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Ravinder Reddy: Heredero de las Yakshis actuales

Publicado el: 10 Agosto 2025

Por: Hervé Lancelin

Categoría: Crítica de arte

Tiempo de lectura: 14 minutos

Ravinder Reddy crea esculturas monumentales de fibra de vidrio que fusionan la tradición hindú con la estética contemporánea. Sus cabezas femeninas doradas con miradas hipnóticas redefinen la representación de lo divino en el arte moderno indio, proponiendo una síntesis audaz entre espiritualidad ancestral y expresión plástica contemporánea.

Escuchadme bien, panda de snobs: aquí está el artista que se atrevió a tomar la escultura india por los cuernos y lanzarla hacia la modernidad con la violencia suave de un seísmo estético. Ravinder Reddy no se limita a esculpir; orquesta una sinfonía visual donde cada cabeza monumental se convierte en un manifiesto, cada mirada dorada en una proclamación. En el arte contemporáneo indio, sus obras son tótems de una belleza inquietante, desafiando los códigos establecidos con una audacia que roza lo sublime.

Nacido en 1956 en Suryapet, en Andhra Pradesh, Reddy ha sabido forjar un lenguaje escultórico que supera las fronteras entre tradición y contemporaneidad. Sus cabezas colosales con ojos muy abiertos, sus cuerpos de mujer dorados con pan de oro, sus rostros que te miran con la intensidad de una revelación mística, constituyen una obra de coherencia perturbadora. Estas esculturas de fibra de vidrio y resina de poliéster, materiales industriales desviados de su función original, llevan en sí una carga simbólica que interroga nuestras percepciones de la belleza, la espiritualidad y la identidad femenina.

La originalidad de Reddy reside en su capacidad para fusionar la herencia escultórica india con una sensibilidad pop art, creando un universo artístico donde Warhol se encontraría con las diosas del panteón hindú. Sus obras monumentales, a menudo de tres a cuatro metros de altura, imponen una presencia física que sacude el espacio de exposición. El crítico de arte Holland Cotter, del New York Times, observó acertadamente que estas esculturas poseen una cualidad ceremonial que evoca tanto los templos del sur de la India como los parques de atracciones contemporáneos.

La duración bergsoniana y la imagen-tiempo de la escultura

Para comprender plenamente el alcance de la obra de Reddy, es conveniente recorrer los caminos trazados por Henri Bergson en su reflexión sobre la duración y la memoria. Para Bergson, la duración no es el tiempo mecánico del reloj, sino un flujo continuo donde pasado, presente y futuro se entrelazan en una síntesis creadora. Esta concepción temporal encuentra un eco sorprendente en las esculturas de Reddy, que parecen cristalizar varias temporalidades en un solo gesto artístico.

Observemos sus cabezas femeninas monumentales: llevan simultáneamente las huellas del arte tradicional indio y los códigos de la modernidad occidental. Estos rostros de rasgos estilizados evocan a las Yakshis de Mathura a la vez que se inspiran en la estética pop contemporánea. Esta estratificación temporal no es fortuita; revela un enfoque bergsoniano de la creación donde el artista extrae de la memoria colectiva para moldear formas nuevas. La duración bergsoniana se materializa aquí en esa capacidad que tienen las esculturas de Reddy para condensar milenios de historia artística en un presente ampliado.

Esta temporalidad compleja también se expresa en la elección de los materiales. Al utilizar fibra de vidrio en lugar del tradicional bronce o mármol, Reddy realiza una ruptura que no es solo técnica sino también conceptual. La fibra de vidrio, material de la era industrial, permite una maleabilidad que los materiales nobles no poseen. Esta flexibilidad material refleja la plasticidad de la duración bergsoniana, donde nada está jamás definitivamente fijado. El propio artista lo expresó con una claridad notable: “Para mí, las emociones y sentimientos pasajeros no juegan ningún papel en la creación de un objeto. Me interesan las formas que se entienden universalmente” [1].

Esta búsqueda de lo universal a través de lo particular se inscribe en la línea del pensamiento bergsoniano sobre el arte. Para Bergson, el verdadero artista es aquel que sabe percibir más allá de las convenciones sociales y los hábitos perceptivos para captar la realidad en su singularidad viva. Las cabezas de Reddy, con sus ojos desmesuradamente abiertos y su fijación hipnótica, parecen encarnar esta visión bergsoniana del arte como revelador de una realidad más profunda que la experiencia ordinaria.

La aparente inmovilidad de estas esculturas encierra paradójicamente un movimiento interior intenso. Como las imágenes-tiempo que Deleuze identifica en el cine moderno, las obras de Reddy no cuentan una historia lineal, sino que proponen una experiencia temporal compleja donde coexisten varias duraciones. El espectador frente a una cabeza dorada de Devi se encuentra confrontado con un presente ampliado que contiene en germen toda la historia de la representación divina en la India, desde la época Gupta hasta las instalaciones contemporáneas.

