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Gilbert & George: Cronistas del East End

Publicado el: 26 Noviembre 2025

Por: Hervé Lancelin

Categoría: Crítica de arte

Tiempo de lectura: 10 minutos

Gilbert & George forman un dúo de artistas británicos que han convertido su existencia cotidiana en una obra de arte total. Residiendo en Spitalfields desde 1968, crean fotomontajes monumentales que exploran la sexualidad, la religión y las tensiones sociales del East End londinense, territorio que recorren incansablemente para documentar la vida urbana contemporánea.

Escuchadme bien, panda de snobs: Gilbert & George no son artistas ordinarios, y pretender comprenderlos a través del prisma convencional de la historia del arte contemporáneo sería un error tan grosero como juzgar una catedral por el color de sus vitrales. Este dúo improbable, formado en 1967 en la Saint Martin’s School of Art, ha construido metódicamente una obra que desafía toda clasificación apresurada, todo intento de reducción a un movimiento, a una escuela o a una tendencia pasajera.

Gilbert Prousch, nacido en el Tirol del Sur italiano en 1943, y George Passmore, nacido en Plymouth en 1942, encarnan desde hace más de medio siglo una singularidad artística que merece ser detenida con rigor. Su enfoque se inscribe en una temporalidad larga, casi arquitectónica, donde cada obra constituye una piedra más en el edificio que erigen pacientemente. La dimensión arquitectónica de su trabajo no es una metáfora fácil sino una realidad estructural profunda. Su casa de Fournier Street en Spitalfields, esta vivienda georgiana del siglo XVIII que habitan desde 1968, no es simplemente un lugar de residencia sino el propio crisol de su práctica artística. La arquitectura se convierte en su lenguaje, método y filosofía. La meticulosa restauración que emprendieron de este edificio, devolviéndole su decorado original, testimonia una consciencia aguda de la relación entre estructura y contenido, entre forma y existencia. Esta casa no es un decorado sino una extensión de su cuerpo artístico, un espacio donde la vida y el arte se fusionan hasta la indistinción.

Las rejillas negras que estructuran sus fotomontajes desde la década de 1970 evocan inmediatamente la ordenación de los vitrales medievales, esas composiciones fragmentadas que cuentan historias sagradas a través de paneles coloridos. Pero donde el vitral gótico eleva el alma hacia lo divino, las rejillas de Gilbert & George la devuelven bruscamente a lo terrestre, lo corporal, incluso lo obsceno. Su serie Pictures, inaugurada a principios de los años 1970, impone un sistema de composición riguroso donde cada obra se despliega como una ventana abierta al East End londinense. Esta estructuración geométrica, lejos de ser una simple elección estética, establece un orden en el caos de la vida urbana que documentan con una constancia casi maniática. Los colores saturados, a menudo chillones, encerrados tras estas barras negras, crean una tensión entre contención y desbordamiento, entre lo apolíneo de la estructura y lo dionisíaco del contenido. La arquitectura de sus obras imita la de la propia ciudad, con sus ventanas, sus fachadas, sus divisiones espaciales que organizan la promiscuidad humana.

La cuestión sociológica atraviesa su obra con una agudeza que sorprende en artistas a menudo acusados de frivolidad. Gilbert & George no se limitan a observar su barrio, lo convierten en un laboratorio de estudio de las mutaciones sociales contemporáneas. Su afirmación de que “nada sucede en el mundo que no suceda en el East End” [1] podría parecer pretenciosa si no fuera acompañada por una producción de imágenes que documenta metódicamente las capas sociales de este territorio. El East End londinense, con su historia de inmigración sucesiva, pobreza endémica y gentrificación acelerada, ofrece efectivamente un concentrado de las tensiones que atraviesan las metrópolis occidentales. Los artistas se posicionan ahí como etnógrafos en traje de tres piezas, recolectando los desechos de la modernidad urbana: cartuchos de óxido nitroso, grafitis, anuncios de trabajadores sexuales, titulares sensacionalistas de periódicos. Esta acumulación no es gratuita sino que procede de una metodología casi científica. Cada elemento tomado de su entorno inmediato se convierte en un síntoma, un indicio de las relaciones de clase, raza y género que estructuran la sociedad británica.

