Escuchadme bien, panda de snobs, tengo una pintora que os va a sacudir de vuestra atonía estética. Marina Perez Simão no es simplemente una artista brasileña, es una navegante cósmica que nos guía a través de las fronteras inciertas de la percepción. En sus lienzos, esta mujer extraordinaria captura la esencia misma de ese momento en que el día abraza la noche, cuando el sueño se confunde con la realidad.
Cuando observo sus obras, me siento como Ulises frente a las sirenas de la abstracción, seducido por esos múltiples horizontes que se superponen en un vertiginoso ballet cromático. Las composiciones de Simão no son simples evocaciones paisajísticas, sino cartografías mentales donde cada estrato coloreado corresponde a un estado de conciencia. La ambigüedad reina como maestra en su universo pictórico, y es precisamente esa indeterminación la que constituye su fuerza.
La fenomenología de Merleau-Ponty nos enseña que la percepción nunca es un acto pasivo, sino una construcción activa donde el cuerpo y la mente se entrelazan para dar sentido al mundo. “Lo visible y lo invisible” se tocan permanentemente en la experiencia sensorial, y es exactamente eso lo que Simão nos muestra en sus composiciones. Sus paisajes imposibles son campos de batalla donde nuestras certezas perceptivas se disuelven como la niebla matutina sobre las colinas de Minas Gerais. “El ojo no solo es sensible a lo que es visible, sino a lo que lo hace visible”, escribía Merleau-Ponty [1], y los lienzos de Marina Perez Simão encarnan perfectamente esa dialéctica donde el espectador participa activamente en la emergencia del sentido.
Tomemos el ejemplo de su exposición “Zwielicht” en la G2 Kunsthalle de Leipzig en 2024. Estos cuadros inmensos, con sus movimientos fluidos y colores incandescentes, no representan tanto lugares como transiciones entre diferentes estados de conciencia. La artista nos sumerge en un intermedio crepuscular, un intervalo donde los contornos de lo real se disuelven para dar lugar a visiones interiores. No es casualidad que “Zwielicht” signifique “entre el perro y el lobo” en alemán, ese momento fugaz en que la luz cambia y transforma nuestra percepción del mundo.
Si la fenomenología nos ofrece una clave para entender la obra de Simão, la poesía de Fernando Pessoa nos permite captar su dimensión existencial. La heteronimia del poeta portugués, esa capacidad de fragmentarse en múltiples personalidades creativas, encuentra un eco sorprendente en los paisajes híbridos de la artista brasileña. Así como Pessoa escribía bajo distintos heterónimos para explorar diversas facetas de la experiencia humana, Simão multiplica los puntos de vista y horizontes en sus composiciones.
En su poema “Autopsicografía”, Pessoa afirma que “el poeta es un simulador” que “simula tan completamente que acaba simulando el dolor que realmente siente” [2]. Esta mise en abyme de la experiencia subjetiva resuena profundamente con la propuesta de Simão, que nos invita a navegar entre diferentes estratos de realidad. Sus cuadros son simulaciones visuales que, paradójicamente, nos reconectan con sensaciones auténticas: el deslumbramiento ante un sol poniente, el vértigo frente a la inmensidad de un paisaje, la melancolía de un crepúsculo.
Durante su exposición “Onda” en la Pace Gallery de Londres en 2022, Marina Perez Simão presentó una serie de polípticos donde las formas orgánicas parecían continuar de un panel al otro, creando así un relato visual fragmentado pero coherente. Esta estructura narrativa fragmentada no es ajena al “Libro del desasosiego” de Pessoa, esa obra río compuesta por fragmentos que, juntos, dibujan el retrato de una conciencia en perpetuo movimiento. “Soy un fragmento de un yo cuya totalidad no conozco”, podría haber escrito Bernardo Soares, el heterónimo de Pessoa, al contemplar estos cuadros donde la unidad nace de la fragmentación.
La fuerza de Marina Perez Simão reside en su capacidad para transformar la experiencia del paisaje en una exploración interna. Las ondulaciones sensuales de sus composiciones no son simples representaciones de colinas o olas, sino metáforas visuales de nuestros estados de ánimo fluctuantes. Como ella confesó en una entrevista: “Rompo la composición para crear un cambio de estado, una promesa de algo más allá del cuadro.” Esta promesa de un más allá, de un trascender los límites de lo visible, está en el centro de su enfoque artístico.
La artista nunca trabaja cuando está triste, ¡esa es una confesión que merece ser detenida! Contrariamente al mito romántico del genio torturado, Simão reivindica la alegría como condición necesaria para la creación. “Debo sentirme bien para estar en el taller”, dice ella. Esta ética de la felicidad creativa se refleja en sus lienzos con una luminosidad particular, una vibración cromática que nos arranca de nuestra morosidad cotidiana. Sus paisajes abstractos son máquinas para producir alegría visual, dispositivos ópticos que estimulan nuestras neuronas sedientas de belleza.
La formación de Simão en la Escuela de Bellas Artes de París sin duda ha influenciado su técnica pictórica, pero es en el diálogo con el paisaje brasileño donde ha forjado su lenguaje visual único. Los colores vibrantes de sus cuadros, esos naranjas incandescentes, esos azules profundos, esos violetas crepusculares, evocan los contrastes sorprendentes de la naturaleza brasileña. “Todo es demasiado”, dice ella acerca de su país natal, donde las tormentas surgen repentinamente, donde la luz transforma radicalmente el paisaje según la hora del día.