Este enfoque temporal explica por qué Reddy privilegia la repetición serial de ciertos motivos. Sus cabezas femeninas, declinadas en variaciones sutiles, no pertenecen a la producción industrial sino a una exploración sistemática de las posibilidades expresivas contenidas en una forma arquetípica. Cada variación revela un aspecto diferente de la duración creadora, como si el artista buscara agotar las virtualidades contenidas en su concepto escultórico inicial.

La arquitectura del espacio sagrado

La obra de Reddy también dialoga con las preocupaciones arquitectónicas, particularmente aquellas relacionadas con la concepción del espacio sagrado. Sus esculturas monumentales no solo ocupan el espacio; lo estructuran y redefinen según una lógica que toma prestado tanto de los templos indios como de las instalaciones de arte contemporáneo. Esta dimensión arquitectónica merece un análisis profundo porque revela un aspecto fundamental de su enfoque artístico.

La arquitectura tradicional india, especialmente la de los templos dravídicos del sur de la India, se basa en una concepción del espacio como manifestación de lo divino. Cada elemento arquitectónico, desde la base hasta las torres-santuario (vimanas), participa de una cosmología donde el edificio se convierte en una representación del cosmos. Esta tradición encuentra una resonancia inesperada en la manera en que Reddy concibe la ubicación de sus esculturas en el espacio de exposición.

Tomemos como ejemplo sus instalaciones monumentales: una cabeza de cuatro metros de altura no solo se contempla, crea a su alrededor un espacio de recogimiento que evoca la experiencia del fiel en un templo. Esta transformación del espacio museístico en un lugar casi sagrado no es fortuita. Revela una comprensión profunda de los mecanismos mediante los cuales la arquitectura tradicional india organiza la experiencia espiritual.

Pero Reddy no se limita a reproducir estos mecanismos; los subvierte y actualiza. Sus esculturas crean lo que se podría llamar un “espacio liminar”, un umbral entre lo profano y lo sagrado que caracteriza al arte contemporáneo. Esta liminalidad se expresa especialmente en el uso del color y el dorado. Los dorados que cubren sus esculturas evocan inmediatamente la iconografía religiosa, pero su aplicación en formas con rasgos a veces vulgares o exagerados crea una tensión productiva entre atracción y repulsión, veneración e ironía.

Este enfoque arquitectónico de la escultura también se manifiesta en la forma en que Reddy piensa la serie. Sus exposiciones no presentan simplemente una colección de obras yuxtapuestas, sino que orquestan una progresión espacial que recuerda el recorrido ritual en un complejo templo. El espectador se ve envuelto en una deambulación que revela progresivamente los diferentes aspectos del universo artístico de Reddy, desde las cabezas monumentales hasta los cuerpos completos, de las variaciones cromáticas a los juegos de escala.

Esta dimensión arquitectónica también revela la influencia de su paso por las escuelas británicas, especialmente el Goldsmith College y el Royal College of Art de Londres a principios de los años 80. La arquitectura británica, con su tradición de jardines paisajísticos e instalaciones escultóricas integradas en el paisaje, ciertamente nutrió su reflexión sobre la articulación entre obra y espacio. Pero en lugar de adoptar un enfoque puramente occidental, Reddy supo sintetizar estas influencias con su conocimiento íntimo de la arquitectura sagrada india.

Esta síntesis produce efectos particularmente sorprendentes en sus obras al aire libre. Cuando una de sus cabezas doradas se levanta en un jardín o en una plaza pública, crea instantáneamente un nuevo tipo de espacio urbano que toma igual de prestado del land art occidental como de la tradición de las esculturas de templo integradas en el paisaje indio. Estas instalaciones revelan la capacidad de Reddy para concebir la escultura como un elemento estructurante del espacio social y cultural.

El análisis de esta dimensión arquitectónica permite comprender por qué las obras de Reddy resisten las tentativas de categorización demasiado estrictas. Participan simultáneamente de la escultura contemporánea, la instalación y la arquitectura efímera. Esta hibridez genérica refleja un enfoque poscolonial del arte que rechaza las categorías impuestas por Occidente para inventar sus propios modos de clasificación y expresión.

La técnica como manifiesto

El dominio técnico de Reddy es particularmente interesante porque constituye un aspecto fundamental de su proyecto artístico. Su elección de la fibra de vidrio y la resina de poliéster no responde a una simple preferencia material, sino a una verdadera toma de posición estética y política. Al abandonar los materiales nobles tradicionales de la escultura, Reddy opera una democratización del medio que se inscribe en una perspectiva más amplia de redefinición del arte contemporáneo indio.

