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Raghav Babbar: El alma de la India ordinaria

Publicado el: 23 Junio 2025

Por: Hervé Lancelin

Categoría: Crítica de arte

Tiempo de lectura: 12 minutos

Raghav Babbar transforma lo ordinario en extraordinario a través de sus retratos densos de indios anónimos. Este artista londinense revela la dignidad universal en los rostros de vendedores, guardias y mujeres veladas, creando una pintura contemporánea profundamente humana que trasciende las fronteras culturales.

Escuchadme bien, panda de snobs. Lo que os voy a decir puede que os moleste, pero Raghav Babbar nos está mostrando algo que la mayoría de nosotros hemos olvidado cómo ver. En sus lienzos gruesos como lava endurecida, en esos empastes que tardan semanas en secarse en la humedad londinense, nos ofrece una mirada sobre la humanidad que supera nuestras pequeñas certezas estéticas. Este hombre de veintiocho años, nacido en Rohtak cerca de Delhi, pinta lo ordinario con una intensidad que haría sonrojar a un Lucian Freud. Y creedme, esto es exactamente lo que necesitamos hoy.

Cuando miramos sus retratos de vendedores de carbón, vigilantes, mujeres veladas detrás de dupattas translúcidos, entendemos inmediatamente que Babbar no hace un exotismo pintoresco. No, hace algo mucho más radical: pinta la verdad. Esa verdad cruda que nos golpea en la cara cuando nos tomamos el tiempo para observar realmente a las personas que nos rodean. “Me interesa principalmente el lado emocional y las expresiones humanas”, dice él [1]. Esta es sin duda la declaración más honesta que un pintor figurativo puede hacer hoy en día.

Sus lienzos nos hablan primero por su materialidad. Esa pasta espesa, esos colores que parecen haber sido extraídos directamente de la tierra india, esas sombras duras que recortan los rostros como cuchillas de luz cruda. Babbar trabaja con una paciencia monástica, construyendo sus obras capa tras capa, esperando a veces semanas para que la pintura se seque lo suficiente para poder continuar. Esta lentitud no es una desventaja, es su fuerza. Le permite profundizar más en el alma de sus modelos, captar esas microexpresiones que revelan la humanidad en lo más auténtico.

La comparación con la obra de Satyajit Ray se impone de forma natural. Al igual que el gran cineasta y escritor bengalí, Babbar posee esa capacidad extraordinaria de transformar lo ordinario en extraordinario sin jamás traicionar la verdad de sus sujetos. Ray filmaba a la gente sencilla de Calcuta con la misma atención que mostraba hacia los maharajás, revelando en cada gesto, en cada mirada, toda la complejidad de la condición humana. Babbar hace exactamente lo mismo con su pincel. Sus “Dos migrantes en un tren” de 2023 nos recuerdan inmediatamente a los viajeros de “Pather Panchali”, esos rostros anónimos que llevan en sí toda la historia de un país en movimiento.

Esta filiación con Ray no es fortuita. Babbar se inspira conscientemente en la imaginería cinematográfica, particularmente en las películas de Bollywood, Ray o el cine tamil. Pero atención, no se trata aquí de una simple apropiación estética. El artista comprende que el cine indio, en su diversidad, ha creado un lenguaje visual único para hablar de la India contemporánea. Al transponer algunos de estos códigos en la pintura, actualiza una tradición pictórica que corría el riesgo de volverse rígida en el academicismo.

Este enfoque revela una madurez artística impresionante en un hombre tan joven. El mismo Ray tenía esa capacidad de mezclar influencias occidentales y sensibilidad bengalí sin caer jamás en la imitación. Sus películas dialogaban con Renoir o De Sica mientras permanecían profundamente ancladas en la realidad india. Babbar procede de manera similar: absorbe las técnicas de la Escuela de Londres, particularmente las de Freud, pero las pone al servicio de una visión que es propia. El resultado supera ampliamente la suma de sus influencias para crear algo verdaderamente original.

