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Lu Yushun: Visión cósmica y modernidad

Publicado el: 2 Julio 2025

Por: Hervé Lancelin

Categoría: Crítica de arte

Tiempo de lectura: 9 minutos

Lu Yushun transforma la pintura tradicional de paisajes china creando composiciones geométricas y simétricas revolucionarias. Utilizando una técnica de difuminado a gran escala, pinta montañas, nubes y ríos según una lógica poética en lugar de naturalista, produciendo espacios espirituales que superan la representación convencional de la naturaleza.

Escuchadme bien, panda de snobs. Mientras os regodeáis en vuestras teorías nebulosas sobre el arte contemporáneo, un hombre en Harbin está reinventando silenciosamente la pintura de paisaje china desde hace cuarenta años. Lu Yushun no os pide permiso para revolucionar un arte milenario. Lo hace, punto final.

Nacido en 1962 en la metrópoli helada de Heilongjiang, este hijo de Manchuria creció a la sombra de los bosques boreales y de las extensiones infinitas del noreste chino. Cuando la mayoría de los pintores de su generación se hundían en las disputas estéticas de los años ochenta, Lu Yushun ya trazaba su camino singular. A los veintidós años, su obra “Territorio del Norte” causó sensación en el Salón Nacional Chino de Bellas Artes, anunciando la emergencia de una voz radicalmente nueva en el arte chino.

Lo que llama la atención de inmediato en el universo pictórico de Lu Yushun es esa capacidad singular para superar los límites espaciales tradicionales de la pintura de paisaje. Sus series emblemáticas, desde “Contemplación de las Ocho Extensiones” hasta “Patria espiritual”, pasando por “Poesía de los Tang” y más recientemente “Gran Belleza del Cielo y la Tierra”, revelan a un artista que no se conforma con pintar montañas y ríos. Construye cosmogonías enteras, universos donde el tiempo y el espacio obedecen a una lógica poética más que a la física newtoniana.

La originalidad fundamental de Lu Yushun reside en su método de composición revolucionario. Donde sus predecesores organizaban sus paisajes según las “Tres Distancias” de Guo Xi, él impone una estructura vertical y simétrica que confiere a sus obras una solemnidad casi ritual. Estas composiciones audazmente paralelas y perpendiculares crean lo que hay que llamar “paisajes sobrenaturales”, espacios que no existen en la naturaleza pero que llevan en sí una verdad espiritual más profunda que cualquier realismo fotográfico.

Su lenguaje plástico se articula alrededor de una técnica de difuminado y frotado a gran escala que abandona deliberadamente el sistema tradicional de texturas heredadas de los maestros antiguos. Las líneas redondas y suaves, similares a la escritura sigilaria, dibujan formas de una simplicidad geométrica asombrosa. Esta simplificación radical no procede de una pereza conceptual, sino de una voluntad filosófica de captar la esencia universal de los fenómenos naturales más allá de sus apariencias particulares.

La influencia de la arquitectura modernista en el arte de Lu Yushun es particularmente interesante. A diferencia de los paisajistas tradicionales que se inspiraban exclusivamente en la naturaleza, Lu Yushun toma de la estética arquitectónica contemporánea esta concepción del espacio como volumen esculpido más que como superficie decorativa. Sus montañas se alzan con la majestuosidad de catedrales góticas occidentales, sus nubes se organizan según una geometría que evoca las bóvedas de Le Corbusier tanto como las nieblas del monte Huang. Esta hibridación entre la tradición pictórica china y la modernidad arquitectónica occidental produce un estilo único que reconcilia Oriente y Occidente sin traicionar jamás el espíritu profundo de la pintura china.

