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Shirin Neshat: La poética de la resistencia

Publicado el: 1 Enero 2025

Por: Hervé Lancelin

Categoría: Crítica de arte

Tiempo de lectura: 7 minutos

Hay ciertos artistas que atraviesan las épocas como cometas, dejando tras de sí una estela luminosa que ilumina nuestra comprensión del mundo. Shirin Neshat es una de ellas. Nos ofrece una obra que hace temblar nuestra percepción del mundo musulmán contemporáneo.

Escuchadme bien, panda de snobs, hay ciertos artistas que atraviesan las épocas como cometas, dejando tras de sí una estela luminosa que ilumina nuestra comprensión del mundo. Shirin Neshat (nacida en 1957) es una de ellas. En una época en la que algunos todavía confunden un Rothko con una pintura de apartamento, permítanme hablarles de una artista que supo transformar la fotografía y el vídeo en armas de construcción masiva.

Esta es una mujer que salió de Irán a los 17 años para estudiar en California, y que no regresó hasta 16 años después, en 1990, descubriendo un país transformado por la revolución islámica. Este choque cultural podría haberla paralizado. En cambio, la impulsó a una exploración artística sin concesiones de las paradojas de la identidad, el poder y la resistencia. Mientras algunos aún se maravillan con naturalezas muertas digitales generadas por IA, Neshat nos ofrece una obra que hace temblar los fundamentos mismos de nuestra percepción del mundo musulmán contemporáneo.

Hablemos primero de su magistral dominio de la dualidad, esa tensión perpetua entre Oriente y Occidente que atraviesa su obra como una columna vertebral. En “Turbulent” (1998) y “Rapture” (1999), Neshat utiliza la proyección de vídeo en dos pantallas opuestas, creando un diálogo visual que recuerda a la dialéctica hegeliana del amo y el esclavo. Por un lado, hombres con camisa blanca, prisioneros de sus rituales en una fortaleza austera. Por otro, mujeres con chador negro, libres en su aparente cautiverio. Sartre nos recuerda que “el infierno son los otros”, pero en Neshat, el infierno se convierte en un espacio de negociación identitaria donde las miradas se cruzan sin llegar realmente a encontrarse.

La sofisticación de su enfoque hace que parezcan ridículas esas instalaciones digitales interactivas en las que uno agita los brazos frente a una pantalla como un pingüino drogado. Neshat comprende que el arte verdadero no necesita artificios tecnológicos para conmovernos. Ella utiliza el minimalismo de la imagen en blanco y negro como Rothko usaba sus rectángulos de color: para crear un espacio de contemplación que se convierte en una experiencia casi mística.

Su serie “Women of Allah” (1993-1997) representa el segundo pilar de su genio artístico. Estas fotografías en blanco y negro, donde el cuerpo femenino se convierte en una página en la que se inscribe la poesía persa, tienen un poder evocador que hace que los selfies “comprometidos” de hoy parezcan garabatos de jardín de infancia. Neshat transforma la caligrafía en una cartografía del alma, cada palabra trazada en la piel se convierte en un acto de resistencia poética. Este enfoque recuerda el concepto de “différance” de Derrida, donde el sentido se construye en la diferencia entre el significante y el significado, entre la imagen y el texto, entre el cuerpo y el espíritu.

Los fusiles que aparecen en estas imágenes no son simples accesorios provocadores, al contrario de lo que piensan algunos críticos superficiales que nunca han pasado de su lectura de “El Arte para Dummies”. Estas armas son metáforas de una lucha más profunda, la del individuo contra las estructuras de poder que buscan definirlo. A Foucault le habría gustado esta ilustración perfecta de su teoría del biopoder, donde el cuerpo se convierte en el campo de batalla de las fuerzas sociales y políticas.

En “Logic of the Birds” (2001), Neshat lleva aún más lejos su exploración de la resistencia femenina inspirándose en el poema místico de Farid ud-Din Attar. La performance multimedia que ella crea está tan alejada de los espectáculos de luces y sonido de nuestros centros comerciales como La Gioconda de un emoji sonriente. Allí teje un complejo tapiz de sonidos, imágenes y movimientos que evoca la búsqueda espiritual a la vez que cuestiona las estructuras de poder contemporáneas.

Lo que distingue a Neshat de los artistas que se limitan a surfear la ola del arte políticamente correcto es que ella trasciende el simple comentario social para alcanzar una dimensión universal. Sus obras no son panfletos visuales, sino meditaciones profundas sobre la condición humana. Cuando filma a mujeres que caminan hacia el mar en “Rapture”, no documenta simplemente la opresión femenina, crea una alegoría de la libertad que resuena con la caverna de Platón.

