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Martes 18 Noviembre

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Fan Yang: Las montañas hablan, la tinta responde

Publicado el: 6 Abril 2025

Por: Hervé Lancelin

Categoría: Crítica de arte

Tiempo de lectura: 9 minutos

Fan Yang transforma la milenaria tradición china en algo electrizante. Sus paisajes de colores saturados no buscan la reproducción servil sino la expresión de una verdad interior, mientras que su técnica del “pincel grueso y la tinta profunda” revela una energía casi violenta.

Escuchadme bien, panda de snobs. ¡Dejad por un momento vuestra búsqueda frenética del próximo prodigio conceptual, abandonad vuestros teléfonos y vuestros catálogos de exposiciones carísimos, y mirad, mirad de verdad, lo que ocurre cuando Fan Yang sumerge su pincel en la tinta. Mientras os maravilláis ante instalaciones carentes de sentido en la feria Art Paris, este hombre transfigura la tradición milenaria china en algo electrizante, visceral, que sacude nuestras certezas occidentales sobre lo que puede ser la pintura en tinta hoy.

Fan Yang no es simplemente un pintor chino entre otros. Es esa anomalía gloriosa que surge cuando un artista domina tan profundamente su tradición que puede trascenderla sin jamás traicionarla. Nacido en Hong Kong en 1955, criado en Jiangsu, imbuido de enseñanzas clásicas, Fan Yang podría haberse quedado cómodamente instalado en la reproducción de modelos ancestrales. En cambio, transformó esa base en algo sorprendentemente contemporáneo, creando obras que resuenan tanto con la historia como con nuestra época tumultuosa.

Lo que me impacta de sus paisajes es esa visión casi nietzscheana de lo sublime y lo terrible. Nietzsche, ese filósofo que se atrevió a mirar al abismo hasta que el abismo le devolvió la mirada, comparte con Fan Yang esta capacidad de abrazar el caos para extraer de él una verdad estética [1]. En sus paisajes de colores profundamente saturados, especialmente en su serie sobre el sur de Anhui, Fan Yang no busca la reproducción servil de la naturaleza, sino la expresión de una verdad más interior, más salvaje. Hay en su manera de abordar montañas y cursos de agua algo que evoca la voluntad de poder nietzscheana, no como dominación, sino como una afirmación intensa de la vida, a pesar de (o quizás gracias a) su naturaleza caótica e imprevisible.

Observa su serie “Un rincón del Anhui del Sur” con sus líneas de tinta tormentosas, esos trazos que se entrelazan como pensamientos contradictorios. ¿No ves ese “amor fati”, ese amor al destino que Nietzsche recomendaba? Fan Yang no pinta montañas idealizadas, pinta montañas que han vivido, que han sufrido, que llevan las cicatrices del tiempo pero que se alzan siempre, majestuosas e indomables.

Esta ambivalencia entre orden y caos, entre dominio técnico y abandono expresivo, constituye la esencia misma del enfoque artístico de Fan Yang. No se trata simplemente de un estilo, sino de una filosofía traducida en trazos de tinta. La manera en que carga sus pinceles con tinta densa para crear esas masas negras que parecen a la vez amenazantes y protectoras recuerda esa noción nietzscheana de que la belleza no está en la perfección estéril, sino en la aceptación de la disonancia y la contradicción.

“El hombre debe tener caos dentro de sí para poder dar a luz a una estrella que baila”, escribía Nietzsche en “Así habló Zaratustra” [2]. Las obras de Fan Yang son precisamente esas estrellas danzantes, nacidas del caos controlado, de la constante tensión entre estructura y libertad.

Pero Fan Yang no es solo un discípulo inconsciente de principios filosóficos occidentales. Se inscribe en una tradición china que reinterpreta con audacia. Su técnica del “pincel grueso y tinta profunda” (bi hou mo chen) recuerda la del maestro Huang Binhong, pero le inyecta una energía casi violenta que transforma esta técnica en algo profundamente personal.

El crítico de arte chino Fan Di’an observa precisamente que el enfoque de Fan Yang hacia el paisaje “ha desarrollado una estética sustancial del pincel y la tinta y una visión artística grandiosa adaptada a la era contemporánea” [3]. No es casualidad que sus obras hayan encontrado su lugar en las colecciones permanentes del Museo Nacional de Arte de China; representan ese diálogo esencial entre tradición e innovación que caracteriza los mejores momentos del arte chino contemporáneo.

