Escuchadme bien, panda de snobs, dejad de desmayaros ante las últimas tendencias conceptuales insípidas y prestad atención. Os voy a hablar de Mimmo Paladino, ese artista italiano que merece vuestra atención más que cualquier instalación de vídeo pretenciosa. Aquí tenéis a un artista que tuvo el descaro de resucitar la pintura figurativa en una época en que la vanguardia la consideraba muerta y enterrada. En 1977, cuando el arte conceptual frío dominaba, Paladino se atrevió a crear “Silenzioso, mi ritiro a dipingere un quadro” (Silenciosamente, me retiro a pintar un cuadro), un manifiesto visual que anunciaba su regreso deliberado a la pintura con toda la fuerza transgresora que ese acto implicaba [1]. Era como si le dijera al establishment artístico: “Id a tomar por saco, voy a pintar lo que quiera.”
Esta actitud desafiante no era solo una postura rebelde, encarnaba una visión artística profunda. Paladino se inspiró en las ruinas arqueológicas de su Italia natal para crear un lenguaje visual que trasciende el tiempo. Nacido en Paduli, cerca de Benevento, en 1948, creció rodeado de vestigios de una región impregnada de historia, donde las reliquias griegas, romanas y cristianas coexisten con el presente [2]. Esta cercanía con el pasado no le provocó un sentimentalismo nostálgico, sino una conciencia aguda de la persistencia de mitos y símbolos arcaicos en nuestra psique colectiva.
Lo que me impresiona de Paladino es que rompe las fronteras temporales y estilísticas sin caer jamás en el pastiche. Tomad su “Montagna di sale” (Montaña de sal), esta instalación colosal presentada primero en Gibellina en 1990, luego en Nápoles y Milán. Treinta caballos de madera calcinados emergiendo de una montaña de sal de quince metros de altura [3], ¡qué visión! Es teatro visual a gran escala, una escena apocalíptica que funciona como una alucinación colectiva.
Paladino mantiene una relación fascinante con la arquitectura que va más allá de la estética. Sus obras arquitectónicas no son simples estructuras, funcionan como metáforas existenciales, interrogantes sobre el lugar del hombre en el universo. Cuando Paladino construye su “Hortus Conclusus” en el claustro de San Domenico en Benevento en 1992, no solo transforma un espacio público, crea una cosmología personal, un microcosmos donde cada elemento forma parte de un sistema de significado más amplio [4].
La arquitectura, en Paladino, se convierte en un intermediario entre el cuerpo humano y el cosmos. Como señalaba el arquitecto Peter Eisenman: “La arquitectura es esa disciplina que organiza el encuentro del cuerpo con el otro, sea otro cuerpo o el universo” [5]. Paladino trasciende la simple colaboración arquitectónica para imaginar espacios que rompen nuestra percepción habitual. Su rediseño de la Piazza dei Guidi en Vinci en 2006 no solo embellece el espacio urbano, crea un diálogo visual con el legado de Leonardo, usando formas geométricas que recuerdan los estudios matemáticos del maestro del Renacimiento [6].
En sus propias pinturas, la arquitectura aparece como una presencia espectral. Sus series tituladas “Architettura” (2000) presentan signos e imágenes fugaces dibujados sobre relieves de cartón, revisitando el Cubo-Futurismo y el Constructivismo con una libertad inventiva [7]. Estas obras no simplemente representan edificios, sino que cuestionan la misma noción de construcción, ensamblaje, y estructura, tanto material como mental.
Lo que distingue el enfoque arquitectónico de Paladino es que nunca es funcionalista ni racionalizador. Al contrario, abraza el misterio, lo irracional, lo simbólico. Sus ambientes son lugares de contemplación, espacios liminales donde el espectador puede experimentar una temporalidad diferente. Se encuentra una resonancia con lo que Martin Heidegger llamaba “construir, habitar, pensar”, la idea de que la arquitectura auténtica es aquella que permite al ser humano habitar verdaderamente el mundo, encontrar en él su morada [8].
La “Puerta de Lampedusa” (2008), monumental estructura en terracota y hierro dedicada a los migrantes muertos en el mar, ilustra perfectamente esta dimensión existencial. Esta puerta, que no se abre a nada concreto sino al imaginario colectivo, funciona como un umbral simbólico entre la vida y la muerte, el olvido y la memoria [9]. Confronta al espectador con su propia mortalidad e invita a una meditación sobre la condición humana.
La atracción de Paladino por el arte primitivo no es una simple apropiación formal, es una postura de resistencia frente a una modernidad desencantada. A diferencia de la visión colonialista del primitivismo a principios del siglo XX, Paladino no busca lo exótico o lo ingenuo. Más bien se interesa por lo que el antropólogo Claude Lévi-Strauss llamaba “pensamiento salvaje”, no primitivo en un sentido peyorativo, sino estructuralmente diferente, organizada según una lógica de lo concreto [10].
Las figuras estilizadas de Paladino, sus animales totémicos y sus máscaras enigmáticas no son meras citas visuales. Funcionan como jeroglíficos contemporáneos, símbolos cuyo significado nunca está fijado sino siempre en movimiento. En sus esculturas como “Untitled” (1985), esta figura en piedra caliza con marcas profundas en su superficie, encontramos una simplicidad formal que recuerda el arte tribal y los kouroi arcaicos [11]. Pero Paladino no imita, reinventa.
Este primitivismo se convierte en un acto de subversión en un mundo artístico a menudo dominado por la sofisticación tecnológica y conceptual. Como escribió el crítico de arte Arthur Danto sobre Paladino, hay en su trabajo “una eminencia que le es propia” [12], una presencia que impone respeto por su evidente conexión con las raíces de la expresión artística humana.
