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Neil Jenney: El pintor de verdades relacionales

Publicado el: 3 Abril 2025

Por: Hervé Lancelin

Categoría: Crítica de arte

Tiempo de lectura: 8 minutos

Neil Jenney transforma nuestra percepción del paisaje estadounidense a través de obras que exploran las relaciones entre el hombre y la naturaleza. Sus marcos monumentales y su técnica meticulosa crean espacios contemplativos donde el tiempo parece suspendido, invitando a una reflexión profunda sobre nuestro entorno.

Escuchadme bien, panda de snobs. Hace cincuenta años que Neil Jenney nos provoca con su independencia feroz, su rechazo a las modas y su visión única del arte estadounidense. Ya es hora de que le concedamos la atención que merece. Este artista estadounidense, nacido en 1945 en Torrington, Connecticut, sigue siendo uno de los más incomprendidos de nuestra época, un pintor que supo navegar entre el minimalismo, el expresionismo y el realismo con una audacia insolente.

Jenney apareció en la escena artística neoyorquina en 1966, armado con una visión clara y un desprecio saludable por las tendencias dominantes. Era una época en la que el minimalismo y el arte conceptual reinaban absolutos, donde pintar de forma figurativa te condenaba al olvido en la historia del arte. Pero a Jenney le importaba un comino. Con una insolencia calculada, desarrolló lo que él mismo llamaba “realismo”, un término que definía como “un estilo en el que las verdades narrativas se encuentran en las relaciones simples entre los objetos” [1]. No era realismo en el sentido tradicional, sino un enfoque conceptual de la figuración, una exploración de los vínculos entre los objetos más que de los objetos en sí.

En 1969-1970, Jenney creó una serie de obras que la crítica Marcia Tucker calificará más tarde como “Bad Painting” (mala pintura), un término que él terminó adoptando con cierto orgullo. En esos cuadros, opone deliberadamente dos elementos en relación de causa y efecto, una sierra y un trozo de madera cortado, un accidente y una disputa, una barrera y un campo, para crear lo que el crítico David Joselit llamará más tarde un “realismo relacional” [2]. Este enfoque contradecía directamente el fotorrealismo entonces en boga, que Jenney consideraba “una idea anticuada, simplemente bonita” [3].

Lo que hace fuerte a Neil Jenney es su capacidad para fusionar lo conceptual y lo narrativo en una pintura que nunca es didáctica. Como algunos grandes poetas estadounidenses lo han hecho en la literatura, Jenney supo crear un lenguaje visual arraigado en el vernáculo estadounidense, llevándolo al mismo tiempo hacia lo universal. El escritor Wallace Stevens, en su libro “Harmonium” (1923), ya exploraba esta tensión entre lo real y lo imaginario, entre lo ordinario y lo transcendente. “La poesía es la violencia hecha al entorno ordinario”, escribía Stevens, una idea que se encuentra en la obra de Jenney cuando transforma escenas banales en comentarios profundos sobre nuestra relación con el mundo [4].

Los cuadros de Jenney no cuentan historias completas, sino que sugieren situaciones, relaciones, tensiones. Ofrece una resistencia a la interpretación fácil, al igual que el poeta Charles Olson que afirmaba: “Un poema es energía transferida de donde el poeta la encontró” [5]. Esta concepción del arte como transferencia de energía en lugar de una simple representación está en el corazón del enfoque de Jenney. En sus “Bad Paintings”, la energía proviene de las relaciones entre los objetos, de la tensión narrativa que crean juntos.

Pero Jenney no se detuvo ahí. A finales de los años 1970, da un giro y comienza a pintar lo que irónicamente llama sus “Good Paintings”: paisajes meticulosamente representados, con marcos negros gruesos e imponentes que llevan títulos esténcil. Estas obras, como “North America Divided” (1992-1999) o “North America Acidified” (1985-1986/2012-2013), combinan una técnica pictórica refinada con una evidente preocupación ambiental. El crítico Fred Hoffman señala que estas obras “capturan algo que sabemos que está allí pero que no vemos” [6].

