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Wade Guyton: El poeta de la impresora defectuosa

Publicado el: 2 Febrero 2025

Por: Hervé Lancelin

Categoría: Crítica de arte

Tiempo de lectura: 7 minutos

Wade Guyton convierte los errores de impresión en poesía visual. Sus lienzos, producidos con una simple impresora de inyección de tinta, celebran los accidentes tecnológicos y crean una nueva forma de belleza donde el malfuncionamiento se convierte en firma artística.

Escuchadme bien, panda de snobs: Wade Guyton (nacido en 1972) nos ha estado tocando durante más de veinte años una partitura sutil y perversa con sus impresoras Epson, y ya es hora de hablar seriamente de ello.

Permítanme contarles una historia: la de un niño de Indiana que odiaba dibujar hasta el punto de hacer que su padre hiciera sus deberes de arte. Un niño que creció en una pequeña ciudad de Tennessee, hijo de un trabajador metalúrgico que murió demasiado pronto, y que terminó convirtiéndose en uno de los artistas más influyentes de su generación imprimiendo lienzos como si imprimiera documentos en la oficina. Excepto que sus “documentos” hoy se venden por varios millones de euros.

Esta historia no es solo una revancha social, es ante todo una revolución conceptual que cuestiona profundamente la naturaleza misma del arte en la era digital. Guyton logró crear un nuevo lenguaje pictórico desviando la tecnología más común que existe: la impresora de inyección de tinta. Una impresora Epson Stylus Pro 9600, para ser precisos, que lleva al límite, forzándola a imprimir sobre lienzo de lino cuando está diseñada para papel fotográfico.

Primera parte importante de su obra: el glitch como firma artística. Cuando Guyton envía sus archivos digitales a la impresora, no busca la perfección técnica. Al contrario, abraza los accidentes, los fallos, los atascos de papel. Estos errores se convierten en su gramática visual. Las franjas horizontales que aparecen cuando falta tinta, las rayas cuando el lienzo se arruga en la máquina, los desplazamientos cuando debe doblar la tela para adaptarla al ancho limitado de la impresora, todo eso constituye su vocabulario estético.

Este enfoque hace eco del pensamiento de Walter Benjamin sobre la reproducción mecánica del arte, pero lo lleva en una dirección totalmente inesperada. Si Benjamin veía en la reproducción técnica la pérdida del aura de la obra de arte, Guyton paradójicamente reinyecta unicidad en el propio proceso de reproducción. Cada “error” de impresión es único e imposible de reproducir idénticamente. Así, el artista transforma la reproducibilidad técnica en una herramienta para crear unicidades.

Esta dialéctica entre lo mecánico y lo único nos lleva a las reflexiones de Theodor Adorno sobre la industria cultural. Pero donde Adorno veía en la estandarización la muerte del arte, Guyton encuentra un terreno fértil para una nueva forma de creación. Usa las herramientas de la estandarización, el ordenador, la impresora, para producir obras que resisten precisamente la estandarización mediante sus imperfecciones asumidas.

Tomemos sus famosos monocromos negros. A primera vista, nada más sencillo: un archivo digital completamente negro impreso sobre lienzo. Pero al observar más de cerca, descubrimos un mundo de matices y texturas. Las zonas donde la tinta se ha corrido crean efectos de materia que recuerdan a la pintura abstracta tradicional. Las líneas blancas que aparecen cuando la impresora falla evocan los “zips” de Barnett Newman. Es como si Guyton orquestara un diálogo entre la historia del arte moderno y la cultura digital contemporánea.

El otro aspecto fundamental de su trabajo concierne a su relación con el tiempo y la información. Sus series recientes basadas en capturas de pantalla del sitio web del New York Times son particularmente reveladoras. Al imprimir estas páginas web sobre lienzo, congela un momento preciso del flujo constante de información que caracteriza nuestra época. Estas obras funcionan como fósiles digitales, preservando no solo las noticias del día sino también la maquetación, los anuncios, los comentarios, todo el ecosistema visual de la web.

Este enfoque nos remite a la teoría de la aceleración social desarrollada por Hartmut Rosa. En un mundo donde todo se acelera constantemente, y la información se vuelve instantáneamente obsoleta, Guyton crea momentos de pausa y contemplación. Sus lienzos son como instantáneas del zeitgeist digital, pero instantáneas que paradójicamente toman el tiempo de la pintura.

Otra parte mayor: la relación con el cuerpo y el espacio. Porque, contrariamente a lo que se podría pensar, el trabajo de Guyton no es desencarnado. Al contrario, hay algo profundamente físico en su práctica. Literalmente debe luchar con sus lienzos para hacer que pasen por la impresora, doblarlos, desplegarlos, arrastrarlos por el suelo de su taller. Las huellas de estas manipulaciones permanecen visibles en la obra final: polvo incrustado en la tinta todavía húmeda, pliegues marcados en el centro de los lienzos, huellas de pasos.

