Escuchadme bien, panda de snobs, si creéis haberlo visto todo en el mundo del arte contemporáneo asiático, estáis equivocados. Lao Lianben, ese artista filipino nacido en 1948, os dará una bofetada visual de la que no os recuperaréis pronto. Sí, lo sé, estáis ahí, en vuestras inauguraciones elegantes fingiendo entender el arte abstracto cuando ni siquiera sabéis distinguir un Rothko de un Newman. Pero Lao Lianben trasciende todas esas frivolidades pretenciosas.
Cuando descubrí sus obras monocromas, primero pensé: “Otro de esos minimalistas que se la juega zen”. Y entonces, la magia operó. Una magia sin artificio, sin alharaca, una alquimia sutil entre materia y meditación. Porque donde tantos artistas contemporáneos se agitan para atraer la atención, Lao Lianben nos invita al silencio. Un silencio atronador.
Formado en la Universidad del Este con un título en Bellas Artes, Lianben se ha convertido en una figura esencial del arte filipino. Desde su primera exposición individual en las Solidaridad Galleries en 1973, ha trazado un camino singular, introduciendo el uso de objetos encontrados y materiales autóctonos en sus ensamblajes, un enfoque innovador que le ha valido numerosos reconocimientos.
Lo que llama la atención inmediatamente en la obra de Lao Lianben es esa tensión constante entre lo visible y lo invisible, entre lo que se muestra y lo que se sugiere. Sus composiciones, a menudo dominadas por negros profundos o grises matizados, revelan una comprensión profunda de la filosofía oriental, particularmente del budismo zen. Pero cuidado, no es un artista que se contente con reciclar clichés espirituales para turistas ávidos de exotismo.
La obra de Lao Lianben se inscribe en una tradición pictórica que se remonta a la dinastía Song del Sur en China. Está especialmente influenciado por Mu Qi (牧谿), monje budista zen del siglo XIII, conocido por sus pinturas de tinta que capturan la esencia misma de los sujetos representados. En “Table with Muchi (Mu Qi)”, Lao Lianben rinde homenaje a este maestro evocando su famosa pintura de caquis, donde las frutas parecen flotar en el espacio pictórico. Esta referencia no es casual: ancla a Lianben en una línea artística que privilegia la intuición y la espontaneidad sobre la técnica académica [1].
Giorgio Agamben, ese filósofo italiano contemporáneo, propone una reflexión pertinente para comprender la obra de Lao Lianben. En “¿Qué es lo contemporáneo?”, Agamben escribe: “El contemporáneo es quien fija su mirada en su tiempo para percibir no las luces, sino la oscuridad” [2]. Este pensamiento resuena especialmente con los lienzos oscuros de Lao Lianben, donde la oscuridad no es ausencia sino presencia, densa y cargada de significados. Sus obras nos invitan a percibir esa oscuridad, esa parte sombría de nuestra época que preferiríamos ignorar.
La manera en que Lao Lianben trabaja la superficie de sus lienzos recuerda lo que Agamben llama “la arqueología filosófica”, ese método que consiste en escarbar en las capas del presente para descubrir las huellas del pasado. Cada capa de pintura, cada textura creada por Lianben es como una capa temporal, que testimonia un gesto, una intención, un momento. En “Soot” (Hollín), las múltiples rayas crean un espacio negativo que evoca un bosque de bambúes, pero también el testimonio de una memoria colectiva, de un saber transmitido a través de las eras.
Agamben también nos dice que “ser contemporáneo significa volver a un presente donde nunca hemos estado” [3]. Las obras de Lao Lianben nos transportan precisamente a ese presente ancestral, a esa temporalidad paradójica donde pasado y futuro se encuentran. Sus obras como “Monk’s Dream” (El Sueño del Monje), con sus 239 cuencos de limosna repetidos, crean un ritmo visual que suspende el tiempo, situándonos en ese entretiempo del que habla Agamben.
Pero no se equivoquen: Lao Lianben no es un místico desconectado del mundo real. Su trabajo también se inscribe en una reflexión sobre la materialidad y el impacto ecológico de nuestra civilización. Tomemos “Voices” (Voces), donde 182 lámparas de manteca están dispuestas formando un mandala bajo una capa de cera gel transparente. Esta obra evoca las prácticas rituales tibetanas, pero también nuestra relación contemporánea con el consumo de energía y la luz artificial. Lao Lianben transforma así un gesto tradicional en un comentario sutil sobre nuestra relación con el mundo material.
La filosofía de Agamben nos ayuda a comprender esta dimensión crítica de la obra de Lao Lianben. Para el filósofo italiano, “el contemporáneo es aquel que, mediante la división y la interpolación del tiempo, es capaz de transformarlo y ponerlo en relación con otros tiempos” [4]. Esto es exactamente lo que hace Lao Lianben cuando yuxtapone técnicas tradicionales y materiales modernos, cuando dialoga con Mu Qi a través de los siglos.
En “Buddhist Television” (Televisión Budista), Lao Lianben juega con las palabras para crear un puente entre la espiritualidad antigua y las tecnologías modernas. Este juego de palabras ilustra perfectamente lo que él entiende por “primer orden” de articulación e innovación en el arte. Aquí hay una crítica implícita a nuestra sociedad del espectáculo, donde incluso la espiritualidad se convierte en un producto mediático. Pero esta crítica nunca es didáctica ni moralista, se expresa a través del humor y la poesía visual.
