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Cecily Brown: La revuelta pictórica en acción

Publicado el: 9 Diciembre 2024

Por: Hervé Lancelin

Categoría: Crítica de arte

Tiempo de lectura: 7 minutos

Cecily Brown maltrata la pintura con una audacia que haría palidecer a Lucian Freud. Entre abstracción y figuración, esta británica convertida en neoyorquina transforma cada lienzo en un campo de batalla donde la materia pictórica explota, se reconstruye y nos hipnotiza con una violencia magnífica.

Escuchadme bien, panda de snobs, tenemos que hablar de Cecily Brown (nacida en 1969), esa tormenta británica que irrumpió en el mundo del arte contemporáneo como un huracán en un museo de porcelana. Si pensabais que la pintura estaba muerta, enterrada bajo las instalaciones minimalistas y los vídeos soporíferos, os equivocáis. Brown nos demuestra que la pintura puede seguir rugiendo con la ferocidad de una fiera enjaulada, aunque algunos de vosotros probablemente prefiráis vuestros cuadros tan pulidos como vuestra cuenta bancaria.

Esta artista que dejó Londres para Nueva York en 1994 como una heroína de novela negra que huye de su pasado nos obliga a repensar la pintura contemporánea con una audacia que haría sonrojar de vergüenza a los defensores del arte conceptual. Sus lienzos monumentales estallan ante nuestros ojos como fuegos artificiales de carne y color, una orgía pictórica que hace parecer a los expresionistas abstractos tímidos acuarelistas de domingo.

Tomemos un momento para examinar su técnica, que evoca de manera asombrosa la filosofía bergsoniana de la duración pura. Henri Bergson hablaba de la conciencia como un flujo continuo donde los estados se funden unos con otros sin delimitación precisa. Los cuadros de Brown encarnan perfectamente esta concepción del tiempo y de la conciencia. En “Carnival and Lent” (2006-2008), las figuras se entrelazan y se disuelven como recuerdos que se niegan a fijarse, creando un movimiento perpetuo que desafía cualquier intento de lectura estática.

Este enfoque de la pintura como flujo ininterrumpido encuentra un eco particular en obras como “The Triumph of Death” (2019), donde Brown transforma el memento mori tradicional en una explosión cromática vertiginosa. La muerte ya no es un fin sino un proceso de transformación continua, como si Bergson hubiese tomado el control de los pinceles para demostrarnos que la realidad es movimiento más que cosa.

Su manera de trabajar refleja esta filosofía del flujo. Brown pinta varios lienzos simultáneamente, a veces hasta veinte a la vez, como una malabarista loca que se niega a dejar caer sus bolas. Este método no es fruto del azar sino que refleja una comprensión profunda de la naturaleza misma de la creación artística como proceso en perpetua evolución.

Los críticos miopes que no ven en su trabajo más que una hábil síntesis de sus influencias, de Kooning, Bacon, Rubens, se pierden completamente lo esencial. Brown no cita la historia del arte, la devora entera, la digiere y la regurgita en una forma nueva que pulveriza nuestras expectativas. Sus lienzos son campos de batalla donde los fantasmas de los maestros antiguos se enfrentan en una contienda pictórica sin piedad.

Mirad “Suddenly Last Summer” (1999), vendido en subasta por la módica suma de 6,8 millones de dólares, un precio que probablemente haga llorar de alegría a su banquera. Este lienzo no es un simple ejercicio de estilo, es una declaración de guerra a la sabia jerarquía de la historia del arte. Brown hace bailar conjuntamente alta y baja cultura con la elegancia de una boxeadora que hubiera tomado clases de danza clásica.

La violencia de su gestualidad pictórica no es gratuita sino que participa en una reflexión profunda sobre la naturaleza misma de la representación. Como escribía Maurice Merleau-Ponty en “El Ojo y el Espíritu”, la pintura no es una ventana al mundo sino una forma de mostrar cómo el mundo nos afecta. Brown lleva esta idea hasta sus límites más extremos, transformando cada tela en una arena donde la pintura misma se convierte en carne palpitante.

Este enfoque filosófico de la materialidad pictórica encuentra su expresión más potente en su serie de “Black Paintings”. Estas obras no son simples ejercicios formales sino meditaciones profundas sobre la naturaleza de la percepción y la representación. Brown explora los límites de la visibilidad, obligándonos a escudriñar la oscuridad hasta que emergen formas como espectros de nuestro propio deseo de ver.

