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Javier Calleja: Los grandes ojos de la sinceridad

Publicado el: 16 Febrero 2025

Por: Hervé Lancelin

Categoría: Crítica de arte

Tiempo de lectura: 9 minutos

Los personajes de Javier Calleja, con sus miradas acuosas que oscilan entre la tristeza y la malicia, encarnan una zona intermedia donde lo imaginario y lo real coexisten sin fricción, creando un espacio donde el arte aún puede tocarnos sin necesidad de explicaciones rebuscadas.

Escuchadme bien, panda de snobs. En el mundo aséptico del arte contemporáneo, donde las teorías humo se apilan como capas de barniz sobre un lienzo ya sobrecargado, existe un artista que se atreve a mirarnos directamente a los ojos. Javier Calleja, nacido en 1971 en Málaga, esta ciudad española que vio nacer a Picasso, practica un arte que parece simple a primera vista. Pero detrás de sus personajes con ojos desmesurados se esconde una reflexión profunda sobre nuestra época y nuestra relación con la infancia.

Sus criaturas con miradas acuosas, que oscilan entre la tristeza y la malicia, encarnan perfectamente lo que el psicoanalista Donald Winnicott llamó “el espacio transicional”. Estos seres, ni del todo niños ni realmente adolescentes, habitan esa zona intermedia donde lo imaginario y lo real coexisten sin fricción, donde el juego se convierte en una forma de verdad. Como Winnicott teorizó, es precisamente en ese espacio donde se desarrolla nuestra capacidad de simbolizar, crear y existir plenamente. Los personajes de Calleja, con sus ojos brillantes de lágrimas apenas secadas, sus mejillas sonrojadas por la emoción, sus camisetas con mensajes lapidarios, encarnan esa zona transicional donde el arte aún puede tocarnos sin necesidad de explicaciones complejas.

En su búsqueda artística, Calleja ha desarrollado una técnica singular particularmente interesante. Sus ojos, pintados con una precisión casi quirúrgica, constituyen el punto focal de cada obra. Dos simples gotas de agua sobre una hoja de papel dieron origen a esta firma visual que ahora cautiva a coleccionistas de todo el mundo. La maestría técnica no se limita a las miradas: las transiciones sutiles entre los tonos de piel, los leves enrojecimientos en las mejillas, todo está calibrado para crear una presencia que trasciende la simple ilustración.

El artista malagueño juega con una habilidad desconcertante en las escalas, haciendo que sus creaciones pasen de lo minúsculo a lo monumental con una facilidad que recuerda las aventuras de Lewis Carroll. Sus instalaciones transforman los espacios de exposición en terrenos de juego donde el espectador se convierte en un Alicia en el país de las maravillas contemporáneo. Esta manipulación de las proporciones no es solo un ejercicio formal: nos remite a esa experiencia fundamental de la infancia en la que el mundo puede parecer a veces inmenso, a veces diminuto, según nuestro estado emocional.

El filósofo Gaston Bachelard, en su “Poética del espacio”, hablaba de la capacidad del niño para habitar poéticamente el mundo, para transformar un rincón de la habitación en un universo infinito. Las obras de Calleja reactivan esta capacidad de asombro, no en una nostalgia cursi de la infancia, sino en una reapropiación consciente de este poder de transformación. Sus personajes de ojos desmesurados no son simplemente “lindos”, son testigos de nuestra propia capacidad para ver el mundo de otra manera.

Su reciente exposición “One true tree for…” en la galería Almine Rech de Nueva York ilustra perfectamente esta evolución. Las diez telas presentadas, todas realizadas en 2024, muestran un dominio creciente de la composición. Los personajes parecen ahora flotar en un espacio pictórico más complejo, donde las gotas de pintura que se desbordan sobre los marcos crean una continuidad entre la obra y su entorno. Esta técnica, lejos de ser un simple efecto decorativo, ancla las figuras en nuestra realidad al tiempo que subraya su naturaleza pictórica.

