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Joel Mesler: Comerciante de su propio pasado

Publicado el: 2 Abril 2025

Por: Hervé Lancelin

Categoría: Crítica de arte

Tiempo de lectura: 8 minutos

Joel Mesler convierte sus traumas de infancia en cuadros ácidos donde el papel pintado del Beverly Hills Hotel se vuelve un motivo recurrente. Bajo la superficie brillante de sus obras se oculta una profundidad psicológica que convierte cada lienzo en una confesión íntima.

Escuchadme bien, panda de snobs, es hora de dejar de lado vuestras poses intelectuales y abrir bien los ojos sobre Joel Mesler, ese artista estadounidense que os provoca con sus pinturas tan vibrantes como un cóctel californiano servido al borde de una piscina de los años 80. Mesler no es uno de esos cometas efímeros del mercado del arte, aunque haya experimentado un ascenso fulgurante, un aumento del 900% en tres años, como informan sus comerciantes con la sutileza de un elefante en una tienda de porcelana [1]. No, Mesler es un fenómeno mucho más complejo, un excomerciante de arte reconvertido en pintor que transforma sus traumas de la infancia en cuadros ácidos que los coleccionistas se arrebatan.

En el universo de Mesler, el psicoanálisis y el cine de autor se encuentran para formar una visión artística singular, donde cada lienzo es una sesión de terapia realizada bajo los focos de un estudio hollywoodense. Si Freud hubiera sido director de fotografía para David Lynch, el resultado probablemente se parecería a las obras de Mesler, una mezcla explosiva de afectos reprimidos y estética cuidadosamente orquestada.

Comencemos por el psicoanálisis, esa ciencia de las profundidades psíquicas que sería muy útil para descifrar la obra de nuestro artista. Mesler no oculta que su producción artística está anclada en un momento preciso: el trauma del divorcio de sus padres, más específicamente una escena en el Beverly Hills Hotel donde su padre, médico adicto a la cocaína, volcó la mesa del desayuno, proyectando huevos benedictinos sobre el vestido de su madre [2]. Una escena digna de una película de Cassavetes, pero vivida por un niño de 11 años que más tarde se convertirá en un artista obsesionado con el papel pintado Martinique con motivos de hojas de plátano, precisamente aquel que adornaba las paredes de dicho hotel.

En la más pura tradición psicoanalítica, Mesler usa su práctica artística como una herramienta de sanación. “Utilizo el mismo verde cuando pinto y obtengo ese mismo verde bajo mis uñas. Ahora me he dado poder a mí mismo. Gano dinero gracias a mi trauma”, confiesa el artista [3]. ¡He aquí una instrumentalización del trauma que haría sonreír al propio Freud! La sublimación nunca ha sido tan lucrativa.

El papel pintado del Beverly Hills Hotel se ha convertido para Mesler en lo que la magdalena fue para Proust, un disparador sensorial que abre las compuertas de la memoria involuntaria. Pero a diferencia del escritor francés, Mesler no se limita a contemplar sus recuerdos: los transforma en mercancías vendidas a precio de oro. El psicoanálisis nos enseña que el síntoma puede convertirse en un goce; en Mesler, se ha convertido en un fondo de comercio.

Esta transformación del trauma en obra de arte no es ajena a las teorías de Alfred Hitchcock sobre el manejo de la ansiedad: “Siempre hago que mis personajes sufran aquello que más miedo me da a mí mismo.” Mesler aplica este principio a su propia vida, expone sus miedos, sus vergüenzas y sus debilidades en cuadros de colores alegres que atraen la mirada antes de perturbar el espíritu. El psicoanálisis lacaniano hablaría aquí de un síntoma travestido en sinthome, es decir, de un sufrimiento transformado en creación.