La fibra de vidrio presenta propiedades particulares que sirven perfectamente a las intenciones artísticas de Reddy. Su ligereza relativa permite la creación de obras monumentales transportables, cualidad esencial para un artista que expone regularmente en galerías internacionales. Su neutralidad cromática ofrece una base ideal para la aplicación de colores vivos y dorados que caracterizan su estilo. Por último, su maleabilidad autoriza modificaciones y adiciones sucesivas que corresponden a su método de trabajo intuitivo.

Este enfoque técnico revela un proceso de diseño de la creación que se opone a la tradición occidental de la escultura sustractiva. En lugar de revelar una forma preexistente en la materia, como sugiere el fenómeno Miguel Ángel, Reddy construye sus esculturas mediante acumulación y estratificación. Este método aditivo refleja una estética de la abundancia que tiene sus raíces en el arte decorativo indio, especialmente en la tradición de las joyas y los adornos de los templos.

El proceso de creación de Reddy a menudo se extiende durante varios años para una sola obra. Esta temporalidad prolongada no es solo técnica; revela una concepción meditativa del arte que se inscribe en la tradición india de la sadhana, la práctica espiritual prolongada. Así, cada escultura se convierte en el resultado de un diálogo prolongado entre el artista y su creación, diálogo que transforma tanto la obra como a su creador.

Esta dimensión temporal de la creación explica la riqueza de detalles que caracteriza sus esculturas. Los elaborados peinados de sus cabezas femeninas, adornados con cientos de flores minuciosamente esculpidas, testimonian una paciencia y una precisión que recuerdan a los artesanos tradicionales indios. Pero estos detalles no son puramente decorativos; forman parte de una estrategia de seducción visual que atrae la mirada para revelar mejor la complejidad conceptual de la obra.

El uso del color en Reddy también merece un análisis profundo. Sus paletas cromáticas, dominadas por los dorados, rojos y azules intensos, están inspiradas directamente en la iconografía religiosa india. Pero la aplicación de estos colores sobre superficies de fibra de vidrio crea efectos de brillo y profundidad imposibles de obtener con las técnicas tradicionales. Esta modernización técnica de motivos ancestrales ilustra perfectamente su enfoque de síntesis creativa entre tradición e innovación.

El dorado, en particular, ocupa un lugar central en su vocabulario artístico. El oro, metal de los dioses en la tradición hindú, confiere a sus esculturas un aura sagrada inmediatamente perceptible. Pero su aplicación sobre formas a veces provocativas o irónicas crea una tensión productiva que cuestiona nuestros supuestos sobre el arte religioso y la espiritualidad contemporánea. Este uso subversivo de códigos tradicionales revela la dimensión crítica de su obra, demasiado a menudo ocultada por la evidencia de su belleza plástica.

El erotismo sagrado y la cuestión de género

Uno de los aspectos más interesantes de la obra de Reddy reside en su capacidad para articular erotismo y espiritualidad según una dialéctica que toma sus raíces en la tradición artística india, actualizándola para un público contemporáneo. Sus representaciones femeninas, ya sean cabezas monumentales o cuerpos completos, exploran territorios ambiguos donde el deseo se mezcla con la veneración, donde la carne se convierte en soporte de la trascendencia.

Este enfoque se inscribe en la continuidad del arte indio clásico, especialmente el de los templos de Khajuraho o Konarak, donde la sexualidad se integra a la expresión de lo divino según una cosmología que no conoce la oposición judeocristiana entre carne y espíritu. Las esculturas eróticas de estos templos no son pornografía sino una celebración de la energía creadora (shakti) que anima el universo. Reddy actualiza esta tradición dándole formas contemporáneas que cuestionan los tabúes de la modernidad.

Sus monumentales desnudos femeninos, con sus formas exuberantes y posturas decididas, reivindican una sensualidad frontal que desafía las convenciones del arte contemporáneo occidental. Estas obras no buscan el efecto escandaloso sino que afirman una concepción de la belleza femenina que toma sus referencias tanto de la imaginería popular india como del arte culto.

La cuestión de género ocupa un lugar central en esta aproximación. Reddy no se limita a representar mujeres; explora las construcciones culturales de la feminidad en la India contemporánea. Sus cabezas con maquillajes sofisticados y peinados elaborados evocan tanto a las actrices de Bollywood como a las diosas tradicionales. Esta hibridación revela los mecanismos mediante los cuales la cultura popular contemporánea reconfigura los arquetipos femeninos ancestrales.

Esta exploración de la feminidad nunca cae en la complacencia ni en el exotismo. Las miradas de sus esculturas, siempre frontales y directas, interpelan al espectador con una intensidad que escapa a cualquier intento de objetivación. Estos ojos desmesuradamente abiertos, rasgo característico de su estilo, funcionan como espejos que reflejan al espectador su propia posición de voyeur. Esta puesta en abismo de la mirada crea una complicidad inquietante que transforma el acto de mirar en una experiencia introspectiva.