Estos paisajes no son meras representaciones de la naturaleza, sino comentarios sobre nuestra relación con el entorno, la contaminación, el militarismo y otras amenazas ecológicas. Se inscriben en la tradición de la arquitectura utópica y visionaria, no imaginando estructuras imposibles, sino representando el entorno natural desde un ángulo que revela tanto su belleza como su fragilidad.

El arquitecto Louis Kahn, conocido por sus estructuras monumentales y su búsqueda de la luz esencial, compartía con Jenney esta búsqueda de una verdad fundamental. Kahn escribía: “Una gran construcción comienza por lo inconmensurable, pasa por medios medibles en el momento del diseño, y al final debe ser inconmensurable” [7]. De igual manera, los paisajes de Jenney comienzan con una observación minuciosa de la naturaleza, pasan por una técnica pictórica precisa, para finalmente trascender la simple representación y alcanzar una dimensión casi espiritual.

Los marcos negros macizos que Jenney diseña para sus cuadros no son simples accesorios decorativos, sino elementos integrantes de la obra. Como él mismo explica: “Cuando se habla de mirar a través de una ventana, el marco es como el primer plano arquitectónico. Está aquí contigo y te presenta la obra. Es funcional, en lugar de simplemente decorativo” [8]. Estos marcos establecen una distinción clara entre nuestro espacio y el del cuadro, a la vez que sirven de portal hacia esa otra realidad.

Este enfoque recuerda los principios de extracción y aislamiento que se encuentran en la arquitectura sagrada. Los templos griegos, por ejemplo, usaban su pórtico no solo como elemento estructural, sino también como zona de transición entre el mundo profano exterior y el espacio sagrado interior. De igual manera, los marcos de Jenney crean una transición entre nuestra realidad y la de sus paisajes meticulosamente representados.

En sus obras más recientes, especialmente la serie “Modern Africa” (2015-2021), Jenney explora la tensión entre la civilización y la naturaleza. Estos grandes cuadros representan fragmentos de arquitecturas antiguas parcialmente sepultadas en la arena, columnas rotas, cabezas esculpidas que emergen de las dunas. “Todo se trata de la civilización y la Madre Naturaleza. Es así de simple”, explica [9]. Estas imágenes son atemporales, podrían haber existido hace mil años o en mil años.

El artista continúa su reflexión sobre la interacción entre el ser humano y su entorno, pero desde un ángulo diferente. Mientras que las “North America” se centraban en las agresiones humanas contra la naturaleza, las “Modern Africa” muestran cómo la naturaleza recupera sus derechos sobre las creaciones humanas. Este ciclo eterno evoca la concepción cíclica del tiempo que se encuentra en muchas culturas africanas, donde pasado, presente y futuro son percibidos como interconectados en lugar de lineales.

La técnica pictórica de Jenney también ha evolucionado con esta serie. Él explica: “Cuando pasé a los ‘Good Paintings’, básicamente traté de ocultar las pinceladas tanto como fuera posible. Con ‘Modern Africa’, dije: ‘Quiero dar un paso atrás, pero no quiero que sea como los ‘Bad Paintings’, simplemente descuidado.’ Quería hacer que esas pinceladas fueran más visibles, pero realmente organizadas y refinadas” [10]. Esta evolución técnica refleja una madurez en su pensamiento, una búsqueda de equilibrio entre expresión y control.

Una de las características de Jenney reside en su capacidad para transformar lo ordinario en extraño, lo banal en desorientación, como señala Joselit. Sus paisajes provocan lo que T.S. Eliot llamaba en “Burnt Norton” (1935) “el punto inmóvil del mundo giratorio” [11], un momento de suspensión donde el tiempo parece detenerse. El espectador está invitado a contemplar no solo la belleza de la naturaleza, sino también su temporalidad, su vulnerabilidad frente a las acciones humanas.