Lo que llama la atención en la obra de Marina Perez Simão es esa tensión constante entre control y abandono. Cada cuadro se prepara minuciosamente a través de una serie de acuarelas y bocetos, pero la artista siempre conserva una parte de improvisación en la ejecución final. “No me gusta dudar demasiado al pintar”, afirma, “me gusta el gesto directo.” Esta fluidez gestual confiere a sus composiciones una cualidad casi musical, como si cada color fuera una nota en una sinfonía visual.
A quienes quisieran reducir su trabajo a una simple variación sobre la abstracción paisajística, respondo: ¡abran bien los ojos! El arte de Simão trasciende las categorías fáciles y nos invita a una experiencia sensorial total. Sus cuadros no son ventanas al mundo, sino espejos de nuestra interioridad, portales hacia dimensiones paralelas donde las leyes de la física están suspendidas.
La crítica Hettie Judah observó justamente que en los polípticos de Simão “algo interesante ocurre en el espacio entre los paneles”. Estos intersticios, esos pocos centímetros de pared blanca que puntúan sus obras, se convierten en espacios de proyección para nuestra imaginación. ¿Qué sucede en esas rupturas? ¿Un lapso de tiempo? ¿Un movimiento en el espacio? Estas preguntas sin respuesta definitiva forman parte integral de la experiencia estética que nos propone la artista.
El enfoque de Simão se inscribe en una línea de artistas que han explorado los límites entre la abstracción y la figuración, desde Georgia O’Keeffe hasta Helen Frankenthaler pasando por Tarsila do Amaral. Pero ella aporta a esta tradición una sensibilidad contemporánea, impregnada por las urgencias ecológicas de nuestra época. Sus paisajes quiméricos pueden interpretarse como visiones post-apocalípticas, mundos alternativos donde la naturaleza habría recuperado sus derechos tras la catástrofe antropocénica.
No creáis que Marina Perez Simão es una artista ingenua que se limita a producir bonitas imágenes. Su trabajo está profundamente arraigado en una reflexión sobre las posibilidades y los límites de la pintura en la era digital. En un mundo saturado de imágenes virtuales, sus lienzos afirman la presencia irreductible de la materia pictórica, la importancia del gesto y del cuerpo en el acto creativo.
Cuando habla de su proceso creativo, Simão evoca esa sensación de “ignorancia” que busca: “Tengo que sorprenderme a mí misma. Tengo que tener esa sensación de ignorancia: ¿Qué es esto? ¿Dónde está?” Esta postura de asombro filosófico, este cuestionamiento constante ante lo visible, está en el corazón de su enfoque. La pintora no nos ofrece respuestas, sino espacios de contemplación activa donde nuestras certezas se disuelven.
¿Qué decir de su técnica? Las capas de pintura se acumulan en el lienzo como estratos geológicos, creando una profundidad que invita a la mirada a sumergirse en la superficie. Los contrastes de materia, entre zonas lisas y empastes, entre transparencia y opacidad, añaden una dimensión táctil a la experiencia visual. Dan ganas de acariciar estos lienzos como se tocaría un paisaje soñado.
Hay algo profundamente liberador en el arte de Marina Perez Simão. Al difuminar las fronteras entre interior y exterior, entre lo real y lo imaginario, nos recuerda que nuestra percepción del mundo es siempre una construcción subjetiva, un proceso creativo en sí mismo. Sus cuadros son invitaciones a explorar nuestros propios paisajes interiores, a perdernos en los meandros de nuestra conciencia.
La próxima vez que os encontréis frente a un lienzo de Simão, tomad el tiempo para abandonaros completamente a él. Dejad que vuestros ojos deambulen entre las capas coloreadas, perdéos en las ondulaciones sensuales de sus composiciones, respirad al ritmo de sus contrastes cromáticos. El arte no está hecho para ser comprendido, sino para ser vivido, y pocos artistas contemporáneos nos ofrecen una experiencia tan intensa como Marina Perez Simão.
No seáis esos espectadores frívolos que pasan delante de los cuadros en busca de una satisfacción inmediata. Sed más bien esos viajeros intrépidos dispuestos a embarcarse en una travesía hacia lo desconocido. Porque eso es precisamente lo que ofrece la obra de Simão: una invitación al viaje, no hacia tierras lejanas, sino hacia los territorios inexplorados de nuestra propia sensibilidad.
Y si no sois capaces de tal apertura, si preferís aferraros a vuestras certezas estéticas, ¡entonces lo siento por vosotros! Perderéis una de las experiencias visuales más emocionantes que el arte contemporáneo tiene para ofrecer. Marina Perez Simão no necesita vuestra aprobación, sus lienzos seguirán brillando mucho después de que vuestros juicios apresurados hayan sido olvidados.
- Merleau-Ponty, Maurice. “Lo visible y lo invisible”, Éditions Gallimard, París, 1964.
- Pessoa, Fernando. “Autopsicografía” en “Poemas de Fernando Pessoa”, Christian Bourgois editor, París, 2001.
















