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An Qibang y la Escuela de Imagen Oriental

Publicado el: 19 Julio 2025

Por: Hervé Lancelin

Categoría: Crítica de arte

Tiempo de lectura: 13 minutos

An Qibang desarrolla una pintura híbrida única que combina pigmentos tradicionales chinos y técnicas occidentales. Formado por He Haixia de la Escuela de Chang’an, este artista contemporáneo crea obras que dialogan entre culturas orientales y occidentales, estableciendo nuevos códigos pictóricos para el arte contemporáneo chino internacional.

Escuchadme bien, panda de snobs, es hora de reconocer que nos encontramos ante un artista que ha hecho lo que pocos se atreven a imaginar: reconciliar Oriente y Occidente sin caer en lo pintoresco ni en el exotismo de pacotilla. An Qibang, nacido en 1956 en Changwu, Shaanxi, encarna esta rara figura de artista que ha sabido navegar entre las tradiciones milenarias chinas y las vanguardias occidentales para crear un lenguaje pictórico verdaderamente híbrido.

Su trayectoria comienza en la pobreza y la adversidad. Obligado muy joven a dejar su región natal para sobrevivir, se dedicó primero al comercio de joyas antes de volverse hacia la artesanía. Esta experiencia del mundo material, lejos de ser anecdótica, forjó una comprensión táctil de la belleza que se encontrará más tarde en sus lienzos. Porque An Qibang no es un teórico del arte: es un hombre que ha tocado la piedra, trabajado el jade, comprendido la resistencia de los materiales.

Su formación artística se arraiga en la enseñanza de He Haixia [1], ese maestro paisajista que fue alumno de Zhang Daqian y uno de los fundadores de la Escuela de Chang’an. Esta filiación no es fortuita: inscribe a An Qibang en una línea que siempre ha buscado renovar la pintura china a través de la observación directa de la naturaleza y la innovación técnica. He Haixia, capaz de pintar más de doscientos tipos de árboles diferentes, tenía esa capacidad de observación minuciosa de lo real que caracterizaría más tarde a su alumno.

La Escuela de Chang’an y la formación de una sensibilidad

La Escuela de Chang’an, movimiento artístico nacido en los años 1960 bajo el impulso de He Haixia y sus cofrades, promovía un retorno a las fuentes de la pintura de paisaje china al mismo tiempo que integraba las lecciones de la modernidad. Este movimiento, a diferencia de los movimientos artísticos occidentales de la misma época, no rompía con la tradición: la reinventaba. An Qibang hereda de este enfoque dialéctico que consiste en extraer de lo antiguo para crear lo nuevo.

La influencia de He Haixia se siente en la manera en que An Qibang aborda la representación de la naturaleza. Sus primeros trabajos, anclados en la tradición del shanshui, revelan ya una sensibilidad particular a los efectos de luz y a las variaciones cromáticas. El paisaje “Shan Shui” de 2018 testimonia esta maestría técnica heredada de la Escuela de Chang’an: la composición respeta los códigos tradicionales del primer plano, del plano medio y del fondo, pero la paleta cromática revela una audacia que supera las convenciones.

Esta formación inicial explica por qué An Qibang nunca caerá en la trampa de la occidentalización superficial. Cuando descubre el arte occidental, no lo imita: lo interroga desde su propia cultura. Esta postura intelectual, rara entre los artistas chinos de su generación, le permite desarrollar lo que él mismo llama la Escuela de Imagen Oriental.

La Escuela de Chang’an tenía como principio fundamental que el arte debe estar anclado en la experiencia directa del paisaje chino. An Qibang prolonga esta reflexión aplicándola a la condición del artista contemporáneo: ¿cómo pintar cuando se ha viajado, cuando se ha visto el arte occidental, cuando se ha vivido en un mundo globalizado? Su respuesta es notable por su sofisticación: no se trata de elegir entre tradición y modernidad, sino de crear una síntesis que honre ambas.

Esta síntesis se manifiesta en su técnica pictórica. An Qibang utiliza los pigmentos tradicionales chinos en composiciones que toman prestadas estructuras de la pintura al óleo occidental. Esta innovación técnica, lejos de ser puramente formal, traduce una visión del mundo que reconcilia los contrarios. En “Otoño Dorado” (2019), la construcción del espacio toma prestada la perspectiva occidental, pero la calidad de la luz y la fluidez de las formas pertenecen a la estética china.

