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Ilann Vogt: Tejiendo literatura, esculpiendo el tiempo

Publicado el: 24 Abril 2025

Por: Hervé Lancelin

Categoría: Crítica de arte

Tiempo de lectura: 8 minutos

Ilann Vogt transforma la literatura en objetos textiles con una meticulosidad monástica. Armado con un cúter, recorta línea por línea obras enteras para metamorfosearlas en tapices de palabras, creando así una biblioteca ideal donde el texto se convierte en materia y la lectura, en experiencia inmediata.

Escuchadme bien, panda de snobs, en este mundo artístico saturado de instalaciones de vídeo incomprensibles y de performances conceptuales soporíferas, existe un artista que hace algo tan simple como audaz: recorta libros. No de cualquier manera, por supuesto. Ilann Vogt, ese tejedor de textos bretón nacido en 1986, transforma la literatura en objetos textiles con una meticulosidad monástica que roza la obsesión. Cada día, armado con un cutter y una regla, recorta línea por línea obras enteras, desde Rimbaud a Proust, de Homero a Kafka, para transformarlas en tapices de palabras. Y cuando digo “línea por línea”, hablo literalmente de cortar el espacio entre cada línea impresa, sin cortar nunca una palabra, para luego entrelazar esas tiras de papel como un tejedor antiguo.

Vogt, uno de los tres galardonados con el Luxembourg Art Prize en 2022, un premio internacional de arte contemporáneo, trabaja en la soledad de su taller bretón con la constancia de un monje copista medieval. Esta comparación no es casual. Como los monjes que preservaban el conocimiento a través de sus manuscritos iluminados, Vogt crea una biblioteca ideal mundial, pero en forma de cuerpos textiles. Es un acto de conservación casi paradójico: desmantela físicamente los libros para preservar mejor su esencia.

Si se observa atentamente su trabajo, se descubre la profunda influencia de Claude Lévi-Strauss y su concepción estructuralista de los mitos [1]. Como el antropólogo que descomponía los relatos míticos en unidades constitutivas para entender su estructura profunda, Vogt desmiembra literalmente el texto para revelar una anatomía invisible de la obra. Desestructura para reestructurar, descodifica para recodificar. Al transformar “En busca del tiempo perdido” en un enorme lienzo tejido, no solo cambia el medio; propone una lectura estructural de la obra proustiana, donde el tiempo ya no es lineal sino simultáneo, donde la narrativa ya no es sucesión sino yuxtaposición.

Este enfoque estructuralista se manifiesta particularmente en su método riguroso. Al igual que Lévi-Strauss, que establecía reglas estrictas para el análisis de los mitos, Vogt se impone restricciones inviolables: utilizar el texto en su idioma original, nunca cortar las palabras, emplear la totalidad de la obra. Estas restricciones no son arbitrarias, sino esenciales para su proyecto de revelación estructural de los textos. En su tejido de “Adresse au récit”, que mezcla árabe, griego, inglés, francés y varios otros idiomas, reproduce casi inconscientemente la empresa levi-straussiana de búsqueda de los invariantes a través de la diversidad cultural.

Pero no nos equivoquemos: Vogt no es solo un teórico frío que juega con la literatura como con fórmulas matemáticas. Su trabajo también está profundamente impregnado por el pensamiento de Jorge Luis Borges, ese otro amante de los laberintos textuales [2]. La “Biblioteca de Babel” borgiana, infinita y que contiene todos los libros posibles, encuentra su eco en el proyecto de Vogt de tejer potencialmente cada obra literaria existente. Como escribe Borges: “La Biblioteca es ilimitada y periódica. Si hubiera un viajero eterno para recorrerla en cualquier sentido, los siglos acabarían por enseñarle que los mismos volúmenes se repiten en el mismo desorden.” [3]

Esta dimensión borgiana también se manifiesta en la transformación del tiempo de lectura que propone Vogt. Cuando dice querer que se pueda “leer a Proust de un solo vistazo”, se une a la concepción borgiana del tiempo no lineal, del instante que contiene la eternidad. Los siete volúmenes de “En busca del tiempo perdido”, con sus miles de páginas y millones de caracteres, se condensan en un solo objeto visual que el ojo puede abarcar instantáneamente. Esto es exactamente lo que Borges describía en “El Aleph”, ese punto del espacio que contiene todos los demás puntos: “[…] vi […] la circulación de mi sangre oscura, el engranaje del amor y la transformación de la muerte, vi el Aleph, desde todos los ángulos, vi sobre el Aleph la tierra, y sobre la tierra de nuevo el Aleph y sobre el Aleph la tierra, […] porque mis ojos habían visto este objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo.” [4]

Donde otros artistas contemporáneos se contentan con rozar la superficie de los textos que utilizan, a menudo como simples pretextos visuales, Vogt se sumerge completamente en su materialidad. Hay algo casi erótico en la manera en que manipula el cuerpo del libro, cortándolo, doblándolo, trenzándolo. No es una violación del texto, sino una relación consentida, una danza íntima entre el artista y la obra. Mirad su “Madame Bovary” transformado en vestido: es mucho más que un juego visual fácil, es una lectura corpórea de la novela de Flaubert, donde la prenda se convierte en metáfora de los deseos y las restricciones sociales que asfixian a Emma.

