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Mr. Iwamoto: El artista que trasciende el otaku

Publicado el: 30 Enero 2025

Por: Hervé Lancelin

Categoría: Crítica de arte

Tiempo de lectura: 6 minutos

En la obra de Iwamoto MASAKAZU (イワモト・マサカズ), alias MR., cada mirada es un portal hacia universos paralelos, donde la cultura popular japonesa se mezcla con la crítica social. Sus personajes con ojos desmesurados reflejan nuestra sociedad saturada de imágenes, transformando la estética manga en herramienta de reflexión crítica.

Escuchadme bien, panda de snobs, ya es hora de hablar de Iwamoto Masakazu (イワモト・マサカズ), nacido en 1969 en Cupa, Japón, este artista que probablemente conozcáis mejor bajo el seudónimo de “MR.”. Sí, aquel que tomó su nombre del legendario jugador de béisbol Shigeo Nagashima, apodado “Mr. Giants”. Una apropiación que dice mucho sobre la cultura japonesa y su relación con la idolatría popular. Pero no os equivoquéis, no es un simple juego de máscaras.

¿Crees saber todo sobre el arte contemporáneo japonés porque has colgado una estampa de Hokusai en tu salón? Permíteme contarte cómo Iwamoto sacude nuestras certezas occidentales sobre el arte y la cultura de masas. En su universo, la distinción entre “arte elevado” y “cultura baja” se rompe como un jarrón de porcelana en una tienda de manga. Y ahí reside precisamente su genio.

Antiguo discípulo de Takashi Murakami, sí, ese Murakami, Iwamoto emergió de la sombra de su maestro en 1996, con el diploma de la Sokei Academy of Fine Art & Design en mano, para ofrecernos una visión singular de la sociedad japonesa posmoderna. Una sociedad marcada por lo que el filósofo Jean Baudrillard llamó la hiperrrealidad, donde la frontera entre lo real y el simulacro se difumina hasta desaparecer por completo. En la obra de Iwamoto, esta teoría cobra vida a través de sus personajes con ojos desmedidos que reflejan literalmente mundos enteros en sus iris, una metáfora visual impactante de nuestra época saturada de imágenes.

Toma su instalación monumental “Metamorphosis: Give Me Your Wings” en la Lehmann Maupin Gallery en 2012. Un caos organizado de objetos cotidianos japoneses, basura y desechos que se eleva como un brutal testamento a la catástrofe de Fukushima. Theodor Adorno dijo que escribir poesía después de Auschwitz era bárbaro; bien, Iwamoto nos muestra cómo hacer arte después de una catástrofe nuclear. Transforma el trauma colectivo en una experiencia estética que nos obliga a confrontar nuestros propios miedos al apocalipsis tecnológico.

Pero no creas que Iwamoto se limita a reciclar nuestras angustias colectivas. Su obra está profundamente arraigada en la cultura otaku, ese fenómeno social japonés que trasciende la mera pasión por el manga y el anime. Walter Benjamin habló del aura de la obra de arte en la era de su reproductibilidad técnica; Iwamoto, por su parte, crea una nueva aura a partir de esa misma reproductibilidad. Sus personajes, inspirados en la estética manga, no son simples copias sino arquetipos que cuestionan nuestra relación con la autenticidad y la originalidad.

En su serie de pinturas donde los personajes parecen flotar en paisajes urbanos desestructurados, Iwamoto juega con nuestras percepciones como un DJ mezclando samples culturales. Las referencias chocan: aquí un logo de comida rápida transformado en adorno capilar, allá notificaciones de redes sociales que bailan en la mirada de una niña. Es un diálogo constante entre la tradición pictórica japonesa y nuestro presente digital saturado de signos.

Si buscan la prueba de que Iwamoto no es solo otro artista “kawaii”, observen cómo aborda la espacialidad en sus obras. Heredero de la tradición del “Superflat” teorizada por Murakami, lleva el concepto a sus límites más extremos. Las perspectivas se derrumban, los planos se superponen, creando un vértigo visual que recuerda a las experimentaciones de los cubistas, pero con una sensibilidad decididamente contemporánea y japonesa.