El arquitecto franco-suizo Charles-Édouard Jeanneret, más conocido como Le Corbusier, revolucionó la arquitectura del siglo XX desarrollando sus “Cinco puntos para una arquitectura nueva” [1]. Este enfoque modular y funcionalista encuentra un eco sorprendente en el método compositivo de Lu Yushun. Como Le Corbusier liberó la arquitectura de las limitaciones ornamentales para revelar la belleza pura de la función, Lu Yushun libera la pintura de paisaje de los detalles anecdóticos para expresar la esencia cósmica de la naturaleza. Los pilotes corbusianos que elevan los edificios sobre el suelo encuentran su equivalente en estas montañas flotantes que pinta Lu Yushun, suspendidas en el espacio solo por la fuerza de su visión poética. La ventana longitudinal se convierte en sus horizontes nubosos que unifican sus composiciones. El plano libre se manifiesta en esta libertad total con la que reorganiza el espacio natural según su lógica interna. La fachada libre se muestra en estas superficies pictóricas donde cada elemento puede aparecer independientemente de su función descriptiva tradicional. Finalmente, la azotea encuentra su equivalente en estas cimas aplanadas que coronan sus montañas, transformadas en plataformas espirituales desde donde contemplar el infinito.

Esta relación con la arquitectura modernista no es casualidad. Lu Yushun pertenece a esa generación de artistas chinos formados en los años 1980, un período de intensa apertura cultural donde las vanguardias occidentales se encontraron por primera vez con las tradiciones artísticas chinas en un diálogo auténtico. A diferencia de sus contemporáneos, que a menudo adoptaban de manera superficial los códigos del arte occidental, Lu Yushun supo operar esta síntesis en profundidad, integrando las lecciones de la modernidad arquitectónica a su comprensión íntima de la filosofía china tradicional.

El uso de la tinta en sus obras revela un dominio técnico excepcional al servicio de una visión cósmica. Las gradaciones sutiles de tinta, desde los negros más profundos hasta los grises más delicados, crean esos efectos de “halo” que unifican el conjunto de sus composiciones. Esta técnica del halo, central en su estética, permite pasar de lo figurativo a lo semiabstracto sin ruptura, creando ese estado intermedio que Zhuangzi llamaba “el entre-dos de las apariencias”. Las montañas nacen de la niebla y vuelven a ella, los árboles emergen del vacío para fundirse nuevamente en él, en un movimiento perpetuo de condensación y disolución que evoca los ciclos cósmicos descritos por la filosofía taoísta.

Pero es sin duda en sus series de escrituras “extraterritoriales” donde Lu Yushun revela mejor su singular genio. Cuando pinta Europa con sus pinceles chinos, nunca cae en lo pintoresco turístico ni en el exotismo fácil. Sus catedrales góticas y sus castillos del Loira se convierten, bajo su pincel, en variaciones sobre el tema universal de la armonía entre el hombre y la naturaleza. La arquitectura europea y la filosofía china se encuentran en un lenguaje plástico que supera los particularismos culturales para tocar lo universal.

Esta capacidad de universalizar lo particular acerca a Lu Yushun a la poesía clásica china, y más particularmente a la obra de Li Bai. El gran poeta de los Tang compartía con nuestro pintor esa rara facultad de transformar la observación del mundo en visión cósmica. Como Li Bai transformaba una simple borrachera entre amigos en meditación sobre la eternidad, Lu Yushun metamorfosea un paisaje del Heilongjiang en alegoría de la armonía universal. Los “Canticos de la noche tranquila” de Li Bai [2] resuenan extrañamente con la serie “Patria espiritual” de Lu Yushun. En ambos casos, el artista parte de una emoción íntima para construir una arquitectura simbólica que abraza toda la experiencia humana.

La analogía con Li Bai resulta particularmente esclarecedora en cuanto al uso del espacio. El poeta de los Tang practicaba lo que los críticos chinos llaman “salto de pulga”, esa técnica que consiste en pasar de una imagen a otra sin transición lógica aparente, creando un efecto de sorpresa y enriquecimiento semántico. Lu Yushun procede de manera similar en sus composiciones, yuxtaponiendo elementos que no pertenecen al mismo registro espacial o temporal. Un río puede así aparecer en la cima de una montaña, árboles crecer en las nubes, pájaros volar bajo tierra. Esta lógica poética más que naturalista crea un espacio pictórico inédito que escapa a las categorías habituales de la representación.

La dimensión filosófica de la obra de Lu Yushun encuentra su fundamento en su profunda comprensión del concepto chino de “tianren heyi” (la unidad del Cielo y el hombre). Esta noción, central en el pensamiento chino desde Mencio, postula que el ser humano participa de la misma esencia que el cosmos y debe esforzarse por recuperar esa armonía originaria. Los paisajes de Lu Yushun no son descripciones de la naturaleza exterior, sino proyecciones de esa naturaleza interior que la filosofía china sitúa en el corazón de la experiencia humana. Sus montañas no se limitan a existir, respiran. Sus nubes no se conforman con flotar, piensan. Esta sutil animación de todos los elementos naturales transforma sus obras en meditaciones visuales sobre la interconexión universal.