Mirad atentamente “Komal en el taller”, ese gran lienzo donde pinta a su amiga vista desde arriba. La minuciosidad con la que reproduce los motivos florales de su vestido revela no sólo su ojo detallista, sino también su afecto por la belleza femenina. Esa ternura en la observación, esa capacidad para ver poesía en una tela arrugada, es precisamente lo que falta en mucho arte contemporáneo. Babbar nos recuerda que el arte puede ser un acto de amor sin caer en el sentimentalismo.

Pero es cuando abordamos la dimensión filosófica de su trabajo donde las cosas se vuelven realmente interesantes. Babbar se inscribe, consciente o no, en una tradición fenomenológica particular, aquella que considera el arte como un medio para acceder a la esencia de las cosas. Sus retratos no se limitan a representar la apariencia de sus modelos: revelan su ser-en-el-mundo, para usar la expresión heideggeriana.

Este enfoque tiene sus raíces en el pensamiento de Martin Heidegger, particularmente en el concepto de alétheia que él revisó, esa verdad que se revela a través del arte. Para Heidegger, la obra de arte auténtica no representa el mundo, lo revela. Nos hace ver lo que ha estado ahí siempre pero que no lográbamos percibir. Eso es exactamente lo que hace Babbar con sus retratos de indios ordinarios: nos revela la dignidad universal de esos rostros que cruzamos todos los días sin realmente verlos.

Esta revelación pasa por lo que Heidegger llamaba la “lucha” entre la tierra y el mundo. La tierra es esa materialidad cruda de la pintura al óleo que Babbar maneja con tanta virtuosidad. El mundo es el universo de significados que sus retratos abren ante nosotros. En “Dai Ma”, ese retrato tierno de una mujer que vivió con él durante su infancia, asistimos a esa confrontación fecunda entre la pura materialidad pictórica y la emoción humana que ésta revela.

Heidegger también hablaba del arte como un medio para luchar contra el olvido del ser que caracteriza nuestra época técnica. Nuestras sociedades modernas tienden a transformar a los humanos en recursos, en datos, en estadísticas. El arte auténtico resiste a esta deshumanización recordándonos lo que hay de irreductible en cada existencia individual. Babbar participa plenamente de esta resistencia. Sus vendedores de carbón, sus guardianes, sus mujeres con velo nunca son tratados como tipos sociológicos o curiosidades etnográficas. Son pintados como personas únicas, irremplazables, cada una portadora de un misterio personal.

Esta dimensión existencial de su trabajo se vuelve particularmente evidente cuando se considera su situación de migrante artístico. Radicado en Londres desde 2022, Babbar pinta la India desde el exilio. Esta distancia geográfica y cultural agudiza su mirada, le permite ver su país natal con una agudeza nueva. “Vivir lejos de casa, mirar fotos de mi familia, mis amigos, viejas películas y documentales sobre la India, eso me hace reflexionar sobre mis orígenes”, confiesa [2].

Esta nostalgia creadora no tiene nada de pasadoísta. Se asemeja más a lo que Heidegger llamaba la “destrucción” de la tradición: no su aniquilamiento, sino su deconstrucción creadora que permite reencontrar sus potencialidades olvidadas. Al pintar la India desde Londres, Babbar redescubre su país, lo ve con ojos nuevos. Se escapa de los clichés folclóricos así como de las idealizaciones nostálgicas para alcanzar algo más profundo: la esencia misma de la experiencia india contemporánea.

Esta aproximación explica por qué sus lienzos resuenan tan fuertemente entre los coleccionistas internacionales. Cuando “El Vendedor de Carbón” (2020/21) se vendió por cerca de 540.000 euros en Sotheby’s en marzo de 2023, superando veintidós veces su estimación, no fue solo un fenómeno de mercado. Fue el reconocimiento de una verdad universal revelada por una mirada particular. Los compradores, sean asiáticos, europeos o americanos, reconocían en estos rostros indios algo que les hablaba directamente.

Esta universalidad en lo particular es precisamente lo que Heidegger identificaba como la marca del arte auténtico. Una obra es realmente grande solo si logra decir algo universal a través de la expresión de una experiencia singular. Babbar lo consigue porque nunca busca agradar ni tranquilizar. Pinta lo que ve con una honestidad brutal que impone respeto.

