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Peter Doig: El alquimista de los mundos intermedios

Publicado el: 13 Diciembre 2024

Por: Hervé Lancelin

Categoría: Crítica de arte

Tiempo de lectura: 9 minutos

Peter Doig toma escenas aparentemente ordinarias, un canoa en un lago, un esquiador solitario, una casa en el bosque, y las convierte en visiones casi místicas. Su pintura se sitúa en un espacio intermedio, ni del todo realista ni completamente onírico.

Escuchadme bien, panda de snobs! Peter Doig, nacido en 1959 en Edimburgo, Escocia, encarna el triunfo de una pintura narrativa que trasciende las fronteras convencionales entre abstracción y figuración. Con una obstinación jubilosa, este nómada empedernido que ha recorrido el globo desde Trinidad hasta Canadá pasando por Londres, se ha impuesto como uno de los pintores más influyentes de nuestra época, no siguiendo las modas sino desafiándolas con una persistencia alentadora.

Su arte nos recuerda que la gran pintura no está muerta, contrariamente a lo que algunos espíritus agrios quisieran hacernos creer. Por el contrario, nunca ha estado tan viva como en las manos de este artista que redefine las posibilidades del medio con cada nuevo cuadro. Un análisis profundo de su obra revela dos grandes temáticas que merecen nuestra atención: la temporalidad compleja de la representación pictórica y la metamorfosis de lo real a través del prisma de la memoria.

La primera característica que emerge de la obra de Doig es su forma única de abordar la temporalidad en la pintura. Este enfoque singular encuentra un eco fascinante en las teorías del filósofo francés Henri Bergson sobre la duración y la memoria. Según Bergson, el tiempo vivido no es una sucesión lineal de instantes, sino una interpenetración continua de estados de conciencia. Esta concepción del tiempo como flujo continuo más que como sucesión de momentos distintos se refleja notablemente en la técnica pictórica de Doig.

Tomemos como ejemplo su cuadro “Canal” (2023), una vista del Canal Regent en Londres pintada tras su regreso de Trinidad. La escena aparentemente simple, un puente rojo brillante que cruza un canal de aguas verdosas, el hijo del artista sentado en una mesa verde en el camino de sirga color crema mientras una gabarra roja y verde pasa, se convierte bajo su pincel en una meditación compleja sobre la naturaleza del tiempo y la percepción. Los diferentes planos del cuadro parecen existir simultáneamente en temporalidades distintas: el puente estable y arquitectónico anclado en una permanencia casi eterna, la figura sentada en un presente suspendido, y la gabarra que se desliza en un tiempo fluido y transitorio.

Esta estratificación temporal se refuerza con la técnica pictórica misma. Doig superpone las capas de pintura, creando una profundidad que no es solamente espacial sino también temporal. Algunas zonas del cuadro conservan la huella visible de los estados anteriores de la pintura, como tantas capas de tiempo fosilizadas en la materia pictórica. Este enfoque recuerda la concepción bergsoniana de la memoria como acumulación continua de experiencias que colorean nuestra percepción del presente.

El tratamiento de la luz en “Canal” es particularmente revelador. En lugar de representar un momento preciso del día, Doig crea una atmósfera luminosa ambigua que parece fusionar diferentes horas del día. Esta manipulación del tiempo a través de la luz evoca la teoría de Bergson según la cual nuestra experiencia del presente siempre está impregnada por nuestro pasado. La extraña luminosidad del cuadro, ni del todo diurna ni realmente crepuscular, sugiere un estado intermedio donde coexisten varias temporalidades.

Otro ejemplo destacado de este enfoque temporal complejo se encuentra en “Alpinist” (2019-2022). El esquiador solitario con traje de arlequín que asciende la montaña nevada parece suspendido en un tiempo indeterminado. La obra, inspirada en una simple postal, trasciende su fuente documental para crear un espacio-tiempo mítico donde pasado y presente se confunden. El traje de arlequín, con sus referencias a la commedia dell’arte y a la historia del arte, introduce una dimensión temporal adicional, creando un diálogo entre la tradición pictórica y la contemporaneidad.

