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Dave McGary: Escultor de la memoria amerindia

Publicado el: 24 Septiembre 2025

Por: Hervé Lancelin

Categoría: Crítica de arte

Tiempo de lectura: 8 minutos

Dave McGary esculpía figuras amerindias en bronce policromado con un realismo asombroso. Adoptado por la tribu Oglala Sioux, este artista estadounidense combina técnicas europeas y espiritualidad de las Llanuras para crear obras monumentales que preservan y actualizan la memoria colectiva de los pueblos originarios de América del Norte.

Escuchadme bien, panda de snobs: Dave McGary no era un escultor ordinario. Durante más de tres décadas, este hombre nacido en las llanuras de Wyoming logró la hazaña de darle una segunda vida al bronce, material por esencia inerte, para convertirlo en el vehículo de una memoria viva. Sus esculturas de nativos americanos no solo adornan las prestigiosas colecciones del Smithsonian, del Capitolio estadounidense o de la Universidad Concordia: interpelan, cuestionan y transforman nuestra relación con la historia y con la autenticidad artística.

McGary había comprendido una verdad fundamental que muchos artistas ignoran: la técnica no es nada sin el alma. Formado desde los dieciséis años en técnicas ancestrales de fundición en Italia junto a artesanos de novena generación, dominaba perfectamente su arte. Pero lo que distingue radicalmente su trabajo del de sus contemporáneos es esa capacidad única para insuflar vida en la materia inorgánica. Sus bronces policromados desafían nuestra percepción misma de la escultura: esas plumas de águila que parecen estremecerse, esas flecos de cuero que parecen bailar, esas cuentas pintadas minuciosamente una a una crean una ilusión tan perfecta que resulta inquietante.

La innovación técnica de McGary reside en esa síntesis revolucionaria entre pátina tradicional y pintura acrílica. Donde otros escultores se detienen en el clásico marrón del bronce patinado, él se atreve a recrear la riqueza cromática de las ceremonias lakota que tuvo el privilegio de observar. “El color es mi firma”, declaraba él [1]. Esta firma visual, fruto de años de investigación y experimentación, requiere hasta 160 fundiciones separadas para una sola obra, cada elemento siendo luego ensamblado con precisión de orfebre.

La antropología esculpida

Pero McGary no era solo un virtuoso de la técnica. Su enfoque metodológico revela una dimensión antropológica notable que sitúa su trabajo en una perspectiva intelectual única. Cada escultura nace de un proceso de investigación exhaustivo que puede extenderse por tres a cuatro años. El artista no se limita a consultar archivos: viaja a las reservas, conversa con los ancianos, participa en ceremonias sagradas. Esta inmersión total en la cultura sioux, sancionada por su adopción en el clan del Oso y su nombre lakota “Wambalee Tanka” (Gran Águila), confiere a sus obras una autenticidad etnográfica rara.

Este enfoque recuerda extrañamente al de los grandes antropólogos del siglo XX. Así como Bronisław Malinowski revolucionó la etnografía al promover la observación participante en las islas Trobriand, McGary desarrolló su propio método de inmersión cultural para captar la esencia de sus sujetos [2]. Gerald Red Elk, el historiador tribal que lo adoptó, reconoció en él esa cualidad excepcional de escucha, apodándolo “Big Red Ears” por su capacidad de absorción de relatos ancestrales. Este enfoque antropológico se reflejaba en cada detalle de sus esculturas: la posición de una pluma de honor, el significado de un motivo pintado en un escudo, la autenticidad de un adorno de caballo, todo atestigua un conocimiento íntimo de los códigos culturales sioux.

El artista nunca cae en la trampa del exotismo superficial. Sus representaciones de guerreros y cazadores de las Llanuras del Norte están arraigadas en una realidad histórica documentada, lejos de los estereotipos hollywoodenses. Cada personaje esculpido corresponde a una figura histórica identificada, cada vestimenta respeta escrupulosamente las tradiciones de la época. Este rigor científico convierte a McGary en mucho más que un escultor: un verdadero transmisor de memoria, un etnógrafo del bronce.

La estética del movimiento congelado

En el plano puramente artístico, McGary revolucionó el arte escultórico con su dominio del movimiento suspendido. Sus bronces captan el instante preciso en que la acción va a cambiar: el cazador a punto de disparar su flecha, el caballo al galope cuyos músculos se tensan, el guerrero en equilibrio inestable. Esta capacidad para captar el movimiento en la permanencia del bronce evoca irresistiblemente la estética cinematográfica, particularmente la del spaghetti western de Sergio Leone.

Así como Leone revolucionó el género western jugando con los primeros planos y los tiempos suspendidos, McGary transforma la escultura narrativa captando estos momentos de máxima tensión en los que todo puede cambiar [3]. En “The Providers”, su magistral evocación de la caza del bisonte, se siente físicamente la carga de estos animales de dos toneladas, se anticipa el impacto inminente entre cazadores y presas. El artista no se limita a representar: nos sumerge en la acción, convirtiéndonos en testigos de esos instantes dramáticos.

Esta estética del suspense escultórico revela una comprensión profunda de las leyes físicas. McGary no desafía la gravedad: la escenifica. Cada pliegue de la ropa, cada mechón de la crin atestigua la acción del viento, cada postura respeta el equilibrio dinámico de los cuerpos en movimiento. Esta precisión anatómica, heredada de su formación italiana con los maestros del Renacimiento, confiere a sus obras esa inquietante impresión de vida que los espectadores notan de inmediato.

