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He Jiaying: El renacer del gongbi

Publicado el: 30 Enero 2025

Por: Hervé Lancelin

Categoría: Crítica de arte

Tiempo de lectura: 7 minutos

He Jiaying (何家英) trasciende los límites del gongbi tradicional por su excepcional dominio del trazo y su visión artística única. Sus obras, fruto de un proceso creativo lento y meditativo, encarnan una fusión notable entre el legado cultural chino y la sensibilidad contemporánea.

Escuchadme bien, panda de snobs. He Jiaying, nacido en 1957 en Tianjin, encarna esa rara alquimia entre tradición milenaria y modernidad fulgurante que caracteriza la China contemporánea. Aquí tenemos a un artista que, desde hace más de cuatro décadas, redefine los contornos de lo posible en el arte del gongbi, esa técnica pictórica ancestral que exige una precisión casi quirúrgica.

En su taller de la Academia de Bellas Artes de Tianjin, donde enseña desde 1980, He Jiaying dedica a veces hasta cuatro meses a una sola obra, trabajando doce horas al día con una paciencia monacal. Esta lentitud deliberada, casi provocadora en nuestra época de arte instantáneo y creación digital, no es una pose. Es la expresión misma de su filosofía artística, profundamente arraigada en el pensamiento taoísta y su concepto fundamental del Wu Wei, la acción en la no acción.

Tomemos “Crepúsculo de otoño”, esta obra magistral realizada en 1991 que marcó un giro en la historia de la pintura china contemporánea. Una joven está sentada, con las rodillas recogidas contra su pecho, la mirada perdida en una profunda meditación. El cielo púrpura que la rodea, estructurado como una cúpula, no deja de evocar las composiciones de las pinturas religiosas occidentales. Esta referencia no es fortuita, He Jiaying dialoga conscientemente con la historia del arte occidental, creando puentes inesperados entre las tradiciones pictóricas de Oriente y Occidente. Este lienzo ilustra perfectamente lo que Hegel llamaba la síntesis dialéctica: la resolución de las aparentes contradicciones entre tradición e innovación, entre Oriente y Occidente, entre técnica y emoción.

La melancolía que impregna sus obras no es la superficial y comercial de los pintores de calendarios que tanto contribuyeron a devaluar el arte chino en el siglo XX. Su fuente es una reflexión profunda sobre la condición humana, que conecta con las preocupaciones de los grandes filósofos existencialistas. Sus figuras femeninas, que pinta con una obsesión casi maníaca, no son meros objetos de contemplación estética. Encarnan esa tensión permanente entre el ser y la apariencia, entre la acción y la contemplación, que Sartre analizó brillantemente en “El ser y la nada”.

“Diecinueve otoños”, creado en 1982, ilustra perfectamente esta dimensión filosófica de su arte. Una joven mujer está de pie en un bosquecillo de caquis, su pie descalzo hundiéndose en la tierra blanda. El título hace referencia al poema sobre Su Wu, ese diplomático de la dinastía Han que pasó diecinueve otoños en cautiverio entre los Xiongnu. La simbolización es de una profundidad vertiginosa: esos diecinueve otoños marcan el paso de la adolescencia a la edad adulta, ese período crucial donde la esperanza se mezcla con la vacilación. He Jiaying captura ese instante preciso donde la inocencia vacila sin caer del todo, donde la conciencia de uno mismo emerge sin haber borrado por completo la espontaneidad de la infancia.

Lo que distingue fundamentalmente a He Jiaying de sus contemporáneos es su rechazo categórico a la facilidad. En un mundo artístico chino cada vez más dominado por los imperativos del mercado, mantiene una integridad artística que exige respeto. Su búsqueda incesante de la perfección técnica no es un fin en sí mismo, sino el medio para alcanzar una verdad más profunda sobre la condición humana. Como escribía Walter Benjamin en “La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica”, la autenticidad de una obra reside en su “aquí y ahora”, en su unicidad irreductible. Las pinturas de He Jiaying, fruto de un proceso creativo lento y meditativo, poseen esa aura que Benjamin veía amenazada por la reproducción mecánica.

En “El espíritu de Mawei”, realizado en 2005, He Jiaying lleva aún más lejos esta búsqueda de autenticidad. La composición, de una audacia sorprendente, rompe con las convenciones del gongbi tradicional respetando a la vez el espíritu. Las ramas de sauce que enmarcan la figura principal crean un efecto de profundidad que recuerda las innovaciones espaciales del Renacimiento italiano, manteniendo a la vez la planitud característica de la pintura china. Esta tensión entre profundidad y superficie, entre representación occidental y abstracción oriental, genera una dinámica visual fascinante que trasciende las categorías tradicionales.

La técnica del gongbi, bajo sus pinceles, se convierte en un lenguaje capaz de expresar las más sutiles matices de la experiencia humana. Cada trazo es fruto de una meditación prolongada, cada matiz de color resultado de una profunda reflexión sobre la misma naturaleza de la percepción. Este enfoque recuerda la fenomenología de Merleau-Ponty, para quien la percepción no era una simple recepción pasiva de datos sensoriales, sino una actividad creadora que implica todo nuestro ser.