Su instalación en el Metropolitan Opera House con “Triumph of the Vanities” (2018) demuestra que puede hacer frente a los más grandes. Estas obras monumentales no se contentan con ocupar el espacio, lo devoran vivo, transformando la ópera en un teatro donde la pintura contemporánea afirma su poder con una arrogancia magnífica. Es como un Marc Chagall que hubiera olido polvo de oro.

La fuerza de Brown es mantener una tensión permanente entre orden y caos, figuración y abstracción, tradición y ruptura. No busca resolver estas contradicciones sino hacerlas bailar juntas en un vals vertiginoso que nos deja exhaustos pero electrizados. Cada lienzo es un campo de batalla donde se enfrentan las fuerzas dionisíacas y apolíneas queridas por Nietzsche.

Sus pinturas recientes sobre el tema del naufragio revelan una nueva dimensión de su trabajo. “Where, When, How Often and with Whom” (2017) no es solo una simple referencia a la crisis de los refugiados, es una meditación visceral sobre la fragilidad de la condición humana. Brown transforma la superficie del lienzo en un mar embravecido donde los cuerpos luchan por su supervivencia, recordando la concepción aristotélica del arte como catarsis.

No se equivoquen, detrás de la aparente espontaneidad de sus gestos se esconde un espíritu calculador que manipula la materia pictórica con la precisión de un cirujano sádico. Cada salpicadura, cada gota está orquestada en una coreografía compleja que transforma la superficie del lienzo en un teatro de sombras donde los fantasmas de la historia del arte vienen a representar su última función.

Su enfoque del cuerpo humano merece detenerse en él. A diferencia de sus contemporáneos que se complacen en un arte aséptico y conceptual, Brown sumerge sus manos en la materia pictórica como un carnicero poeta. Sus desnudos no son objetos de deseo sino campos de batalla donde la carne misma parece en perpetua metamorfosis. Esta visión del cuerpo como sitio de transformación continua hace eco a las teorías de Gilles Deleuze sobre el cuerpo sin órganos.

Las vanidades contemporáneas de Brown, especialmente en su serie presentada en el Metropolitan Museum of Art, “Death and the Maid”, reinventan un género tradicional con una audacia asombrosa. Explora la tensión entre la permanencia ilusoria del arte y la naturaleza efímera de la existencia, transformando el memento mori clásico en una celebración frenética de la vida en toda su compleja y caótica realidad.

Su técnica pictórica consiste en superponer capas de pintura como estratos geológicos de emociones y sensaciones, creando un efecto de profundidad temporal que evoca la concepción deleuziana del tiempo como multiplicidad pura. Cada lienzo se convierte en un territorio donde pasado y presente se telescopian en una colisión espectacular.

La influencia de Francis Bacon en su trabajo es innegable, pero Brown transforma la violencia baconiana en algo más ambiguo y quizás más perturbador. Donde Bacon buscaba capturar la “brutalidad de los hechos”, Brown nos muestra que los hechos mismos están en constante disolución. Es como si ella hubiera tomado las figuras torturadas de Bacon y las hubiese hecho bailar un vals macabro.

Los críticos que le reprochan su éxito comercial, sus lienzos se venden por millones, probablemente son los mismos que coleccionan NFT pensando que están siendo vanguardistas. Brown ha conseguido lo imposible: crear una pintura decididamente contemporánea que dialoga con la historia del arte sin caer en el pastiche ni en la reverencia servil.

Su trabajo sobre la luz y el color es notable. En obras como “The Last Shipwreck” (2018), usa el color como un arma, creando armonías disonantes que agreden el ojo antes de seducirlo. Es un Rothko que decidió lidiar como Turner.

La posición única de Brown en el mundo del arte contemporáneo, una mujer pintora que ha conquistado un territorio tradicionalmente dominado por los hombres, no debería eclipsar la radicalidad de su visión artística. Ella no es importante porque sea una mujer que pinta como un hombre (qué concepto tan ridículo), sino porque pinta como nadie más.

Si sus últimas obras parecen más mesuradas, no se fíen. Esa aparente sabiduría oculta una ambición voraz que sigue empujando los límites de lo que la pintura puede lograr en el siglo XXI. Brown nos muestra que la pintura no está muerta, solo se ha vuelto más salvaje, más libre e infinitamente más peligrosa.

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Referencia(s)

Cecily BROWN (1969)
Nombre: Cecily
Apellido: BROWN
Género: Femenino
Nacionalidad(es):

  • Reino Unido

Edad: 56 años (2025)

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