English | Español

Martes 18 Noviembre

ArtCritic favicon

Yuan Fang: La danza vibrante de la pintura

Publicado el: 15 Enero 2025

Por: Hervé Lancelin

Categoría: Crítica de arte

Tiempo de lectura: 9 minutos

En sus cuadros monumentales, Yuan Fang crea un universo donde las formas se entrelazan como bailarines en trance. Sus composiciones abstractas traducen la ansiedad contemporánea en una coreografía visual que desafía las convenciones de la pintura moderna.

Escuchadme bien, panda de snobs, es hora de hablar de una artista que hace temblar el mundo del arte como un seísmo en la falla de San Andrés. Yuan Fang, nacida en 1996 en Shenzhen, esa metrópoli china que crece hacia el cielo como una planta mutante en una película de ciencia ficción, no es la típica artista asiática que busca agradar a los coleccionistas occidentales sedientos de exotismo.

En su estudio de Brooklyn, donde pasa seis días a la semana creando como una chamana en trance, Fang teje una trama abstracta que hace bailar a Pollock en su tumba y sonreír a Lee Krasner desde más allá. Sus lienzos gigantes explotan en curvas sinuosas que se entrelazan como amantes apasionados en un ballet sin fin. Ni una sola línea recta a la vista, amigos míos. “Las curvas imitan el cuerpo femenino”, nos dice con una franqueza desarmante. Pero no se confundan, no es un simple homenaje a la feminidad, es una declaración de guerra contra la rigidez de nuestra época, un manifiesto pictórico que rechaza las limitaciones de un mundo obsesionado con los ángulos rectos y las trayectorias predecibles.

Si Simone de Beauvoir hubiera cambiado su pluma por un pincel, tal vez habría producido algo similar. Porque lo que Fang nos ofrece es una exploración visceral del existencialismo desde una perspectiva femenina, una inmersión vertiginosa en las profundidades de la condición humana vista a través del prisma de una sensibilidad femenina que rechaza toda concesión. Sus lienzos no son ventanas al mundo, sino espejos de nuestra condición colectiva, superficies reflectantes que nos devuelven nuestra propia imagen deformada por la ansiedad, la turbulencia y la imprevisibilidad de nuestra época.

La artista dejó Shenzhen para Nueva York a la edad de 18 años, llevando en su equipaje no la nostalgia de una China mítica, sino la experiencia cruda de haber crecido en una de las ciudades más intensamente urbanizadas del mundo. Esta experiencia de desarraigo voluntario colorea cada aspecto de su trabajo. En sus lienzos, se puede leer la historia de una generación que navega entre culturas e identidades con la aparente facilidad de un funámbulo, pero que lleva consigo las tensiones y contradicciones de nuestro mundo globalizado.

Su éxito precoz es asombroso. En 2022, vendió una pintura titulada “Expanse (mask)” por 88.900 dólares. Ese mismo año, obtuvo su MFA en la School of Visual Arts con honores. Pero lo que realmente es notable es la forma en que ha resistido la tentación de convertirse en una máquina productora de obras comercialmente viables. En cambio, continúa empujando los límites de su práctica, rechazando las fórmulas fáciles y las soluciones prefabricadas.

Tomemos su exposición “Flux” en el Long Museum de Shanghái en 2024. Las formas que giran en sus lienzos no dejan de recordar el concepto de “devenir” de Gilles Deleuze. Como el filósofo francés teorizó, el devenir no es una simple transformación de un estado a otro, sino un proceso continuo de cambio que rechaza toda fijación. Las obras de Fang encarnan esta filosofía con una urgencia casi palpable. Sus pinceladas no representan el movimiento, son el movimiento mismo, una manifestación física de esa verdad fundamental de que todo está en perpetuo cambio.

