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Las barcas existenciales de Evelyn Hellenschmidt

Publicado el: 25 Abril 2025

Por: Hervé Lancelin

Categoría: Crítica de arte

Tiempo de lectura: 6 minutos

Las esculturas de Evelyn Hellenschmidt, hechas de latón, cobre y bronce, evocan barcas, territorios y arboledas, tantos espacios simbólicos donde el ser humano busca refugio. Su trabajo interroga nuestra fragilidad existencial con una geometría depurada y una sensibilidad auténtica.

Escuchadme bien, panda de snobs! Estáis ahí, copa de champán en mano, fingiendo entender el arte mientras imagináis que el expresionismo consiste en hacer muecas delante del espejo del baño. Pero permitidme aún así hablaros de Evelyn Hellenschmidt. Esta artista que, lejos de considerarse un cometa o una estrella fugaz, se ha abierto camino con empeño en el a veces hermético mundo del arte contemporáneo.

Nacida en 1962 en Eltville, Alemania, y residiendo desde hace años en España, Hellenschmidt ha sabido, con una perseverancia admirable, construir un lenguaje visual propio. Su trayectoria es aún más impresionante porque es autodidacta, habiendo aprendido, como ella misma dice, “en la calle”, frecuentando talleres de artistas, ceramistas y escultores desde muy joven, e incluso trabajando en una fragua para aprender a soldar. Es este conocimiento íntimo de los materiales lo que confiere a sus obras una autenticidad impactante.

Pero es sobre todo el universo que crea lo que merece nuestra atención. Hellenschmidt elabora un arte que, en lugar de gritar para hacerse oír, susurra verdades complejas sobre nuestra condición humana. Su escultura “Silencio” (2006), creada inicialmente para el Museo de Arte Contemporáneo de Yucatán en México, es emblemática de este enfoque. Una obra monumental en hierro soldado galvanizado que ha viajado por España antes de encontrar su lugar definitivo en el Kunsthaus Taunusstein en Alemania. La artista explora allí lo que ella llama “enfermedad y remedio”, haciendo eco de su propia búsqueda de un espacio de silencio frente a las presiones del mundo artístico.

Esta dimensión reflexiva de su trabajo nos lleva a considerar la influencia del existencialismo sartreano en su obra. Jean-Paul Sartre, en “El ser y la nada”, desarrolla la idea de que el hombre está “condenado a ser libre” y debe asumir la responsabilidad de sus elecciones en un mundo desprovisto de un sentido predeterminado [1]. Las esculturas de Hellenschmidt, particularmente sus “Barcas de posibilidades o barcas del hambre” (2008), evocan esta condición existencial. Estas barcas, inspiradas en la inmigración ilegal entre Marruecos y España, no son simplemente comentarios sociopolíticos, sino metáforas visuales de la libertad existencial, trágica y magnífica a la vez.

Como escribe Sartre: “El hombre no es más que lo que se hace a sí mismo” [2]. Esta visión filosófica resuena profundamente en la instalación de Hellenschmidt que, según sus propias palabras, “habla de las posibilidades de prosperar de los seres humanos, según dónde hayan nacido”. La artista nos confronta con esta terrible verdad: la libertad existencial está condicionada por las circunstancias de nuestro nacimiento y nuestro entorno.

El trabajo de Hellenschmidt posee esa rara cualidad de transformar materiales industriales fríos, latón, cobre, bronce, hierro, en estructuras que respiran, vibran y cuentan historias. Ella lo logra no con grandilocuencia, sino con la búsqueda de una geometría esencial, una pureza de líneas que nos remite a la fragilidad de nuestra propia existencia.

Y es precisamente esa fragilidad la que se encuentra en el corazón de su obra “Barca de tierra” (2008), una síntesis de lo que ella llama “el deseo de ligereza vital y de resistencia, a pesar de la fragilidad existencial”. ¿No es esta una perfecta ilustración de la condición humana según Sartre, esa tensión constante entre nuestra aspiración a la trascendencia y nuestro arraigo en la inmanencia?

Permítanme ahora abordar un aspecto menos obvio pero igualmente interesante de la obra de Hellenschmidt: su relación con la poética bachelardiana del espacio. Gaston Bachelard nos ofrece herramientas valiosas para comprender la dimensión espacial del trabajo de Hellenschmidt.

Tomemos “Terreno II” (2006), una escultura de latón, cobre y bronce que le valió el primer premio del Museo Jacinto Higuera. Esta obra nació de una experiencia personal: la compra de un terreno para construir allí una cabaña, un refugio frente a la inestabilidad inherente a la vida de artista. Este gesto de arraigo, esta búsqueda de un espacio propio, se inscribe en la línea de lo que Michel Foucault, en “De los espacios otros”, llama “heterotopías”, esos espacios concretos que albergan lo imaginario [3].

