Escuchadme bien, panda de snobs. Existe en el panorama artístico contemporáneo un hombre que logra ese raro prodigio: hacer dialogar los jeroglíficos de Memphis con las firmas de Los Ángeles, los manuscritos de la Edad Media con los muros de hormigón. Marquis Lewis, conocido como RETNA, no es solo un artista callejero que se ha vuelto respetable. Es el creador de un lenguaje visual que cuestiona nuestras certezas sobre lo que separa el arte culto del arte popular, lo sagrado de lo profano, lo antiguo de lo moderno.
Nacido en 1979 en Los Ángeles, RETNA toma su nombre de una canción del Wu-Tang Clan, “Heaterz”, donde resuena esta línea profética: “Kinetic globes light will then shine, burns your retina” (Entonces brillará la luz de los globos cinéticos, hasta quemarte la retina). Esta filiación musical no es casual. Revela desde el principio la dimensión sinestésica de un arte que pretende hacer vibrar la retina tanto como el oído, crear un lenguaje total que trasciende las fronteras sensoriales.
La obra de RETNA se ancla en una tradición milenaria que encuentra sus raíces más profundas en el arte de los manuscritos iluminados medievales. Esta filiación no es ni fortuita ni superficial. Revela una comprensión intuitiva de lo que fue la iluminación en la Edad Media: un arte total donde el texto y la imagen formaban un conjunto indisoluble, donde cada letra llevaba en sí una carga espiritual y estética que iba más allá de su simple función lingüística.
Los manuscritos iluminados de la Edad Media europea, producidos en los scriptoriums monásticos entre el siglo VI y el XV, representaban mucho más que simples libros decorados [1]. Constituían objetos sagrados donde la caligrafía alcanzaba cimas de excelencia artística y espiritual. El término mismo de “iluminación”, derivado del latín illuminare que significa “iluminar”, designaba esta práctica que consistía en adornar los textos con colores vivos y principalmente con oro, creando literalmente la impresión de que la página estaba iluminada desde dentro. Esta dimensión luminosa encuentra un eco sorprendente en el trabajo de RETNA, cuyas letras doradas y plateadas parecen irradiar la misma energía mística que las iluminaciones de los Libros de Horas, esos libros de oraciones privados populares a finales de la Edad Media, sobre todo en el siglo XV.
La técnica de RETNA recuerda directamente los métodos de los iluminadores medievales. Como ellos, maneja el pincel con una precisión de orfebre, creando letras capitales que se despliegan en arabescos complejos. Sus composiciones obedecen a la misma lógica que los manuscritos carolingios o góticos: un equilibrio sutil entre legibilidad y ornamentación, entre función y belleza. Sus obras como “Sad to See” (2015) o “Shadows of Light” revelan esta inquietante parentesco con los manuscritos de la abadía de Saint-Denis o las Très Riches Heures du duque de Berry. Allí se encuentra esa misma densidad decorativa, esa misma capacidad para transformar el espacio de la página en un universo cósmico donde cada detalle participa de un conjunto armonioso.
Pero RETNA no se limita a imitar el arte medieval. Lo reinventa a la luz de su época y de sus orígenes. Hijo de la diversidad americana, con herencia afroamericana, salvadoreña y cherokee, crea un alfabeto híbrido que bebe de fuentes muy diversas: jeroglíficos egipcios, caligrafía árabe y hebrea, escritura gótica, sin olvidar los códigos del graffiti chicano de Los Ángeles. Esta síntesis no tiene nada de ecléctica en el sentido peyorativo del término. Al contrario, revela una comprensión profunda de lo que siempre fue la iluminación: un arte de síntesis cultural, capaz de integrar las influencias más diversas en un lenguaje unificado.
El artista desarrolla así lo que él mismo llama un “lenguaje universal”, una escritura que supera las barreras lingüísticas y culturales conservando a la vez la carga espiritual de las escrituras sagradas. Sus colaboraciones con marcas como Louis Vuitton o sus creaciones para el álbum Purpose de Justin Bieber dan testimonio de esta capacidad para hacer circular su alfabeto misterioso por todos los circuitos de la cultura contemporánea, desde las galerías más prestigiosas hasta los soportes más populares.
Esta dimensión universalista encuentra su realización más espectacular en su colaboración con la ópera Aida de Verdi, presentada en el San Francisco Opera y en el Washington National Opera en 2016-2017 [2]. Este encuentro entre el arte callejero y el arte lírico podría parecer incongruente. En realidad, revela la lógica profunda del trabajo de RETNA. La ópera de Verdi, anclada en el Egipto antiguo, recupera gracias a él sus dimensiones jeroglíficas originarias. Los decorados de RETNA transforman el escenario en un manuscrito gigante donde se despliegan los signos de una escritura milenaria actualizada.
El artista declara acerca de esta experiencia: “El hecho de que mi obra, de la cual gran parte está basada en la estructura de los jeroglíficos egipcios, se use para Aida ha cerrado el círculo de toda mi concepción de mi carrera, marcando un paso importante en mi desarrollo artístico y espiritual”. Esta frase revela la conciencia que tiene RETNA de inscribirse en una tradición que trasciende ampliamente el marco del arte callejero. Al crear los decorados de Aida, recupera los gestos ancestrales del iluminador medieval que ornaba los manuscritos litúrgicos, transformando la representación teatral en una celebración visual.