Esta dimensión corporal es particularmente evidente en sus instalaciones. Cuando cubre el suelo de una galería con contrachapado negro, como lo ha hecho en varias ocasiones, crea un espacio donde el espectador hace físicamente la experiencia de la obra. El suelo se convierte en una extensión de sus lienzos, transformando la exposición en un entorno inmersivo.

Estas instalaciones nos recuerdan las teorías de Maurice Merleau-Ponty sobre la fenomenología de la percepción. La experiencia del arte no es únicamente visual sino que involucra todo el cuerpo. Los grandes formatos de Guyton, sus suelos modificados, crean una relación física con la obra que contrasta con el origen digital de las imágenes.

La belleza del trabajo de Guyton reside en esas contradicciones aparentes: entre lo digital y lo físico, entre la reproducción y el original, entre la velocidad de la información y la lentitud de la contemplación. No busca resolver esas tensiones sino, al contrario, las explota como motor creativo.

Su obra plantea preguntas fundamentales sobre lo que significa hacer arte hoy en día. ¿Cómo crear cuando las herramientas de producción están estandarizadas? ¿Cómo preservar una forma de autenticidad en un mundo de reproducción infinita? ¿Cómo dar sentido a las imágenes en una época saturada de información visual?

La respuesta de Guyton es a la vez humilde y audaz: usar las herramientas más banales de nuestra época, ordenador, impresora, pero llevarlas a sus límites, hacer que fallen de manera productiva. Es una forma de resistencia desde dentro, que no rechaza la tecnología sino que la subvierte.

Este enfoque lo convierte en uno de los artistas más relevantes de nuestra época. No porque utilice la tecnología, muchos artistas lo hacen, sino porque ha encontrado una manera única de hacerla tartamudear, para usar la expresión de Gilles Deleuze. Este tartamudeo tecnológico produce una poesía visual que nos habla profundamente de nuestra condición contemporánea.

Lo que hace fuerte el trabajo de Guyton es que transforma las limitaciones en oportunidades creativas. Las limitaciones técnicas de su impresora se convierten en fuentes de creación. Los errores son abrazados como momentos de gracia. Lo banal se transforma en sublime.

En un mundo obsesionado por la perfección técnica, por la imagen de alta definición, por la reproducción impecable, Guyton nos recuerda la belleza de la imperfección, la poesía del error, el valor del accidente. Su obra es una celebración del glitch como forma estética, una oda a la belleza del malfuncionamiento.

Y tal vez ese sea el mensaje más profundo de su trabajo: en un mundo cada vez más automatizado, estandarizado, optimizado, la verdadera creatividad quizás resida en nuestra capacidad de desviar la máquina, de hacerla funcionar de otra manera, de transformar sus limitaciones en nuevas posibilidades.

Wade Guyton no es solo un artista que usa tecnología, es un artista que nos muestra cómo la tecnología puede ser desviada, subvertida, reinventada. En este sentido, su obra es profundamente política, aunque no trate directamente temas políticos. Es una lección sobre la posibilidad de crear belleza y significado en un mundo dominado por la estandarización técnica.

También es una reflexión sutil sobre la naturaleza misma del arte en la era digital. ¿Qué es una imagen cuando todo se puede copiar, modificar y compartir indefinidamente? ¿Qué es la originalidad cuando la reproducción es la norma? ¿Cómo crear valor artístico en un mundo de reproducción infinita?

La respuesta de Guyton es paradójica: es precisamente en el proceso de reproducción donde encuentra una nueva forma de originalidad. Sus obras son únicas no a pesar, sino gracias a su modo de producción mecánico. Cada “error” de impresión, cada glitch, cada accidente se vuelve una firma imposible de reproducir.

Este enfoque lo convierte en uno de los artistas más influyentes de su generación. Ha abierto un camino nuevo para pensar la pintura en la era digital, demostrando que es posible crear obras profundamente contemporáneas sin renunciar a la tradición pictórica.

Su influencia se siente mucho más allá del mundo del arte contemporáneo. Al mostrar cómo desviar la tecnología de manera creativa, ofrece una lección más amplia sobre nuestra relación con las herramientas digitales. En un mundo donde cada vez dependemos más de la tecnología, su obra nos recuerda que podemos mantener el control, que podemos hacer que la máquina falle de manera productiva.

Así, Wade Guyton es mucho más que un simple artista que usa tecnología: es un filósofo de la era digital, un pensador que utiliza el arte para reflexionar sobre nuestra condición contemporánea. Su obra nos invita a repensar nuestra relación con la tecnología, la imagen, la reproducción y, finalmente, con nosotros mismos.

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Referencia(s)

Wade GUYTON (1972)
Nombre: Wade
Apellido: GUYTON
Género: Masculino
Nacionalidad(es):

  • Estados Unidos

Edad: 53 años (2025)

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