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Cui Jie : Crítica de la modernidad china

Publicado el: 6 Septiembre 2025

Por: Hervé Lancelin

Categoría: Crítica de arte

Tiempo de lectura: 9 minutos

Cui Jie compone paisajes urbanos imaginarios superponiendo fragmentos arquitectónicos chinos, esculturas socialistas y estéticas contemporáneas. Sus lienzos con colores no naturalistas revelan las contradicciones ideológicas inscritas en el espacio urbano, creando una geografía crítica de la modernidad china entre memoria colectiva y alienación capitalista.

Escuchadme bien, panda de snobs: Cui Jie pinta el alma desplazada de la modernidad china con la precisión quirúrgica de una urbanista y la melancolía de una poeta. En sus lienzos con colores ácidos, donde grúas gigantes parecen abrazar torres de telecomunicaciones y donde las esculturas socialistas dialogan con la arquitectura metabolista japonesa, esta artista nacida en Shanghái en 1983 cartografía las capas psicogeográficas de un imperio en perpetua reconstrucción.

Su trabajo nos enfrenta a una verdad perturbadora: todos habitamos ahora en los escombros anticipados de nuestras utopías arquitectónicas. Durante más de una década, Cui Jie documenta esta condición con una agudeza que va mucho más allá de la simple crónica urbana. Ella revela cómo el espacio construido moldea nuestras subjetividades tanto como resulta de ellas. “Cuando pinto edificios, en realidad pinto mis emociones”, confiesa con una sencillez que oculta la sofisticación teórica de su enfoque [1].

El espacio social como campo de batalla de la modernidad

Para entender el alcance de la obra de Cui Jie, es necesario situarla en el marco conceptual desarrollado por Henri Lefebvre, ese filósofo francés que revolucionó nuestra comprensión del espacio urbano. En su trilogía sobre la crítica de la vida cotidiana y su obra mayor “La producción del espacio”, Lefebvre demuestra que el espacio nunca es neutral: es a la vez producido por las relaciones sociales y productor de esas mismas relaciones [2]. El espacio se convierte así en una cuestión política, un terreno donde se juegan las relaciones de poder y donde se cristalizan las contradicciones del capitalismo avanzado.

Este enfoque sociológico resuena de manera sorprendente con la práctica de Cui Jie. Cuando ella superpone en sus composiciones fragmentos de Pekín y Shanghái, cuando hace dialogar una escultura soviética con un rascacielos de Hong Kong, pone en práctica intuitivamente lo que Lefebvre teorizaba: el espacio diferencial que resiste a la homogeneización capitalista. Sus pinturas revelan cómo las diferentes épocas de la modernización china, desde la estética socialista hasta los préstamos del metabolismo japonés, pasando por la adopción de los códigos arquitectónicos occidentales, coexisten en un testimonio urbano estratificado donde cada capa cuenta una historia particular del poder.

La artista procede por montaje, técnica que reivindica explícitamente citando a Orson Welles como influencia mayor. Este enfoque cinematográfico le permite revelar lo que Lefebvre llamaba las “contradicciones del espacio”: cómo un mismo lugar puede simultáneamente portar las huellas del colectivismo maoísta y las aspiraciones individualistas de la economía de mercado. En “Worker and Cultural Palace Dongguan” (2014), yuxtapone así un palacio de la cultura, tipología típicamente soviética, con esculturas monumentales que celebran el progreso científico, creando una imagen compuesta que condensa varias décadas de ideología espacial.

Este enfoque va mucho más allá de la simple documentación arquitectónica. Cui Jie revela cómo el espacio urbano chino funciona como un dispositivo de control social, donde cada edificio lleva consigo las huellas de un proyecto político. Sus obras muestran lo que Lefebvre llamaba “el espacio concebido”, el de los planificadores y los tecnócratas, pero también “el espacio vivido”, el de la experiencia cotidiana de los habitantes. Cuando pinta los pasos elevados peatonales de Pekín o las torres de oficinas de Shanghái, captura esta tensión entre el espacio programado por los poderes públicos y el espacio apropiado por los usos sociales.

