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Xu Lele: La escuela de la mirada y la paciencia

Publicado el: 8 Julio 2025

Por: Hervé Lancelin

Categoría: Crítica de arte

Tiempo de lectura: 10 minutos

Xu Lele desarrolla un arte que reconcilia la tradición china y la modernidad con una inteligencia traviesa notable. Sus personajes con proporciones deliberadamente deformadas evolucionan en composiciones de una sofisticación técnica consumada, creando un lenguaje plástico original que cuestiona el legado cultural con benevolencia y sutil humor.

Escuchadme bien, panda de snobs: en el panorama artístico chino contemporáneo, donde tantos pintores se consumen persiguiendo las modas occidentales o se complacen en un tradicionalismo superficial, Xu Lele se alza como una deliciosa anomalía. Esta mujer nacida en Nankín en 1955 practica un arte que reconcilia lo antiguo y lo moderno con una inteligencia traviesa que haría palidecer de envidia a los contorsionistas más hábiles de la historia del arte.

Graduada en 1976 del departamento de bellas artes de la Academia de Arte de Nankín, Xu Lele tuvo inicialmente una trayectoria poco convencional: tras sus estudios, eligió ir al campo para “experimentar la vida de escritora”, antes de ingresar en 1978 en la Academia provincial de pintura de Jiangsu, donde se especializó en pintura de personajes y estudió la obra de Chen Laolian, maestro de la dinastía Ming. Esta formación clásica, lejos de encerrarla en la imitación, le proporcionó las herramientas técnicas que más tarde le permitirían subvertir los códigos con una maestría consumada.

Porque Xu Lele pertenece a esa generación de artistas chinos que supieron navegar entre los escollos del pastiche tradicional y la modernidad importada. Representante de la escuela de la “nueva pintura de literato”, desarrolla un estilo que bebe de la estética clásica china mientras le insufla un humor irresistible y una modernidad asumida. Sus personajes con narices grandes, ojos pequeños y caras redondas como lunas llenas, se mueven en composiciones de una sofisticación técnica notable, donde cada línea parece trazada para seducir al admirador más que para impresionar al crítico.

El arte de la distanciación: Xu Lele y la herencia de Bertolt Brecht.

Existe en la obra de Xu Lele una dimensión teatral que no ha escapado a los observadores más perspicaces. Sus personajes, con sus expresiones ligeramente descompuestas y sus proporciones deliberadamente deformadas, evocan irresistible a los personajes de la dramaturgia brechtiana. Como el dramaturgo alemán, Xu Lele rechaza la identificación emocional directa y privilegia una forma de distanciamiento que permite al espectador mantener su espíritu crítico. Las bellezas de la dinastía Tang que pinta no son ideales a contemplar embelesados, sino construcciones culturales a interrogar con benevolencia.

Este enfoque alcanza su apogeo en sus obras como “Las Doce Bellezas de Jinling” o “Mostrar una Pintura”, donde la artista escenifica el mismo proceso de la contemplación artística. Sus personajes parecen conscientes de ser observados, y esa conciencia genera una ironía sutil que recuerda las técnicas de alienación tan preciadas por Brecht [1]. Cuando Xu Lele pinta a una dama observando una pintura, crea un juego de espejos que cuestiona nuestra relación con el arte clásico y su recepción contemporánea.

La influencia de Brecht en la concepción artística de Xu Lele va más allá del simple paralelo estético. Como el dramaturgo que quería que su público saliera del teatro reflexionando en lugar de llorando, Xu Lele concibe sus obras como espacios de reflexión lúdica sobre el patrimonio cultural chino. Sus “antiguos” no son figuras venerables congeladas en su solemnidad, sino contemporáneos disfrazados que nos devuelven, con una sonrisa ladeada, la imagen de nuestras propias ilusiones sobre el pasado. Esta dimensión crítica, siempre matizada por el humor, convierte sus lienzos en verdaderos laboratorios de experimentación sobre los códigos de representación. La artista desarrolla así una estética de complicidad con el espectador, creando un espacio de libertad crítica dentro de la misma tradición pictórica china.

La geometría de los sueños: Arquitectura y construcción de lo imaginario.

La arquitectura desempeña un papel fundamental en el universo pictórico de Xu Lele, no como simple decorado, sino como estructura organizadora del imaginario. Formada en la tradición de la pintura china donde el espacio no obedece a las leyes de la perspectiva occidental, desarrolla una concepción arquitectónica de la composición que evoca los jardines clásicos chinos con sus juegos selectos de revelación y ocultamiento. Sus pabellones, sus cortinas de bambú y sus toldos de barcos no delimitan simplemente el espacio pictórico: crean cámaras de resonancia para la emoción y la contemplación.

