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La piel como territorio: Toyin Ojih Odutola

Publicado el: 8 Marzo 2025

Por: Hervé Lancelin

Categoría: Crítica de arte

Tiempo de lectura: 10 minutos

Toyin Ojih Odutola transforma la piel negra en un paisaje espléndido de posibilidades infinitas. Su meticulosa técnica de estratificación crea personajes cuya identidad se vuelve rizomática, un cruce de historias e influencias donde cada marca narra una experiencia de desplazamiento y recomposición.

Escuchadme bien, panda de snobs. Estáis ahí, con vuestras copas de champán tibio y vuestros comentarios exagerados sobre el arte contemporáneo, pretendiendo entender lo que ocurre ante vuestros ojos. Pero ¿habéis visto realmente a Toyin Ojih Odutola? No simplemente mirado sus obras por encima, sino sumergido en las capas profundas de sus dibujos, donde la piel se convierte en un mapa de una experiencia visceral que sólo podéis rozar.

La obra de Toyin Ojih Odutola es un acto de resistencia contra las simplificaciones narrativas. Esta artista nigeriano-americana, con sus bolígrafos, pasteles y carboncillo, crea mucho más que retratos; forja paisajes corporales que cuentan historias alternativas, mundos paralelos donde los protagonistas negros escapan de las cadenas de la historia colonial. Ella transforma la piel negra en un territorio espléndido de posibilidades infinitas.

Lo que impresiona de inmediato es su técnica meticulosa de estratificación. Cada centímetro cuadrado de piel en sus dibujos contiene un universo de marcas deliberadas, texturas ondulantes que parecen palpitar bajo tu mirada. Este enfoque recuerda inevitablemente la filosofía de Édouard Glissant y su concepto de “poética de la Relación” [1]. Glissant habla de la identidad como un rizoma, un sistema de raíces múltiples e interconectadas en lugar de una raíz única y dominante. Rechaza la identidad como esencia fija y abraza la identidad como relación, como un proceso dinámico de encuentros e intercambios.

¿No es exactamente eso lo que hace Ojih Odutola? Su técnica de capas superpuestas evoca esta visión rizomática de la identidad. Ella crea personajes cuya piel es un cruce de historias, influencias y futuros posibles. “Leo las marcas como una forma de lenguaje,” dice ella, “de la misma manera que se podría leer el inglés.” [2] Las marcas en la piel no son simples trazos estéticos, sino un sistema semiótico complejo que narra experiencias de desplazamiento, migración y recomposición identitaria.

En su exposición “To Wander Determined” en el Museo Whitney, Ojih Odutola creó una serie de retratos ficticios que cuentan la historia de dos familias aristocráticas nigerianas unidas por el matrimonio de dos hombres. Esta ficción especulativa es un gesto político audaz que transforma el imaginario poscolonial. Al concebir una Nigeria alternativa donde la homosexualidad no está criminalizada, donde la riqueza negra es normalizada y celebrada, ella no se limita a representar “lo que es”, sino que explora “lo que podría ser”.

Este enfoque hace eco de la literatura especulativa de Octavia Butler, cuya firma Ojih Odutola lleva tatuada en su mano izquierda. Butler y Ojih Odutola comparten la capacidad de usar la ficción como laboratorio de experimentación social para interrogar y reconfigurar las estructuras de poder. Como escribe Butler en “Parable of the Sower”: “Todo lo que tocas, lo cambias. Todo lo que cambias te cambia a ti.” [3] El acto creativo se convierte entonces en un acto de transformación tanto personal como colectiva.

El poder de la obra de Ojih Odutola radica precisamente en esta capacidad de hacernos imaginar otros mundos posibles, otras configuraciones sociales. Al colocar a sus personajes negros en contextos de poder, ocio e intimidad poco representados en el arte occidental, amplía el horizonte de lo posible. Sus protagonistas no se definen por su sufrimiento o resistencia a la opresión, sino que existen plenamente con su compleja individualidad.

Tomemos “The Firmament” (2018), esa obra magistral donde un personaje de piel oscura se destaca sobre un fondo de azul profundo. La riqueza de la textura cutánea, con sus rayas luminosas y sus sombras aterciopeladas, trasciende la simple representación biológica para volverse cósmica. La piel ya no es solo una envoltura corporal, sino un cielo estrellado, un firmamento. Esta transmutación del cuerpo en cosmos recuerda el enfoque fenomenológico de Maurice Merleau-Ponty, para quien el cuerpo es nuestro “anclaje en el mundo”, el punto cero de toda percepción y experiencia [4].