Pero hablemos ahora de esa otra faceta interesante del trabajo de Fan Yang, la que lo conecta tan poderosamente con nuestra época mediática y que evoca las teorías de Marshall McLuhan sobre los medios como extensiones del hombre. Desde hace varios años, Fan Yang se ha embarcado en un proyecto ambicioso al que llama “Dibujos del mundo actual” o “Shishi hui”, en el que traduce en pintura tradicional china los acontecimientos de actualidad, creando así una crónica visual de nuestra época.

McLuhan, ese teórico visionario de los medios, había predicho que “el medio es el mensaje” [4], significando que la forma misma de un medio se incorpora en el mensaje, creando una relación simbiótica donde el medio influye en la forma en que se percibe el mensaje. Fan Yang, al elegir representar eventos contemporáneos, ya sean los Juegos Olímpicos o la actualidad política mundial, a través del prisma de la pintura tradicional china, opera precisamente este tipo de transformación mediática de la que hablaba McLuhan.

Hay algo profundamente subversivo en este enfoque. Fan Yang toma un arte a menudo considerado como fijo en la tradición y lo transforma en una herramienta de análisis del presente. Al hacerlo, desmitifica tanto la pintura tradicional china (mostrando su relevancia continua) como los medios contemporáneos (ofreciendo una alternativa a su inmediatez, a menudo superficial).

Sus pinturas de atletas olímpicos son particularmente reveladoras de este enfoque. Aplicando los principios ancestrales de la pintura china, la importancia de la línea, la captura de la esencia más que de la apariencia, el equilibrio entre el vacío y el lleno, a temas como los nadadores o corredores modernos, Fan Yang crea un puente temporal impactante. Thomas Bach, presidente del Comité Olímpico Internacional, quedó tan impresionado que invitó a Fan Yang a exponer sus obras en el Museo Olímpico de Lausana en 2017, convirtiéndolo en el primer pintor chino en organizar una exposición individual sobre el tema del deporte [5].

McLuhan sin duda habría estado fascinado por esta reinterpretación del mensaje deportivo a través del medio ancestral de la tinta sobre papel. “Moldeamos nuestras herramientas y luego nuestras herramientas nos moldean”, escribió [6]. Fan Yang, al elegir moldear sus imágenes contemporáneas con las herramientas de la tradición, nos invita a reconsiderar no solo el arte chino, sino también nuestra relación con los eventos representados.

Tomemos sus representaciones de las ceremonias de apertura de los Juegos Olímpicos de Pekín. Donde los medios occidentales ofrecieron imágenes espectaculares pero a menudo carentes de un contexto cultural profundo, Fan Yang creó obras que inscriben esos momentos en la continuidad de la historia china, conectando el espectáculo contemporáneo con tradiciones milenarias. Es precisamente este tipo de mediación cultural lo que McLuhan consideraba esencial para la comprensión intercultural.

Pero no se equivoquen: Fan Yang no es un simple ilustrador de eventos. Su obra sobre el deporte olímpico trasciende lo anecdótico para alcanzar una dimensión casi mitológica. Sus atletas no son simplemente cuerpos en movimiento, sino encarnaciones del ideal olímpico de superación personal, representados con una intensidad que recuerda la energía de los guerreros en las pinturas tradicionales chinas.

Esta capacidad para trascender el sujeto inmediato y tocar lo universal es característica de los grandes artistas. Fan Yang no nos muestra simplemente deportistas en acción; nos revela la continuidad de la experiencia humana a través de las épocas, la intemporalidad de la búsqueda de la excelencia y la superación.

Es interesante observar cómo Fan Yang logra mantener esta tensión productiva entre tradición e innovación, entre historia y actualidad. Su técnica de pintura, con sus líneas expresivas y masas de tinta a veces delicadas y otras imponentes, nunca es un simple ejercicio de estilo. Es el vehículo necesario de una visión del mundo que rechaza las dicotomías fáciles entre Oriente y Occidente, entre pasado y presente.

El propio pintor tiene una clara conciencia de su posición crucial. “Hace falta tener el mayor dominio para entrar en la tradición, y el mayor coraje para salir de ella”, declaró [7]. Esta frase podría casi servir como manifiesto a su enfoque artístico.

Fan Yang aprendió de los maestros, estudió las técnicas ancestrales, practicó incansablemente. Pero nunca se convirtió en esclavo de esa tradición. Al contrario, la interiorizó hasta poder trascenderla, creando obras que respetan la herencia al mismo tiempo que la empujan hacia nuevos horizontes.