Las letras y palabras que pueblan sus lienzos funcionan como asociaciones libres, técnica apreciada en el psicoanálisis freudiano. En su serie alfabética presentada en la galería Simon Lee, cada letra está vinculada a un recuerdo, una calle de Los Ángeles, un fragmento del pasado [4]. Esta fragmentación del relato personal en unidades simbólicas aisladas evoca la forma en que la memoria traumática se fragmenta y se reestructura.

Si el psicoanálisis nos ayuda a entender los fundamentos de la obra de Mesler, el cine de autor nos ofrece una clave de lectura para su estética. El propio artista reivindica esta influencia describiendo su vida como “las películas Kramer contra Kramer y Taxi Driver juntas” [5]. Esta referencia no es trivial. Por un lado, el drama familiar de Robert Benton que explora las consecuencias emocionales de un divorcio en un niño; por otro, el retrato scorsesiano de un hombre alienado en una ciudad hostil. Entre estos dos polos se sitúa el universo pictórico de Mesler.

La puesta en escena de sus cuadros recuerda las composiciones cuidadas de un Wes Anderson, con sus colores saturados y su aparente ingenuidad que oculta una profunda melancolía. Como en las películas de Sofia Coppola, el lujo y la opulencia sirven de escenario a dramas íntimos, desilusiones y pérdidas de la inocencia. Las piscinas que aparecen frecuentemente en la obra de Mesler funcionan como las de las películas de David Hockney o François Ozon, símbolos ambiguos de placer y peligro, de libertad y encierro.

La instalación “Pool Party” prevista para 2024 en el Rockefeller Center [6] ilustra perfectamente esta ambivalencia. Al transformar la pista de hielo emblemática en una piscina falsa, Mesler juega con los códigos del cine californiano, sol, agua azul, pelotas de playa, al tiempo que subvierte estas imágenes de postal mediante un desplazamiento contextual que las hace ligeramente inquietantes, como en una película de Lynch.

Las técnicas narrativas del cine de autor también se encuentran en la forma en que Mesler estructura su obra en secuencias y series. Su reciente exposición en el Long Museum de Shanghái, titulada “Spiritual Journey”, funcionaba como un road movie pictórico, donde cada lienzo constituía una etapa de un viaje interior [7]. Esta narración fragmentada, no lineal, donde presente y pasado se confunden, evoca los montajes elípticos de un Terrence Malick.

La dualidad está en el corazón del trabajo de Mesler, como en el corazón de muchas películas de autor. Luz y oscuridad, vacío y lleno, comienzo y fin, estas oposiciones estructuran sus composiciones. Sus auroras y atardeceres, materializados por pájaros de cerámica, recuerdan las transiciones temporales usadas por Tarkovski para marcar los pasajes entre diferentes estados de conciencia [8].

Los rabinos disco que Mesler ha empezado a pintar recientemente ilustran perfectamente esta convergencia entre psicoanálisis y cine de autor. Al retomar retratos tradicionales de rabinos para transformarlos en iconos pop de colores llamativos, el artista realiza una forma de montaje cinematográfico entre lo sagrado y lo profano, tradición y modernidad. Este gesto no es sin recordar el trabajo de Martin Scorsese sobre las figuras religiosas, donde la espiritualidad siempre está teñida de humanidad imperfecta.

“Nunca dejaré de pintar rabinos”, declara Mesler [9]. Esta obsesión por una figura de autoridad espiritual puede interpretarse como una búsqueda de un padre simbólico, tema querido por el psicoanálisis. La colección de más de 300 retratos de rabinos que ha acumulado evoca el concepto freudiano de compulsión de repetición, un intento inconsciente de dominar un trauma pasado reproduciéndolo en una forma controlada.

El recorrido de Mesler, de marchante de arte a artista, de toxicómano a hombre sobrio, se asemeja a un guion de redención hollywoodense. “Me desperté a la mañana siguiente con un paquete de pavo en la mano y no mucho en cuanto a cuadros. Dejé de beber unas semanas después”, cuenta él [10]. Esta confesión podría encajar en una película de Paul Thomas Anderson, donde los personajes oscilan entre autodestrucción y redención.