El artista mismo ha subrayado la importancia de esta relación con la mirada: “Siempre quise que los ojos hicieran que el espectador se sintiera un poco dominado por su pura penetración” [2]. Esta dominación de la mirada femenina invierte las relaciones tradicionales de poder en la representación artística. En lugar de ser ofrecidos al consumo visual masculino, estos cuerpos y rostros imponen su presencia y su subjetividad.

Esta inversión se expresa también en el tratamiento de la escala. Monumentalizando sus figuras femeninas, Reddy les confiere una autoridad que transforma el espacio de exposición en territorio femenino. El espectador, necesariamente colocado en posición de contrapicada frente a estas cabezas de cuatro metros, se encuentra físicamente dominado por la presencia femenina. Esta experiencia corpórea de la escultura revela la dimensión performativa del arte de Reddy, que no se limita a representar sino que escenifica las relaciones de género.

Hacia una estética de la síntesis

El análisis de la obra de Reddy revela finalmente la coherencia de un proyecto artístico que supera ampliamente los problemas de la escultura contemporánea para tocar cuestiones fundamentales de la identidad cultural en un mundo globalizado. Su arte propone una síntesis original entre tradición y modernidad que evita los escollos del conservadurismo nostálgico así como los de la occidentalización mimética.

Esta síntesis se expresa primero en su capacidad para crear un lenguaje escultórico auténticamente contemporáneo sin renunciar a sus fuentes culturales. Sus obras hablan simultáneamente a aficionados del arte occidental familiarizados con el pop art y a conocedores del arte indio sensibles a las referencias tradicionales. Esta aparente universalidad oculta en realidad una estrategia artística sofisticada que utiliza los códigos de la globalización cultural para afirmar mejor una especificidad estética irreductible.

La fuerza de Reddy radica en su capacidad para evitar las simplificaciones que amenazan toda obra de síntesis. Sus esculturas no proponen una fusión ingenua entre Oriente y Occidente sino que exploran las tensiones productivas que nacen de su confrontación. Este enfoque dialéctico produce obras de una complejidad conceptual notable que resisten interpretaciones unívocas.

Esta resistencia a la interpretación unívoca constituye quizás el aspecto más moderno de su arte. En un contexto cultural marcado por la proliferación de discursos críticos y la sobreinterpretación teórica, Reddy propone obras que conservan su parte de misterio. Sus esculturas interrogan más que afirman, cuestionan más que responden.

Esta cualidad de interrogación permanente explica la fascinación duradera que ejercen sus obras. A diferencia de las obras de arte conceptual que a menudo se agotan en su explicación teórica, las esculturas de Reddy revelan nuevos aspectos en cada encuentro. Esta inagotabilidad semántica atestigua una riqueza simbólica que bebe de las profundidades del imaginario colectivo indio.

La creciente influencia de Reddy en las nuevas generaciones de artistas indios revela la pertinencia de su enfoque. Al proponer un modelo de creación que asume plenamente sus fuentes culturales al tiempo que se inscribe en la contemporaneidad internacional, ha abierto un camino que muchos intentan explorar hoy. Esta posteridad artística atestigua la precisión de su intuición inicial: es posible crear un arte auténticamente contemporáneo sin sacrificar la especificidad cultural en el altar de la globalización.

Al término de este análisis, la obra de Reddy aparece como uno de los intentos más logrados de reconciliación entre lo local y lo global, entre tradición e innovación, entre espiritualidad y sensualidad. Sus esculturas monumentales, por su presencia física tanto como por su carga simbólica, ofrecen una experiencia estética total que involucra al espectador en su totalidad. Esta totalidad de la experiencia estética, ambición suprema del arte tradicional indio, encuentra en el arte de Reddy una actualización contemporánea que revela su pertinencia inalterada.

En un mundo donde las identidades culturales a menudo se reducen a significantes folclóricos o turísticos, el arte de Reddy propone una alternativa que preserva la profundidad simbólica al tiempo que asume plenamente la modernidad. Este camino, difícil de trazar y aún más difícil de mantener, constituye quizás uno de los desafíos mayores del arte contemporáneo en las sociedades poscoloniales. En este sentido, la obra de Ravinder Reddy supera el ámbito de la escultura para abordar las cuestiones más actuales de la creación artística en un mundo en mutación.


  1. Citado en el sitio Artsy, “G. Ravinder Reddy Biography”, artículo consultado en julio de 2025
  2. Citado en Prachi Sibal, “Por qué el escultor G Ravinder Reddy está obsesionado con grandes cabezas desconectadas de mujeres”, Scroll.in, 7 de agosto de 2017.
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Referencia(s)

Ravinder REDDY (1956)
Nombre: Ravinder
Apellido: REDDY
Género: Masculino
Nacionalidad(es):

  • India

Edad: 69 años (2025)

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