El trabajo de Vogt también se inscribe en una tradición artesanal que nuestra época de producción digital masiva casi ha olvidado. En una época en la que cualquier algoritmo puede generar obras en cadena, él dedica horas, días, a veces meses, a cortar y tejer manualmente una sola obra. Esta lentitud deliberada es un acto de resistencia contra nuestra cultura de la inmediatez, un recordatorio de que ciertas cosas no se pueden acelerar sin perder su esencia.

Lo que me gusta es la manera en que Vogt logra hacer visible lo invisible. Un libro cerrado es un objeto hermético, un bloque de papel inerte. Al deconstruirlo para tejerlo, revela la textura oculta del texto, su respiración, su ritmo interno. Los tejidos de Virginia Woolf son densos, compactos, los de Paul Celan son aireados, fragmentados. Esta visualización de los estilos literarios es de una inteligencia rara, una forma de crítica literaria que no pasa por las palabras sino por la pura materialidad.

Pero atención, no es porque Vogt trabaje con libros que debe clasificarse en la cómoda categoría de “artistas del libro”. Su medio es el papel impreso, ciertamente, pero su verdadero tema es el tiempo. Como él mismo dice al hablar de su tejido incompleto de Proust (todos los volúmenes excepto “El tiempo recobrado”), él “reflexiona mediante la materia sobre lo incompleto”. Sus tejidos son relojes detenidos, momentos congelados que contienen paradójicamente la duración entera de una lectura.

El mito de Penélope, que inspira explícitamente a Vogt, también es una historia de tiempo suspendido, de espera, de trabajo que nunca termina. Pero a diferencia de Penélope que deshacía por la noche lo que tejía durante el día, Vogt acumula sus obras. Cada nuevo tejido añade un volumen a su biblioteca ideal, esa colección imposible que nunca estará completa pero que tiende asintóticamente hacia la totalidad borgiana.

Esta dimensión borgiana de su trabajo no se limita a la “Dirección al relato”, esa obra babeliana donde mezcla los idiomas. También se encuentra en su misma concepción de la lectura. Para Borges, como para Vogt, leer no es una simple decodificación lineal de un texto sino una experiencia compleja donde la imaginación del lector juega un papel tan importante como las palabras del autor. Por eso Vogt privilegia la abstracción sobre la figuración: no quiere imponer sus imágenes mentales sino crear un espacio donde las del espectador puedan desplegarse libremente.

Cuando teje “La Odisea” de Homero, Vogt no nos muestra a Ulises o a las sirenas; nos ofrece una materia que evoca el movimiento del mar, el paso del tiempo, el errar del héroe. Este enfoque recuerda la distinción que hace Borges entre la alegoría, que es sólo una transposición mecánica de ideas abstractas en imágenes concretas, y el símbolo, que está abierto a una multiplicidad de interpretaciones. Los tejidos de Vogt son profundamente simbólicos en el sentido borgiano: no representan, evocan.

El escritor argentino escribía que “el libro es una extensión de la memoria y de la imaginación” [5]. Vogt parece compartir esta visión cuando habla de crear obras que permiten “sentir el texto y percibir su aura en una fracción de segundo”. No se trata de resumir o simplificar la obra literaria, sino de capturar su esencia, de preservar su complejidad mientras la hace inmediatamente perceptible.

Lo que diferencia radicalmente a Vogt de tantos artistas contemporáneos que juegan con el texto es su profundo respeto por la literatura. No trata los libros como simples materiales para desviar, sino como universos para explorar y honrar. Su gesto de recorte no es destructivo sino transformador: no mata el texto, le da una nueva vida.

Lo que hace grande a Ilann Vogt es su capacidad para habitar plenamente ese espacio intermedio entre la artesanía y el arte conceptual, entre la literatura y las artes visuales, entre la tradición y la innovación. En un mundo artístico que a menudo valora lo espectacular y lo inmediato, propone una obra que exige tiempo y atención, una obra que, como los grandes libros que transforma, se revela progresivamente a quien sabe mirarla.

Entonces, la próxima vez que pases frente a una de sus obras, tómate el tiempo. Detente. Observa cómo la luz juega sobre los pliegues del papel tejido. Intenta descifrar algunas palabras dispersas que emergen del tejido. Y tal vez, solo tal vez, captarás en un instante lo que el escritor tardó años en escribir y el lector horas en leer. Es el milagro que nos ofrece Ilann Vogt: no la destrucción del libro, sino su transfiguración.


  1. Lévi-Strauss, Claude. Antropología estructural. Plon, 1958.
  2. Borges, Jorge Luis. Ficciones. Traducido por P. Verdevoye y N. Ibarra. Gallimard, 1951.
  3. Borges, Jorge Luis. “La Biblioteca de Babel” en Ficciones. Gallimard, 1951.
  4. Borges, Jorge Luis. “El Aleph” en El Aleph. Traducido por R. Caillois y R. L.-F. Durand. Gallimard, 1967.
  5. Borges, Jorge Luis. “El libro” en Conferencias. Traducido por F. Rosset. Gallimard, 1985.
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Referencia(s)

Ilann VOGT (1986)
Nombre: Ilann
Apellido: VOGT
Género: Masculino
Nacionalidad(es):

  • Francia

Edad: 39 años (2025)

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