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Martes 18 Noviembre

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Nick Brandt: El fotógrafo que sacude nuestras almas

Publicado el: 20 Noviembre 2024

Por: Hervé Lancelin

Categoría: Crítica de arte

Tiempo de lectura: 8 minutos

Nick Brandt no es sólo un fotógrafo británico que dispara elefantes bajo el sol africano. Es la Casandra visual de nuestra época, el artista que nos obliga a mirar de frente lo que generalmente preferimos ignorar: nuestra responsabilidad en la destrucción del mundo natural.

Escuchadme bien, panda de snobs. Nick Brandt, nacido en 1964 en Londres, no es sólo un simple fotógrafo de naturaleza que dispara a cebras con teleobjetivo desde su 4×4 climatizado. Es el Théodore Géricault de nuestra época, inmortalizando no la balsa de la Medusa, sino el naufragio final de nuestro mundo natural. Y si creen que esta comparación es exagerada, es que no han comprendido la potencia de su obra.

Comencemos con su manera revolucionaria de abordar la fotografía animal. Mientras la mayoría de los fotógrafos de naturaleza se esconden detrás de sus enormes teleobjetivos para capturar escenas de acción espectaculares, Brandt hace exactamente lo contrario. Se acerca a sus sujetos con un simple Pentax 67II y objetivos fijos, como si realizara retratos de estudio.

Su técnica tiene una audacia que roza la locura. Imagina por un momento lo que significa fotografiar un león a pocos metros con una cámara de formato medio que hace un ruido de martillo neumático en cada disparo. Esto no es fotografía, es una ruleta rusa estética. Pero es precisamente esta proximidad física lo que da a sus imágenes su fuerza metafísica. Cuando miras sus retratos de elefantes en blanco y negro, no ves simplemente paquidermos, te enfrentas a seres conscientes que te miran desde el borde de la extinción.

La manera en que utiliza el blanco y negro es magistral. No es una elección estética fácil para parecer “artístico”, como hacen tantos fotógrafos mediocres. No, su blanco y negro es tan afilado como una cuchilla de afeitar. Despoja a sus imágenes de toda distracción cromática para obligarnos a ver lo esencial: la presencia pura de estas criaturas, su dignidad intrínseca, su vulnerabilidad absoluta. Es lo que el filósofo Emmanuel Levinas llamaba “el rostro del otro”, esa presencia que nos impone una responsabilidad ética ineludible.

En su serie “On This Earth”, Brandt nos muestra animales que parecen ya fantasmas. Las cebras emergen de la niebla como espectros de un pasado desapareciente. Las jirafas se recortan contra el cielo como jeroglíficos de un lenguaje que estamos olvidando. Cada imagen es una elegía visual, un memento mori para el Antropoceno. Este enfoque recuerda los trabajos de Bernd y Hilla Becher sobre estructuras industriales, pero en lugar de documentar los vestigios de la revolución industrial, Brandt cataloga las víctimas de esa misma revolución.

Pero es con “This Empty World” que su trabajo alcanza una dimensión verdaderamente profética. Esta serie es un puñetazo en el estómago de nuestra conciencia colectiva. Brandt construye en la sabana decorados gigantescos, estaciones de servicio, obras en construcción, carreteras, creando choques visuales entre el mundo natural y nuestra civilización industrial que hacen que “Blade Runner” parezca una comedia romántica. La destreza técnica es alucinante: instala cámaras con sensores de movimiento, espera durante meses a que los animales se acostumbren a las estructuras, luego completa los decorados y añade humanos. El resultado es de una violencia simbólica inaudita.

Tomen esta imagen de un elefante perdido en una obra nocturna. Los obreros, absortos en sus teléfonos móviles, ignoran completamente su presencia majestuosa. La luz artificial crea una atmósfera de pesadilla que recuerda a los cuadros de Hopper, pero en lugar de la soledad urbana, se representa la alienación ambiental. El elefante se convierte en un memento mori monumental, un recordatorio de lo que estamos perdiendo en nuestra locura por el “progreso”.

Esta serie hace eco a las teorías de la antropóloga Anna Tsing sobre lo que ella llama “las ruinas del capitalismo”. Pero Brandt va más allá: no se limita a documentar esas ruinas, crea alegorías visuales que nos obligan a confrontar nuestra propia barbarie. Cada imagen es una acusación, una profecía, una lamentación.

La serie “Across The Ravaged Land” lleva aún más lejos esta reflexión sobre nuestra capacidad de destrucción. Las imágenes de los guardianes sosteniendo las defensas de elefantes cazados furtivamente tienen una potencia trágica que recuerda a las piedad del Renacimiento. Pero en lugar de la madre de Cristo sosteniendo el cuerpo de su hijo, vemos a hombres sosteniendo los restos de criaturas masacradas para satisfacer la vanidad humana. Esto es lo que el filósofo Theodor Adorno habría llamado una “imagen dialéctica”, una imagen que revela las contradicciones fundamentales de nuestra civilización.

Los retratos de animales petrificados por el lago Natron son quizás las imágenes más perturbadoras de esta serie. Estas criaturas calcificadas, congeladas en poses que recuerdan los moldes de Pompeya, se convierten en monumentos a nuestra indiferencia colectiva. Es una mezcla de Géricault con Joel-Peter Witkin, lo sublime y el horror fusionados en una misma imagen.

Con “The Day May Break”, Brandt eleva su arte a un nuevo nivel de complejidad conceptual. Esta serie de retratos de humanos y animales en la niebla, todos víctimas del cambio climático, es de una belleza insoportable. La niebla artificial que envuelve a sus sujetos no es un simple efecto estético, es una metáfora visual de nuestro cegamiento colectivo. Cada imagen está construida como un cuadro del Renacimiento, con una atención meticulosa a la composición y la luz, pero el mensaje es decididamente contemporáneo.