En “Manzana Roja”, He Jiaying explora los límites de la técnica tradicional. El uso del lifen, una técnica que consiste en acumular pigmentos gruesos para crear un efecto de relieve, tradicionalmente reservado para la representación de estambres y pistilos de flores, se aplica aquí al suéter de lana de la joven. Esta innovación técnica, que le requirió una semana de trabajo sólo para este detalle, ilustra su capacidad para empujar las fronteras de lo posible sin dejar de ser fiel al espíritu de la tradición.

Su excepcional dominio del trazo le permite crear obras que están profundamente arraigadas en la tradición china y son a la vez decididamente contemporáneas. Las variaciones en la densidad de las líneas, su fluidez, su fuerza, combinadas con el control de la velocidad y la potencia del trazo, resaltan las cualidades abstractas, expresivas y decorativas de la técnica china mientras captan vividamente la actitud y la psicología del sujeto. Esta fusión entre técnica tradicional y sensibilidad moderna evoca la teoría del historiador del arte Ernst Gombrich sobre la evolución del arte: cada innovación se basa en los logros del pasado transformándolos a la vez.

Las mujeres que pinta nunca se reducen a simples objetos de belleza. Ya sean jóvenes citadinas perdidas en sus pensamientos o campesinas trabajando, cada una de sus figuras femeninas posee una presencia única, una dignidad intrínseca que trasciende los estereotipos. Este enfoque hace eco a las reflexiones de Simone de Beauvoir sobre la construcción social de lo femenino y la necesidad de reconocer a la mujer como sujeto autónomo en lugar de como mero objeto de la mirada masculina.

En “Estudiante de Intercambio Coreana”, He Jiaying captura la complejidad de la identidad femenina contemporánea. La joven representada encarna esta nueva generación que navega entre tradiciones asiáticas e influencias occidentales. Su expresión pensativa sugiere una vida interior profunda, mientras que su pose traduce una confianza en sí misma muy moderna. Esta obra ilustra perfectamente lo que el sociólogo Stuart Hall llamaba las “identidades híbridas” características de nuestra época globalizada.

La capacidad de He Jiaying para fusionar las influencias orientales y occidentales no se limita a los aspectos técnicos de su pintura. Refleja una comprensión profunda de los principios universales del arte, transcendiendo las divisiones culturales artificiales. Como escribió el filósofo François Jullien, el verdadero encuentro entre Oriente y Occidente no ocurre en la simple yuxtaposición de las diferencias, sino en el descubrimiento de los “desequilibrios fecundos” que permiten repensar nuestros propios presupuestos.

He Jiaying utiliza el espacio pictórico de forma magistral. En obras como “Dancing”, crea un equilibrio sutil entre zonas de detalle minucioso y espacios dejados deliberadamente vacíos. Este enfoque recuerda el concepto japonés del “ma”, la pausa significativa, al tiempo que hace eco de las investigaciones de los modernistas occidentales sobre el papel del vacío en la composición. Esta síntesis de enfoques espaciales orientales y occidentales crea una tensión visual que mantiene la mirada en constante movimiento.

La dimensión temporal en su obra también es muy interesante. Sus pinturas parecen suspender el tiempo, creando lo que el filósofo Henri Bergson llamaba la “duración pura”, un tiempo cualitativo, vivido, distinto del tiempo medible de los relojes. Esta suspensión temporal es particularmente evidente en “Autumn Ghost”, donde la joven de ojos cerrados parece flotar en un espacio-tiempo indeterminado, entre sueño y realidad.

La influencia de He Jiaying en el arte contemporáneo chino es considerable. No solo ha revitalizado la técnica del gongbi, sino que también ha demostrado que es posible crear un arte profundamente arraigado en la tradición y al mismo tiempo decididamente contemporáneo. Su enfoque recuerda lo que T.S. Eliot escribió sobre la tradición y el talento individual: la verdadera originalidad no consiste en rechazar el pasado, sino en integrarlo creativamente en una nueva visión.

El crítico de arte Wang Hongjian calificó justamente a “Autumn Twilight” como un hito en la historia del arte chino moderno. Esta obra, como toda la producción de He Jiaying, representa mucho más que un simple puente entre tradición y modernidad. Encarnan una verdad fundamental: que el arte auténtico trasciende las épocas precisamente porque se sumerge en lo más profundo de lo que hace nuestra humanidad común.

En un mundo artístico cada vez más dominado por lo efímero y lo espectacular, He Jiaying nos recuerda que la verdadera innovación solo puede surgir de una profunda comprensión de la tradición. Su paciencia monástica, su rechazo al compromiso, su búsqueda incansable de la perfección técnica al servicio de la expresión emocional lo convierten en un artista verdaderamente universal, capaz de hablar a todas las sensibilidades sin perder nunca la profunda fidelidad a sus raíces culturales.

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Referencia(s)

HE Jiaying (1957)
Nombre: Jiaying
Apellido: HE
Otro(s) nombre(s):

  • 何家英 (Chino simplificado)

Género: Masculino
Nacionalidad(es):

  • China

Edad: 68 años (2025)

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