La técnica de Lu Yushun al servicio de esta visión filosófica revela una sofisticación notable. Su uso del vacío, concepto fundamental de la estética china, nunca es una facilidad decorativa. Cada zona dejada en blanco participa activamente en la composición, creando esos efectos de respiración que dan vida al conjunto. El vacío en Lu Yushun no es ausencia sino presencia latente, potencialidad pura que contiene todas las formas posibles. Esta concepción dinámica del espacio negativo lo acerca a los maestros zen al tiempo que conserva esa amplitud cósmica que caracteriza el arte del norte de China.

La evolución de Lu Yushun desde sus primeros éxitos en los años 1980 testifica una maduración artística ejemplar. Lejos de complacerse en repetir sus fórmulas iniciales, no ha dejado de enriquecer su vocabulario plástico integrando nuevos temas y nuevas técnicas. Sus obras recientes de la serie “Una Cinturón, una Ruta” demuestran su capacidad para adaptar su lenguaje pictórico a los retos contemporáneos sin perder nunca esa poesía fundamental que caracteriza su arte.

La recepción crítica de la obra de Lu Yushun en China y en el extranjero confirma la importancia de su contribución al arte contemporáneo. Director de la Academia Nacional de Pintura China desde 2020, encarna esa generación de artistas que supo renovar la tradición sin traicionarla. Sus exposiciones en las instituciones internacionales más prestigiosas testifican el reconocimiento universal de su talento.

Lo que distingue fundamentalmente a Lu Yushun de sus contemporáneos es esa rara capacidad de crear un estilo personal reconocible manteniéndose fiel al espíritu profundo de la pintura china. Ni imita a los antiguos ni es un imitador servil de las modas occidentales, supo inventar un lenguaje pictórico auténticamente contemporáneo que habla tan bien a chinos como a occidentales. Esta universalidad en la singularidad constituye quizás el logro más notable de su trayectoria artística.

El legado de Lu Yushun supera ampliamente el marco de la pintura de paisaje. Su ejemplo demuestra que autenticidad e innovación no se oponen sino que se enriquecen mutuamente cuando están sostenidas por una visión artística coherente y exigente. El arte de Lu Yushun nos recuerda que la gran pintura no copia el mundo, lo recrea. En esta época de confusión estética donde tantos artistas se pierden en los efectos de la moda, su obra se impone como un faro de claridad y exigencia. Nos enseña que el verdadero arte no busca agradar sino revelar, que no halaga nuestras costumbres sino que trastorna nuestra percepción de la realidad.

Frente a los desafíos ecológicos y espirituales de nuestro tiempo, el arte de Lu Yushun adquiere una resonancia profética. Sus paisajes no documentan la naturaleza, revelan su dimensión sagrada. Nos recuerdan que el hombre y el entorno natural participan de una misma armonía cósmica que la modernidad industrial ha olvidado con demasiada frecuencia. En este sentido, Lu Yushun no es solo un pintor notable, es un filósofo de la imagen que nos ayuda a replantear nuestra relación con el mundo.

La obra de Lu Yushun permanecerá como uno de los logros más significativos del arte chino contemporáneo. Testifica la vitalidad creativa de una civilización que, lejos de fosilizarse en la nostalgia, continúa reinventándose extrayendo de sus fuentes más profundas. En la historia de la pintura china, Lu Yushun habrá sido quien demostró que es posible ser decididamente moderno al tiempo que se permanece auténticamente chino.


  1. Le Corbusier, Hacia una arquitectura, París, Éditions Crès, 1923.
  2. Li Bai, Obras completas, dinastía Tang, siglo VIII.
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Referencia(s)

LU Yushun (1962)
Nombre: Yushun
Apellido: LU
Otro(s) nombre(s):

  • 卢禹舜 (Chino simplificado)

Género: Masculino
Nacionalidad(es):

  • China

Edad: 63 años (2025)

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