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Yan Bing: De suelos áridos a telas fértiles

Publicado el: 15 Abril 2025

Por: Hervé Lancelin

Categoría: Crítica de arte

Tiempo de lectura: 7 minutos

Yan Bing transforma las verduras silvestres del Gansu en testigos silenciosos de una existencia tenaz. Sus hongos misteriosos y sus patatas monumentales nos revelan una visión del mundo donde los objetos más humildes poseen una dignidad insospechada y una presencia casi mística.

Escuchadme bien, panda de snobs, lo que impresiona primero en Yan Bing es su increíble capacidad para transformar un tubérculo ordinario en un monumento, una simple seta en una aparición mística, una flor de albaricoquero en una meditación silenciosa. Durante ocho años, Yan Bing pintó patatas. OCHO AÑOS. ¡Patatas! No nenúfares, no montañas espectaculares, no rostros de celebridades. Patatas cortadas, enteras, medio peladas. Las miró como nadie antes que él, otorgándoles una dignidad habitualmente reservada a los retratos reales.

Nacido en 1980 en Tianshui, en la provincia de Gansu, este hijo de campesinos recorrió a pie los desiertos áridos, las estepas infinitas y los pueblos remotos del noroeste chino, antes de aventurarse en el mundo del arte contemporáneo. Su pintura está enraizada en la experiencia de esta tierra ingrata, donde cada gota de agua cuenta, donde cada planta es un milagro. Yan Bing emprendió un viaje de cincuenta días a través de Gansu, conduciendo solo su camioneta negra, deteniéndose para pintar en medio de la nada. Su exposición “De repente, todo se volvió claro” en ShanghART en 2021 nos mostró el fruto de esta odisea: verduras silvestres, pequeñas pero tenaces, que surgen de tierras agrietadas. Nubes que caminan como criaturas místicas en el horizonte. Huesos de animales erosionados por el viento, testigos silenciosos del paso del tiempo.

Su serie de hongos, comenzada en 2018, nos presenta estos organismos frágiles como seres conscientes, casi dotados de una conciencia propia. A diferencia de sus papas terrosas y sólidas, estos hongos son misteriosos, esbeltos, casi fantasmales, surgiendo de las tinieblas como apariciones. Yan Bing pinta con una paleta oscura y rica, sus objetos emergiendo de fondos casi negros, iluminados por una luz cuya fuente permanece invisible. Es una luz interior, la de la contemplación y la revelación.

Al mirar estas obras, pensé inmediatamente en Albert Camus y su ensayo “El mito de Sísifo”. Para entender a Yan Bing, hay que captar esta noción central del absurdo camusiano: el hombre busca sentido en un mundo que no lo ofrece. Sin embargo, es en esta misma tensión donde se encuentra una forma de redención.

Yan Bing, como Sísifo, es plenamente consciente de la aparente futilidad de su empresa. Pintar papas durante ocho años podría parecer tan absurdo como empujar eternamente una roca hasta la cima de una montaña. Pero como escribe Camus: “El propio esfuerzo hacia las cumbres basta para llenar un corazón humano” [1].

En su cuadro “Papas cortadas No.1” (2012), Yan nos muestra una fila de tubérculos seccionados, sus carnes expuestas como heridas abiertas. Estos tubérculos, que se pudren ante nuestros ojos, parecen desafiar nuestro deseo de inmortalidad, nuestra búsqueda de sentido. Y sin embargo, Yan los pinta con tal atención, tal respeto, que adquieren una dimensión metafísica.

La intuición fundamental de Camus, la de un mundo silencioso ante las preguntas humanas, encuentra eco en el enfoque de Yan Bing. El artista se concentra en los objetos más humildes, aquellos que no “hablan”, que no significan nada más allá de su existencia desnuda, y los transforma en vehículos de una meditación profunda sobre nuestra condición.

Como escribe Camus: “En medio del invierno, descubrí en mí un verano invencible” [2]. Esta frase podría servir como leyenda a las verduras silvestres que Yan pintó en el desierto de Gansu. Estas plantas banales, que nadie nota, se convierten bajo su pincel en símbolos de resistencia, manifestaciones de una vitalidad obstinada frente a la hostilidad del mundo.

El silencio de los vastos espacios desérticos de Gansu, que Yan conoce íntimamente, recuerda a ese “silencio irrazonable del mundo” del que habla Camus. En ese silencio, nace el absurdo, pero también la libertad. Quizás por eso Yan Bing sintió la necesidad de regresar a esos espacios, de atravesarlos solo, como para reconectar con esa experiencia fundamental del absurdo, que es también una experiencia de libertad.