La Escuela de Chang’an también tenía la característica de privilegiar la emoción sobre la pura virtuosidad técnica. An Qibang hereda este enfoque en su manera de tratar el color. Sus lienzos vibran con una energía que va más allá de la simple maestría del oficio. Cuando pinta “La Canción de la Primavera” (2020), no describe simplemente un paisaje: transpone en términos pictóricos la experiencia sensible del renacimiento natural.

Este enfoque emocional de la pintura explica por qué An Qibang logra evitar la trampa del pastiche. Sus obras nunca son ejercicios de estilo: llevan la marca de una experiencia vivida, de una sensibilidad formada por años de observación y práctica. La Escuela de Chang’an le enseñó que la técnica debe servir a la expresión, y no al revés.

El teatro kabuki y el arte de la metamorfosis

Si la Escuela de Chang’an proporciona a An Qibang los fundamentos técnicos y filosóficos de su arte, es en su descubrimiento del teatro kabuki donde se revela su comprensión profunda de la teatralidad inherente a toda creación artística. Este encuentro, que ocurre durante sus viajes a Japón, transforma radicalmente su concepción de la imagen y la representación.

El kabuki, arte total que asocia danza, música, canto y artes visuales, se basa en el principio de la estilización extrema. Cada gesto, cada maquillaje, cada vestuario participa de un código riguroso que transforma la realidad en espectáculo. Esta estética de la metamorfosis encuentra un eco profundo en la sensibilidad de An Qibang, quien comprende que la pintura no debe reproducir el mundo sino transfigurarlo.

En sus obras del período 2018-2020, se observa esta influencia del kabuki en el tratamiento de la figura humana. “La Escalera” (2018) revela personajes que parecen surgir de un mundo teatral donde las convenciones realistas son abolidas. Estas figuras, tratadas con una gestualidad amplia y estilizada, evocan a los actores de kabuki en su capacidad para expresar la emoción a través de la amplificación del gesto.

El kabuki también enseña que la belleza nace de la tensión entre la contención y la expresión. Esta lección se encuentra en la manera en que An Qibang estructura sus composiciones. Sus paisajes más exitosos, como “Al Borde del Estanque” (2018), alternan entre zonas de gran intensidad cromática y espacios de descanso visual. Esta alternancia rítmica, característica del kabuki, confiere a sus lienzos una dimensión musical que va más allá de la simple representación.

El arte del kabuki también revela a An Qibang la importancia del proceso creativo. En el teatro tradicional japonés, la preparación del actor, su maquillaje, su transformación progresiva en personaje, constituyen un espectáculo en sí mismo. An Qibang transpone este enfoque en su pintura desarrollando una técnica por superposición de capas que transforma progresivamente el lienzo en obra de arte.

Esta técnica, que aplica particularmente en sus obras abstractas, revela la influencia del kabuki en su concepción del tiempo creativo. Cada capa de pintura corresponde a un momento de la creación, y el lienzo final lleva la huella de todas estas etapas. “Dévouement” (2019) ilustra perfectamente este enfoque: la obra final resulta de una acumulación de gestos pictóricos que transforman progresivamente la superficie en un espacio dramático.

El kabuki enseña finalmente que el verdadero arte nace del dominio de las convenciones y de su superación simultánea. An Qibang aplica esta lección en su manera de abordar los géneros pictóricos. Sus paisajes respetan los códigos de la pintura tradicional china al mismo tiempo que los subvierten mediante la introducción de elementos cromáticos y compositivos tomados del arte occidental.

Esta comprensión del kabuki explica por qué An Qibang logra crear obras que son profundamente chinas y universalmente comprensibles. Como el actor de kabuki que utiliza códigos culturales específicos para expresar emociones universales, An Qibang emplea el lenguaje pictórico de su cultura para hablar a todos los públicos.

El arte de An Qibang: entre figuración y abstracción

La obra de An Qibang se caracteriza por una búsqueda constante de equilibrio entre figuración y abstracción, testimonio de una madurez artística que rechaza las facilidades de la época. Sus lienzos más logrados, como “Aigle du Glacier”, que le valió una medalla de oro en Japón, revelan a un artista capaz de navegar entre los códigos de la representación tradicional y las exigencias del arte contemporáneo.