La paleta de la artista merece la pena. Toma prestados los colores que subsisten en las pinturas murales tradicionales chinas después del paso del tiempo, pero los reinventa con una audacia contemporánea que hace rechinar los dientes a los puristas. No es un ejercicio de nostalgia, sino una declaración de independencia cromática. Sus elecciones de color son como un desafío a las tendencias actuales, donde todo debe ser agradable a la vista e instagramable. Ella se niega conscientemente a mezclar sus colores para hacerlos más armoniosos, prefiriendo las confrontaciones brutales que crean tensiones visuales electrizantes.

En su serie reciente presentada en la Skarstedt Gallery de Londres, Fang lleva aún más lejos su reflexión sobre la identidad y el desplazamiento. Sus lienzos se convierten en campos de batalla donde la noción misma de pertenencia es cuestionada. Es aquí donde el pensamiento de Hannah Arendt sobre el exilio y el desarraigo encuentra un eco particularmente poderoso. Como Arendt destacó en sus escritos sobre la condición humana moderna, el estado de apátrida no es simplemente una condición política, sino una experiencia existencial que define nuestra época. En las obras de Fang, esta condición se vuelve visible, palpable, imposible de ignorar.

Su técnica es tan fascinante como desconcertante. A menudo comienza con estudios preparatorios con lápiz y pasteles, pero estos bocetos son solo puntos de partida, sugerencias más que planes. Una vez frente al lienzo, entra en un estado de concentración intensa que puede durar hasta seis horas seguidas. Durante estas sesiones, trabaja con una urgencia que recuerda a las performances de artistas como Yves Klein o Kazuo Shiraga, pero con una diferencia crucial: su acción no es espectacular, está interiorizada, casi meditativa en su intensidad.

Cuando habla de su proceso creativo, Fang utiliza a menudo metáforas marciales. “Es como una batalla entre el lienzo y yo”, dice ella. Este enfoque combativo de la pintura recuerda los escritos de Sun Tzu en “El Arte de la Guerra”, donde la victoria no proviene necesariamente del enfrentamiento directo, sino de la capacidad para adaptarse y transformar los obstáculos en oportunidades. Cada lienzo se convierte así en un campo de batalla donde no se disputa un conflicto territorial, sino una lucha por la autenticidad de la expresión.

Las influencias de Fang son diversas y profundas. Ella cita con gusto a Pollock y Krasner como sus “padres en la pintura”, pero su trabajo va mucho más allá del homenaje o la influencia. Ha absorbido las lecciones del expresionismo abstracto mientras las transforma radicalmente. Donde Pollock buscaba expresar el inconsciente universal a través de sus goteos, Fang explora las tensiones específicas de nuestra época: el desarraigo, la ansiedad identitaria, la fragmentación de la experiencia.

En su enfoque de la pintura, Fang manifiesta una comprensión intuitiva de lo que Theodor Adorno llamaba la “no-identidad”, esa parte irreductible de la experiencia que resiste toda categorización. Sus obras son intentos repetidos de dar forma a lo informe, de hacer visible lo invisible. Cuando se le pide que explique sus cuadros, ella responde simplemente: “Es una pintura”. Esta respuesta, de una simplicidad desarmante, esconde una profundidad filosófica que recuerda el famoso “lo que se muestra no se puede decir” de Wittgenstein.

El espacio pictórico en las obras de Fang es un territorio en constante redefinición. Las formas que crea no parecen tanto ocupar el espacio como generarlo. Es como si cada gesto pictórico creara su propio universo, con sus propias leyes físicas, su gravedad particular. Este enfoque recuerda las teorías del físico David Bohm sobre el orden implicado y el orden explicado, donde la realidad visible es solo una manifestación de un orden más profundo y fundamental.

Marilyn Minter, que fue su profesora en la School of Visual Arts, le dio dos consejos valiosos: no sobretrabajar y crear puntos focales para guiar la mirada del espectador. Fang tomó estos consejos y los transformó en una filosofía personal de la pintura que va mucho más allá de consideraciones técnicas. Sus obras respiran una libertad salvaje mientras mantienen una estructura interna que las evita caer en el caos total. Es un equilibrio precario, mantenido por una inteligencia artística que entiende instintivamente que la verdadera libertad existe solo dentro de las restricciones que uno se elige.

