English | Español

Martes 18 Noviembre

ArtCritic favicon

Noah Davis: El pintor de las verdades invisibles

Publicado el: 26 Enero 2025

Por: Hervé Lancelin

Categoría: Crítica de arte

Tiempo de lectura: 9 minutos

Las obras de Noah Davis transforman la cotidianeidad afroamericana en momentos de eternidad. Su técnica única, que mezcla realismo y onirismo, crea escenas donde lo banal se vuelve extraordinario, acompañadas por una paleta crepuscular que da a sus figuras una presencia espectral impactante.

Escuchadme bien, panda de snobs, es hora de hablar de un artista que sacudió nuestras certezas como un cóctel Molotov lanzado en una inauguración mundana. Noah Davis (1983-2015) no era del tipo que jugaba según las reglas del establishment artístico. Con solo 32 años, este meteoro de la pintura contemporánea nos dejó, pero no antes de haber redefinido nuestra visión del arte afroamericano con una audacia que haría palidecer al mismo Basquiat. Su meteórico recorrido, desde las calles de Seattle hasta las galerías más prestigiosas, testimonia un talento bruto que solo necesitó ocho años para dejar una huella indeleble en la historia del arte.

En sus lienzos, Davis juega con lo real y lo onírico como un prestidigitador bajo efectos ácidos, creando un universo pictórico donde la banalidad de lo cotidiano se transforma en momentos de eternidad. Su técnica es tan afilada como un bisturí filosófico: figuras que emergen de fondos brumosos como espectros de nuestra conciencia colectiva, sus rostros a menudo borrosos o parcialmente borrados que nos interpelan en su vulnerabilidad existencial. Su paleta, dominada por violetas crepusculares y azules nocturnos, crea una atmósfera que oscila entre lo tangible y el sueño, como si estuviéramos atrapados en ese entre-mundos que Walter Benjamin llamó el “tiempo-ahora”. Esta maestría técnica no es un mero ejercicio estilístico, sirve a un propósito más profundo que atraviesa toda su obra: la representación de la vida afroamericana en su complejidad diaria, lejos de clichés y estereotipos mediáticos.

Tomen “Pueblo del Rio: Concerto” (2014), donde un pianista solitario interpreta un concierto surrealista frente a viviendas sociales. Esta escena, bañada en una luz crepuscular violácea típica de Los Ángeles, nos recuerda extrañamente la caverna de Platón. Pero en lugar de mostrarnos sombras proyectadas en una pared, Davis nos obliga a confrontar nuestra propia percepción de la realidad social. El pianista, figura solitaria en un paisaje urbano desierto, se convierte en el filósofo-rey de Platón, aquel que ha visto la verdad y trata de compartirla con quienes aún están encadenados en su caverna mental. La arquitectura modernista de las viviendas sociales, diseñada por Paul Williams, el primer arquitecto afroamericano miembro del American Institute of Architects, sirve de telón de fondo a esta meditación sobre el arte, la cultura y la sociedad. Davis no se limita a representar la realidad, la trasciende, creando un espacio donde la música clásica y la arquitectura modernista coexisten naturalmente con la experiencia afroamericana.

Este enfoque filosófico también se encuentra en “40 Acres and a Unicorn” (2007), donde Davis pulveriza nuestras expectativas con la sutileza de un elefante en una tienda de porcelana. El título hace referencia a la promesa nunca cumplida del gobierno estadounidense de ofrecer “40 acres y un mulo” a los esclavos liberados. Al reemplazar el mulo por un unicornio, Davis no se limita a crear una metáfora visual de esta promesa rota, sino que nos sumerge en una reflexión profunda sobre el concepto hegeliano de reconocimiento. Como Hegel explicaba en su “Fenomenología del Espíritu”, la conciencia de sí mismo solo puede emerger en el reconocimiento mutuo. El jinete negro, montado en su montura mítica, se recorta sobre un fondo de una negrura abismal, creando una imagen que oscila entre cuento de hadas y comentario social mordaz. El unicornio, símbolo occidental por excelencia, aquí es reapropiado y transformado en vehículo de una crítica social devastadora.