El análisis de sus obras revela un dominio técnico que nada tiene que envidiar a los más grandes calígrafos del pasado. Sus instalaciones murales, como la realizada en el Houston Bowery Wall de Nueva York en 2012, despliegan sobre superficies monumentales esa misma precisión del trazo que se encuentra en los manuscritos más bellos. Cada letra está cincelada con el cuidado de un orfebre, cada composición obedece a reglas rítmicas que recuerdan la musicalidad de las escrituras sagradas.
Esta dimensión musical no es metafórica. RETNA pinta a menudo escuchando música, dejando que los ritmos sonoros guíen el movimiento de su pincel. Esta práctica conecta directamente con la experiencia de los monjes copistas que psalmodiaban mientras trabajaban, inscribiendo en sus letras la cadencia de las oraciones. El arte de RETNA recupera así esta dimensión performativa de la iluminación, ese aspecto ritual que hacía de la creación de un manuscrito un acto casi litúrgico.
La espiritualidad que emana de sus obras no pertenece al folclore new age sino a una auténtica búsqueda de sentido. Sus colaboraciones con El Mac, en particular el mural de Skid Row que representa a Big Slim acompañado de la inscripción “Blessed Are The Meek For They Shall Inherit The Earth” (Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la Tierra), son testimonio de esta dimensión profética de su arte. Como los iluminadores medievales que ornaban los Evangelios, RETNA transforma el espacio urbano en un soporte de meditación espiritual.
Su uso del oro y la plata, constante en sus obras, no es simplemente una seducción estética. Él perpetúa esta tradición de la iluminación que veía en estos metales preciosos los materiales de la luz divina. Sus lienzos como “Sometimes Eye Can’t Read What Eye Write” (2014) brillan con esa misma luminosidad sobrenatural que los manuscritos del Tesoro de Saint-Denis.
La dimensión cifrada de su escritura también participa de esta herencia medieval. Los manuscritos iluminados solían contener mensajes ocultos, juegos visuales de palabras, alusiones que solo los iniciados podían descifrar. RETNA perpetúa esta tradición del sentido oculto, creando un lenguaje que se muestra sin revelarse por completo. Sus declaraciones sobre la imposibilidad que a veces tiene de releer sus propios textos revelan esta dimensión oracular de su arte, esta capacidad para canalizar fuerzas que le sobrepasan.
Esta opacidad asumida distingue radicalmente a RETNA de la mayoría de los artistas urbanos contemporáneos. Mientras que muchos privilegian el mensaje explícito y la reivindicación política directa, él escoge el camino de la alusión y el símbolo. Esta estrategia artística le acerca a los grandes maestros de la iluminación que sabían que la belleza pura puede transmitir mensajes más profundos que todos los discursos.
La evolución de su carrera, desde los muros de Los Ángeles hasta las instituciones culturales más prestigiosas, da testimonio de esta capacidad única para hacer dialogar los mundos más distantes. Sus exposiciones en galerías internacionales, sus colaboraciones con casas de moda, sus intervenciones en el espacio público forman un conjunto coherente que revela la relevancia contemporánea de la herencia medieval.
La posteridad artística de RETNA se inscribe en esta línea de grandes creadores de lenguajes visuales que han marcado la historia del arte. Como los maestros iluminadores de la Edad Media, prueba que la caligrafía puede alcanzar las cimas más altas de la expresión artística. Su alfabeto misterioso seguirá durante mucho tiempo interrogando y seduciendo, perpetuando esta tradición milenaria que convierte la escritura en un arte total.
En un mundo donde la comunicación instantánea tiende a empobrecer las formas de expresión, RETNA nos recuerda que la escritura todavía puede ser un arte de la lentitud y la contemplación. Sus obras exigen tiempo, atención, esa misma disposición de ánimo que reclamaban los manuscritos iluminados. Nos invitan a redescubrir esta dimensión sagrada de la escritura que nuestra época ha olvidado con demasiada frecuencia.
El arte de RETNA constituye así mucho más que un simple éxito personal. Representa una lección de historia del arte en acto, demostrando que las tradiciones más antiguas pueden nutrir las creaciones más contemporáneas. Al reinventar la iluminación para el siglo XXI, Marquis Lewis nos ofrece un modelo raro de fidelidad creativa, demostrando que no hay oposición entre el arraigo cultural y la innovación artística.
Su obra permanece abierta, en perpetua expansión, al igual que esos manuscritos medievales que no dejaban de ser enriquecidos por sus lectores sucesivos. Cada nueva creación de RETNA añade una página a este libro infinito que él escribe desde hace más de veinte años, continuando esta tradición secular que convierte al artista en un puente entre los mundos, un traductor de lo invisible.
- Manuscritos iluminados, Victoria and Albert Museum, Londres. Los manuscritos iluminados constituyen una tradición artística europea que se extiende desde el siglo VI hasta el siglo XV, caracterizada por la ornamentación de textos mediante oro, plata y colores vivos.
- Washington National Opera, Notas de producción de Aida, 2017. Producción dirigida por Francesca Zambello con decorados conceptuales de RETNA, presentada en el Kennedy Center Opera House del 9 al 23 de septiembre de 2017.
