Su uso del lenguaje, especialmente en series como Ages de 2001 o Jack Freak Pictures de 2009, revela una comprensión fina de los mecanismos de dominación simbólica. Al reproducir anuncios de prostitución masculina, exponen crudamente la mercantilización de los cuerpos en la economía neoliberal. Al recopilar los titulares histéricos del Evening Standard, ponen al descubierto la fabricación del miedo y del resentimiento que alimenta el populismo. La repetición obsesiva de las palabras “Murder”, “Victim”, “Gangs” en sus composiciones subraya la función ideológica del discurso mediático que construye una realidad donde la violencia se convierte en el modo dominante de aprehensión social. Gilbert & George no denuncian explícitamente estos mecanismos, su neutralidad mostrada los preserva de cualquier didactismo, pero su montaje produce una distancia crítica. El espectador se encuentra confrontado con la materialidad bruta del lenguaje social, descontextualizado y reificado en el espacio de la obra de arte.

La cuestión de la clase social atraviesa subterráneamente su práctica. Su uniforme, esos trajes anticuados que llevan desde The Singing Sculpture en 1969, constituye un gesto sociológico tanto como estético. El traje representa históricamente la vestimenta de la respetabilidad pequeña burguesa, la del oficinista, del empleado de oficina, del funcionario subalterno. Al encerrarse en ello diariamente, Gilbert & George representan una identidad de clase ambigua, ni proletaria ni aristocrática, que corresponde exactamente a su posición en el campo artístico. Reclaman una accesibilidad popular con su eslogan “Art for All” (El arte para todos) [2], pero producen obras vendidas a precios de oro a coleccionistas internacionales. Esta contradicción no es hipocresía sino el reflejo honesto de la posición imposible del artista contemporáneo, atrapado entre aspiración democrática e integración en el mercado del lujo. Su barrio de Spitalfields encarna además esta tensión: antiguo territorio obrero de la industria textil, se ha convertido en uno de los sectores más aburguesados de Londres, donde las casas georgianas alcanzan varios millones de libras. Gilbert & George habitan física y simbólicamente esta contradicción.

Su tratamiento de la religión como institución social es particularmente interesante. Las obras de la serie Sonofagod Pictures de 2005 no se limitan a blasfemar por el placer de provocar. Interrogan la persistencia del hecho religioso en las sociedades secularizadas y la manera en que los símbolos sagrados continúan ejerciendo un control sobre el imaginario colectivo. Al yuxtaponer cruces cristianas, motivos islámicos y sus propios cuerpos en posturas crísticas, subrayan la función antropológica universal de lo religioso, al tiempo que desmitifican sus pretensiones trascendentes. La religión aparece como un sistema de signos entre otros, ni más ni menos legítimo que el lenguaje publicitario o pornográfico. Esta equivalencia generalizada de los sistemas simbólicos, característica de la condición posmoderna, encuentra en su trabajo una expresión particularmente explícita.

La cuestión racial, omnipresente en su obra de los años 1980 y 2000, plantea ambigüedades que los artistas asumen con una forma de provocación calculada. Títulos como Paki para designar el retrato de un hombre asiático han suscitado acusaciones de racismo, acusaciones que ellos descartan con un gesto de indiferencia invocando su función de espejo social. No crean el racismo, argumentan, lo documentan. Esta postura de neutralidad etnográfica es obviamente problemática, porque oculta el hecho de que la reproducción, aunque crítica, de estereotipos raciales contribuye a su circulación. No obstante, su insistencia en representar la diversidad étnica del East End, en dar visibilidad a poblaciones marginadas, participa de una forma de inclusividad, aunque torpe. Sus últimos trabajos, expuestos hasta el 11 de enero de 2026 en la Hayward Gallery de Londres, siguen interrogando las líneas de fractura identitarias que atraviesan la sociedad británica post-Brexit, esa sociedad que observan desde hace más de medio siglo con una constancia admirable.

El gesto artístico de Gilbert & George consiste fundamentalmente en transformar su propia existencia en escultura viviente. Esta decisión tomada a finales de los años 1960 de no aparecer nunca separados, de llevar constantemente el mismo tipo de traje, de rechazar la distinción entre tiempo de trabajo y tiempo de vida privada, revela una radicalidad cuya exigencia es difícil de medir. Se han construido literalmente como monumentos, figuras públicas cuya identidad artística primacía sobre toda identidad personal. Esta auto-monumentalización encuentra su culminación lógica en la apertura en 2023 del Gilbert & George Centre en Heneage Street, espacio dedicado exclusivamente a su obra, prefiguración de un mausoleo donde su memoria se conservará tras su muerte. Porque la muerte ronda ahora en sus composiciones recientes. La serie The Corpsing Pictures de 2023 los muestra tendidos sobre huesos, vestidos con trajes de color rojo sangre. Con más de ochenta años, enfrentan su finitud con la misma ausencia de afectación que han aplicado a todos los demás temas.