Esta suspensión del tiempo es particularmente evidente en “North America Depicted” (2009-2010), un cuadro casi completamente blanco que representa rocas cubiertas de nieve. Como observa Hoffman, “mientras que el ojo es generosamente invitado a moverse a través del cuadro, la obra transmite inmovilidad. Más que una simple representación de algo estático, sugiere una suspensión del tiempo” [12].

La coherencia en el trabajo de Jenney durante cincuenta años inspira admiración. Desde el joven rebelde de los años 1960 que rechazaba las tendencias dominantes hasta el pintor maduro que explora las relaciones entre el hombre y la naturaleza, siempre ha seguido su propio camino, indiferente a las modas y a las expectativas del mercado del arte. Como él mismo dice con su característico humor: “La gente me pregunta por qué hago arte. Les digo que es para tener algo que vender. No se puede ser marchante de arte sin arte” [13].

Esta feroz independencia le ha valido un reconocimiento tardío pero sólido. Sus obras hoy forman parte de las colecciones de prestigiosos museos como el Museum of Modern Art, el Metropolitan Museum of Art y el Whitney Museum of American Art. La galería Gagosian, una de las más influyentes del mundo, representa ahora su trabajo, lo que indica que el establishment artístico finalmente ha reconocido su importancia.

Neil Jenney nos recuerda que el verdadero arte no sigue las tendencias, sino que las crea. Nos muestra que la pintura puede ser tanto conceptual como emocional, técnica y expresiva, local y universal. En un mundo artístico a menudo dominado por el efecto y lo espectacular, su obra nos ofrece una experiencia más profunda y duradera, una invitación a reconsiderar nuestra relación con el mundo y con nosotros mismos.

Lo que hace que el arte de Jenney sea tan relevante hoy en día es su capacidad para hacernos ver el mundo de manera diferente, para transformar nuestra percepción de la realidad. Como escribió Kahn: “La arquitectura no existe. Lo que existe es la obra de arquitectura” [14]. De igual manera, para Jenney, lo que importa no es “el arte” como concepto abstracto, sino la obra concreta y su impacto en el espectador. Y ese impacto, créanme, es considerable.


  1. Tucker, Marcia. “Pintura mala,” catálogo de exposición, New Museum of Contemporary Art, Nueva York, 1978.
  2. Joselit, David. “Realismo de Neil Jenney,” en “Neil Jenney: Natural Rationalism,” Whitney Museum of American Art, 1994.
  3. Jenney, Neil. Entrevista en “The New York Observer,” 20 de enero de 2016.
  4. Stevens, Wallace. “Adagia,” en “Opus Posthumous,” Knopf, 1957.
  5. Olson, Charles. “Verso proyectivo,” en “Selected Writings,” New Directions, 1966.
  6. Hoffman, Fred. “Neil Jenney: Nature Surveyor,” Gagosian Quarterly, 28 de febrero de 2018.
  7. Kahn, Louis I. “Louis I. Kahn: Escritos, conferencias, entrevistas,” editado por Alessandra Latour, Rizzoli, 1991.
  8. Jenney, Neil. Entrevista con Jason Rosenfeld, “The Brooklyn Rail,” diciembre de 2021.
  9. Ibíd.
  10. Ibíd.
  11. Eliot, T.S. “Burnt Norton,” en “Four Quartets,” Harcourt, 1971.
  12. Hoffman, Fred. op. cit.
  13. Jenney, Neil. Entrevista con Jason Rosenfeld, op. cit.
  14. Kahn, Louis I. op. cit.
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Referencia(s)

Neil JENNEY (1945)
Nombre: Neil
Apellido: JENNEY
Género: Masculino
Nacionalidad(es):

  • Estados Unidos

Edad: 80 años (2025)

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