Este enfoque arquitectónico de la pintura tiene sus raíces en la filosofía china del hábitat, donde el espacio doméstico nunca es neutro sino siempre portador de un significado simbólico. En Xu Lele, las arquitecturas pintadas funcionan como metáforas del alma humana, con sus rincones secretos y sus perspectivas inesperadas. Sus personajes evolucionan en entornos construidos que reflejan sus estados interiores: los letrados melancólicos se encuentran en pabellones abiertos hacia el infinito, mientras que las bellezas coquetas se resguardan detrás de biombos delicadamente labrados.

La originalidad de Xu Lele reside en su capacidad para transformar estos códigos arquitectónicos tradicionales en lenguaje plástico contemporáneo. Ella toma de la arquitectura de los jardines chinos su principio de paseo visual, donde cada ángulo de vista revela una nueva perspectiva del conjunto. Sus composiciones funcionan como recorridos iniciáticos donde la mirada del espectador es guiada de detalle en detalle, de sorpresa en sorpresa. Este dominio del espacio arquitectónico le permite crear obras de una complejidad narrativa notable, donde varias historias pueden desarrollarse simultáneamente en espacios distintos pero conectados por una lógica compositiva rigurosa. La arquitectura se convierte así en su obra en una herramienta para construir el relato pictórico, permitiendo desplegar en el espacio bidimensional del lienzo la riqueza temporal del cuento o de la leyenda.

La ironía del tiempo: Entre nostalgia y lucidez.

Lo que impresiona de inmediato en Xu Lele es su capacidad notable para mantener un delicado equilibrio entre el afecto y la distancia crítica hacia la tradición china. Sus antecesores no son ni santos para venerar ni figuras obsoletas para ridiculizar, sino compañeros de camino con quienes ella mantiene una relación de amistad cómplice. Esta actitud, rara en el arte contemporáneo chino a menudo dividido entre la reverencia absoluta y el rechazo radical del pasado, le permite desarrollar un lenguaje plástico de una originalidad impactante.

El humor de Xu Lele nunca es destructivo sino siempre benevolente. Cuando pinta a un erudito con proporciones imposibles contemplando la luna, no se burla del ideal tradicional del sabio retirado del mundo, sino que revela la parte de artificio y construcción cultural. Sus deformaciones, lejos de ser caricaturas, funcionan como lupas que revelan los mecanismos ocultos de la idealización estética. Esta lucidez sin amargura convierte sus obras en verdaderos antídotos contra la melancolía nostálgica que a menudo acecha a los artistas enfrentados al peso del legado cultural.

La modernidad de Xu Lele también se manifiesta en su manera de tratar el tiempo pictórico. Sus composiciones escapan a la cronología lineal para crear espacios temporales híbridos donde pasado y presente coexisten naturalmente. Esta temporalidad fluida, característica de la estética china tradicional, adquiere bajo su pincel una dimensión nueva que resuena con las preocupaciones contemporáneas sobre la memoria y la identidad cultural. Sus personajes parecen habitar un presente eterno que no excluye ni el recuerdo ni la anticipación, creando una poesía del instante que supera las categorías temporales occidentales. Este dominio del tiempo pictórico convierte sus obras en refugios contemplativos en un mundo donde la aceleración generalizada amenaza la misma posibilidad de la reflexión.

Lejos de los debates teóricos sobre la posmodernidad o la globalización cultural, Xu Lele inventa un camino singular que reconcilia tradición e innovación sin sacrificio ni compromiso. Su arte testifica una madurez cultural que permite asumir plenamente el legado del pasado mientras inventa las formas de su transmisión futura. Esta sabiduría, que se refleja en sus declaraciones donde afirma preferir ser “una pequeña pintora interesante más que una gran pintora aburrida”, revela una comprensión profunda de lo que puede ser el arte en la época contemporánea: ya no un vehículo de verdades absolutas, sino un espacio de juego y reflexión compartida.

La revolución del detalle: Técnica y obsesión.

La técnica de Xu Lele es particularmente interesante porque revela una concepción de la pintura que va en contra de las tendencias dominantes del arte contemporáneo. En una época donde la velocidad de ejecución y el impacto inmediato parecen primar, ella cultiva deliberadamente la lentitud y la precisión, llevando el refinamiento del detalle a límites que rozan la obsesión. Este enfoque, que ella reivindica abiertamente declarando que “la búsqueda de la minuciosidad es mi persecución de los últimos años”, no es un simple ejercicio virtuoso sino una filosofía del arte que privilegia la intensidad sobre la extensión.

Esta pasión por el detalle tiene sus raíces en su formación como ilustradora de libros infantiles, actividad que ejerció intensamente antes de dedicarse por completo a la pintura de literatos. Esta experiencia le enseñó la importancia de la narración visual y la necesidad de captar la atención mediante la riqueza de los elementos secundarios. En sus obras actuales, esta lección se traduce en una proliferación de motivos decorativos de una complejidad asombrosa: bordados, ornamentos arquitectónicos, motivos textiles que transforman cada centímetro cuadrado del lienzo en un territorio de exploración visual.