Esta dialéctica entre respeto y trascendencia es particularmente visible en su serie de “Arhats rojos”, nombre dado en el budismo a aquel que ha alcanzado la última etapa de la sabiduría y el despertar. Fan Yang retoma un tema tradicional de la pintura budista, pero le infunde una energía contemporánea impactante. Sus arhats no son figuras hieráticas congeladas en una postura de sabiduría serena; son seres vivos, vibrantes de energía, cuyas ropas rojas parecen moverse sobre la superficie del papel.

Fan Yang realiza así esta hazaña: utiliza el vocabulario visual de la tradición para expresar una sensibilidad decididamente contemporánea. No se trata de una ruptura con el pasado, sino de una conversación continua, un diálogo entre las generaciones de artistas que han dado forma a la tradición china.

Este enfoque no está exento de controversias. Algunos críticos como Qiao Wei han juzgado su estilo como “retorcido e impaciente”, acusándolo de alejarse de los valores estéticos tradicionales [8]. Pero es precisamente esta tensión, esta fricción con las expectativas convencionales lo que hace de Fan Yang un artista significativo para nuestra época.

Vivimos en un mundo donde las fronteras culturales, nacionales y estéticas se cuestionan constantemente. La obra de Fan Yang, con sus audaces síntesis entre tradición e innovación, entre filosofía occidental y sensibilidad oriental, entre medios antiguos y temas contemporáneos, nos ofrece un modelo posible para navegar esta complejidad.

Terminaré con una observación personal. Como críticos de arte, a menudo estamos demasiado ansiosos por categorizar, etiquetar y encasillar a los artistas en zonas cómodas. Fan Yang resiste obstinadamente esta tentación. Es a la vez profundamente chino en su técnica y universal en su visión, tradicionalista en sus medios e innovador en sus fines, riguroso en su dominio y libre en su expresión.

Esta ambivalencia productiva, esta capacidad de habitar simultáneamente diferentes espacios conceptuales, lo convierte en un artista particularmente relevante para nuestra época de transiciones y transformaciones. Mientras todos buscamos navegar en un mundo donde las certezas se desploman, donde las tradiciones se cuestionan y donde el futuro parece cada vez más incierto, el arte de Fan Yang nos ofrece una perspectiva valiosa: la de un hombre que ha encontrado su voz única precisamente abrazando la complejidad, la contradicción y el cambio.

Con sus paisajes viscerales, sus retratos expresivos y su crónica visual de nuestra época, Fan Yang no es solo un gran pintor chino, es un testigo esencial de nuestra humanidad compartida, traduciendo en trazos de tinta y manchas de color la experiencia compleja y a menudo contradictoria de vivir entre tradiciones y modernidad, entre Oriente y Occidente, entre lo local y lo global.

Así que, sí, panda de snobs, dejad de buscar el próximo fenómeno efímero y tomad el tiempo para sumergiros en la obra de Fan Yang. Allí no encontraréis respuestas fáciles, sino algo mucho más valioso: un arte que plantea las preguntas correctas, que nos desafía a repensar nuestras certezas y que, de paso, nos ofrece una belleza salvaje, vibrante e indiscutible.


  1. Nietzsche, Friedrich. “Más allá del bien y del mal”, 1886, trad. Patrick Wotling, GF-Flammarion, 2000.
  2. Nietzsche, Friedrich. “Así habló Zaratustra”, 1883-1885, trad. Georges-Arthur Goldschmidt, Les Classiques de Poche, 1972.
  3. Fan Di’an, citado en “El pintor chino Fan Yang, un cronista de los tiempos”, CGTN, 30 de marzo de 2023.
  4. McLuhan, Marshall. “Para entender los medios”, 1964, trad. Jean Paré, Seuil, 1968.
  5. “Fuerza y belleza, Obras de Fan Yang”, exposición en el Museo Olímpico de Lausana, mayo de 2017.
  6. McLuhan, Marshall. “Understanding Media: The Extensions of Man”, MIT Press, 1994.
  7. Fan Yang, entrevista en “Fan Yang: debería ser el mejor pintor”, New Express News, 18 de junio de 2017.
  8. Qiao Wei, “La distorsión y la impaciencia del pincel y la tinta de Fan Yang”, Revista Shuhua, 9 de julio de 2018.
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Referencia(s)

FAN Yang (1955)
Nombre: Yang
Apellido: FAN
Otro(s) nombre(s):

  • 范扬 (Chino simplificado)

Género: Masculino
Nacionalidad(es):

  • China

Edad: 70 años (2025)

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