La serie “1975” (2013) ilustra perfectamente esta capacidad de Davis para transmutar lo cotidiano en oro pictórico. Basada en fotografías tomadas por su madre cuando ella estaba en el instituto, esta serie de nueve cuadros captura la vida urbana en un barrio negro con una ternura y agudeza notables. Las escenas banales, niños jugando, adultos conversando, momentos de ocio junto a una piscina, se representan en una paleta deslavada que les confiere una calidad atemporal. Davis superpone las capas de pintura como si fueran estratos de memoria colectiva. Las figuras parecen flotar entre pasado y presente, creando lo que el filósofo Jacques Derrida llamaba la “différance”, ese juego constante entre presencia y ausencia que caracteriza toda representación.

En “The Last Barbeque” (2008), Davis transforma una banal barbacoa familiar en una meditación profunda sobre la comunidad y la memoria colectiva. Tres figuras se sitúan cerca de una parrilla, mientras un trío fantasmal emerge de un arbusto, creando una tensión palpable entre el mundo de los vivos y el de los ancestros. Esta obra hace eco a la concepción del tiempo cíclico en el pensamiento tradicional africano, donde los muertos continúan interactuando con los vivos. Pero Davis no se limita a reproducir estas tradiciones, las reinventa en un contexto contemporáneo, creando una nueva mitología urbana que bebe tanto de la historia del arte occidental como de la experiencia afroamericana.

Este diálogo constante entre tradición y modernidad, entre lo personal y lo político, encuentra su expresión más conmovedora en “Painting for My Dad” (2011), realizada poco antes de la muerte de su padre. Una figura solitaria contempla un horizonte estrellado, sosteniendo una linterna que recuerda a la de Diógenes buscando a un hombre honesto. Pero a diferencia del cínico griego, el personaje de Davis no busca la honestidad en el mundo exterior, la encuentra en la introspección y la conexión con sus raíces. La oscuridad que envuelve a la figura no es amenazante sino protectora, como un capullo de melancolía que preserva la memoria de los seres queridos.

La técnica pictórica de Davis evoluciona a lo largo de su carrera, pero algunas constantes permanecen. Su uso magistral del wash y de los drips crea superficies pictóricas complejas que parecen respirar y vibrar ante nuestros ojos. Las figuras emergen de esos fondos como apariciones, a veces apenas esbozadas, a veces representadas con una precisión fotográfica. Esta tensión entre abstracción y figuración recuerda el trabajo de Marlene Dumas o Luc Tuymans, pero Davis añade una dimensión adicional al anclarlo en la experiencia afroamericana. Su pintura se convierte así en un acto de resistencia cultural, una manera de reclamar su lugar en la historia del arte occidental mientras crea algo radicalmente nuevo.

La creación de The Underground Museum en 2012, junto con su esposa Karon Davis, representa la extensión lógica de esta visión artística. Al transformar una serie de locales comerciales abandonados en Arlington Heights en un espacio cultural vibrante, Davis creó lo que el filósofo Henri Lefebvre llamaba un “espacio diferencial”, un lugar que escapa a la lógica mercantil dominante para crear nuevas formas de socialidad. El museo, ubicado en un barrio mayoritariamente afroamericano y latino, no es solo un simple lugar de exposición: es un verdadero laboratorio social donde el arte se convierte en el catalizador de una transformación comunitaria. Las exposiciones combinan obras de artistas reconocidos y emergentes, creando diálogos inesperados que cuestionan las jerarquías tradicionales del mundo del arte.

El último periodo de su obra, mientras luchaba contra el cáncer que acabaría con su vida, revela una intensidad aún mayor. En obras como “Untitled” (2015), donde dos mujeres descansan en un sofá mientras una forma blanca enigmática flota sobre ellas, se siente una urgencia nueva. Los colores se vuelven más apagados, las figuras más espectrales, como si Davis intentara capturar la esencia misma de la existencia antes de que se le escape. Estas obras tardías evocan la concepción heideggeriana del ser-para-la-muerte, donde la conciencia de nuestra finitud se convierte en el catalizador de una existencia auténtica. La forma blanca que domina la composición podría interpretarse como una manifestación de esta conciencia aguda de la mortalidad, pero también como un símbolo de esperanza y trascendencia.

