Escuchadme bien, panda de snobs, tengo algo que deciros sobre Qin Qi, ese pintor que tanto os escapa. Si pensabais comprender el arte contemporáneo chino con vuestros pequeños marcos de referencia occidentales, equivocaos. Qin Qi es la encarnación misma de esa nueva generación de artistas chinos nacidos en los años 70, que juegan con los códigos, las referencias y las técnicas con una libertad desconcertante.
Nacido en 1975 en la provincia de Shaanxi, graduado de la Academia de Bellas Artes Lu Xun, donde ahora enseña, Qin Qi se ha liberado de las ataduras académicas para desarrollar un universo pictórico sin igual. Su trayectoria es fascinante: comenzando con una figuración narrativa juvenil a principios de los años 2000, se orientó progresivamente hacia la experimentación de la imagen en 2004, antes de explorar la conciencia de la forma y la estructura en la pintura. Fue en 2010, con su emblemática exposición “Una silla también puede salvar vidas” en el Museo de Arte Moderno Minsheng de Shanghái, cuando se consolidó como una figura imprescindible de la nueva pintura china.
Lo que inmediatamente sorprende en la obra de Qin Qi es esa extraña capacidad para crear tensiones entre lo familiar y lo extraño, entre lo cotidiano y lo fantástico. Sus cuadros están poblados de animales, caballos, grullas, gansos blancos, bodegones, paisajes religiosos y personajes con atributos profesionales distintivos: lamas (monjes budistas tibetanos), cocineros, jugadores… El artista toma de su entorno inmediato mientras infunde una dimensión fantasmagórica que desconcierta al espectador.
Este enfoque me recuerda furiosamente al de Giorgio de Chirico, ese gran maestro del misterio pictórico. Como Qin Qi, De Chirico sobresalía haciendo extraño lo que nos es familiar, transformando plazas públicas u objetos cotidianos en teatros metafísicos inquietantes [1]. Ambos artistas comparten la capacidad de suspender el tiempo, de crear espacios donde la lógica habitual queda subvertida. Al igual que los maniquíes sin rostro que pueblan los lienzos de De Chirico, los personajes de Qin Qi, en particular sus cocineros con expresiones indescifrables o sus lamas en plena conversación, parecen existir en una dimensión paralela, fuera del tiempo, prisioneros de un instante eterno.
“El arte metafísico debe tener la claridad y precisión de un plano arquitectónico”, escribía De Chirico [2]. Esta rigurosidad formal, que no excluye el misterio, se encuentra en la construcción meticulosa de las composiciones de Qin Qi. Observad “Los dos lamas” o “Los tres lamas”: el artista chino organiza su espacio con una precisión inquietante, cada elemento, nubes, estatuillas budistas, montañas lejanas, participa en la creación de una arquitectura visual coherente pero perturbadora.
Pero donde De Chirico se dirigía hacia la Grecia antigua y la mitología mediterránea, Qin Qi se apropia de los códigos del orientalismo, lo que nos lleva a un segundo paralelo fascinante con la pintura de Edward Said y su crítica al orientalismo. Said demostró brillantemente cómo Occidente construyó una visión fantaseada de Oriente que servía a sus propios intereses coloniales y a su propia mitología [3]. Lo delicioso de la aproximación de Qin Qi es que invierte ese mecanismo: como artista chino, se apropia de los clichés orientalistas para desviarlos y convertirlos en soporte de una reflexión personal.
Tomemos “Alí Babá”, esa obra sorprendente donde representa a Jack Ma (el fundador de Alibaba) como un comerciante árabe cruzando el desierto. Qin Qi se divierte con los estereotipos orientalistas, no para perpetuarlos, sino para crear una alegoría contemporánea que cuestiona las nuevas rutas digitales de la seda. Como escribió Said, “Oriente fue casi una invención de Europa” [4], y ahora un artista chino se reapropia de esta invención para contar una historia inédita, la de la China contemporánea que extiende su influencia económica hacia el oeste.
Este enfoque recuerda extrañamente al concepto de orientalismo invertido que Said mencionaba: “Las representaciones de Oriente por Occidente reflejan menos la realidad oriental que sirven para definir la identidad occidental por contraste” [5]. Qin Qi realiza un giro similar, usando la imaginería orientalista no para definir al otro, sino para explorar su propia identidad cultural híbrida, la de un artista chino nutrido tanto por la tradición local como por la historia del arte occidental.
La obra “El Paraíso” (2017) es la ilustración perfecta: esta visión utópica de un mundo donde hombres y animales coexisten armoniosamente toma tanto de las composiciones dinámicas occidentales como de cierta idea del paraíso budista. Pero es una utopía consciente de sí misma, teñida de ironía posmoderna, Qin Qi sabe muy bien que estas representaciones idílicas son construcciones culturales, y precisamente eso es lo que le interesa.
La evolución de la técnica pictórica de Qin Qi es particularmente interesante. Entre 2007 y 2008, desarrolló lo que los críticos han llamado su período de “empaste”, donde la materia espesa de la pintura se vuelve casi escultórica. Este enfoque táctil no deja de recordar ciertos cuadros de Van Gogh, con la diferencia fundamental de que Qin Qi lo usa para deconstruir la imagen en vez de expresar una emoción subjetiva intensa. La materialidad de la pintura se convierte para él en un medio de resistencia contra la hegemonía de la imagen fotográfica, tan predominante en la cultura visual contemporánea.