La relación de Fang con la tradición pictórica es compleja y matizada. Ella reconoce su deuda con la historia del arte mientras se niega a dejarse definir por ella. Su trabajo establece un diálogo con el pasado mientras permanece firmemente anclado en el presente. Esta tensión temporal es particularmente visible en su manera de tratar la superficie pictórica. Las capas de pintura se acumulan no como una estratificación geológica, sino como una red compleja de interconexiones donde el pasado y el presente se mezclan inextricablemente.

El impacto de su trabajo en la escena artística contemporánea ya es considerable. Instituciones importantes como el ICA Miami, Lafayette Anticipations y la FLAG Art Foundation han reconocido rápidamente la importancia de su contribución. Pero lo realmente notable es la forma en que su trabajo trasciende las categorías habituales del arte contemporáneo. Ella no es ni una artista “asiática”, ni una artista “occidental”, ni siquiera una artista “global”, ella simplemente es ella misma, con toda la complejidad que eso implica.

La dimensión política de su trabajo, aunque nunca explícita, siempre está presente. En un mundo donde las cuestiones de identidad y pertenencia se han convertido en campos de batalla ideológicos, sus obras proponen otro camino. Sugieren que la identidad no es algo fijo para defender, sino un proceso continuo de negociación y transformación. Esta visión recuerda los escritos de Stuart Hall sobre la identidad cultural como un “posicionamiento” más que una esencia.

Su trabajo reciente muestra una evolución sutil pero significativa. Las formas se vuelven más amplias, más seguras, como si la artista hubiera encontrado un nuevo nivel de confianza en su lenguaje pictórico. Los colores también han evolucionado, volviéndose más audaces sin perder su sutileza. Es como si Fang hubiera encontrado un punto de equilibrio perfecto entre el dominio técnico y la espontaneidad del gesto.

Lo que hace que su trabajo sea particularmente relevante hoy es su capacidad para trascender las dicotomías fáciles entre Este y Oeste, tradición y modernidad, abstracción y figuración. En un mundo del arte contemporáneo que a menudo parece prisionero de sus propios clichés, Fang propone un tercer camino. Sus lienzos no buscan resolver las contradicciones de nuestra época; las abrazan con un fervor que obliga al respeto.

La cuestión de la autenticidad, primordial en el arte contemporáneo, adquiere en su trabajo una nueva dimensión. La autenticidad en Fang no es una cualidad estática a preservar, sino un proceso dinámico de cuestionamiento y redefinición constantes. Cada lienzo es un nuevo intento de navegar entre las múltiples corrientes que atraviesan nuestra época, sin dejarse llevar por ninguna de ellas.

Su éxito fulgurante podría hacer creer en una casualidad o un efecto de moda. Sería un error monumental. Lo que vemos aquí es la aparición de una voz auténtica que redefine las posibilidades de la pintura abstracta en el siglo XXI. Su trabajo no es una simple adición a la historia del arte, es una reescritura de las reglas del juego.

Sus obras recientes muestran a una artista en la cima de su poder creativo, capaz de transformar la ansiedad y el desarraigo en una fuerza positiva. En un mundo donde la originalidad se vuelve una mercancía rara, ella nos recuerda que la verdadera innovación no viene de la ruptura con el pasado, sino de su reinvención radical. Yuan Fang no es simplemente una artista que pinta, es una fuerza de la naturaleza que remodela nuestra comprensión de lo que el arte puede ser.

Was this helpful?
0/400

Referencia(s)

FANG Yuan (1996)
Nombre: Yuan
Apellido: FANG
Otro(s) nombre(s):

  • 方媛 (Chino simplificado)

Género: Femenino
Nacionalidad(es):

  • China

Edad: 29 años (2025)

Sígueme