Su colaboración con Pharrell Williams en 2019 en el Musée Guimet ilustra perfectamente su capacidad para trascender las fronteras entre arte y cultura popular. “A Call To Action” no fue solo una exposición, fue un manifiesto visual sobre el poder de la juventud en un mundo en crisis. Las armas coloridas, semejantes a juguetes en las manos de sus personajes, nos recordaban que la inocencia puede ser la forma de resistencia más radical.

El arte de Iwamoto es paradójico: utiliza la estética de la evasión para confrontarnos con la realidad más cruda. Sus personajes con expresiones congeladas en una sorpresa eterna nos remiten a nuestra propia estupidez ante un mundo que escapa a nuestra comprensión. Esto es precisamente lo que Guy Debord describía en “La Sociedad del Espectáculo”, nos hemos convertido en espectadores de nuestra propia alienación.

Lo que hace que la obra de Iwamoto sea tan pertinente hoy en día es que navega entre distintos niveles de lectura. Para el público occidental, sus creaciones pueden parecer solo otra manifestación más del “Cool Japan”. Pero bajo esta superficie seductora se oculta una crítica acerba a la sociedad de consumo y a nuestra relación con la imagen. Cada sonrisa congelada de sus personajes es una máscara que oculta un abismo de cuestionamientos existenciales.

Su arte es una crónica de nuestra época, donde la realidad y la ficción se entrelazan hasta volverse indistinguibles. Los paisajes urbanos que representa, con sus acumulaciones de signos y símbolos, reflejan nuestras propias ciudades, que se han vuelto ilegibles por la saturación visual. Esto es lo que Marc Augé llamaba los “no lugares” de la sobremodernidad, esos espacios de tránsito donde la identidad se disuelve.

En sus últimas obras, expuestas en Londres en 2024, Iwamoto lleva aún más lejos su exploración de las tensiones entre fantasía y realidad. Los rostros que pinta ya no son simples retratos sino portales hacia universos paralelos, cada ojo contiene un microcosmos de la cultura popular japonesa. Es un juego de espejos vertiginoso de nuestra sociedad de la imagen, donde cada mirada está saturada de referencias visuales.

Iwamoto crea un arte que funciona simultáneamente como entretenimiento y como crítica social. Sus obras son como caballos de Troya culturales que se infiltran en nuestras conciencias bajo el disfraz de la ternura para confrontarnos mejor con nuestras contradicciones. Es un equilibrista que camina por la cuerda floja entre provocación y seducción, entre crítica y celebración.

Si algunos críticos lo han reducido a un simple epígono de Murakami, pasan por alto lo esencial. Iwamoto ha desarrollado un lenguaje visual único que trasciende las influencias de su mentor. Su manera de tratar la superficie pictórica, de jugar con los códigos del mundo digital en un medio tradicional, de crear obras que funcionan igual de bien en Instagram que en el espacio sagrado del museo, todo ello atestigua una comprensión profunda de los retos del arte en la era digital.

Su trabajo nos obliga a repensar nuestras categorías estéticas tradicionales. ¿Cómo clasificar a un artista que expone sus obras tanto en galerías prestigiosas como en tiendas de lujo? ¿Quién crea instalaciones monumentales que tratan de catástrofes nucleares mientras dibuja personajes que parecen sacados de un dibujo animado? Es precisamente esta capacidad de difuminar las fronteras lo que le convierte en un artista emblemático de nuestra época.

El arte de Iwamoto Masakazu es un espejo complejo tendido a nuestra sociedad globalizada. Un espejo que refleja nuestras obsesiones, miedos, deseos, pero que los transforma en algo nuevo, provocador, inesperado. Nos muestra que el arte aún puede sorprendernos, desestabilizarnos, hacernos reflexionar, incluso, y quizás especialmente, cuando toma el lenguaje de la cultura popular.

Así que la próxima vez que veáis una obra de Iwamoto Masakazu, o MR., no os detengáis en su superficie brillante. Sumergíos en esas miradas desmesuradas que contienen universos enteros. Dejaos desestabilizar por esas composiciones que desafían toda lógica espacial. Porque es ahí, en ese vértigo visual y conceptual, donde se encuentra la verdadera fuerza de su arte.

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Referencia(s)

Iwamoto MASAKAZU (1969)
Nombre: Iwamoto
Apellido: MASAKAZU
Otro(s) nombre(s):

  • MR.
  • イワモト・マサカズ (Japonés)

Género: Masculino
Nacionalidad(es):

  • Japón

Edad: 56 años (2025)

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