Esta capacidad de síntesis se manifiesta primero en su técnica pictórica. An Qibang desarrolla un enfoque que consiste en utilizar los pigmentos tradicionales chinos en composiciones que toman prestadas las estructuras de la pintura al óleo occidental. Esta innovación, lejos de ser puramente formal, traduce una visión del mundo que reconcilia los contrarios sin oponerlos.

“Prairie du Printemps” ilustra perfectamente este enfoque. La obra toma prestada de la tradición china su fluidez y su capacidad de evocación, pero la construcción del espacio y el tratamiento de la luz revelan un conocimiento profundo de la pintura occidental. El resultado supera las influencias para crear un lenguaje pictórico autónomo.

Esta autonomía se manifiesta también en su manera de abordar el color. An Qibang desarrolla una paleta que se nutre de las tradiciones cromáticas chinas al mismo tiempo que integra los logros del impresionismo occidental. “En Attendant le Printemps” da testimonio de esta maestría: los verdes y los ocres se organizan según una lógica que evoca los lavados tradicionales, pero su intensidad y su interacción crean efectos de profundidad que pertenecen al arte occidental.

El artista comprende que el arte contemporáneo exige una posición crítica frente a los legados. Sus obras más abstractas, como “Rêve” (2018), revelan a un artista que cuestiona los límites de la representación sin caer nunca en la abstracción gratuita. Cada forma, cada color, cada gesto pictórico conserva un vínculo con la experiencia sensible del mundo.

Este enfoque crítico se manifiesta en su serie de obras sobre papel donde integra elementos caligráficos en sus composiciones pictóricas. Estas obras, que asocian escritura y pintura según la tradición china, revelan a un artista consciente de la dimensión literaria de su arte. La caligrafía oracular, técnica que desarrolla y que seduce hasta el Royal College of Art, da testimonio de esta capacidad para reinventar los códigos tradicionales.

An Qibang también rechaza la oposición fácil entre arte popular y arte culto. Sus obras más accesibles, como “Paraíso”, conservan una sofisticación técnica que revela años de formación y reflexión. Esta capacidad para conciliar la exigencia artística y la comunicación con el público demuestra una madurez que falta en muchos artistas contemporáneos.

Sus composiciones más ambiciosas, como “Del Agua al Otoño” (2018), revelan a un artista que comprende que la pintura contemporánea debe enfrentar la cuestión de la imagen en un mundo saturado de representaciones. Su respuesta consiste en crear obras que ofrecen una experiencia visual irreductible a la reproducción fotográfica o digital.

Esta irreductibilidad nace de su maestría en los efectos de materia y textura. An Qibang desarrolla una técnica que explota las cualidades táctiles de la pintura para crear superficies que cambian según la iluminación y el ángulo de observación. Esta atención a la materialidad de la obra testimonia una concepción del arte que privilegia la experiencia directa sobre la reproducción.

Reconocimiento internacional y posicionamiento crítico

El reconocimiento internacional de An Qibang plantea cuestiones fundamentales sobre la recepción del arte chino contemporáneo en Occidente. Sus exposiciones en el Louvre, las adquisiciones de sus obras por la familia real británica, su medalla otorgada por la familia real tailandesa, testimonian una recepción que trasciende las divisiones geográficas y culturales.

Este reconocimiento no es casual ni una moda. Revela a un artista que ha sabido crear un lenguaje pictórico capaz de dialogar con las tradiciones artísticas occidentales sin renegar de sus propias fuentes. El hecho de que el Rey Carlos III haya adquirido personalmente obras de An Qibang testimonia esta capacidad para seducir a los amantes del arte formados en la tradición occidental.

La publicación de “Melodía del Pensamiento”[2] por Xlibris, una de las editoriales más importantes de Estados Unidos, confirma este reconocimiento. Esta monografía, escrita íntegramente en inglés y distribuida mundialmente, testimonia el creciente interés por un artista que propone una alternativa al arte occidental dominante.

Este reconocimiento plantea, sin embargo, cuestiones críticas. ¿Evita An Qibang el escollo del exotismo? ¿Resisten sus obras a la tentación de proponer una imagen tranquilizadora del arte chino? El examen de sus lienzos revela a un artista consciente de estos peligros y capaz de evitarlos mediante la sofisticación de su enfoque.