A partir de 2012, su estilo evoluciona radicalmente. Como explica el crítico Zhang Li, “liberándose de su período anterior, Qin Qi dibujó primero una serie de paisajes para expresar objetos por sus contornos, luego pasó gradualmente de lo complejo a lo simple” [6]. Esta simplificación no es una regresión, sino un refinamiento. El artista introduce elementos cubistas en su trabajo, considerando que “el cubismo sigue siendo clásico, es el último esfuerzo de la historia del arte en cuanto a modelado” [7].
Lo que resulta interesante es que Qin Qi no usa los estilos históricos como simples citas. Los digiere, transforma y adapta a sus propias necesidades expresivas. A diferencia de tantos artistas contemporáneos que practican un arte de referencia estéril, Qin Qi realiza una verdadera transmutación alquímica de las influencias. Como escribía Edward Said sobre los verdaderos innovadores culturales, “su genio consistió en re-trabajar y remodelar lo que la historia les había dado” [8].
La paleta cromática de Qin Qi también da testimonio de este enfoque transformador. Sus tonos vivos, a veces estridentes, no dejan de recordar al expresionismo alemán, pero están al servicio de una exploración de las posibilidades del color que es profundamente personal. En sus cuadros recientes como “La Lluvia” (2016) o “El Monje” (2016), los colores aparentemente arbitrarios crean un universo paralelo donde las leyes de la física parecen suspendidas.
El universo pictórico de Qin Qi también está poblado de figuras recurrentes que actúan como leitmotivs obsesivos. La oca blanca, por ejemplo, aparece en muchas obras, “Gran oca blanca”, “Oca blanca”, “Oca pensante”, “Cocinero y oca blanca”. Primero una simple “naturaleza muerta” destinada a ser cocinada, el animal adquiere progresivamente una dimensión simbólica, a veces incluso antropomórfica. Esta metamorfosis progresiva de un motivo banal en símbolo complejo da fe de la profundidad conceptual del trabajo de Qin Qi.
Asimismo, sus numerosos retratos de cocineros, realizados desde 2011, constituyen una reflexión sutil sobre las jerarquías sociales y las estructuras de clase. Estas figuras ordinarias, vestidas con sus uniformes blancos, evocan la época de la economía planificada china al tiempo que plantean preguntas universales sobre la relación entre identidad social e identidad individual. Como escribía Said, “la identidad humana no es solo natural y estable, sino construida, e incluso a veces inventada por completo” [9].
Lo que me gusta de Qin Qi es que navega entre diferentes registros estilísticos sin perderse jamás. Donde tantos artistas contemporáneos confunden eclecticismo con inconsistencia, Qin Qi logra mantener una coherencia profunda a través de sus exploraciones formales. Este enfoque no es ajeno a la concepción metafísica del arte defendida por De Chirico: “La revelación de una obra de arte, la concepción de un cuadro o de cualquier otra obra de arte es lo mismo que el descubrimiento de un aspecto nuevo y eterno de la realidad” [10].
Lo que distingue a Qin Qi de tantos otros artistas de su generación es que crea un sistema creativo autónomo que absorbe y transforma las influencias sin someterse a ellas. Como explica el crítico Lu Mingjun, “la práctica de Qin Qi es una práctica de conocimiento de la historia del arte y del lenguaje pictórico en sí” [11]. A través de esta práctica, el artista logra crear lo que De Chirico llamaba “un sentimiento nuevo que nadie había experimentado antes que nosotros” [12].
En la época en que tantos artistas contemporáneos se contentan con reciclar las tendencias del momento, Qin Qi nos ofrece una visión singular, arraigada en un conocimiento profundo de la historia del arte, pero con una mirada decididamente orientada hacia el futuro. Representa esa paradoja viva de un artista que bebe de las tradiciones más diversas para crear una obra absolutamente personal.
Así que, panda de snobs, la próxima vez que crucéis con un lienzo de Qin Qi, tomad vuestro tiempo para deteneros ante él. Detrás de la aparente extrañeza, detrás del brillo de los colores y de la rareza de las composiciones, se oculta una profunda reflexión sobre lo que significa pintar hoy, en la intersección de culturas y tradiciones. Qin Qi nos ofrece una lección magistral: el verdadero arte no consiste en reproducir lo visible, sino en hacer visible, como decía Paul Klee, aquello que aún no lo es.
- De Chirico, Giorgio. “Meditaciones de un pintor”, en Escritos, París, Flammarion, 1983.
- De Chirico, Giorgio. “Sobre el arte metafísico”, en Valori Plastici, abril-mayo 1919.
- Said, Edward. Orientalismo: El Oriente creado por Occidente, París, Seuil, 1980.
- Ibíd.
- Said, Edward. Cultura e imperialismo, París, Fayard, 2000.
- Zhang Li. “Las razones y etapas de las obras de Qin Qi”, artículo publicado en 2014.
- Ibíd.
- Said, Edward. Intelectuales y poder, París, Seuil, 1996.
- Said, Edward. Orientalismo, op. cit.
- De Chirico, Giorgio. “Meditaciones de un pintor”, op. cit.
- Lu Mingjun. “La suspensión de objetos, imágenes y conceptos”, artículo publicado en 2017.
- De Chirico, Giorgio. “Algunas perspectivas sobre mi arte”, en Valori Plastici, mayo de 1920.
