Su relación con la sexualidad merece una atención especial. Casados civilmente en 2008 tras cuarenta años de vida en común, han hecho de su relación homosexual un elemento constitutivo de su obra mucho antes de que se convirtiera en socialmente aceptable. Las Naked Shit Pictures de 1994, que los muestran desnudos en medio de representaciones de excrementos, afirman la dimensión carnal, corporal, trivial de la existencia humana. Rechazan la sublimación romántica del amor como de la sexualidad, prefiriendo mostrarlos en su materialidad prosaica. Este enfoque desencantado puede parecer cínico, pero también porta una forma de ternura. Su afirmación de que sus obras son “una especie de carta de amor visual de nuestra parte al espectador” [3] sugiere que detrás de la provocación y la obscenidad se esconde un deseo de conexión humana, una voluntad de compartir una experiencia del mundo sin velos ni mentiras.

La obra de Gilbert & George se resiste a toda recuperación fácil. Conservadores autoproclamados, admiradores de Margaret Thatcher, partidarios del Brexit y de la monarquía, desafían las expectativas políticas del ámbito del arte contemporáneo generalmente progresista. Esta posición heterodoxa les ha valido la hostilidad de una parte de la crítica que les acusa de complacencia hacia las fuerzas reaccionarias. Sin embargo, sus obras sobre el fascismo o la homofobia testimonian un compromiso sin ambigüedad contra la opresión. Esta aparente contradicción revela sobre todo la pobreza de las categorías políticas binarias para aprehender la complejidad de la realidad. Gilbert & George escapan a las etiquetas, y es precisamente eso lo que hace necesario su trabajo. Nos recuerdan que la vida social no se deja reducir a eslóganes, que los individuos no son abstracciones ideológicas sino seres de carne atravesados por contradicciones.

Su legado supera con creces el marco de la historia del arte británico. Han influido en generaciones de artistas, desde Kraftwerk, que se inspiró en su apariencia para crear su estética robótica, hasta Grant Morrison, que los parodiará en su serie de cómics The Filth. Su longevidad excepcional, más de cincuenta y cinco años de colaboración ininterrumpida, constituye en sí misma una actuación notable en un mundo del arte caracterizado por lo efímero y la carrera por la novedad. Han construido metódicamente una obra-catedral, piedra a piedra, imagen tras imagen, con una disciplina monacal. Esta paciencia, esta fidelidad a una visión, esta obstinación para cavar la misma zanja década tras década obliga al respeto, aunque se puedan cuestionar algunos aspectos de su trabajo.

Al final de este recorrido por el universo de Gilbert & George, se impone una evidencia: su obra no se deja domesticar por los marcos de análisis convencionales. Exige ser abordada con los instrumentos de la arquitectura para comprender su estructura, con los de la sociología para captar su arraigo en la realidad, con los de la antropología para apreciar su dimensión documental. Pero también requiere que se acepte su parte irreductible de misterio, esa zona opaca donde dos vidas se fundieron en una sola entidad artística cuya lógica íntima nos escapa necesariamente. Su casa de Fournier Street, templo y laboratorio, archivo y santuario, se convertirá después de su desaparición en un lugar de peregrinación para quienes busquen desvelar el secreto de esta fusión. Pero quizá ese secreto no exista, quizá Gilbert & George simplemente eligieron vivir su arte en vez de producirlo, y esa decisión originaria ya contiene toda la clave de su enigma. En una época saturada de discursos teóricos y justificaciones conceptuales, ofrecen el espectáculo poco común de una práctica artística que se basta a sí misma, que no necesita ser traducida ni explicada porque está ahí, masiva, imprescindible, a veces irritante, pero indiscutiblemente viva. Y quizás esta sea su victoria última: haber logrado sobrevivir a todas las modas, a todos los movimientos, a todas las teorías, permaneciendo obstinadamente ellos mismos, dos hombres en traje mirando el mundo desfilar desde su calle de Spitalfields, recolectando sus escombros para convertirlos en catedrales de luz y barro.


  1. Anna van Praagh, “Gilbert and George: ‘Margaret Thatcher did a lot for art'”, The Daily Telegraph, 5 de julio de 2009
  2. Eslogan adoptado por los artistas desde sus inicios, mencionado especialmente en Wolf Jahn, The art of Gilbert & George, or, An aesthetic of existence, Thames & Hudson, 1989
  3. Cita de los artistas recogida en “Gilbert & George deshock at Rivoli”, ITALY Magazine, archivo del 28 de enero de 2013
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Referencia(s)

GILBERT & GEORGE (1967)
Nombre:
Apellido: GILBERT & GEORGE
Otro(s) nombre(s):

  • Gilbert PROUSCH (1943) & George PASSMORE (1942)

Género: Masculino
Nacionalidad(es):

  • Reino Unido
  • Italia

Edad: 58 años (2025)

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