Escuchadme bien, panda de snobs. Nalini Malani nos golpea con una evidencia que nuestra arrogancia occidental se niega obstinadamente a admitir: el arte contemporáneo no se limita a vuestras galerías asépticas donde se sirve champán a una élite que pretende entender cuadrados blancos sobre fondo blanco. No, la artista india nacida en 1946 en Karachi, un año antes de la sangrienta Partición del subcontinente, nos ofrece una obra visceral, política y sensorial que trasciende las fronteras artificiales entre los medios. A través de sus instalaciones de video, sus “shadow plays” hipnóticos, sus animaciones digitales y sus pinturas invertidas sobre mylar, este material innovador derivado del poliéster que ofrece una superficie muy fina y muy resistente, Malani desgarra el velo del consenso cultural para enfrentarnos a verdades que preferimos ignorar.
Cuando expone por primera vez en el Prince of Wales Museum de Mumbai en 1999 su instalación “Remembering Toba Tek Singh”, inspirada en el desgarrador relato de Saadat Hasan Manto sobre la Partición, no es para halagar el ego de los coleccionistas, sino para confrontar diariamente a 3.000 visitantes del museo con las devastadoras consecuencias de las pruebas nucleares subterráneas realizadas por India. La obra no es una decoración mural destinada a realzar el estatus de un salón burgués, sino un acto político, un gesto de resistencia frente a la locura de los dirigentes que, en nombre del nacionalismo, amenazan la supervivencia misma de la humanidad.
Car Malani ataca sin descanso las violencias políticas, la opresión de las mujeres y las injusticias sociales. Su instalación “Unity in Diversity” (2003) responde a los disturbios sangrientos de Gujarat en 2002 que costaron la vida a más de mil personas, mayoritariamente musulmanas. En una habitación que evoca un salón indio de clase media, unas musicistas de diversas orígenes culturales son brutalmente interrumpidas por disparos, mientras de fondo resuenan los discursos nacionalistas de Nehru y las imágenes de las víctimas ensangrentadas. El título hace referencia al ideal fundador de la India moderna, una visión pluralista y secular hoy amenazada por las fuerzas del sectarismo religioso.
La estética de Malani nunca es gratuita. Su dominio técnico sirve a un propósito, a una urgencia. Cuando utiliza la pintura invertida sobre mylar, técnica híbrida entre el arte tradicional indio y el contemporáneo, es para explorar las relaciones complejas entre la memoria, la identidad y la violencia histórica. En su serie “Stories Retold” (2002), reinterpreta los mitos hindúes para dar voz a las mujeres olvidadas por la historia. Su Radha ya no es simplemente la amante espiritual de Krishna como querría la interpretación contemporánea blanqueada, sino una diosa que encarna todo el espectro del placer sensual, flotando libremente en su propia carne.
Lo que impresiona en la obra de Malani es su inteligencia cinematográfica. Formada en la J.J. School of Arts de Mumbai, experimenta desde 1969 con el cine gracias al Vision Exchange Workshop, iniciado por Akbar Padamsee. Los cortometrajes que realiza entonces, especialmente “Still Life”, “Onanism” y “Utopia”, revelan ya a una artista que rechaza las convenciones. En “Utopia” (1969/76), construye un paisaje urbano abstracto que desconstruye la arquitectura modernista promovida por Nehru, interrogando así el idealismo postcolonial indio y sus promesas incumplidas.
La resonancia cinematográfica de su trabajo no es un accidente. Malani estuvo en París, donde residió de 1970 a 1972, con intelectuales como Noam Chomsky, Claude Lévi-Strauss, Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir. Incluso se cruzó con Jean-Luc Godard. Esta apertura internacional, combinada con un conocimiento profundo de las tradiciones indias, le permite crear un lenguaje visual singular que, como ella misma dice, busca “establecer un vínculo entre las diferentes culturas” [1].
Su enfoque del vídeo y la instalación debe mucho al teatro. Durante sus estudios, Malani trabaja en el Bhulabhai Memorial Institute de Mumbai, un espacio multidisciplinar donde colabora con actores, músicos, poetas y bailarines. Entonces comprende que el teatro puede llegar a un público que nunca entraría en las galerías de arte elitistas de la ciudad. Esta dimensión performativa se encuentra en sus “erasure performances” como “City of Desires” (1992), un dibujo mural efímero expuesto durante solo quince días en la Gallery Chemould de Mumbai.