Los retratos están acompañados de testimonios desgarradores: agricultores que han perdido sus tierras debido a la sequía, familias desplazadas por inundaciones catastróficas, animales salvados in extremis de la extinción. Esto es lo que el filósofo Jacques Rancière llama el “partage du sensible”, una redistribución de lo que es visible y decible en nuestra sociedad. Brandt da voz y rostro a aquellos que generalmente son invisibles en el discurso sobre el cambio climático.

Su última serie, “SINK / RISE”, fotografiada en Fiji, es quizás su creación más audaz hasta la fecha. Estos retratos submarinos de isleños amenazados por la subida del nivel del mar tienen una ironía heladora. Los sujetos son fotografiados realizando actividades cotidianas, sentados en sofás, de pie sobre sillas, pero bajo el agua. Es realismo mágico que se encuentra con el documental ambiental. Las imágenes recuerdan las instalaciones de Bill Viola, pero en lugar de explorar la espiritualidad, confrontan la brutal realidad del cambio climático.

Lo que es particularmente llamativo en “The Echo of Our Voices”, su serie más reciente, es la forma en que vincula la crisis climática con la crisis de los refugiados. Al fotografiar a familias sirias en Jordania, el segundo país más afectado por la escasez de agua en el mundo, Brandt muestra cómo las catástrofes ambientales y humanas están inextricablemente ligadas. Los retratos de familias encaramadas sobre pilas de cajas que se elevan hacia el cielo tienen un poder simbólico extraordinario, una verticalidad que sugiere tanto precariedad como resiliencia.

La técnica de Brandt es tan rigurosa como su visión implacable. Para “This Empty World”, desarrolló un proceso complejo que implica sistemas de iluminación elaborados, sensores de movimiento y decorados monumentales. Cada imagen es el resultado de meses de preparación y espera. Esta paciencia monástica recuerda a los grandes fotógrafos del siglo XIX, pero al servicio de una urgencia muy contemporánea.

Algunos críticos reducen su trabajo a “fotografía de conservación” o a “fotoperiodismo ambiental”. ¡Qué absurdo! Brandt es un artista conceptual que utiliza la fotografía como medio para crear una nueva mitología visual del Antropoceno. Sus imágenes no son documentos, son visiones, profecías, manifiestos visuales.

La forma en que utiliza la iluminación artificial en sus escenas nocturnas es particularmente notable. Estas luces crudas, que recuerdan a las pinturas de Georges de La Tour, crean una atmósfera de teatro apocalíptico. Las sombras proyectadas se vuelven tan importantes como los propios sujetos, creando una coreografía visual compleja que evoca los grabados de Piranesi.

Lo que distingue a Brandt de tantos otros fotógrafos contemporáneos es su rechazo absoluto del cinismo. En un mundo artístico donde la ironía se ha convertido en una pose por defecto, él se atreve a ser sincero hasta la médula. Su rabia es real, su compasión es real, su desesperación es real. Esto es lo que el filósofo Jean-Paul Sartre llamaba el compromiso, un arte que no se limita a reflejar el mundo sino que busca transformarlo.

Su trabajo con la Big Life Foundation, que cofundó en 2010, muestra que no se limita a documentar la destrucción, sino que actúa concretamente para combatirla. Esta fusión de arte y activismo recuerda a las vanguardias de principios del siglo XX, pero con una urgencia aún mayor. Porque, a diferencia de los surrealistas que querían cambiar la vida, Brandt lucha literalmente por preservarla.

La manera en que trata la temporalidad en sus imágenes es fascinante. Sus fotografías parecen existir simultáneamente en varias temporalidades: documentan el presente, profetizan el futuro y lloran el pasado. Esto es lo que el historiador de arte Aby Warburg llamaba la “supervivencia”, la forma en que ciertas imágenes llevan dentro la memoria de formas más antiguas.

Técnicamente, su paso del filme a la fotografía digital para “This Empty World” y las series siguientes no ha cambiado en nada la potencia de su visión. Si sus primeras imágenes en blanco y negro evocaban la fotografía del siglo XIX, sus obras recientes en color crean su propio lenguaje visual. Los colores saturados de sus escenas nocturnas son tan artificiales como lo es nuestra relación actual con la naturaleza.

Para aquellos que aún piensan que la fotografía es solo un simple documento, el trabajo de Brandt es una bofetada saludable. Sus imágenes son construcciones complejas que requieren tanta planificación y reflexión como un cuadro histórico. La diferencia es que la historia que pinta se está desarrollando ante nuestros ojos, y todos somos cómplices.

Su uso de la puesta en escena no disminuye en absoluto la veracidad de su trabajo. Al contrario, como señaló Walter Benjamin, a veces la ficción es la mejor manera de acceder a la verdad. Las escenas construidas por Brandt revelan una verdad más profunda que cualquier documental tradicional.

El trabajo de Nick Brandt es un recordatorio brutal de nuestra propia mortalidad colectiva. Sus imágenes nos obligan a enfrentar lo que generalmente preferimos ignorar: nuestra responsabilidad en la destrucción del mundo natural. Si no entiendes la importancia de su trabajo, es que formas parte del problema. Su obra no está para consolarnos o entretenernos, está para despertarnos de nuestra letanía consumista antes de que sea demasiado tarde.

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Referencia(s)

Nick BRANDT (1966)
Nombre: Nick
Apellido: BRANDT
Género: Masculino
Nacionalidad(es):

  • Reino Unido

Edad: 59 años (2025)

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