Escuchadme bien, panda de snobs! Tengo algo que deciros sobre Eddie Martinez, ese furioso chamán de la pintura que nunca se disculpa por su vitalidad frenética. Mientras sorbéis vuestros malos champanes en vuestras galerías blancas, él derrama torrentes de pintura sobre lienzos gigantescos con la urgencia de un boxeador, ese deporte que tanto le gusta comparar con su práctica artística.
Martinez pinta como si mañana no existiera, como si cada pincelada fuera una afirmación existencial. Últimamente, su fama está explotando, representando a San Marino en la Bienal de Venecia 2024 con “Nomader”, exposiciones individuales en el Space K de Seúl y en el Parrish Art Museum de Nueva York… pero no creáis que su pintura se ha calmado o domesticado. No, sigue siendo salvaje, cruda, visceral.
Mira sus “White Outs”, donde cubre parcialmente de blanco siluetas serigrafiadas, creando una coreografía fantasmal de formas que se desvanecen y reaparecen. Esta técnica recuerda extrañamente a la poesía de Mallarmé y sus juegos con el espacio de la página [1]. Como el poeta simbolista que utilizaba los blancos para crear silencios visuales entre las palabras, Martínez emplea el blanco como un espacio de tensión activa. No es simplemente un color, sino un elemento estructural que organiza el caos, que crea respiraciones en su composición frenética.
La obra de Martínez está profundamente inscrita en la historia de la poesía moderna. Cuando borra parcialmente sus propias marcas, cuando deja surgir formas semi-visibles bajo capas de pintura blanca, reinterpreta el gesto mallarmeano de “dar un sentido más puro a las palabras de la tribu” [2]. Purifica su propio vocabulario visual, pero sin nunca ceder a la tentación del borrado total. Los fantasmas persisten, las huellas permanecen.
Este diálogo con Mallarmé no es simplemente formal. El poeta escribía: “Pintar, no la cosa, sino el efecto que produce” [3]. ¿No es exactamente lo que hace Martínez cuando transforma sus pequeños dibujos con marcador permanente Sharpie en enormes pinturas, no para reproducir fielmente el dibujo, sino para capturar su energía, su espontaneidad, su inmediatez? No pinta objetos, sino el efecto que producen en su psique.
Pero no os equivoquéis: Martínez no es un intelectual pretencioso. Es un maniático obsesivo del tenis que compara su proceso creativo con el de Roger Federer, cuya gracia en la cancha oculta un trabajo arduo. “Quiero que la pintura sea como un buen golpe en la mandíbula, súbito, enérgico y no completamente agradable”, podría decir, parafraseando la observación de Elaine de Kooning sobre Stuart Davis [4].
Si la poesía de Mallarmé insufla una dimensión estructural a su obra, es el cine expresionista alemán el que revela su dimensión psicológica. Las sombras deformadas de “El gabinete del Doctor Caligari” (1920), donde el espacio arquitectónico estaba deliberadamente distorsionado para crear una sensación de malestar [6], encuentran un eco contemporáneo en esas siluetas torturadas que Martínez hace surgir de sus cuadros [5], especialmente en “Primary” (2020), donde yuxtapone formas primarias coloreadas contra un fondo blanco inmaculado. Los contornos negros gruesos delimitan zonas de rojo, azul y amarillo que parecen flotar en un espacio indefinido. La manera en que utiliza el negro y el blanco en sus “White Outs” recuerda directamente a la fotografía expresionista, donde los contrastes brutales creaban una atmósfera de angustia existencial. Las calles tortuosas de Holstenwall encuentran su equivalente contemporáneo en las líneas sinuosas de Martínez.
El cine expresionista usaba la sombra como metáfora visual del subconsciente. De igual manera, Martínez proyecta en sus lienzos las sombras de sus propias obsesiones, esos cráneos, esos pájaros, esas formas orgánicas que vuelven a atormentar sus composiciones. Como en “Nosferatu” de Murnau, donde la sombra del vampiro precede su presencia física, las siluetas de Martínez parecen existir en un reino entre la materialidad y la inmaterialidad [7].
Pero Martínez no es sólo un pesimista torturado. Hay una alegría salvaje en su pintura, una celebración del acto mismo de crear que trasciende la angustia expresionista. “Eso es todo lo que realmente quiero hacer, pintar,” dice [8]. Esta afirmación simple pero poderosa revela lo esencial: Martínez es ante todo un pintor que encuentra su salvación en el acto mismo de pintar.
La relación que Martinez mantiene con sus materiales es casi erótica. Los acaricia, los agrede, los seduce. Usa “todo lo que tiene delante”, cuchillos, pinceles, palos de pigmento, botes de pintura [9]. No jerarquiza sus herramientas, no sacraliza una técnica en detrimento de otra. Esta actitud irreverente hacia la tradición pictórica es refrescante en un mundo del arte a menudo anquilosado por sus propias convenciones.