La técnica de Doig en esta obra es particularmente sofisticada. Las diferentes texturas de nieve, desde el polvo inmaculado a las zonas de fusión lodosa, crean una progresión temporal dentro del mismo cuadro. La nieve derretida bajo los pies del esquiador se convierte en una metáfora del paso del tiempo, de la transformación continua de la materia. Este enfoque hace eco de la concepción bergsoniana del tiempo como duración pura, donde cada instante contiene en germen su propia transformación.

El segundo aspecto de la obra de Doig es su extraordinaria capacidad para metamorfosear lo real a través del prisma de la memoria. Esta dimensión de su trabajo resuena con las teorías del filósofo Maurice Merleau-Ponty sobre la percepción y la encarnación. Para Merleau-Ponty, nuestra percepción del mundo nunca es puramente objetiva sino siempre mediada por nuestro cuerpo y nuestra experiencia vivida. De igual modo, Doig no busca representar el mundo tal como es, sino tal como es percibido y recordado a través del filtro de la experiencia personal.

Este enfoque es particularmente evidente en “Bather” (2019-2023), inspirado en una fotografía en blanco y negro del actor Robert Mitchum en una playa en 1942. El tratamiento que Doig aplica a esta imagen de archivo revela su método. La figura monumental del bañista, pintada en tonos que desafían toda lógica naturalista, se convierte en una presencia casi espectral. El traje de baño magenta sobre la hierba amarilla crea una tensión cromática que desestabiliza nuestra percepción, mientras que el agua y la orilla lejana son tan pálidas que se vuelven casi invisibles.

Esta manipulación del color no es simplemente decorativa o expresiva. Visualmente traduce el proceso mismo de la memoria, donde ciertos detalles destacan con una nitidez surrealista mientras que otros se desvanecen hasta desaparecer casi por completo. Este enfoque hace eco de la teoría de Merleau-Ponty según la cual nuestra percepción es siempre selectiva e incorporada, influida por nuestras experiencias previas y estados emocionales.

La técnica pictórica de Doig refuerza esta dimensión fenomenológica. Alterna entre diferentes grados de definición y disolución, creando zonas donde la pintura parece desintegrarse en pura materia coloreada. Esta fluctuación entre figuración y abstracción refleja la naturaleza misma de nuestra percepción, que oscila constantemente entre reconocimiento y extrañeza, entre familiaridad y misterio.

El proceso creativo de Doig es tan revelador como sus obras terminadas. A menudo trabaja a partir de fotografías, pero, a diferencia de otros artistas contemporáneos, no busca reproducir fielmente sus fuentes. Al contrario, las utiliza como puntos de partida para un largo proceso de transformación en el taller. Las imágenes son reelaboradas, superpuestas, parcialmente borradas, creando testimonios visuales que reflejan la naturaleza misma de nuestra experiencia del recuerdo.

Este enfoque recuerda la concepción merleau-pontiana del arte como revelación de lo visible en lugar de una simple representación. Para Merleau-Ponty, el artista no copia el mundo sino que lo hace aparecer bajo una nueva luz, revelando aspectos de la realidad que escapan a nuestra percepción ordinaria. De igual modo, Doig no pinta tanto escenas u objetos como la experiencia misma de su percepción y rememoración.

Su uso de referencias fotográficas es particularmente sofisticado. En lugar de simplemente trasladar imágenes a la pintura, las somete a un proceso de deconstrucción y reconstrucción que revela los mecanismos mismos de nuestra relación con las imágenes. Este enfoque evoca las reflexiones de Roland Barthes sobre la fotografía en “La Chambre claire”, donde la imagen fotográfica no se ve como una copia de lo real sino como una huella que activa nuestra memoria e imaginación.

La escala de los cuadros de Doig también juega un papel importante en su impacto. Sus grandes lienzos crean una experiencia inmersiva que involucra físicamente al espectador, recordando la insistencia de Merleau-Ponty en la dimensión corporal de nuestra relación con el mundo. El tamaño monumental de algunas obras nos obliga a desplazarnos físicamente para abarcar su totalidad, creando una experiencia temporal y espacial que refleja la complejidad de nuestra percepción del mundo.