La violencia contra las mujeres está en el centro de su obra. “Can You Hear Me ?” (2018-2020), presentada en la Whitechapel Gallery de Londres, es una respuesta a la violación y asesinato de una niña de ocho años en Cachemira. Esta instalación inmersiva compuesta por 88 animaciones digitales creadas en iPad nos sumerge en un universo de pensamientos fragmentados donde el texto, los rostros y las figuras se forman y disuelven a un ritmo frenético. Estos dibujos animados en movimiento perpetuo evocan una conciencia agitada que intenta desesperadamente dar sentido al horror.
Lo que distingue a Malani de tantos artistas contemporáneos es su rechazo a quedar encasillada en una identidad rígida. A diferencia de quienes explotan su “indianidad” como un capital exótico para atraer a las instituciones occidentales, ella usa su posición única para crear un arte verdaderamente cosmopolita. Se inspira tanto en los mitos griegos como indios, como lo demuestra su obra “Sita/Medea” (2006), que fusiona estas dos figuras femeninas trágicas en un mismo plano pictórico.
Su práctica está profundamente arraigada en la literatura. En 2012, para su instalación “In Search of Vanished Blood”, se inspira en la novela “Cassandra” de Christa Wolf y en la figura mítica de la profetisa condenada a decir la verdad sin ser nunca creída. No es casualidad que Malani se identifique con Casandra, esa mujer cuya palabra es sistemáticamente invalidada por el poder masculino. Como artista mujer en un mundo del arte dominado por hombres, durante mucho tiempo ha sufrido lo que la antropóloga Veena Das denomina “el trato condescendiente” de sus colegas masculinos [2].
La instalación “Madre India: Transacciones en la Construcción del Dolor”, creada para la Bienal de Venecia, aborda de frente las violencias sexuales infligidas a las mujeres durante la Partición. Inspirándose en el ensayo de Veena Das, “Lenguaje y cuerpo: transacciones en la construcción del dolor”, Malani explora cómo el cuerpo femenino se convierte en una metáfora de la nación en tiempos de conflicto. Durante la Partición, aproximadamente 100.000 mujeres a ambos lados de la frontera fueron secuestradas y violadas. Como escribe Das, “los cuerpos de las mujeres eran metáforas de la nación, debían llevar las marcas de su posesión por el enemigo” [3].
La fuerza de Malani radica en su capacidad para transformar estos temas traumáticos en experiencias estéticas poderosas. Sus “video/shadow plays” como “Gamepieces” (2003) o “Remembering Mad Meg” (2007) crean entornos inmersivos donde la luz, la sombra, el color y el sonido se combinan para producir una experiencia sinestésica. Los cilindros giratorios pintados al revés proyectan sombras móviles en las paredes, mientras que videos se proyectan a través de ellos, creando así múltiples capas narrativas que se superponen y entrelazan.
El interés de Malani por la figura de “Mad Meg” (Dulle Griet) de Bruegel es revelador. Esta mujer que lleva una cacerola en la cabeza y utensilios de cocina sujetos a su cinturón, comandando un ejército de criaturas extrañas, se convierte en su obra en un símbolo de la fuerza y el coraje femeninos. En una época en que tales mujeres eran quemadas como brujas, Meg aparece como una figura de resistencia, recorriendo el país con determinación.
A diferencia de muchos artistas que se limitan a criticar sin proponer alternativas, Malani sugiere un camino hacia la sanación colectiva. En una entrevista reciente, afirma que “el futuro es femenino. No hay otra salida” [4]. Para ella, la dominación de los valores masculinos tradicionales ha llevado a la destrucción del medio ambiente y a la opresión de los marginados. La solución reside en un equilibrio entre las tendencias femeninas y masculinas que existen en cada uno de nosotros.
Su práctica reciente de animaciones digitales en Instagram refleja su constante voluntad de alcanzar a un público más amplio y de sortear a los guardianes del mundo del arte. Estos “cuadernos de notas animados”, como ella los llama, son respuestas inmediatas a los acontecimientos políticos y sociales. En uno de ellos, realizado durante la pandemia de coronavirus, una pistola etiquetada como “el Estado” y una mano extendida que representa “el ciudadano” parpadean en la pantalla, seguidos por una línea del poema “Out of Work” de Langston Hughes.
