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Jonas Wood: El cartógrafo de lo cotidiano aumentado

Publicado el: 15 Diciembre 2024

Por: Hervé Lancelin

Categoría: Crítica de arte

Tiempo de lectura: 6 minutos

Las composiciones de Jonas Wood son como rompecabezas visuales donde cada elemento es a la vez autónomo e interdependiente. Los motivos se responden entre sí, las formas encajan, los colores crean ritmos y contrapuntos.

Escuchadme bien, panda de snobs, os voy a hablar de Jonas Wood, nacido en 1977 en Boston, un artista que hace mucho más que simplemente pintar plantas en maceta en interiores californianos.

Entremos en su universo pictórico donde la planitud reina como maestro absoluto, como un manifiesto silencioso contra la perspectiva albertiana que ha dominado el arte occidental durante siglos. Wood se inscribe en la línea filosófica de Maurice Merleau-Ponty, que en “El ojo y el espíritu” (1964) desarrolló esta idea revolucionaria de que la percepción no es una simple ventana al mundo, sino una experiencia encarnada, subjetiva y fragmentada. Sus composiciones dispersas, sus perspectivas imposibles y sus motivos superpuestos no son simples juegos formales, ilustran perfectamente esta fenomenología de la percepción donde nuestra visión del mundo siempre es parcial, fragmentada y reconstruida por nuestro cerebro.

Los cuadros de Wood son como collages mentales, reconstrucciones memoriosas de espacios vividos. No pinta lo que ve, sino lo que recuerda haber visto, sentido, vivido. Estos interiores con perspectivas rotas, estos objetos flotando en espacios ambiguos, estas plantas gigantes que parecen haber sido alimentadas con esteroides californianos, todo ello forma una cartografía íntima de su vida cotidiana. Pero no os equivoquéis: detrás de la aparente simplicidad pop de sus obras se esconde una reflexión profunda sobre la naturaleza misma de nuestra percepción de la realidad.

Tomemos sus naturalezas muertas de plantas en maceta. A primera vista, podríamos reducirlas a simples ilustraciones botánicas con esteroides. Pero Wood hace mucho más que documentar su colección de plantas de interior: crea retratos psicológicos de estos seres vivos que comparten su espacio cotidiano. Cada hoja, cada rama se convierte en un elemento gráfico autónomo, como si la planta misma se estuviera descomponiendo y recomponiendo ante nuestros ojos. Este enfoque hace eco de las teorías del filósofo Henri Bergson sobre la duración y la memoria, donde el presente siempre está impregnado del pasado, donde cada instante contiene en sí la totalidad de nuestra experiencia vivida.

Wood transforma sistemáticamente sus fuentes fotográficas pasándolas por el filtro de su memoria y su imaginación. Los colores se vuelven más vivos, los motivos más pronunciados, las perspectivas más inestables. Es como si sus cuadros fueran alucinaciones controladas, sueños despiertos donde la realidad objetiva se disuelve en un baño de impresiones subjetivas. Sus interiores son espacios mentales tanto como físicos, lugares donde la geometría euclidiana cede el paso a una geometría emocional.

La manera en que trata los objetos cotidianos, jarrones, muebles, plantas, recuerda el enfoque de Giorgio Morandi, pero con una energía pop que ha sido filtrada por el prisma de David Hockney y Alex Katz. Excepto que donde Morandi buscaba la esencia silenciosa de los objetos, Wood celebra su presencia chillona, su capacidad para portar historias, recuerdos, emociones. Sus objetos nunca son neutrales: están cargados de una intensidad casi eléctrica, como si estuvieran a punto de animarse y contarnos su historia.

Lo que resulta interesante en su trabajo es esa capacidad para crear imágenes que funcionan simultáneamente como documentos autobiográficos y como exploraciones formales. Sus retratos familiares, por ejemplo, no son simples representaciones de sus seres queridos: son estudios sobre cómo la memoria afectiva deforma y recompone nuestra percepción de los seres amados. Los rostros están aplanados, los cuerpos geométricos, el espacio a su alrededor se fragmenta en motivos abstractos. Y, sin embargo, paradójicamente, estas deformaciones parecen acercarnos a la verdad emocional de esas relaciones.