La materialidad de su pintura es tan importante como sus temas. Doig manipula la pintura con una libertad desconcertante, pasando de aplicaciones gruesas a lavados transparentes, creando superficies que parecen estar en perpetua mutación. Este enfoque material refleja perfectamente su visión artística: así como nuestros recuerdos y percepciones están en constante evolución, sus cuadros parecen siempre en formación ante nuestros ojos.

En “Music Shop” (2019-2023), esta dimensión material es particularmente llamativa. La figura del músico con traje de esqueleto que se alza frente a la tienda de instrumentos está tratada con una variedad de técnicas que crean diferentes niveles de realidad pictórica. Las zonas más gruesas y texturizadas contrastan con pasajes más fluidos y transparentes, creando una tensión entre la solidez de la presencia física y la evanescencia del recuerdo.

Esta manipulación de la materia pictórica no es gratuita sino profundamente vinculada al significado de las obras. Las diferentes texturas y densidades de pintura crean zonas de transición entre lo tangible y lo intangible, entre el presente y el pasado, entre lo real y lo imaginario. Este enfoque hace eco a la concepción merleau-pontiana de la carne del mundo, donde lo visible y lo invisible están inextricablemente ligados.

La influencia de Trinidad en la obra de Doig es significativa. Su experiencia en esta isla de El Caribe ha marcado profundamente su paleta y su visión artística. Los colores intensos y la luz particular de los trópicos han infiltrado incluso sus escenas londinenses, creando fascinantes hibridaciones entre diferentes realidades geográficas y climáticas. Esta fusión de lugares refleja una experiencia contemporánea de la globalización donde las fronteras entre aquí y allá se vuelven cada vez más porosas.

En “House of Music (Soca Boat)” (2023), esta influencia caribeña es particularmente evidente. La luminosidad intensa y los colores saturados crean una atmósfera que trasciende la simple representación local para alcanzar una dimensión universal. El cuadro se convierte en un lugar de encuentro entre diferentes tradiciones pictóricas, diferentes experiencias culturales y diferentes maneras de ver el mundo.

En un momento en que muchos artistas contemporáneos se pierden en gesticulaciones conceptuales estériles o sucumben a las sirenas del mercado, Doig se mantiene fiel a su visión. Nos recuerda que la pintura, lejos de ser un medio agotado, aún posee el poder de conmovernos profundamente y de hacernos ver el mundo de manera diferente. Su capacidad para crear imágenes que resisten la interpretación inmediata mientras permanecen profundamente memorables es quizá su mayor éxito.

En un mundo saturado de imágenes instantáneas y desechables, sus cuadros nos invitan a desacelerar, a observar atentamente, a perdernos en sus profundidades enigmáticas. Cada lienzo se convierte en un espacio de contemplación donde el tiempo parece suspendido, donde diferentes realidades se superponen y entrelazan, creando una experiencia visual que trasciende las categorías habituales de la representación.

Peter Doig no es simplemente un gran pintor técnico, aunque su dominio del medio sea indiscutible. Es un visionario que ha sabido crear un lenguaje pictórico único, capaz de capturar la complejidad de nuestra experiencia contemporánea al tiempo que se inscribe en la gran tradición de la pintura. Nos muestra que el arte más poderoso nace a menudo de la tensión entre lo familiar y lo extraño, entre lo que pensamos conocer y lo que siempre nos escapa.

Su obra nos recuerda que la pintura, en lo mejor de sí, no es simplemente una representación del mundo sino una forma de verlo y comprenderlo de manera diferente. En sus lienzos, lo cotidiano se vuelve extraordinario, lo banal se transforma en misterio, y se nos invita a redescubrir la magia que se esconde en los rincones más ordinarios de nuestra existencia.

El arte de Peter Doig representa una síntesis notable entre tradición e innovación, entre percepción y memoria, entre materialidad y trascendencia. Nos ofrece una visión del mundo donde el tiempo no es una simple sucesión de instantes sino una duración vivida, donde la realidad no es un dato objetivo sino una construcción perpetua de nuestra conciencia encarnada. Su obra nos invita a repensar no solo nuestra relación con la pintura, sino también nuestra forma de estar en el mundo.

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Referencia(s)

Peter DOIG (1959)
Nombre: Peter
Apellido: DOIG
Género: Masculino
Nacionalidad(es):

  • Reino Unido

Edad: 66 años (2025)

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