Esta tensión entre lo terrenal y lo espiritual atraviesa toda la obra de Davis. En “Man with Alien and Shotgun” (2008), una escena aparentemente banal de caza se transforma en un encuentro del tercer tipo, creando un comentario sutil sobre la otredad y la exclusión. El cazador y su presa extraterrestre se convierten en una metáfora de la relación compleja entre dominante y dominado, entre “nosotros” y “ellos”. Pero Davis rechaza las lecturas simplistas: el alienígena, con su forma extraña y su color gris, podría ser tan bien una proyección de los miedos y deseos del cazador como una verdadera criatura extraterrestre.

La paleta de Davis, a menudo calificada como “crepuscular”, crea atmósferas únicas que transforman las escenas más banales en momentos de extrañeza sublime. Los morados profundos, los azules nocturnos y los grises perlados que dominan sus composiciones no son simples elecciones estéticas: crean un espacio pictórico donde lo real y lo imaginario se confunden. Esta utilización del color recuerda las teorías de Wassily Kandinsky sobre las correspondencias entre colores y emociones, pero Davis las reinventa en un contexto contemporáneo, creando lo que el filósofo Gilles Deleuze llamaría “bloques de sensación”.

La influencia de Davis en la nueva generación de artistas ya es perceptible. Su capacidad para navegar entre distintos registros, desde el realismo social hasta la fantasía surrealista, manteniendo una coherencia estilística notable, ha abierto nuevas posibilidades para la pintura contemporánea. Su trabajo muestra que es posible crear un arte profundamente enraizado en una experiencia específica, alcanzando al mismo tiempo un alcance universal. La cuestión de la representación de los cuerpos negros en el arte, central en su obra, sigue inspirando a numerosos artistas contemporáneos que buscan deconstruir los estereotipos raciales mientras celebran la belleza y la complejidad de la experiencia afroamericana.

Davis utiliza la pintura como Nietzsche utilizaba el martillo, para sondear los ídolos huecos de nuestro tiempo. Sus cuadros no son simples representaciones, son actos de resistencia cultural que cuestionan nuestros presupuestos sobre el arte, la raza y la identidad. En un mundo del arte obsesionado por las tendencias y los valores mercantiles, Davis nos recuerda que el verdadero valor del arte reside en su capacidad para transformar nuestra visión del mundo y crear espacios de libertad y resistencia. Su obra sigue siendo un testimonio poderoso de la posibilidad de crear un arte que sea a la vez profundamente personal y universalmente relevante, técnicamente sofisticado y socialmente comprometido.

El legado de Davis es doble: por una parte, un corpus de obras que continúan interpelándonos por su belleza y profundidad conceptual, por otra, un modelo de compromiso artístico que muestra cómo el arte puede ser un vector de transformación social. The Underground Museum, aunque cerró sus puertas en 2022, inspiró numerosas iniciativas similares en todo el país, demostrando que la visión de Davis de un arte accesible para todos no era utópica. Como él mismo decía, su objetivo era “mostrar a los negros en situaciones normales, donde las drogas y las armas no tienen nada que ver”. Esta simple declaración esconde una ambición revolucionaria: normalizar la representación de la vida afroamericana en toda su riqueza y complejidad.

Davis convierte esta misión aparentemente simple en una exploración profunda de la condición humana. Cada cuadro es una ventana abierta a un mundo a la vez familiar y extraño, donde lo cotidiano se mezcla con lo mitológico, donde lo personal se vuelve político sin caer nunca en el didactismo. Su obra nos recuerda que el verdadero arte no consiste en reproducir lo visible, sino en hacer visible lo invisible, como decía Paul Klee. Y en este proceso, Davis creó una nueva forma de belleza que sigue atormentándonos e inspirándonos, recordándonos que el arte más poderoso es aquel que nos obliga a ver el mundo, y a nosotros mismos, con ojos nuevos.

Was this helpful?
0/400

Referencia(s)

Noah DAVIS (1983-2015)
Nombre: Noah
Apellido: DAVIS
Género: Masculino
Nacionalidad(es):

  • Estados Unidos

Edad: 32 años (2015)

Sígueme