La influencia del cine en su trabajo no se limita al movimiento. McGary compone sus escenas como un director encuadra sus planos. Cada escultura cuenta una historia completa, con sus protagonistas, su decorado, sus accesorios. “When Lightning Strikes” funciona como un plano secuencia congelado donde cada detalle, desde los clavos de latón del fusil hasta los pliegues realistas de la camisa, contribuye a la narración visual. Este enfoque cinematográfico convierte sus bronces en verdaderas películas mudas, relatos visuales autónomos que no necesitan ningún comentario para transmitir su mensaje.

La ética de la representación

Más allá de la excelencia técnica y estética, la obra de McGary plantea cuestiones fundamentales sobre la ética de la representación cultural. En un contexto poscolonial donde la cuestión de la apropiación cultural se vuelve central, la posición de McGary debe ser examinada. ¿Cómo puede un artista no autóctono representar legítimamente una cultura que no es la suya sin caer en la explotación o la caricatura?

La respuesta reside en la naturaleza misma del enfoque de McGary. Lejos de apropiarse de una cultura ajena, se pone a su servicio. Su adopción por la familia Red Elk no responde al folclore turístico sino a un reconocimiento auténtico de su compromiso y respeto. Las comunidades lakota no lo ven como un oportunista sino como un “mensajero”, por usar sus propias palabras. Esta legitimidad, otorgada por los portadores de la cultura misma, distingue fundamentalmente su trabajo del de artistas que se inspiran en la imaginería amerindia sin consultar ni respetar las tradiciones.

McGary también establece una relación de reciprocidad con las comunidades que representa. La Fundación Washakie, que crea junto con su esposa Molly y James Trosper, tataranieto del legendario jefe Washakie, financia becas para estudiantes nativos americanos. Esta dimensión filantrópica convierte su arte en una herramienta de emancipación y no en una simple explotación estética.

El legado paradójico

La muerte prematura de McGary en 2013, a los cincuenta y cinco años, interrumpe bruscamente una carrera en la cima de su arte. Pero esta desaparición también revela el carácter paradójico de su legado. Por un lado, sus obras continúan circulando en el mercado del arte, alcanzando a veces sumas considerables. Esta dimensión comercial plantea la cuestión de la mercantilización de la cultura amerindia, incluso cuando se trata con respeto.

Por otro lado, los talleres McGary perpetúan su visión formando a nuevos artesanos en sus técnicas revolucionarias. Esta transmisión del conocimiento garantiza la perennidad de su innovación artística manteniendo los estándares de calidad que él había establecido. Sus “There Are No Limits” exhibidos en su taller se convierten así en un testamento artístico, un estímulo para superar los límites de lo posible.

La obra de McGary resiste las categorizaciones fáciles. Ni arte etnográfico ni puro formalismo estético, ocupa un territorio híbrido donde el rigor científico se encuentra con la emoción artística. Esta posición intermedia, potencialmente incómoda, constituye paradójicamente su fuerza. Al negarse a elegir entre autenticidad documental y libertad creativa, McGary inventa una nueva forma de arte histórico donde la belleza sirve a la verdad y la técnica sublima el testimonio.

La universalidad de lo particular

Lo que hace que la obra de McGary sea verdaderamente destacable es su capacidad para trascender el marco específico de la cultura sioux y tocar lo universal. Sus esculturas no solo hablan de la historia amerindia: cuestionan nuestra relación con la tradición, el coraje y la espiritualidad. El guerrero lakota se convierte en metáfora del héroe eterno, el cazador evoca nuestra relación primitiva con la naturaleza, la madre de familia encarna la transmisión intergeneracional.

Esta dimensión universal explica el impacto internacional de su trabajo. Que sus bronces adornen una universidad canadiense, un museo estadounidense o una colección privada europea, hablan un lenguaje artístico que trasciende las fronteras culturales. McGary logra el prodigio de crear un arte profundamente arraigado en una cultura particular y, a la vez, accesible para todos.

Su enfoque “de dentro hacia fuera”, esta metodología que le impulsa a comprender íntimamente a sus sujetos antes de esculpirlos, se convierte así en una lección universal sobre el arte del retrato. Ya sea en bronce o en cualquier otra forma de expresión artística, McGary demuestra que la verdad emerge de la cercanía, que la autenticidad nace de la paciencia y que la belleza surge de la comprensión.

La obra de Dave McGary nos enseña finalmente que no existe jerarquía entre las culturas, solo diferencias que hay que respetar y comprender. Al dar forma en bronce a los héroes olvidados de las Llanuras del Norte, no solo restaura una memoria colectiva: afirma la dignidad universal de toda cultura humana. Sus esculturas se convierten así en embajadores silenciosos de un mundo donde la diversidad cultural enriquece en lugar de dividir.

En una época en la que la globalización tiende a uniformar las expresiones artísticas, McGary nos recuerda la necesidad vital de preservar y celebrar los particularismos culturales. Su bronce viviente testifica que es posible crear un arte a la vez local y universal, auténtico e innovador, respetuoso y audaz. Esta lección, grabada en metal para la eternidad, constituye quizás su legado más bello: haber demostrado que el arte verdadero siempre nace del encuentro entre la técnica y la humanidad, entre la forma y el espíritu, entre lo particular y lo universal.


  1. “The Beating Heart of Bronze”, Western Art & Architecture, 2008
  2. Bronisław Malinowski, Los Argonautas del Pacífico Occidental, Gallimard, 1963
  3. Christopher Frayling, Spaghetti Westerns: Cowboys and Europeans from Karl May to Sergio Leone, I.B. Tauris, 2006
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Referencia(s)

Dave MCGARY (1958-2013)
Nombre: Dave
Apellido: MCGARY
Género: Masculino
Nacionalidad(es):

  • Estados Unidos

Edad: 55 años (2013)

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