La innovación de Cui Jie reside en su capacidad para hacer visible la ideología inscrita en la piedra y el acero. Sus colores no naturalistas, esos malvas artificiales, esos naranjas eléctricos y esos turquesas sintéticos, funcionan como un revelador químico que desvela la violencia simbólica de la arquitectura contemporánea. Ella muestra cómo los espacios urbanos chinos, lejos de ser simples contenedores neutros, participan activamente en la producción de nuevas formas de subjetividad capitalista. La oficina moderna, con sus muros cortina y sus espacios modulares, no es solo un lugar de trabajo: constituye una máquina para fabricar nuevos tipos de individuos, adaptados a las exigencias de la economía globalizada.

El territorio literario como espacio de resistencia

El enfoque de Cui Jie encuentra un eco notable en la práctica literaria de Mo Yan, premio Nobel de literatura 2012, que construyó toda su obra alrededor de un territorio imaginario: el condado de Gaomi, en la provincia de Shandong. Como la artista pintora, el escritor procede por superposición de temporalidades múltiples, mezclando la historia oficial con las leyendas populares, lo real con lo fabuloso, para crear un espacio narrativo que resiste a la homogenización cultural.

Esta cercanía de enfoque no es fortuita. Mo Yan y Cui Jie pertenecen ambos a esta generación de artistas chinos nacidos después de las reformas económicas de 1978, que crecieron en un mundo en transformación permanente. Comparten la experiencia de la desaparición acelerada de los paisajes de su infancia, reemplazados por una modernidad estandarizada que borra las particularidades locales. Frente a esta violencia de la modernización, desarrollan estrategias artísticas similares: la creación de territorios de ficción que preservan la memoria de los espacios perdidos.

En Mo Yan, Gaomi se convierte en un “reino literario” que escapa a las categorías geográficas convencionales. Este territorio imaginario funciona como un condensado de la experiencia china del siglo XX, en donde se telescopian la etapa imperial final, la ocupación japonesa, la revolución comunista y las transformaciones contemporáneas. Igualmente, los paisajes urbanos de Cui Jie no corresponden a ninguna ciudad real: constituyen espacios compuestos donde coexisten elementos arquitectónicos tomados de diferentes metrópolis y diferentes épocas.

Este enfoque territorial permite a los dos artistas superar el simple testimonio histórico para alcanzar una verdad más profunda sobre la condición china contemporánea. Al crear espacios de ficción que condensan la experiencia de la modernidad, revelan cómo la transformación del territorio modifica profundamente las estructuras mentales y afectivas de los individuos. El “reino de Gaomi” de Mo Yan y las “ciudades imaginarias” de Cui Jie funcionan como laboratorios donde se experimentan nuevas formas de relación con el tiempo y el espacio.

La escritora de Shandong teorizó este enfoque explicando que su territorio literario le permite “interrogar las dinámicas de la historia y de la memoria”. Esta formulación podría aplicarse perfectamente al planteamiento de Cui Jie, que utiliza la arquitectura como un medio para explorar las capas temporales de la experiencia urbana china. Cuando pinta “Building of Cranes” (2014), superponiendo grúas estilizadas a un edificio de telecomunicaciones, crea un espacio narrativo donde dialogan diferentes concepciones de la modernidad: la estética socialista que privilegiaba los símbolos colectivos y el individualismo consumista de la economía de mercado.

Esta dimensión literaria del trabajo de Cui Jie se manifiesta también en su capacidad para crear atmósferas narrativas. Sus pinturas cuentan historias sin personajes, relatos de espacios habitados por presencias fantasmales. Los edificios que representa llevan en sí la memoria de las vidas que en ellos se han desarrollado, las esperanzas que en ellos se han cristalizado, las decepciones que en ellos se han acumulado. Como en Mo Yan, que puebla sus paisajes de voces múltiples y contradictorias, la arquitectura de Cui Jie se vuelve polifónica: cada elemento arquitectónico porta su propia voz, su propio relato, su propia visión de la modernidad china.

Este enfoque literario del espacio urbano permite a Cui Jie resistir la tendencia documental que caracteriza parte del arte contemporáneo chino. En lugar de limitarse a registrar las transformaciones de su entorno, las reinventa para revelar sus dimensiones ocultas. Sus ciudades imaginarias funcionan como utopías críticas que permiten repensar nuestra relación con la modernidad urbana.