La sobriedad ha transformado fundamentalmente su enfoque artístico. “Antes de la sobriedad, vivía en el ego. Todo giraba en torno a mí”, explica Mesler [11]. Esta toma de conciencia recuerda los momentos epifánicos de las películas de Jim Jarmusch, donde los personajes alcanzan súbitamente una lucidez que los transforma.

Las letras doradas en forma de globos Mylar que flotan en sus obras recientes testimonian esta nueva ligereza. Pero estos globos no están completamente inflados ni totalmente desinflados, se encuentran en un estado intermedio, incierto, como suspendidos entre ascenso y caída. Esta ambigüedad deliberada evoca los finales abiertos del cine de autor, que rechazan la resolución fácil en favor de una verdad más compleja.

La obra de Joel Mesler funciona como una sesión de psicoanálisis filmada por un director visionario. Cada lienzo es tanto una confesión íntima como una puesta en escena sofisticada, un trabajo terapéutico y una producción artística consciente de sus efectos. No es casualidad que sus cuadros se vendan a precios astronómicos (275.000 dólares en Christie’s en 2021) [12]: ofrecen a los coleccionistas no solo un objeto estético, sino también un espejo donde proyectar sus propios deseos y ansiedades.

Y si aún no están convencidos de la profundidad oculta detrás de la aparente frivolidad de Mesler, consideren esto: su obra nos recuerda que la belleza es a menudo la más eficaz de las ocultaciones, que la risa puede enmascarar el dolor más agudo y que el arte más relevante a veces nace de los traumas más devastadores. Una lección que tanto el cine de autor como el psicoanálisis nos han enseñado desde hace tiempo, pero que parecemos condenados a olvidar, hasta que un artista como Mesler nos la recuerda, con grandes golpes de hojas de plátano y serpientes coloridas.


  1. Neuendorf, Henri. “Estamos en territorio desconocido: el artista Joel Mesler y cómo una carrera como marchante no le preparó en absoluto para convertirse en el favorito del mercado”, Artnet News, 12 de julio de 2021.
  2. Eisler, Maryam. “Joel Mesler: Lo que hay detrás del bombón visual”, LUX Magazine, 2022.
  3. “Joel Mesler”, Alain Elkann Interviews, 14 de abril de 2024.
  4. Kachka, Boris. “Cómo un marchante de arte se convirtió en un pintor prometedor”, The New York Times, 19 de junio de 2018.
  5. “Joel Mesler”, Alain Elkann Interviews, 14 de abril de 2024.
  6. “Joel Mesler: Las cocinas son buenos lugares para llorar”, Lévy Gorvy Dayan, comunicado de prensa, 2024.
  7. “Joel Mesler”, Notificación de venta, Norton Museum of Art, Subasta Gala 2025, 1 de febrero de 2025.
  8. “Joel Mesler: Las cocinas son buenos lugares para llorar”, Lévy Gorvy Dayan, comunicado de prensa, 2024.
  9. “Joel Mesler”, Alain Elkann Interviews, 14 de abril de 2024.
  10. Kachka, Boris. “Cómo un marchante de arte se convirtió en un pintor prometedor”, The New York Times, 19 de junio de 2018.
  11. Eisler, Maryam. “Joel Mesler: Lo que hay detrás del bombón visual”, LUX Magazine, 2022.
  12. Neuendorf, Henri. “Estamos en territorio desconocido: el artista Joel Mesler y cómo una carrera como marchante no le preparó en absoluto para convertirse en el favorito del mercado”, Artnet News, 12 de julio de 2021.
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Referencia(s)

Joel MESLER (1974)
Nombre: Joel
Apellido: MESLER
Género: Masculino
Nacionalidad(es):

  • Estados Unidos

Edad: 51 años (2025)

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