El uso que hace Neshat de la música en sus instalaciones de video es especialmente notable. La composición de Philip Glass para “Passage” (2001) no es un simple fondo musical como en vuestras listas de reproducción de Spotify del domingo por la mañana. Es una parte integral de la obra que crea lo que Wagner llamaba el “Gesamtkunstwerk”, la obra de arte total. La banda sonora se convierte en un personaje por sí misma, dialogando con las imágenes en una sinfonía visual y auditiva que te conmueve profundamente.

Si todavía pensáis que el arte contemporáneo se reduce a plátanos pegados en las paredes o a NFTs de monos, es hora de que os despertéis. Neshat nos muestra lo que el arte puede ser cuando está impulsado por una visión auténtica y un dominio técnico impecable. Su trabajo es la prueba viviente de que el arte contemporáneo puede ser tanto intelectualmente estimulante como visceralmente poderoso.

En “The Home of My Eyes” (2015), Neshat fotografía a azerbaiyanos de todas las edades y orígenes, sus rostros cubiertos de textos caligráficos que cuentan sus historias personales. Esta obra no es solo una simple serie de retratos, es una exploración filosófica de la identidad colectiva que resuena con las teorías de Benedict Anderson sobre las “comunidades imaginadas”. Cada rostro se convierte en un testimonio donde se inscriben las huellas de la historia personal y colectiva.

Neshat crea obras que funcionan a varios niveles. A primera vista, te atrapa la belleza formal de sus imágenes. Luego, como en una partitura de Bach, las capas de significado se revelan progresivamente, creando una experiencia que se profundiza con cada visionado. Esto es lo que Walter Benjamin llamaba el “aura” de la obra de arte, esa cualidad inefable que la hace única e irreemplazable.

Su instalación “Women Without Men” (2009), basada en la novela de Shahrnush Parsipur, es una hazaña que transforma el medio cinematográfico en una herramienta de exploración filosófica. Siguiendo a cuatro mujeres en el Irán de los años 1950, Neshat crea una alegoría política que resuena con las teorías de Hannah Arendt sobre el totalitarismo y la resistencia. El jardín donde se refugian las protagonistas se convierte en una heterotopía foucaultiana, un espacio otro donde se suspenden las reglas normales de la sociedad.

La dimensión política de su trabajo no puede ser ignorada, pero trasciende el simple activismo visual. A diferencia de esos artistas que creen que basta con poner un eslogan en un lienzo para hacer arte comprometido, Neshat entiende que la verdadera subversión reside en la complejidad. Sus obras no dan respuestas fáciles, sino que plantean preguntas que nos persiguen mucho después de haberlas visto.

Su uso del cuerpo como lugar de resistencia e inscripción cultural recuerda las teorías de Judith Butler sobre la performatividad de género, al mismo tiempo que las enriquece con una dimensión espiritual que a menudo falta en el discurso occidental sobre la identidad. Las mujeres de Neshat no son simplemente víctimas o rebeldes; son portadoras de una sabiduría ancestral que desafía las categorizaciones simplistas.

En sus obras más recientes, como “The Fury” (2022), Neshat continúa explorando los temas que siempre la han habitado, pero con una urgencia renovada. La danza se convierte en un acto de resistencia política, el cuerpo en movimiento desafía las limitaciones sociales con una gracia que recuerda a los derviches giróvagos de Rûmi. Es un arte que te toca el alma mientras nutre tu espíritu.

Neshat nos recuerda que la verdadera creación artística es un acto de coraje que exige un compromiso total. Su obra es un testimonio de la posibilidad de crear un arte que sea al mismo tiempo profundamente personal y universalmente significativo, políticamente comprometido y poéticamente trascendente.

Si debieras retener solo una cosa de su trabajo, es su capacidad para transformar la especificidad de su experiencia en una reflexión universal sobre la condición humana. Como Kafka transformó su judeidad praguense en literatura universal, Neshat transmuta su experiencia de exiliada iraní en un arte que habla a todos los que alguna vez han sentido el vértigo del entre-dos, la tensión entre tradición y modernidad, entre pertenencia y alienación.

La obra de Neshat sigue siendo un faro de complejidad y humanidad. Nos recuerda que el verdadero arte no está ahí para confortarnos en nuestras certezas, sino para hacernos ver el mundo con ojos nuevos.

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Referencia(s)

Shirin NESHAT (1957)
Nombre: Shirin
Apellido: NESHAT
Género: Femenino
Nacionalidad(es):

  • Irán

Edad: 68 años (2025)

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