Las geografías de la alienación contemporánea

En sus obras más recientes, especialmente la serie “Thermal Landscapes” exhibida en 2023, Cui Jie radicaliza su enfoque introduciendo la cuestión ecológica. Estas nuevas composiciones, donde edificios con fachadas reflectantes dialogan con cerámicas que representan animales, revelan una conciencia aguda de los retos ambientales de la urbanización contemporánea. La artista explora lo que podría llamarse una “geografía de la alienación climática”, donde la arquitectura moderna aparece como un síntoma de nuestra desconexión creciente con el mundo natural.

Esta evolución temática testimonia la madurez artística de Cui Jie, que logra ampliar su reflexión sobre el espacio urbano chino hacia preocupaciones planetarias. Sus nuevas pinturas muestran cómo los rascacielos contemporáneos, con sus fachadas de cristal y acero, funcionan como burbujas climáticas que nos protegen del entorno natural al tiempo que contribuyen a su destrucción. Esta contradicción trágica, ser simultáneamente protegidos y amenazados por nuestras construcciones, constituye uno de los paradoxos centrales de la modernidad urbana que Cui Jie logra hacer visible.

La artista desarrolla así una crítica sutil pero implacable de lo que ella llama los “microclimas artificiales” de la arquitectura contemporánea. En sus últimas obras, los edificios aparecen como organismos tecnológicos que vampirizan la energía de su entorno para mantener a sus habitantes en un confort artificial. Este análisis se alinea con las preocupaciones de los pensadores ecológicos contemporáneos, que denuncian la arquitectura moderna como un factor de alienación ambiental.

Pero Cui Jie evita la trampa del pesimismo militante. Sus composiciones mantienen una ambigüedad fundamental que impide cualquier lectura unívoca. Las cerámicas animales que integra en sus paisajes urbanos no funcionan como simples símbolos de la naturaleza amenazada: revelan más bien la permanencia de lo vivo en el corazón mismo de nuestros entornos más artificiales. Estas presencias orgánicas, procedentes de la artesanía popular china, testimonian la persistencia de una sabiduría tradicional que no ha sido completamente borrada por la modernización.

La originalidad de la posición de Cui Jie radica en su capacidad para mantener esta tensión dialéctica sin resolverla. Sus pinturas nos enfrentan a las contradicciones de nuestra época sin proponer soluciones fáciles. Revelan la magnitud de los desafíos a los que nos enfrentamos al tiempo que preservan un espacio para la imaginación utópica. Este enfoque matizado, que rechaza tanto el optimismo tecnológico como el catastrofismo ecológico, da cuenta de una inteligencia artística notable.

El arte de Cui Jie nos enseña así a habitar nuestras contradicciones. Frente a la urgencia ecológica y social de nuestra época, ella no propone ni un retorno nostálgico a un pasado idealizado ni una huida hacia adelante hacia un futuro tecno-solucionista. Más bien nos invita a desarrollar lo que podríamos llamar una “conciencia trágica” de la modernidad: la capacidad de asumir plenamente las contradicciones de nuestra condición histórica sin renunciar por ello a la esperanza de superarlas.

En un mundo donde el arte contemporáneo oscila a menudo entre la complacencia decorativa y la indignación impotente, el trabajo de Cui Jie abre una tercera vía: la de una lucidez poética que transforma la melancolía en fuerza creadora. Sus arquitecturas imaginarias nos recuerdan que el arte puede aún constituir un laboratorio de experimentación social, un espacio donde inventar nuevas relaciones con el mundo y con los demás. En ello, perpetúa la más noble tradición del art critique: aquella que transforma la conciencia de nuestros límites en apertura hacia lo impensado.


  1. Cui Jie, “How I became an artist: Cui Jie”, Art Basel, enero de 2025
  2. Henri Lefebvre, “La Producción del espacio”, Anthropos, 1974
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Referencia(s)

CUI Jie (1983)
Nombre: Jie
Apellido: CUI
Otro(s) nombre(s):

  • 崔洁 (Chino simplificado)

Género: Femenino
Nacionalidad(es):

  • China

Edad: 42 años (2025)

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