Tomen “Warden” (2021), vendido por 120.000 euros en Phillips en mayo de 2023. El título intriga: ¿por qué llamar así a esta mujer con sonrisa enigmática? Babbar nos obliga a cuestionar nuestros presupuestos. ¿Quién vigila a quién en este retrato? ¿Es la guardiana quien nos observa o somos nosotros los guardianes de su memoria? Esta ambigüedad fecunda revela la sofisticación conceptual que se esconde detrás de la aparente simplicidad de su pintura.

Porque no nos equivoquemos: a pesar de su juventud, Babbar domina perfectamente los desafíos del arte contemporáneo. Sabe que pintar retratos figurativos hoy es asumir un riesgo enorme. El mercado del arte contemporáneo generalmente privilegia la innovación formal y la crítica institucional. Volver a la pintura de retratos es exponerse a acusaciones de conservadurismo o de facilidad.

Pero Babbar no cae en ninguna de esas trampas. Su pintura es decididamente contemporánea, no solo por su factura sino por su visión. Él comprende que nuestra época hiperconectada ha creado paradójicamente un déficit de humanidad. Nuestras pantallas nos muestran millones de rostros cada día, pero ya no vemos a nadie realmente. Babbar nos reaprende a mirar.

Esta resistencia también pasa por su técnica. En una época donde todo va cada vez más rápido, donde el arte digital permite crear obras con unos pocos clics, Babbar reivindica la lentitud. Sus empastes gruesos requieren semanas de secado. Esta temporalidad artesanal no es un anacronismo: es un manifiesto. Asegura que algunas verdades solo se pueden alcanzar con paciencia y repetición.

Esta filosofía del tiempo largo se encuentra en su manera de construir sus composiciones. Mirad “Aroma” (2023): cada detalle parece haber sido medido, cada sombra calculada. Esta meticulosidad no es obsesiva. Expresa una forma de respeto hacia sus modelos, una voluntad de hacerles justicia mediante el arte.

Esta ética del retrato encuentra su mejor expresión en sus autorretratos. “Amar (Autorretrato)” de 2023 nos muestra a un hombre joven con mirada grave, consciente de sus responsabilidades como artista. No hay complacencia, ni heroización: solo la verdad de un hombre que ha elegido dedicar su vida a revelar la belleza del mundo ordinario.

La evolución reciente de su trabajo confirma esta madurez precoz. Sus últimas exposiciones, especialmente “Orchestrated Characters” en la galería Larsen Warner de Estocolmo, muestran a un artista que comienza a explorar nuevas direcciones sin abandonar sus fundamentos. Las composiciones con varias figuras, los juegos con la abstracción geométrica revelan una ambición creciente. Pero esta sofisticación formal sigue en servicio del mismo proyecto: celebrar la humanidad en su diversidad.

Lo que también impresiona de Babbar es su aguda conciencia de su misión como embajador cultural. “Espero ir a todos los rincones del mundo para poder mostrar la belleza de mi país, y espero que la gente se sienta influenciada para visitar India”, declara [3]. Esta ambición podría parecer ingenua si no estuviera impulsada por una visión artística tan desarrollada. Babbar no hace turismo cultural: revela el alma de un país a través de sus rostros anónimos.

Este enfoque se inscribe en una larga tradición. Desde Rembrandt pintando a los burgueses de Ámsterdam hasta Alice Neel retratando el Nueva York popular, los grandes retratistas siempre han sido cronistas de su época. Babbar continúa esta tradición adaptándola a nuestro mundo globalizado. Sus indios hablan a todos porque encarnan emociones universales: la dignidad en la adversidad, la belleza en la simplicidad, la esperanza a pesar de las dificultades.

Su éxito comercial precoz podría preocupar. Cuando un artista de veintiocho años ve sus obras venderse en cifras de seis dígitos, existe el riesgo de desvío. Pero Babbar parece tener los pies en la tierra. “No soy bueno con los números, de hecho, y no quiero serlo tampoco”, confiesa [4]. Esta sabiduría inusual en un joven deja augurar lo mejor para el futuro de su carrera.