La obsesión por el detalle en Xu Lele no se limita a una mera proeza técnica, sino que responde a una ética de la creación que pone el placer de pintar en el centro del proceso artístico. Como ella misma explica: “¡Es muy placentero pintar las medias, el encaje!” [2]. Este placer de la creación, raro en el discurso artístico contemporáneo a menudo dominado por preocupaciones conceptuales, revela a una artista que ha sabido preservar la inocencia del acto creador. Esta autenticidad del compromiso pictórico se refleja en sus obras y explica en gran parte su poder de seducción. El espectador siente inmediatamente que se trata de una artista que disfruta manifiestamente ejercer su arte, y esta evidencia comunicativa crea una complicidad inmediata que supera las barreras culturales y temporales. Quizá ahí radique el secreto de la universalidad de su arte: en un mundo saturado de mensajes e intenciones, Xu Lele ofrece la rara experiencia de un arte que existe ante todo por el placer que proporciona a su creadora.

La escuela de la mirada: Pedagogía de la visión.

Más allá de su producción artística, Xu Lele desarrolla una verdadera pedagogía de la mirada que se refleja en su práctica obsesiva de recortar y clasificar imágenes. Esta actividad, que describe con entusiasmo en sus entrevistas, revela a una artista que no se limita a crear sino que organiza metódicamente su relación con el patrimonio visual universal. Sus más de 130 álbumes de recortes testifican una metodología casi enciclopédica que busca cartografiar el conjunto de posibilidades estéticas del arte chino.

Esta práctica del recorte, aparentemente anecdótica, ilumina en realidad el método creador de Xu Lele. Al constituir estos archivos visuales personales, se da los medios para dominar la historia del arte chino no como un corpus teórico sino como un repertorio de soluciones plásticas inmediatamente disponibles. Este enfoque pragmático de la tradición le permite evitar las trampas de la erudición estéril para desarrollar una relación viva y creativa con el legado del pasado.

La generosidad con la que Xu Lele comparte sus descubrimientos y métodos revela una concepción del arte como bien común en lugar de territorio privado. Esta apertura, que se percibe en sus numerosas colaboraciones y en su disponibilidad ante los jóvenes artistas, la convierte en una figura tutelar de la escena artística china contemporánea. Su influencia va mucho más allá del círculo de sus admiradores directos para irrigar todo el movimiento de renovación de la pintura tradicional china. Esta dimensión pedagógica de su obra, a menudo descuidada por la crítica, constituye sin embargo una de sus aportaciones más duraderas al arte de su época.

El arte de la reconciliación.

En el paisaje a menudo conflictivo del arte contemporáneo chino, Xu Lele ocupa una posición única que le permite reconciliar tendencias aparentemente contradictorias. Su arte demuestra que es posible estar profundamente arraigada en una tradición sin renunciar a la innovación, ser crítica sin ser destructiva, ser popular sin ser vulgar. Esta síntesis notable convierte sus obras en modelos de lo que podría ser un arte verdaderamente contemporáneo: ni en la huida hacia adelante ni en la nostalgia paralizante, sino en la invención de un presente que asume plenamente su herencia.

El ejemplo de Xu Lele muestra que la cuestión de la modernidad artística china quizás no se plantee en los términos habituales de oposición entre tradición e innovación. Su trayectoria sugiere más bien la posibilidad de un camino intermedio que permitiría al arte chino participar en el diálogo internacional sin perder su alma. Esta lección, que va más allá del marco chino, resuena con las preocupaciones de todos los artistas enfrentados al desafío de la globalización cultural.

Xu Lele quizás nos ofrece el regalo más precioso: la prueba de que todavía es posible, en nuestra época de estandarización generalizada, desarrollar un lenguaje artístico auténticamente personal. Su arte, que no imita ni rechaza, sino que transforma y enriquece, abre nuevas perspectivas sobre lo que puede ser la creación en la era de la reproductibilidad técnica generalizada. Esta originalidad verdadera, que no se decreta sino que se conquista con trabajo y reflexión, convierte a Xu Lele en una de las voces más valiosas del arte contemporáneo.


  1. Bertolt Brecht, Escritos sobre el teatro, París, L’Arche, 1972.
  2. Entrevista con Qian Xiaozhi, “Diálogo Xu Lele: Incluso si no podemos ser un gran pintor”, 2010.
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Referencia(s)

XU Lele (1955)
Nombre: Lele
Apellido: XU
Otro(s) nombre(s):

  • 徐乐乐 (Chino simplificado)

Género: Femenino
Nacionalidad(es):

  • China

Edad: 70 años (2025)

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