El artista ha llevado más lejos su exploración de la escultura, especialmente con “Waterboy + Flower Heads” (2024), una instalación monumental que dialoga sutilmente con el espacio arquitectónico. El personaje con mono naranja que lleva la inscripción “1980” se convierte en una presencia totémica, flanqueado por dos arbustos antropomorfos con ojos globulosos. Esta pieza ilustra perfectamente la capacidad de Calleja para transformar elementos cotidianos en objetos de contemplación poética.

Los dibujos en papel, como “Mom!” y “I see!” (2024), revelan un enfoque más espontáneo pero no por ello menos controlado. Las salpicaduras de color y las pinceladas que rodean los rostros crean una atmósfera más dinámica, dejando poco espacio vacío. Los globos de diálogo con mensajes enigmáticos como “I SEE ?” o “IN DREAMS” sugieren relatos que nunca se revelan completamente, manteniendo al espectador en un estado de interrogación permanente.

La influencia de René Magritte, a quien Calleja cita con frecuencia, se manifiesta menos en una cierta surrealidad que en esta capacidad de crear imágenes que son a la vez inmediatamente accesibles y profundamente misteriosas. Los fondos monocromos, a menudo en tonos pastel o colores vivos pero nunca agresivos, crean un espacio pictórico que no es ni totalmente abstracto ni verdaderamente figurativo. Esta indeterminación espacial refuerza la impresión de que sus personajes existen en ese espacio transicional del que hablaba Winnicott.

Su paleta cromática se ha enriquecido considerablemente a lo largo de los años. Los colores funcionan ahora como marcadores emocionales sutiles, creando una atmósfera que influye en nuestra percepción de las expresiones faciales. Los contrastes entre los fondos uniformes y los detalles minuciosos de los rostros crean una tensión visual que mantiene nuestra atención despierta. Este dominio del color no deja de recordar al de Alex Katz, otra influencia reconocida por el artista.

La evolución de su práctica artística refleja una comprensión profunda de los desafíos del arte contemporáneo. Partiendo de pequeños dibujos e instalaciones mínimas, ha desarrollado progresivamente un lenguaje visual que le permite abordar cuestiones complejas con una aparente simplicidad. Los mensajes en las camisetas de sus personajes, “¿Qué hacer ahora?”, “No hay problema”, “La misma historia de siempre”, funcionan como haikus visuales, concentrados de sabiduría cotidiana que resuenan con nuestra época saturada de complejidad.

En sus esculturas recientes, especialmente las presentadas en el Parco Museum de Tokio en 2022, Calleja lleva aún más lejos esta exploración del espacio transicional. Sus personajes en tres dimensiones crean situaciones en las que el espectador se enfrenta físicamente a esta presencia a la vez familiar y extraña. El artista juega conscientemente con lo que Freud llamaba “lo inquietante”, ese momento en que lo familiar se vuelve repentinamente otro, pero lo hace sin caer nunca en el malestar. Al contrario, sus criaturas nos invitan a abrazar esta extrañeza con una sonrisa cómplice.

La trayectoria de Calleja en la escena artística internacional es en sí misma reveladora de un cambio significativo en el mundo del arte contemporáneo. Su éxito en Asia, particularmente en Japón y Hong Kong, incluso antes de su reconocimiento en Europa, ilustra una evolución en la manera en que el arte circula y es apreciado a nivel global. El público asiático captó inmediatamente lo que algunos críticos occidentales, tal vez demasiado atrapados en sus prejuicios teóricos, tardaron más en comprender: el arte de Calleja opera en un nivel emocional directo que trasciende las barreras culturales.

Su colaboración reciente con Lladró para la creación de “Tú eliges uno” demuestra su capacidad para traducir su universo en diferentes medios. Las tres piezas en porcelana, Niño, Gato Diablo y Gato Ángel, conservan toda la frescura de sus dibujos a la vez que explotan las cualidades específicas de este noble material. Esta incursión en las artes decorativas, lejos de diluir su propuesta artística, la enriquece con una nueva dimensión táctil y preciosa.

