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Mickalene Thomas: La revolución que brilla

Publicado el: 5 Enero 2025

Por: Hervé Lancelin

Categoría: Crítica de arte

Tiempo de lectura: 6 minutos

Mickalene Thomas dinamita los códigos con una maestría desconcertante. Sus mujeres negras, cubiertas de brillantes, miran al espectador con seguridad, transformando los espacios domésticos en manifiestos políticos. No pide permiso para ocupar el espacio, lo toma y lo hace brillar.

Escuchadme bien, panda de snobs, ya es hora de hablar de Mickalene Thomas (nacida en 1971), esa artista que sacude nuestras certezas con la sutileza de un huracán en una tienda de porcelana.

¿Crees que conoces el arte contemporáneo porque has colgado un póster de Kandinsky en tu salón? Error. Thomas no juega en el mismo campo que tus reproducciones de IKEA. Ella dinamita los códigos de la representación con una maestría que hace temblar las paredes de las instituciones.

Primer tema: la deconstrucción y reapropiación de la mirada masculina en la historia del arte. Thomas no se conforma con revisar a los maestros antiguos, los toma por sorpresa con una insolencia jubilosa. Su reinterpretación de “El almuerzo sobre la hierba” de Manet es un golpe estético. Donde Manet mostraba a una mujer desnuda junto a hombres vestidos, Thomas coloca a tres mujeres negras, vestidas y poderosas, que miran al espectador con una seguridad desconcertante. Esta obra monumental de 3 metros por 8 no es solo un simple homenaje o una cita, es una respuesta contundente a siglos de objetivación del cuerpo femenino negro.

Se inscribe en la línea de lo que Simone de Beauvoir ya había teorizado en “El segundo sexo”: la mirada masculina que convierte a la mujer en objeto. Pero Thomas va más allá añadiendo la dimensión poscolonial que Edward Said desarrolló en “Orientalismo”. Nos obliga a enfrentar nuestros propios prejuicios, nuestros automatismos de pensamiento heredados de una historia del arte dominada por la mirada blanca masculina.

Sus odaliscas contemporáneas, cubiertas de strass y purpurina, no son objetos pasivos de contemplación, sino sujetos activos que nos interrogan. Walter Benjamin hablaba del aura de la obra de arte; Thomas crea una nueva forma de aura, hecha de brillo artificial y confrontación directa. El strass no es un simple efecto decorativo, es una armadura brillante que refleja nuestra mirada, que nos fuerza a reconocer nuestra posición de voyeurs.

Segundo tema: la estética del salón negro americano como espacio de resistencia y afirmación. Thomas transforma los interiores domésticos en verdaderos manifiestos políticos. Sus instalaciones y cuadros recrean espacios inspirados en los años 70, con sus papeles pintados de motivos psicodélicos y muebles cubiertos con telas estampadas. No es simple nostalgia, es una arqueología del poder negro.

Estos interiores hacen eco a las teorías de Bell Hooks sobre el hogar como lugar de resistencia. En una sociedad que históricamente ha negado a las mujeres negras el derecho a la intimidad y al espacio personal, crear y decorar el interior se convierte en un acto político. Los modelos de Thomas, a menudo fotografiados en estos decorados recargados, no están simplemente posando, habitan el espacio con un orgullo que desafía las convenciones.

La sofisticación de estas puestas en escena recuerda lo que Roland Barthes escribía sobre la fotografía: cada detalle es “punctum”, punto de contacto emocional con el espectador. Los motivos geométricos que se repiten, las texturas que se acumulan, crean una tensión visual que traduce la complejidad de la identidad afroamericana contemporánea.

Thomas transforma estos espacios domésticos en plataformas de reivindicación. Utiliza lo kitsch y el exceso como armas, subvirtiendo los códigos de “buen gusto” que durante mucho tiempo sirvieron para marginar la estética negra. Sus obras son deliberadamente excesivas, como lo que Susan Sontag definía como el “camp”, una sensibilidad que convierte lo serio en ligereza y viceversa.

Su trabajo también crea puentes entre diferentes tradiciones artísticas. Ella bebe tanto de la historia del arte occidental como de la cultura popular afroamericana, creando obras que son a la vez cultas y accesibles. Sus retratos monumentales, cubiertos de piedras brillantes y purpurina, son tan sofisticados como un lienzo de Matisse pero hablan directamente al corazón del espectador contemporáneo.

