá de sus cualidades puramente pictóricas, la obra de Dodd-Noble porta un mensaje de esperanza que nuestra época necesita con urgencia.

En un mundo donde la naturaleza parece condenada y donde el arte contemporáneo a menudo se complacen en la ironía o la desesperación, Daisy Dodd-Noble elige el camino del encantamiento activo. Sus lienzos nos recuerdan que la belleza no es un lujo sino una necesidad, que el color aún puede salvarnos y que la pintura sigue siendo uno de los últimos refugios del alma humana. Por esto solo, merece nuestra atención y gratitud.


  1. Massimo De Carlo. “La verdad del bosque, Daisy Dodd-Noble”. Comunicado de exposición, París, 2024.
  2. Bergson, Henri. La evolución creadora. París, Félix Alcan, 1907.
  3. Massimo De Carlo. “La verdad del bosque, Daisy Dodd-Noble”. Comunicado de exposición, París, 2024.
  4. Yuskavage, Lisa. Conferencia sobre la técnica del color, citada en GRAYSON, Emma. “Daisy Dodd-Noble presenta un ambientalismo caprichoso”. Art of Choice, 29 de febrero de 2020.
  5. Grayson, Emma. “Daisy Dodd-Noble presenta un ambientalismo caprichoso”. Art of Choice, 29 de febrero de 2020.
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Referencia(s)

Daisy DODD-NOBLE (1989)
Nombre: Daisy
Apellido: DODD-NOBLE
Género: Femenino
Nacionalidad(es):

  • Estados Unidos

Edad: 36 años (2025)

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