Martinez declaró: “Estoy interesado en la velocidad, realmente. Es lo que más me excita, algo que se hace sin mucho pensamiento” [10]. Esta valorización de la inmediatez, del instinto, nos remite al expresionismo alemán, donde la expresión directa de las emociones primaba sobre la representación fiel de la realidad. Los cineastas expresionistas buscaban representar el estado mental de sus personajes mediante decorados deformados y juegos de sombra exagerados; Martinez expresa su mundo interior a través de gestos rápidos y audaces yuxtaposiciones de colores y formas.
Podrías pensar que este enfoque intuitivo conduce a una pintura caótica, sin estructura. Error. Martinez es un compositor riguroso que sabe exactamente dónde colocar cada marca. Al igual que los directores expresionistas que planificaban meticulosamente sus distorsiones visuales, Martinez orquesta su caos con precisión.
Toma “Emartllc No.5 (Recent Growth)” (2023), donde un “bufly” (término inventado por su hijo para decir “butterfly”, mariposa) a la izquierda del lienzo parece desencadenar una explosión de actividad a la derecha. Esta composición no es accidental. Cuenta una historia de transformación, de energía potencial que se vuelve cinética. Es una migración controlada de formas, una narración visual que no necesita palabras para ser comprendida.
La dinámica de esta pintura recuerda las secuencias oníricas en las películas expresionistas, donde la lógica narrativa era reemplazada por una lógica emocional [11]. Las transiciones abruptas, las distorsiones de escala, las yuxtaposiciones inesperadas, todos estos elementos se encuentran en la obra de Martinez, creando una experiencia visual que desafía la racionalidad pero habla directamente a nuestro subconsciente.
Martinez deconstruye y reconstruye constantemente su propio lenguaje visual. No duda en destruir una pintura para crear una nueva, como hizo con “Bad War” de 2009, que cubrió para crear una nueva obra [12]. Este enfoque por capas sucesivas crea cuadros con una profundidad histórica, capas de decisiones y gestos que se acumulan como las capas geológicas.
El crítico David Coggins escribió que Martinez “revitaliza el bodegón… en un espíritu de exploración lúcida en lugar de postura posmoderna” [13]. Esta observación toca lo esencial: a pesar de todas sus referencias históricas, la pintura de Martinez nunca es cínica ni calculada. Es profundamente sincera, casi ingenua en su creencia en el poder transformador del arte.
Lo que realmente distingue a Martinez es su capacidad para navegar entre la abstracción y la figuración sin que parezca forzado o artificial. Sus “blockheads”, esas cabezas cuadradas que aparecen periódicamente en su obra, no son motivos que explote por facilidad comercial, sino formas que surgen naturalmente de su proceso creativo. “Cuando se siente bien, lo hago, y cuando se siente falso, no lo hago”, explica [14].
Esta autenticidad es rara en el mundo del arte contemporáneo, donde tantos artistas parecen producir obras en función de las tendencias del mercado. Martinez sigue su instinto, su ritmo interior. Es como esos músicos de jazz que improvisan sin red, manteniendo al mismo tiempo una estructura subyacente que da sentido a su exploración.
Hablando de exploración, hay que hablar de su relación con el dibujo. Martinez dibuja constantemente, en todas partes, en su casa, de viaje, en blocs de notas, servilletas, cualquier soporte disponible. Estos dibujos no son simples preparaciones para sus pinturas, sino una práctica autónoma, un diario visual que documenta su vida cotidiana [15]. Es lo que Wim Wenders habría llamado un “cuaderno de notas visual” en referencia al cine de autor [16].
De hecho, la práctica del dibujo de Martinez evoca fuertemente el enfoque de los cineastas de la Nouvelle Vague, que utilizaban cámaras ligeras para capturar momentos espontáneos de la vida cotidiana. Como Godard, que decía que “el cine es la verdad 24 veces por segundo”, Martinez usa el dibujo para captar verdades inmediatas, impresiones fugaces [17].
Esta práctica de diario informa luego sus pinturas más elaboradas. En 2015, comenzó a serigrafiar sus pequeños dibujos con Sharpie sobre grandes lienzos, para luego desarrollarlos con pintura. Esta técnica le permite mantener la espontaneidad del dibujo mientras aprovecha las posibilidades de la gran escala. Llama a esta serie “Love Letters” porque muchos de estos dibujos estaban hechos en papel con membrete que él y su esposa, la artista Sam Moyer, habían recibido de su agente inmobiliario [18].
Hay algo profundamente conmovedor en esta anécdota. Revela cómo el arte de Martinez está anclado en su vida cotidiana, cómo transforma objetos banales en vectores de expresión artística. Es un arte que no se toma demasiado en serio, que no se envuelve en una grandilocuencia pretenciosa, sino que encuentra su poesía en lo ordinario.
Esta cualidad democrática, esta accesibilidad, es una de las grandes fuerzas de Martinez. Su arte puede ser apreciado en diferentes niveles: por su pura energía visual, por sus referencias históricas, por su habilidad técnica, o simplemente por su vitalidad bruta. No te excluye si no tienes un doctorado en historia del arte, pero tampoco te subestima.