Lo que hace que la obra de Malani sea tan relevante hoy en día también es su capacidad para trascender las divisiones artificiales entre Oriente y Occidente. En la exposición “My Reality is Different” en la National Gallery de Londres, ella utiliza su iPad para animar y transformar obras maestras occidentales, enfrentándolas a su propia perspectiva. Figuras rojas esbozadas caen a través de fragmentos de grandes cuadros, deslizándose a lo largo de los trastes del laúd en “Los Embajadores” de Holbein o insuflando vida en la bomba de aire de “La pesadilla del doctor” de Wright de Derby.
Este diálogo entre culturas no es una apropiación gratuita. Como subraya Malani, “el compendio de todas las culturas es un léxico para todos los artistas” [5]. Ella rechaza la idea de que artistas occidentales como Picasso tengan más legitimidad para inspirarse en otras culturas que los artistas provenientes de países antiguamente colonizados, quienes a menudo son calificados como “derivados” cuando hacen lo mismo.
La dimensión política de su trabajo nunca es dogmática. En “The Future is Female”, una obra reciente, explora cómo los valores femeninos tradicionalmente asociados con la tierra podrían ofrecer una alternativa al capitalismo destructivo que trata la naturaleza como un recurso infinito. Durante la pandemia de COVID-19, observa que la contaminación en Mumbai y Delhi disminuyó considerablemente, permitiendo que los flamencos regresaran en gran número a las zonas pantanosas de la ciudad. Para ella, esto confirma la visión de Casandra: la verdad está ante nuestros ojos, simplemente debemos reconocerla y actuar en consecuencia.
Lo que hace grande a Nalini Malani es que crea un arte que nos interpela en varios niveles. Como ella explica, “es una relación de tres cuerpos entre el artista, el objeto de arte y el espectador. Los tres juntos despiertan el arte; si no, permanece dormido” [6]. Su trabajo nos invita a participar activamente en la creación de sentido, a comprometernos en un diálogo crítico con la historia, la política y la cultura.
A sus más de 70 años, Malani no ha perdido ni su relevancia ni su capacidad de innovar. Como primera beneficiaria de la beca National Gallery Contemporary Fellowship, continúa explorando nuevas formas de contar historias y desafiar los relatos dominantes. Su práctica nos recuerda que el arte no es un lujo superfluo sino, como ella dice tan bien, “como el oxígeno, como el aire fresco” [7], esencial para nuestra supervivencia colectiva.
En un mundo donde las voces disidentes están cada vez más marginadas, y donde nacionalistas y fundamentalistas ganan terreno en muchos países, la obra de Malani nos recuerda la importancia de resistir, testimoniar e imaginar futuros alternativos. Ella nos muestra que el arte puede ser a la vez políticamente comprometido y estéticamente poderoso, que puede seducirnos por su belleza al mismo tiempo que nos enfrenta a las verdades más perturbadoras de nuestro tiempo.
- Malani, Nalini. Entrevista con Johan Pijnappel, 2005. Sitio web de la artista, nalinimalani.com.
- Pijnappel, Johan. “Nalini Malani”, Frieze, 1 de enero de 2008.
- Das, Veena. “Lenguaje y cuerpo: transacciones en la construcción del dolor”, en Social Suffering, editado por Arthur Kleinman, Veena Das y Margaret Lock. Oxford University Press India, 1998.
- Rix, Juliet. “Nalini Malani, entrevista: ‘El futuro es femenino. No hay otra manera'”, Studio International, 2020.
- Luke, Ben. “Nalini Malani en la National Gallery: una nueva perspectiva para las obras maestras de la colección”, Evening Standard, 2023.
- Ray, Debika. “Arte sin fronteras, una entrevista con Nalini Malani”, Apollo Magazine, septiembre 2020.
- Malani, Nalini. Citada en “Nalini Malani, entrevista: ‘El futuro es femenino. No hay otra manera'”, Studio International, 2020.
