Sus obras más recientes, como las presentadas en la exposición “Melodía del Pensamiento” en la Academia Nacional de Pintura de China en 2022, revelan a un artista que asume plenamente su posición de intermediario entre culturas. Esta posición, lejos de ser cómoda, le obliga a una exigencia constante y a un cuestionamiento perpetuo.

An Qibang comprende que el arte contemporáneo chino debe enfrentar la cuestión de la universalidad sin sacrificar su especificidad. Sus obras más exitosas logran crear esta síntesis difícil al recurrir a los recursos de su cultura de origen para proponer soluciones a las cuestiones que se plantea el arte contemporáneo.

Este enfoque explica por qué sus obras encuentran su lugar en las colecciones internacionales más exigentes. El Museo de Arte Kanto en Japón, las colecciones reales británicas, las instituciones tailandesas, reconocen en An Qibang a un artista que enriquece el patrimonio artístico mundial sin desnaturalizarlo.

Su posición en el mercado del arte confirma este reconocimiento. Clasificado entre los veinte primeros artistas contemporáneos por el índice chino Artron, regularmente presente en las ventas de subastas de Poly, Hanhai y Rongbaozhai, An Qibang se impone como un valor seguro del mercado del arte chino contemporáneo.

Este éxito comercial podría preocupar, pero el examen de las obras revela un artista que se niega a tomar atajos. Sus lienzos más cotizados conservan una exigencia formal y conceptual que da testimonio de una rara integridad artística. El éxito no corrompe el arte de AN Qibang: lo confirma.

El artista finalmente comprende que el reconocimiento internacional implica responsabilidades. Sus acciones caritativas, especialmente sus donaciones durante la epidemia de Covid-19, dan testimonio de una conciencia social que trasciende la mera práctica artística. Esta dimensión humanista confiere a su arte una profundidad que explica su recepción favorable.

Herencia y perspectivas

AN Qibang se impone hoy como una figura imprescindible del arte chino contemporáneo, no por la provocación o la originalidad a toda costa, sino por la profundidad de su reflexión y la calidad de su realización. Su obra da testimonio de una rara capacidad para asumir las contradicciones de su época sin resolverlas con facilidad.

La Escuela de Imagen Oriental que funda y desarrolla propone una vía alternativa a los callejones sin salida del arte contemporáneo. Frente a la oposición estéril entre tradición y modernidad, AN Qibang propone una síntesis que honra ambos términos sin traicionarlos. Este enfoque dialéctico abre nuevas perspectivas para el arte chino contemporáneo.

Sus alumnos y discípulos, formados en sus talleres o inspirados por sus obras, comienzan a explorar las vías que ha abierto. La influencia de su enfoque se mide menos en la imitación de su manera que en la nueva libertad que confiere a los artistas chinos frente a los modelos occidentales.

Esta influencia también se manifiesta en el renovado interés por las técnicas mixtas y la hibridación de las prácticas. AN Qibang ha demostrado que es posible crear un arte auténticamente contemporáneo al aprovechar los recursos de su propia cultura. Esta lección trasciende el marco chino para inspirar a todos los artistas enfrentados a la cuestión de la identidad cultural.

El futuro dirá si esta vía sigue siendo practicable en un mundo artístico cada vez más globalizado. Pero la obra de AN Qibang ya da testimonio de una posibilidad: la de crear un arte universal sin sacrificar su especificidad. Esta lección, en un momento en que el arte contemporáneo se interroga sobre sus propios fundamentos, merece ser meditada.

AN Qibang nos recuerda que el arte verdadero nace de la tensión entre fidelidad e innovación, entre arraigo y apertura. Su obra, por su riqueza y coherencia, da testimonio de esta verdad eterna que cada época debe redescubrir. En esto, honra tanto la tradición como sirve al futuro.


  1. China Daily, “Works by acclaimed painter on display“, 24 abril 2018
  2. Xlibris Publishing, “Melody of Thought“, 2020
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Referencia(s)

AN Qibang (1956)
Nombre: Qibang
Apellido: AN
Otro(s) nombre(s):

  • 安奇幇 (Chino simplificado)

Género: Masculino
Nacionalidad(es):

  • China

Edad: 69 años (2025)

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