Esta universalidad no es la falsa de un arte comercial calculado para agradar al mayor número. Es más bien la de una expresión artística que toca algo fundamental en la experiencia humana: nuestra capacidad para maravillarnos, para levantarnos después de haber llorado, para encontrar humor incluso en los momentos difíciles. Los personajes de Calleja, con sus ojos enormes que parecen absorber el mundo entero, son como espejos que nos devuelven nuestra propia capacidad de sentir.

El artista mismo resiste la tentación de explicar su trabajo, prefiriendo dejar que cada espectador complete la obra con su propia experiencia. Este enfoque, que podría parecer ingenuo en un mundo del arte obsesionado por la teorización, revela en realidad una profunda comprensión de lo que hace poderosa al arte: su capacidad para crear un espacio de encuentro entre el artista y el espectador, un lugar donde el significado no se impone sino que se descubre.

Su proceso creativo, que describe como una búsqueda constante del “momento mágico”, ilustra perfectamente esta filosofía. Comparando su arte con un truco de magia, busca crear ese instante fugaz en que nuestro cerebro acepta lo imposible antes de que la razón recupere el control. Este enfoque recuerda las reflexiones de Walter Benjamin sobre el aura de la obra de arte: es precisamente en estos momentos de suspensión del juicio cuando el arte puede transformarnos.

Las exposiciones de Calleja, sean monumentales o intimistas, transforman los espacios en lo que Bachelard hubiera llamado “espacios felices”. No son espacios de pura disfrute estético, sino lugares donde nuestra relación con el mundo puede ser momentáneamente suspendida, cuestionada, reinventada. Sus obras nos recuerdan que el arte no necesita ser hermético para ser profundo, ni conceptual para ser inteligente.

Mientras nuestro mundo está saturado de imágenes y discursos, donde la atención es un bien escaso y la emoción auténtica a menudo es sospechosa, el arte de Calleja propone una forma de resistencia suave pero decidida. Sus personajes de ojos grandes nos invitan a ralentizar, a mirar realmente, a dejarnos tocar. Nos recuerdan que la simplicidad puede ser una forma de sofisticación, y que la inocencia, cuando se elige conscientemente en lugar de asumirse ingenuamente, puede ser una posición de fuerza.

El artista español ha logrado crear un lenguaje visual propio, inscribiéndose a la vez en una línea artística que va mucho más allá de las evidentes referencias a la cultura pop. Su trabajo dialoga sutilmente con la historia del arte, desde el expresionismo hasta el arte conceptual, permaneciendo a la vez firmemente anclado en el presente. Esta capacidad de trascender las categorías sin dejar de ser inmediatamente reconocible es una de las marcas de los grandes artistas.

Su práctica actual, que incluye pintura, dibujo, escultura e instalación, demuestra una madurez artística que no deja de profundizarse. Las obras recientes revelan una sutil complejización de su gramática visual, sin perder nunca esa cualidad esencial que define su firma. Los nuevos personajes que introduce enriquecen su universo permaneciendo fieles a su visión artística fundamental.

El arte de Calleja nos recuerda que la verdadera sofisticación a veces reside en la capacidad de decir cosas complejas con simplicidad, de tocar verdades profundas con ligereza. Mientras el mundo del arte contemporáneo suele estar preso de sus propias teorías, su trabajo representa un soplo de aire fresco, un recordatorio de que el arte todavía puede hablarnos directamente al corazón, sin renunciar a su potencia intelectual y emocional.

A comienzos de este año 2025, mientras el mercado del arte sigue fragmentándose y complejizándose, la obra de Calleja aparece como un punto de referencia tranquilizador. No porque ofrezca certezas fáciles, sino precisamente porque nos recuerda el valor de la incertidumbre, del asombro, de esa capacidad infantil de ver el mundo como si fuera la primera vez. En un paisaje artístico donde la provocación se ha convertido en una convención, la sinceridad de Calleja es quizá la posición más radical.

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Referencia(s)

Javier CALLEJA (1971)
Nombre: Javier
Apellido: CALLEJA
Género: Masculino
Nacionalidad(es):

  • España

Edad: 54 años (2025)

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