Porque eso es lo que importa: el futuro. Babbar ya ha demostrado que sabe pintar. Ha mostrado que puede emocionar y convencer. Ahora le queda construir una obra a lo largo del tiempo, profundizar su visión sin repetirse. Las señales son alentadoras. Sus últimos lienzos revelan a un artista que no teme experimentar, que no teme tomar riesgos formales para servir a su propósito.

Su próximo desafío probablemente será mantener esa autenticidad mientras evoluciona artísticamente. La trampa sería encerrarse en una fórmula que funciona, convertirse en prisionero de su éxito. Pero Babbar parece demasiado inteligente y apasionado para caer en esa trampa. Su formación en el Lasalle College of Art en Singapur le ha dado las herramientas teóricas necesarias para analizar su propia práctica y hacerla evolucionar.

La exposición en febrero pasado de algunas de sus obras en la feria India Art Fair 2025 en India con la galería Nature Morte representó una prueba importante. Mostrar su trabajo en su país natal explorando la doble identidad con un enfoque diferente, delante de su familia y amigos que “nunca han visto mi trabajo en público”, como él mismo dice, es un momento de verdad. Fue la ocasión para medir si su visión de la India corresponde a la realidad vivida por sus compatriotas.

Pero más allá de estas consideraciones estratégicas, lo que realmente importa en Babbar es esa rara capacidad de hacernos ver la belleza donde no pensábamos encontrarla. En un mundo saturado de imágenes, nos recuerda que mirar de verdad sigue siendo un arte difícil. Sus retratos nos enseñan paciencia, empatía y la generosidad de la mirada.

Esta lección trasciende ampliamente el marco artístico. En una época en la que las divisiones identitarias parecen endurecerse por todas partes, Babbar nos muestra que existe una humanidad común que trasciende fronteras. Sus vendedores ambulantes indios nos hablan porque encarnan emociones que todos conocemos: el cansancio del trabajo, el orgullo de la dignidad preservada, la esperanza de un futuro mejor.

Esta universalidad no borra las particularidades culturales. Al contrario, las revela en su riqueza. Los saris arrugados, los dupattas traslúcidos, los rostros curtidos por el sol indio: todos esos detalles nos hablan de un mundo específico al tiempo que revelan nuestra humanidad común. Es todo el arte de Babbar: hacernos viajar sin exotismo, desubicarnos sin perdernos.

Lo que hace a Raghav Babbar tan valioso en el panorama artístico contemporáneo es su capacidad de renovar un género antiguo sin traicionarlo. El retrato parecía condenado por la fotografía y el arte conceptual. Babbar le devuelve sus letras de nobleza mostrando que sigue siendo el mejor medio para explorar la complejidad humana. Sus lienzos prueban que la pintura figurativa no es un arte del pasado sino una necesidad del presente.

Aquí hay un artista que merece que lo sigamos atentamente. No porque confirme nuestros gustos o tranquilice nuestras certezas, sino porque nos obliga a ver el mundo con ojos nuevos. En sus empastes pacientes y sus miradas directas, hay algo que resiste la deshumanización generalizada. Algo que nos recuerda por qué existe el arte: para revelar la belleza oculta del mundo y reconciliarnos con nuestra condición humana.


  1. Nahmad Projects, “Raghav Babbar: New Paintings”, exposición mayo-julio 2023, Londres
  2. Whitewall Magazine, “Raghav Babbar encuentra belleza en lo cotidiano”, entrevista con Pearl Fontaine, diciembre de 2023
  3. Artsy, “Cómo los retratos pensativos de Raghav Babbar han capturado la atención de los coleccionistas”, entrevista con Veena McCoole, junio de 2023
  4. Esquire India, “Raghav Babbar habla sobre arte, vida y la historia de India”, entrevista con Shaikh Ayaz, marzo de 2025
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Referencia(s)

Raghav BABBAR (1997)
Nombre: Raghav
Apellido: BABBAR
Género: Masculino
Nacionalidad(es):

  • India

Edad: 28 años (2025)

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