El enfoque de Yan Bing frente a los objetos cotidianos recuerda las teorías del geógrafo humanista Yi-Fu Tuan sobre nuestra experiencia del espacio. En su obra “Space and Place”, Tuan distingue el espacio como concepto abstracto y el lugar como realidad vivida, cargada de emociones y recuerdos [3]. Lo que hace Yan Bing con sus naturalezas muertas es precisamente transformar “espacios” neutrales en “lugares” íntimos, cargados de un significado personal y colectivo. El hongo ya no es simplemente un organismo biológico; se convierte en un lugar de memoria, un espacio de contemplación. Tuan escribe que “el lugar es una pausa en el movimiento” [4]. Las pinturas de Yan Bing encarnan perfectamente esta idea. Son pausas en el flujo continuo de la existencia, momentos en que la mirada se detiene en lo que habitualmente pasaría desapercibido.

En su serie “Flores de peral”, Yan captura el momento efímero en que las flores blancas brotan en las ramas desnudas. Para los habitantes del noroeste de China, estas flores anuncian la primavera tras un invierno riguroso. Representan lo que Tuan llamaría una “topofilia”, un vínculo afectivo entre las personas y el lugar. Yan Bing comprende instintivamente que la experiencia del lugar no es simplemente visual sino multisensorial. Pinta las texturas rugosas de las patatas, la humedad aterciopelada de los champiñones, la ligereza aérea de las flores de peral, de modo que el espectador pueda casi tocarlas y olerlas.

La noción de “topofilia” de Tuan es especialmente pertinente para entender los cuadros recientes de Yan Bing, aquellos que nacieron de su viaje por Gansu. Estos paisajes áridos, estas verduras salvajes, estas nubes errantes son manifestaciones de ese vínculo profundo que el artista mantiene con su tierra natal. No es un vínculo sentimental o nostálgico, sino algo más profundo, casi visceral.

Tuan destaca cómo la experiencia del lugar está moldeada por nuestro cuerpo y nuestros sentidos. Yan Bing, que trabajó la tierra en su juventud, que plantó y cosechó patatas, que caminó bajo el sol ardiente de Gansu, traduce esa experiencia corporal en sus cuadros. Sus patatas no son simplemente “vistas”; son “conocidas” a través de una experiencia vivida. “Un lugar”, escribe Tuan, “es el centro de los valores sentidos” [5]. Los objetos que pinta Yan Bing, patatas, champiñones, verduras salvajes, son precisamente tales centros de valores. No son elegidos por su belleza convencional, sino por su significado en un sistema de valores enraizado en la experiencia de la vida rural del noroeste de China.

Lo que distingue a Yan Bing de otros pintores contemporáneos es su capacidad de transformar esos objetos ordinarios en portadores de un significado universal, preservando a la vez su arraigo en una experiencia local específica. Eso es exactamente lo que Tuan considera la marca de un verdadero “sentido del lugar”, tanto profundamente personal como ampliamente comunicable.

El arte de Yan Bing, sin embargo, escapa a las categorías fáciles. No es ni tradicionalmente chino, ni occidentalizado, ni conceptual, ni puramente formal. Es un arte que nace de la observación paciente y de la experiencia directa. El viaje de Yan Bing por Gansu no fue una búsqueda de lo pintoresco, sino un enfrentamiento con su propia historia, con lo que lo ha formado como hombre y artista. Las obras resultantes tienen una cualidad diferente a sus pinturas anteriores. Los fondos son más claros, los objetos menos monumentales, como si Yan hubiese encontrado una forma de paz, o al menos una distancia más cómoda con su pasado.

Yan Bing no nos ofrece imágenes fáciles, narrativas simplistas o mensajes políticos evidentes. Más bien nos ofrece la oportunidad de desacelerar, observar atentamente y quizás descubrir en esos objetos cotidianos algo que habíamos descuidado, una belleza, una dignidad, una presencia. En un mundo saturado de imágenes llamativas y estímulos constantes, su pintura nos recuerda el valor del silencio, la atención, la paciencia. Nos invita a ver las patatas, los champiñones, las verduras salvajes no como simples objetos, sino como compañeros de vida, testigos silenciosos de nuestra humanidad compartida.

Así que la próxima vez que pelees una patata o cortes un champiñón, piensa en Yan Bing. Mira realmente esos humildes organismos. Y quizás, solo quizás, comiences a verlos con ojos nuevos.


  1. Camus, Albert. El mito de Sísifo, Gallimard, 1942.
  2. Camus, Albert. Regreso a Tipasa en El verano, Gallimard, 1954.
  3. Tuan, Yi-Fu. Espacio y lugar: La perspectiva de la experiencia, University of Minnesota Press, 1977.
  4. Ibid.
  5. Tuan, Yi-Fu. Topofilia: Un estudio de percepción ambiental, actitudes y valores, Columbia University Press, 1974.
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Referencia(s)

YAN Bing (1980)
Nombre: Bing
Apellido: YAN
Otro(s) nombre(s):

  • 闫冰 (Chino simplificado)

Género: Masculino
Nacionalidad(es):

  • China

Edad: 45 años (2025)

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