La obra de Hellenschmidt está salpicada de estas heterotopías: barcas, territorios, fuentes, bosques. “Bosquecillo” (2007), una instalación monumental que viajó de Barcelona a Madrid pasando por Cáceres, nos sumerge en un espacio poético que trasciende su materialidad. Es un lugar que, como escribe Foucault, “es capaz de yuxtaponer en un solo lugar real varios espacios, varios emplazamientos que en sí mismos son incompatibles” [4].

Esta creación de espacios alternativos es tanto más significativa si consideramos el interés de Hellenschmidt por la escritora y filósofa Gao Xingjian y su obra “Por otra estética” (2000). La artista extrae de ella la importancia de las “versiones interiores” en la práctica artística, un enfoque que hace eco de la fenomenología del espacio desarrollada por Foucault.

“Fuente (maqueta)” (2006), presentada en el Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM), nos ofrece otra ilustración de esta poética espacial. La fuente, símbolo del agua como “origen de todo”, se convierte bajo las manos de Hellenschmidt en un espacio de meditación sobre nuestro vínculo con la naturaleza y nuestra propia interioridad. Como ella explica: “El agua es permanencia, necesidad y consuelo. Nos proporciona lo más básico y puede crear lo más refinado”.

Es notable que Hellenschmidt, aunque explora temas universales, se mantenga arraigada en una experiencia personal e íntima. Su trabajo da testimonio de una búsqueda constante de lo que Foucault denomina “una especie de contestación tanto mítica como real del espacio en que vivimos” [5]. Esta contestación nunca es violenta ni estruendosa, sino sutil y poética.

En 2022, Evelyn Hellenschmidt fue una de las tres ganadoras del Luxembourg Art Prize, un prestigioso premio internacional de arte contemporáneo, un reconocimiento merecido para una artista que, desde la década de 1980, no ha dejado de seguir su propio camino con una tranquila determinación. Su galardón corona una trayectoria jalonada por exposiciones internacionales, desde Corea hasta España, desde Alemania hasta Estados Unidos.

Lo que impacta en su trabajo es esa capacidad de crear obras que resisten al tiempo y a las modas efímeras. Allí donde tantos artistas buscan desesperadamente reinventarse cada temporada, Hellenschmidt continúa una exploración coherente de temas que le son queridos: la fragilidad de la existencia, la búsqueda de un lugar propio, la tensión entre el arraigo y el vuelo.

Su camino hacia la fotografía a partir de 2011, con estudios en la escuela internacional EFTI de Madrid, es muestra asimismo de esa evolución orgánica más que de rupturas artificiales. Al obtener la prestigiosa beca Pollock-Krasner (EE. UU.) el mismo año, confirma su estatura de artista internacional.

Los amantes del arte que buscan una experiencia auténtica harían bien en detenerse ante las obras de Evelyn Hellenschmidt. No para buscar efectos espectaculares o provocaciones fáciles, sino para sumergirse en un universo donde cada pieza es fruto de una reflexión profunda sobre nuestra condición humana. Un universo donde, como habría dicho Sartre, la existencia precede a la esencia, donde cada creación es un acto de libertad frente al sinsentido del mundo.

La próxima vez que sorbas tu champán en una galería fingiendo entender lo que pasa, recuerda que existen artistas como Evelyn Hellenschmidt que crean no para impresionarte, sino para dar forma a verdades esenciales sobre nuestra existencia. Artistas que, en lugar de tomarse por genios incomprendidos, trabajan con humildad y perseverancia para construir una obra coherente y sincera.

Y si tienes la suerte de encontrarte frente a una de sus obras, tómate el tiempo de observarla realmente. Déjate llevar por esas formas que, en su aparente simplicidad, cuentan historias complejas sobre nuestra relación con el mundo, con el espacio y con nosotros mismos. Es ahí, en ese encuentro silencioso entre la obra y el espectador, donde reside la verdadera magia del arte.


  1. Sartre, Jean-Paul. (1943). El ser y la nada. Gallimard, París.
  2. Sartre, Jean-Paul. (1946). El existencialismo es un humanismo. Nagel, París.
  3. Foucault, Michel. (1984). Otros espacios. Arquitectura, Movimiento, Continuidad, n.º5, octubre de 1984.
  4. Ídem.
  5. Ídem.
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Referencia(s)

Evelyn HELLENSCHMIDT (1962)
Nombre: Evelyn
Apellido: HELLENSCHMIDT
Género: Femenino
Nacionalidad(es):

  • Alemania

Edad: 63 años (2025)

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