En “A Countervailing Theory” (2020), su primera exposición individual en el Reino Unido, Ojih Odutola lleva aún más lejos su exploración narrativa. Allí inventa una civilización prehistórica matriarcal en la meseta de Jos en Nigeria, donde una clase dirigente de mujeres guerreras somete a hombres creados artificialmente. Esta inversión de las relaciones de género y poder nos enfrenta a nuestros presupuestos más arraigados sobre el “orden natural” de las cosas.

A través de esta mitología alternativa, Ojih Odutola interroga no solo las estructuras de dominación de género, sino también los arquetipos narrativos que moldean nuestra comprensión de la historia. Revela así que lo que consideramos “natural” o “inevitable” suele ser solo una construcción contingente, un relato entre otros posibles. Este enfoque descolonial ataca los fundamentos epistémicos de la dominación occidental.

Su técnica de dibujo en blanco y negro en esta serie acentúa el carácter arqueológico de su enfoque, como si estuviera desenterrando vestigios de una historia olvidada. La composición circular de la exposición en el Barbican, donde el espectador sigue un recorrido curvo sin jamás ver el conjunto de la historia de un solo vistazo, refuerza esta impresión de descubrimiento progresivo, de relato que se revela paso a paso.

Pero quizás sea en su serie “The Treatment” (2015-2016) donde Ojih Odutola lleva más lejos su reflexión sobre los mecanismos de construcción racial. Al representar figuras masculinas blancas famosas con piel negra, expone la blancura como construcción social más que como un dato biológico. Si un Picasso o un Príncipe Carlos pueden representarse con piel negra sin que eso afecte su reconocimiento, es porque la raza es ante todo un sistema de signos y valores codificados culturalmente.

Volvamos a Glissant y a su distinción entre “pensamiento de sistema” y “pensamiento de traza”. El primero busca categorizarlo todo, fijarlo en identidades estables y separadas. El segundo acepta lo imprevisible, lo opaco, el movimiento perpetuo de las identidades. La obra de Ojih Odutola se inscribe resueltamente en este pensamiento de traza: difumina fronteras, complica identidades, celebra la opacidad como derecho fundamental a no ser completamente comprendido o categorizado.

“No me interesa la documentación de mi vida cotidiana tal como es”, declara la artista, “sino las viñetas de cosas, de momentos, de recuerdos, de cosas que no tienen del todo sentido, pero que no son necesariamente surrealistas. Hay realidad en mi trabajo, pero esa realidad es una estructura para que lo imaginario emerja, prolifere y circule.” [5] Esta declaración podría muy bien venir de Glissant mismo, quien defiende el derecho a la opacidad frente a las pretensiones universalizantes de la transparencia occidental.

En su serie más reciente, “Tell Me A Story, I Don’t Care If It’s True” (2020), creada durante el confinamiento en Nueva York, Ojih Odutola yuxtapone texto e imagen para explorar las múltiples verdades que pueden coexistir dentro de una misma narración. Esta serie hace eco a las teorías del filósofo Jean-François Lyotard sobre el fin de los grandes relatos y la aparición de micro-relatos múltiples y contradictorios [6]. En una época caracterizada por los “hechos alternativos” y la polarización ideológica, esta reflexión sobre la naturaleza ambigua de la verdad narrativa adquiere una resonancia particular.

El arte de Ojih Odutola es también profundamente teatral. Sus personajes parecen conscientes de ser observados, pero se niegan a actuar para la mirada externa. Existen en un estado de despreocupación deliberada que descentrala la atención del espectador. Incluso cuando miran hacia el observador, parecen mirar más allá, hacia un horizonte que no podemos percibir. Esta resistencia a la mirada colonizadora recuerda la fenomenología sartriana y su concepción de la mirada del otro como potencialmente objetivante [7].

En “Chosen” (2020), dos personajes contemplan un escaparate marcado con la palabra “SALE” (rebajas). Uno de ellos se ajusta el brillo de labios mientras se desarrolla una conversación sobre la autoestima. “No te preocupes, si tuviéramos la elección, no nos elegiríamos a nosotros mismos”, dice uno. “Bueno… yo te elegiría a ti”, responde el otro. Esta escena aparentemente banal condensa toda la complejidad de las relaciones intersubjetivas en un contexto capitalista y postcolonial donde los cuerpos negros están constantemente mercantilizados.

Lo que distingue fundamentalmente a Ojih Odutola de muchos artistas contemporáneos es su rechazo categórico al patetismo y al trauma como los únicos modos de representación de los cuerpos negros. Ella insiste en la alegría, la contemplación, el descanso como experiencias igualmente políticas y significativas que el sufrimiento o la resistencia. En un panorama artístico donde el dolor negro suele ser espectacularizado y comercializado, esta celebración de la quietud y el ocio constituye un acto radical.