Wood utiliza el color como una herramienta psicológica más que descriptiva. Sus verdes no son los de la naturaleza, sino los de la memoria de la naturaleza. Sus azules son eléctricos, sus rojos vibrantes, sus amarillos casi fluorescentes. Esta paleta artificial crea una distancia crítica con lo real a la vez que intensifica nuestra experiencia emocional de las imágenes. Es un equilibrio sutil entre distancia e intimidad que da toda la fuerza a su trabajo.

Su relación con la historia del arte es fascinante. Wood no es del tipo que cita sus fuentes de manera reverencial. Las digiere, las transforma, se las apropia con una despreocupación asumida. En su trabajo se encuentran ecos de Matisse en el tratamiento de los motivos, de Hockney en el enfoque del espacio doméstico, de Stuart Davis en la energía gráfica. Pero todo ello pasa por el tamiz de su sensibilidad contemporánea, de su experiencia de la cultura visual del siglo XXI.

Los críticos gustan de compararlo con Hockney, pero es una comparación perezosa que no hace justicia a la especificidad de su enfoque. Mientras Hockney busca capturar la sensación física del espacio y la luz, Wood se interesa más por cómo la memoria y la imaginación reconfiguran nuestra experiencia de lo cotidiano. Sus espacios no son lugares reales sino construcciones mentales, collages psicológicos donde el tiempo y el espacio se comprimen y dilatan según las leyes misteriosas del recuerdo.

Un aspecto particularmente interesante de su trabajo es su colaboración con su esposa, la ceramista Shio Kusaka. Los jarrones que ella crea se convierten en personajes recurrentes en sus pinturas, creando un diálogo fascinante entre volumen y planitud, entre objeto real y representación. Es como si esos jarrones fueran actores en un teatro doméstico, portadores de historias y significados que van más allá de su simple función utilitaria.

Wood tiene esa rara capacidad de convertir lo ordinario en extraordinario sin caer en lo espectacular o sensacionalista. Sus pinturas nos hacen ver el mundo cotidiano como si lo descubriéramos por primera vez, con una mezcla de familiaridad y extrañeza que recuerda la experiencia del déjà vu. Eso es precisamente lo que hace que su trabajo sea tan relevante en nuestra época: nos ayuda a redescubrir la magia oculta en los rincones más banales de nuestras vidas.

Sus composiciones son como puzzles visuales donde cada elemento es a la vez autónomo e interdependiente. Los motivos se responden, las formas encajan, los colores crean ritmos y contrapuntos. Es un equilibrio complejo que siempre parece a punto de romperse pero que milagrosamente se sostiene, como un castillo de naipes que desafía las leyes de la gravedad.

La influencia de su abuelo coleccionista de arte es evidente en su forma de abordar la pintura como un diálogo constante con la historia del arte. Haber crecido rodeado de obras de Francis Bacon, Alexander Calder, Jim Dine y Andy Warhol le ha dado una comprensión intuitiva de la modernidad que se refleja en cada uno de sus lienzos. Pero lo que es notable es su capacidad para transformar esas influencias en algo profundamente personal y contemporáneo.

Su éxito comercial es innegable, sus obras alcanzan precios vertiginosos en el mercado del arte. En mayo de 2019, “Japanese Garden 3” se vendió por 4,9 millones de dólares en Christie’s. Pero, a diferencia de algunos artistas que se dejan corromper por el éxito, Wood sigue explorando su territorio con una integridad y curiosidad intactas. No pinta para el mercado, pinta para entender su propia experiencia del mundo.

Jonas Wood crea imágenes que son a la vez accesibles y complejas, personales y universales. Nos muestra que la pintura contemporánea puede ser tanto pop como intelectual, decorativa y conceptual, íntima y espectacular. En un mundo saturado de imágenes digitales, sus lienzos nos recuerdan el poder único de la pintura para transformar nuestra percepción de lo real.

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Referencia(s)

Jonas WOOD (1977)
Nombre: Jonas
Apellido: WOOD
Género: Masculino
Nacionalidad(es):

  • Estados Unidos

Edad: 48 años (2025)

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