Thomas no se limita a representar a mujeres negras, las celebra en toda su complejidad. Sus modelos no son arquetipos ni símbolos, sino individuos con sus propias historias, sus propias fuerzas y vulnerabilidades. Captura lo que Toni Morrison llamaba la “mirada interior”, la forma en que las mujeres negras se ven a sí mismas, más allá de la mirada blanca.

Su uso de materiales no convencionales, piedras brillantes, purpurina, acrílico, no es una simple elección estética. Es una declaración política que rechaza las jerarquías tradicionales del arte. Transforma materiales considerados de “baja calidad” en herramientas de celebración y afirmación. Cada piedra brillante es una pequeña revolución que brilla con mil destellos.

La fotografía juega un papel importante en su proceso creativo. Sus sesiones fotográficas son colaboraciones íntimas con sus modelos, creando un espacio seguro donde pueden expresar su personalidad. Estas fotos luego sirven de base para sus pinturas, pero el proceso de transformación es radical. Las imágenes se deconstruyen, recombinan y amplifican hasta convertirse en iconos contemporáneos.

En un mundo del arte que sigue siendo mayoritariamente dominado por hombres blancos, Thomas crea su propio canon. No pide permiso para ocupar el espacio, lo toma, lo transforma y lo hace brillar. Sus obras son actos de resistencia alegre, celebraciones de la belleza negra que se niegan a ser ignoradas.

Nos recuerda que el arte no es solo cuestión de estética sino también de poder. ¿Quién tiene derecho a ser representado? ¿Quién controla la mirada? Sus obras responden a estas preguntas con una tranquila certeza: las mujeres negras ya no son objetos para contemplar, sino sujetos que nos miran fijamente a los ojos.

Thomas nos obliga a repensar no solo qué puede ser el arte, sino también qué puede hacer. Sus obras no son simples objetos para colgar en las paredes, sino catalizadores de cambio, espacios de diálogo y transformación. En un mundo donde la representación sigue siendo un campo de batalla, Thomas crea imágenes que son a la vez celebraciones y manifestaciones.

Sus instalaciones inmersivas, como la presentada en el Broad en Los Ángeles, transforman los espacios de exposición en lugares de encuentro y contemplación. El espectador ya no es un simple observador pasivo, sino un participante activo en un diálogo sobre identidad, belleza y poder. Los espejos que a menudo integra en sus obras nos devuelven nuestra propia mirada, obligándonos a examinar nuestros prejuicios y expectativas.

Thomas no se limita a crear imágenes, crea experiencias. Sus exposiciones son entornos totales donde cada elemento contribuye a una narrativa más amplia sobre identidad, género y raza. Transforma las galerías en espacios de posibilidad donde las historias tradicionales se reescriben y donde nuevas voces pueden emerger.

Su trabajo con la casa Dior muestra cómo puede navegar entre los mundos del arte y la moda sin comprometer su visión. Utiliza estas colaboraciones como plataformas para amplificar su mensaje, transformando espacios tradicionalmente exclusivos en oportunidades de diálogo y cambio.

El poder de su obra reside en su capacidad para ser a la vez política y personal, crítica y celebratoria. No se limita a señalar los problemas, sino que propone soluciones, visiones alternativas, posibilidades de transformación. Cada obra es una afirmación de la belleza y la dignidad de las mujeres negras, pero también una invitación al diálogo y a la reflexión.

Thomas crea obras que hablan directamente al corazón y a la mente. Nos recuerda que el arte puede ser a la vez intelectualmente estimulante y emocionalmente poderoso, políticamente comprometido y estéticamente seductor. Sus obras no son simplemente objetos para contemplar, son invitaciones a repensar nuestra relación con el arte, la identidad y el poder. Nos muestra que la belleza puede ser una forma de resistencia y que el arte puede ser una herramienta de transformación social.

El trabajo de Mickalene Thomas es una celebración de la resiliencia y de la belleza de las mujeres negras, pero también es una invitación para que todos repensemos nuestros prejuicios y expectativas. Ella crea un arte que no pide permiso para existir, que no se disculpa por ocupar espacio, que brilla con mil luces y nos obliga a mirar, realmente mirar, lo que siempre ha estado ahí, esperando ser reconocido y celebrado.

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Referencia(s)

Mickalene THOMAS (1971)
Nombre: Mickalene
Apellido: THOMAS
Género: Masculino
Nacionalidad(es):

  • Estados Unidos

Edad: 54 años (2025)

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