Como ella misma explica: “¿Qué pasa si reclamas cada lugar al que vas como una casa? Algunas personas negras evitan viajar porque temen (de manera razonable) encontrar racismo. Quería ayudar a mitigar esa hesitación representando a personas negras al aire libre, en la naturaleza, nadando en lagunas, relajándose en la playa, admirando la puesta de sol.” [8] Esta normalización de la presencia negra en espacios de ocio y contemplación es profundamente política en su propia banalidad.

El enfoque de Ojih Odutola no es ajeno al de Toni Morrison, quien afirmaba querer escribir los libros que le hubiera gustado leer. La artista crea las imágenes que le hubiera gustado ver de niña, representaciones donde las personas negras existen plenamente en su humanidad compleja, su belleza y su cotidianeidad banal. “El trabajo que hago ahora es el trabajo que mi yo de nueve años imaginaba,” dice ella, “así como el trabajo anterior era lo que mi yo de cinco años conjuraba.” [9]

Esta conexión con la infancia no es fortuita. Es precisamente en la infancia donde se forman nuestros primeros imaginarios, nuestras primeras visiones de lo posible. Al crear mundos alternativos donde las personas negras ocupan naturalmente posiciones de poder, ocio e intimidad, Ojih Odutola amplía el horizonte de lo posible para las generaciones futuras. Ella ofrece lo que la teórica feminista bell hooks llamaría “espacios de agencia”, representaciones que permiten imaginarse actor y no simple objeto de la mirada ajena [10].

La fuerza de su obra radica también en su equilibrio entre lo íntimo y lo político, entre lo personal y lo colectivo. Sus retratos, aunque ficticios, poseen una presencia tal, una vitalidad tal que parecen respirar ante nuestros ojos. Esta capacidad de insuflar vida a sus personajes de papel atestigua no solo un dominio técnico excepcional, sino también una profunda empatía.

Porque a pesar de toda su sofisticación conceptual, el arte de Ojih Odutola sigue siendo profundamente humano. Nos toca no porque nos explique una teoría, sino porque nos hace sentir una experiencia. La textura de su piel dibujada se convierte en metáfora de una existencia estratificada, compleja, rica en contradicciones y posibilidades.

En un mundo artístico aún demasiado a menudo estructurado en torno a la mirada blanca, masculina y occidental, Toyin Ojih Odutola nos ofrece una visión radicalmente diferente, donde la piel negra ya no es estigma sino cosmos, donde la identidad ya no es cárcel sino terreno de juego. Ella amplía nuestra concepción de lo posible, empuja las fronteras de lo imaginable y nos recuerda que toda narrativa dominante puede ser cuestionada, subvertida, reinventada.

Entonces, panda de snobs, la próxima vez que contempléis una obra de Ojih Odutola, quizás veáis más allá de su virtuosismo técnico, quizás sintáis esta invitación a habitar el mundo de otra manera, a imaginar otros posibles. Y si no es así, bueno, conformaos con vuestro champán tibio y vuestras conversaciones insípidas. El arte de Ojih Odutola seguirá existiendo, respirando y transformando el mundo, con o sin vuestra comprensión.


  1. Édouard Glissant, Poétique de la Relation, Gallimard, 1990.
  2. Kristin Farr, “Toyin Ojih Odutola, Infinite Possibility”, Juxtapoz, septiembre-octubre de 2017.
  3. Octavia Butler, Parable of the Sower, Four Walls Eight Windows, 1993.
  4. Maurice Merleau-Ponty, Phénoménologie de la perception, Gallimard, 1976.
  5. Kristin Farr, “Toyin Ojih Odutola, Infinite Possibility”, Juxtapoz, septiembre-octubre de 2017.
  6. Jean-François Lyotard, La Condition postmoderne, Éditions de Minuit, 1979.
  7. Jean-Paul Sartre, L’Être et le Néant, Gallimard, 1943.
  8. Jackie Mantey, “Arte que deberías conocer: la pintora Toyin Ojih Odutola”, 22 de mayo de 2018.
  9. Kristin Farr, “Toyin Ojih Odutola, Infinite Possibility”, Juxtapoz, septiembre-octubre de 2017.
  10. bell hooks (Gloria Jean Watkins), Black Looks: Race and Representation, South End Press, 1992.
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Referencia(s)

Toyin Ojih ODUTOLA (1985)
Nombre: Toyin Ojih
Apellido: ODUTOLA
Género: Femenino
Nacionalidad(es):

  • Nigeria
  • Estados Unidos

Edad: 40 años (2025)

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