Esta conexión con lo primitivo no es nostálgica ni regresiva, es profundamente contemporánea. En un mundo saturado de imágenes digitales y virtuales, Paladino reafirma la importancia de la materialidad, del gesto, de la huella. Sus trabajos sobre papel, especialmente sus series de aguafuertes y grabados en madera, atestiguan una sensibilidad táctil que se opone a la creciente desmaterialización de nuestra experiencia [13].
Este enfoque hace eco de las reflexiones del filósofo Jean-François Lyotard sobre la condición posmoderna, donde la multiplicidad de relatos reemplaza a los grandes metarrelatos unificadores [14]. Paladino no propone un retorno a un origen mítico o a una autenticidad perdida, sino que crea un espacio de juego donde diferentes temporalidades y tradiciones pueden coexistir y dialogar. Sus referencias al arte egipcio, etrusco y tribal no se jerarquizan sino que se yuxtaponen en un campo visual donde el sentido emerge de su interacción.
Lo que resulta notable en este primitivismo contemporáneo es su conciencia de sí mismo. Paladino sabe que no puede regresar a una inocencia prelapsaria, siempre actúa en el contexto de una cultura saturada de imágenes y referencias. Sin embargo, logra crear obras que conservan una potencia evocadora casi ritual. Sus “Dormienti” (Los Durmientes), esas 32 figuras inmóviles de terracota expuestas en 2021 en la Cardi Gallery de Milán, poseen esa cualidad atemporal de objetos rituales, a la vez que son claramente la obra de un artista plenamente consciente de la historia del arte [15].
Miembro destacado de la Transvanguardia italiana, Paladino se distingue por su capacidad para transformar los materiales más ordinarios en objetos cargados de significado. En su obra, la pintura nunca es solo pintura, es una sustancia casi alquímica capaz de transmutar lo banal en extraordinario. La manera en que incorpora objetos encontrados, ramas, bicicletas, paraguas, en sus cuadros da testimonio de esta visión transformadora [16].
Lo que hace singular a Paladino entre sus contemporáneos es que mantiene una tensión productiva entre la abstracción y la figuración, lo narrativo y lo simbólico. A diferencia de sus colegas de la Transvanguardia como Chia o Clemente, cuyas obras a veces pueden caer en un expresionismo fácil, Paladino siempre mantiene cierta contención, una economía de medios que intensifica el impacto de sus imágenes.
Estoy convencido de que el arte de Paladino sobrevivirá a las modas pasajeras precisamente porque se niega a dejarse encerrar en categorías fáciles. No es ni vanguardista ni tradicionalista, ni abstracto ni figurativo, es todo eso a la vez, y eso es lo que le da fuerza. Como él mismo ha afirmado: “Creo que el arte superficial está muy en sintonía con nuestra época que va rápido” [17]. Paladino nos invita a desacelerar, a contemplar, a comprometernos en una experiencia estética que no se revela instantáneamente sino que se despliega en el tiempo.
En un mundo artístico obsesionado por la novedad, Paladino nos recuerda que la verdadera innovación consiste a menudo en redescubrir lo que se ha olvidado o descuidado. Su obra no es un comentario sobre el arte, es arte en su forma más directa y poderosa. Y eso, queridos snobs, es algo que merece vuestra atención.
- Norman Rosenthal, “C.C.C.P.: Vuelta al futuro”, en Italian Art of the Twentieth Century. Painting and Sculpture, 1900-1988, Prestel con la Royal Academy, Londres, editado por Emily Braun, 1989.
- Flavio Arensi, “Paladino en Palazzo Reale”, con ensayos de Arthur Danto y Germano Celant, Florencia, Giunti, 2011.
- F. Arensi en J. Antonucci, Mimmo Paladino, Frederik Mejier Gardens & Sculpture Park, 2016.
- Enzo Di Martino y Klaus Albrecht Schröder, Mimmo Paladino, Obra gráfica 1974-2001, Nueva York, Rizzoli International Publications, 2002.
- Peter Eisenman, “El fin de lo clásico: El fin del principio, el fin del fin”, Perspecta, Vol. 21, 1984.
- Norman Rosenthal, Mimmo Paladino, Blanco y Negro, Waddington Galleries, Londres, 2006.
- Massimo Carboni, “Mimmo Paladino”, Centro Pecci, Prato, Artforum, 2002.
- Martin Heidegger, “Construir, habitar, pensar”, Ensayos y conferencias, Gallimard, 1958.
- Paolo Granata, Universidad de Bolonia, presentación de la exposición “Mimmo Paladino Grafías de la Vida”, 2013.
- Claude Lévi-Strauss, El pensamiento salvaje, Plon, 1962.
- The Metropolitan Museum of Art, ficha de la obra “Untitled”, 1985, Mimmo Paladino.
- A. Danto, “Mimmo Paladino. Transvanguardia a Meridionalismo”, en F. Arensi, Paladino Palazzo Reale, catálogo de exposición, 2011, Giunti Editore.
- Michael Desmond, “Sacado de la historia y el mito”, en Memories and Voices, El arte de Mimmo Paladino, National Gallery of Australia, 1990.
- Jean-François Lyotard, La condición posmoderna, Éditions de Minuit, 1979.
- Demetrio Paparoni, catálogo de la exposición “Los dormidos”, Cardi Gallery, Milán, 2021.
- Massimo Carboni, “Mimmo Paladino”, Centro Pecci, Prato, Artforum, 2002.
- Flash Art, citado por Irving Sandler, Art of the Post-Modern Era, Icon Editions, Harper Collins, Nueva York, 1996.
