En “Olive Garden” (2024), presentado en la Bienal de Venecia, Martinez juega con nuestras expectativas. El título evoca deliberadamente la cadena de restaurantes estadounidense, pero la obra en sí es una explosión de colores y formas que no tiene nada que ver con la cocina italiana comercializada [19]. Es un guiño irónico, una forma de decir: no tomes el arte demasiado en serio, pero tampoco lo subestimes.
Esta tensión entre lo serio y lo lúdico, entre la tradición y la innovación, entre la abstracción y la figuración, está en el corazón de la práctica de Martinez. Rechaza las dicotomías simplistas, las categorizaciones fáciles. “Soy el tipo de pintor que soy, y estoy influenciado por lo que me influye, así que nunca voy a hacer un cuadrado negro sólido y llamarlo abstracción. Eso es lo que creo que es la abstracción,” afirma [20].
Esta declaración de independencia es refrescante. Martinez no busca inscribirse en una línea artística particular, ni seguir un programa estético preestablecido. Toma lo que necesita de la historia del arte, el expresionismo abstracto, CoBrA, el neoexpresionismo, Philip Guston, y crea su propia síntesis.
Pero no lo vean como un eclecticismo superficial. El arte de Martinez es profundamente coherente en su aparente incoherencia. Como él mismo dice: “No quiero que nadie se sienta obligado a pensar nada. No tengo nada particular en la obra que quiero que la gente vea, quiero que todo sea interpretado” [21].
Esta apertura a la interpretación es una muestra de confianza, no de indiferencia. Martinez cree lo suficientemente en el poder de su arte para dejar que el espectador encuentre su propio camino en él. Crea cuadros que, como los grandes poemas o las grandes películas, resisten una interpretación definitiva a la vez que invitan a un compromiso profundo.
Lo que hace que la obra de Martinez sea tan cautivadora es que existe simultáneamente en varias dimensiones temporales y estilísticas. Es a la vez contemporánea e intemporal, personal y universal, erudita e instintiva. Se inspira en el pasado sin nostalgia, mira hacia el futuro sin pretensiones.
Y lo hace con una energía contagiosa, una alegría casi infantil en el acto mismo de crear. Como él lo dice simplemente: “Solo quiero hacer cuadros que me den una erección” [22]. Esta franqueza desarmante nos recuerda por qué amamos el arte en primer lugar, no por su valor comercial o su prestigio cultural, sino por su capacidad para emocionarnos, excitarnos, hacernos sentir vivos.
Así que, panda de snobs, dejad de buscar explicaciones complicadas y simplemente dejad que la ola Martinez os lleve. Sentid el ritmo de sus pinceladas, la pulsación de sus colores, la urgencia de sus líneas. Y tal vez, solo tal vez, sentirá esa excitación primitiva, esa erección estética que es la verdadera medida de un gran arte.
- Mallarmé, S. (1897). Un golpe de dados jamás abolirá el azar. Éditions Gallimard.
- Mallarmé, S. (1887). La tumba de Edgar Poe. En “Poemas”.
- Carta de Mallarmé a Henri Cazalis, 30 de octubre de 1864.
- De Kooning, E. (1957). Crítica de Stuart Davis en ARTnews.
- Eisner, L. (1969). La pantalla demoníaca: las influencias de Max Reinhardt y del expresionismo. Éditions Ramsay.
- Kracauer, S. (1947). De Caligari a Hitler: Una historia psicológica del cine alemán. Princeton University Press.
- Elsaesser, T. (2000). Cine de Weimar y después: el imaginario histórico de Alemania. Routledge.
- Simonini, R. (2012). “El proceso: Eddie Martinez”. The Believer.
- Íbid.
- Pricco, E. (2019). “Eddie Martinez: Servicio rápido”. Juxtapoz Magazine.
- Kaes, A. (2009). Cine shell shock: Cultura de Weimar y las heridas de la guerra. Princeton University Press.
- Simonini, R. (2012). “El proceso: Eddie Martinez”. The Believer.
- Coggins, D. citado en los archivos de Mitchell-Innes & Nash.
- Pricco, E. (2019). “Eddie Martinez: Servida rápida”. Juxtapoz Magazine.
- Chen, P. (2023). “Eddie Martinez se somete a los deseos de sus pinturas”. The New York Times Style Magazine.
- Wenders, W. (1991). La lógica de las imágenes: Ensayos y conversaciones. Faber & Faber.
- Cita atribuida a Jean-Luc Godard.
- Chen, P. (2023). “Eddie Martinez se somete a los deseos de sus pinturas”. The New York Times Style Magazine.
- Artforum (2024). “Diarios de Venecia: Eddie Martinez en el pabellón de San Marino”.
- Tiernan, K. (2017). “Eddie Martinez: ‘Solo quiero que la gente interprete la obra como quiera'”. Studio International.
- Ibid.
- Simonini, R. (2012). “El proceso: Eddie Martinez”. The Believer.
