La serie “Sense of Light” (Sentido de la Luz) muestra cómo Lao Lianben transforma materiales ordinarios, como cuerdas de abacá cuidadosamente enrolladas y clavadas en la superficie del lienzo, en meditaciones visuales sobre la naturaleza de la percepción. Estas obras hacen eco al pensamiento de Agamben sobre los dispositivos: “Llamo dispositivo a todo aquello que tiene, de una forma u otra, la capacidad de capturar, orientar, determinar, interceptar, modelar, controlar y asegurar los gestos, las conductas, las opiniones y los discursos de los seres vivos” [5]. Las cuerdas de Lao Lianben, organizadas en cuadrícula, se convierten así en un dispositivo que captura nuestra mirada y orienta nuestra percepción.
La cuestión del tiempo atraviesa toda la obra de Lao Lianben, así como atraviesa el pensamiento de Agamben. En “Table with 13 stones” (Mesa con 13 piedras), el artista representa literalmente trece piedras alineadas sobre una mesa. Esta obra aparentemente simple es en realidad un comentario sobre la epistemología digital y el sentido. Lao Lianben, que había incorporado piedras reales en sus obras anteriores, las representa aquí de manera mimética, creando así una distancia reflexiva con su propia práctica. Esta autorreferencialidad recuerda lo que Agamben llama “el gesto”, esa dimensión de la acción humana que no es ni un medio para un fin, ni un fin en sí misma, sino la pura medialidad, la exposición de un medio como tal.
Lo que me gusta de Lao Lianben es su manera de trabajar la materia. El artista es un verdadero alquimista de la textura. Sus superficies son como pieles vivas, que respiran, sudan, envejecen. En “Monk’s House” (La Casa del Monje), transforma cientos de palitos de incienso quemados en una sorprendente estructura arquitectónica, coronada por un techo decorativo inspirado en los mokoshi (pisos volados) de los templos budistas. Esta obra, la única completamente negra, crea un contraste impactante con otras piezas del artista.
La negrura en Lao Lianben nunca es simplemente decorativa. Hace referencia a las enseñanzas del lama tibetano Tachen Rinpoche, que habla de dos tipos de oscuridad que velan nuestros ojos ordinarios: la oscuridad de las emociones toscas y perturbadoras, y la oscuridad de los hábitos inconscientes. El incienso, en la tradición budista, ayuda a disipar “la oscuridad personal” y a cultivar la sabiduría clara. La obra de Lao Lianben se convierte así en una metáfora visual de este proceso de iluminación espiritual.
Lo que es notable en Lao Lianben es su capacidad para crear obras que funcionan simultáneamente en varios niveles: estético, filosófico, espiritual, crítico. Fusiona las técnicas para crear una inmediatez que evoca directamente la imaginación personal, más que una referencia analítica a un estilo particular. Eso es lo que llamo arte que te golpea en las entrañas sin pasar por el cerebro. Arte que te hace sentir antes de hacerte pensar. Y, sin embargo, el pensamiento llega, inevitable, como el reflujo tras la ola.
Después de varias décadas, Lao Lianben continúa creando obras que desafían nuestras expectativas. Su serie “Sense of Light” forma parte de un continuo, pero también existe de forma independiente, libre del peso de la identidad del artista y de su pasado. Es esta libertad la que encuentro tan refrescante en él. En un mundo del arte donde todo el mundo intenta desesperadamente construirse una “marca”, Lao Lianben se limita a seguir su camino interior, fiel a su visión.
Para citar una última vez a Agamben: “El acceso al presente tiene necesariamente la forma de una arqueología” [6]. La obra de Lao Lianben es precisamente esa arqueología del presente, ese esfuerzo por desenterrar el significado enterrado bajo las capas de nuestra cultura visual saturada. Nos recuerda que el verdadero arte no está en lo espectacular o lo ostentoso, sino en esa atención minuciosa a lo que, ordinariamente, nos pasa desapercibido.
Así que, si realmente quieres impresionar a tus amigos en tu próxima cena social, olvida las últimas tendencias de Art Basel y sumérgete en el universo de Lao Lianben. Su obra te recordará por qué empezaste a amar el arte en primer lugar, no por su prestigio social o su valor comercial, sino por su capacidad para hacer que veamos el mundo de manera diferente, para conectarnos con algo más grande que nosotros mismos.
Y si eso no es lo que el arte debería hacer, entonces no sé qué es.
- Aman Santos, “Unmediated”, catálogo de la exposición “Sense of Light”, Taipei, Michael Ku Gallery, 2016.
- Giorgio Agamben, “¿Qué es lo contemporáneo?”, traducido por Maxime Rovere, París, Payot & Rivages, 2008.
- Ibíd.
- Ibíd.
- Giorgio Agamben, “¿Qué es un dispositivo?”, traducido por Martin Rueff, París, Payot & Rivages, 2007.
- Giorgio Agamben, “¿Qué es lo contemporáneo?”, op. cit.
















