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Wang Guangle: El tiempo hace la obra

Publicado el: 18 Febrero 2025

Por: Hervé Lancelin

Categoría: Crítica de arte

Tiempo de lectura: 7 minutos

En la obra de Wang Guangle, cada capa de pintura testimonia un ritual diario que transforma el lienzo en una crónica del tiempo vivido. Sus superficies monocromáticas, fruto de una paciencia monástica, crean espacios de contemplación donde la materia se convierte en memoria.

Escuchadme bien, panda de snobs, es hora de hablar de un artista que transforma el tiempo en materia pictórica con una paciencia monacal. Wang Guangle no es de los que se conforman con manchar un lienzo en cinco minutos para impresionar a la galería. No, este pintor chino nacido en 1976 en la provincia de Fujian convierte cada cuadro en una meditación existencial, una exploración metafísica donde el gesto repetitivo se vuelve ritual.

Imaginad a un hombre que pasa meses enteros superponiendo capas de pintura, una y otra vez, como un monje escriba que copiaría el mismo texto sagrado hasta agotarse. Pero no os equivoquéis: Wang Guangle no es un asceta perdido en su torre de marfil. Es un artista que dialoga con la tradición china mientras la impulsa a la modernidad con una audacia tranquila que haría palidecer de envidia a los más grandes maestros de la abstracción occidental.

Tomemos su serie “Terrazzo”, iniciada en 2002. A primera vista, podría parecer una simple reproducción de esos suelos de terrazo tan comunes en la arquitectura china de los años 70-80. Pero ahí es donde entra en juego la filosofía de Henri Bergson, especialmente su concepción de la “duración pura”. Así como Bergson distinguía el tiempo mecánico del reloj del tiempo vivido de la conciencia, Wang Guangle transforma un simple motivo arquitectónico en una meditación sobre la temporalidad. Cada pequeño fragmento de piedra pintado con una precisión maniática se convierte en el testimonio de un instante vivido, de un momento de conciencia pura cristalizado en la materia pictórica.

Esta obsesión por el tiempo que pasa recuerda las reflexiones de Martin Heidegger sobre el ser-para-la-muerte. La serie “Coffin Paint” de Wang, iniciada en 2004, es quizás la ilustración más elocuente. Inspirándose en una tradición de su región natal donde las personas mayores repintan cada año su ataúd, un ritual que se supone les aporta longevidad, el artista aplica meticulosamente capas sucesivas de pintura sobre sus lienzos. El proceso es tan importante como el resultado: cada nueva capa representa un ciclo, un año simbólico, un enfrentamiento con nuestra finitud.

Pero atención, no reduzcamos a Wang Guangle a un simple filósofo del pincel. Su genio reside en su capacidad para transformar esos conceptos abstractos en experiencias sensibles. Sus cuadros no son ilustraciones de teorías, sino presencias físicas que nos confrontan con nuestra propia relación con el tiempo. Las superficies monocromas de sus obras recientes, donde el color parece emanar del centro del lienzo como una luz interior, crean un espacio de contemplación que no deja de evocar las habitaciones de James Turrell, pero con una economía de medios que invita a la admiración.

Lo que es interesante en Wang Guangle es que crea lo sublime a partir de lo banal. Sus “Terrazzo” no son simples reproducciones de suelos, sino cartografías del tiempo vivido. Sus “Coffin Paint” no son simples ejercicios de superposición, sino meditaciones sobre la mortalidad que trascienden su origen macabro para alcanzar una forma de serenidad plástica. Y sus obras monocromas recientes no son simples superficies coloreadas, sino portales hacia una experiencia del tiempo que escapa a la medida mecánica.

El artista lleva la lógica de la repetición hasta sus límites más extremos. En una época obsesionada por la velocidad y la novedad perpetua, se atreve a tomarse su tiempo. Mucho tiempo. Algunas de sus telas requieren meses de trabajo, cada día marcado por el mismo gesto, la misma aplicación meticulosa de pintura. Es un acto de resistencia silenciosa contra la aceleración frenética de nuestra época, una afirmación de que la lentitud puede ser una forma de radicalidad.

La dimensión performativa de su trabajo es innegable, aunque permanezca invisible en el resultado final. Cada cuadro es el resultado de una performance privada, un ritual diario que transforma el taller en un espacio de meditación. En esto, Wang Guangle se inscribe en una línea de artistas que, como On Kawara con sus “Date Paintings”, han hecho del proceso creativo en sí una obra de arte.

Lo que distingue a Wang Guangle de sus contemporáneos es que trasciende las oposiciones fáciles entre tradición y modernidad, Oriente y Occidente. Su práctica no es ni una simple continuación de la pintura tradicional china, ni una adopción servil de los códigos de la abstracción occidental. Es una síntesis única que crea su propio lenguaje, su propia temporalidad.

Tomemos por ejemplo su manera de tratar la superficie pictórica. En la tradición china, la pintura se considera a menudo como un medio para captar la esencia de las cosas más que su apariencia. Wang Guangle lleva esta idea en una dirección radicalmente nueva: sus superficies no representan el tiempo, lo materializan. Cada capa de pintura es un momento fosilizado, una estrato temporal que se acumula como los círculos concéntricos de un tronco de árbol.

La luz juega un papel principal en su obra, pero de una manera sutil y sofisticada. En sus cuadros recientes, parece emanar del interior mismo del lienzo, creando gradientes de color que desafían nuestra percepción. No es la luz dramática del claroscuro occidental, ni la luz atmosférica de la pintura de paisaje china tradicional. Es una luz conceptual, que materializa el paso del tiempo y la acumulación de la materia pictórica.

El aspecto más notable de su trabajo es quizás su capacidad para crear obras que funcionan simultáneamente como objetos de contemplación y como documentos de su propia creación. Cada cuadro es a la vez una superficie para mirar y un testigo del tiempo pasado en crearlo. Esta doble naturaleza crea una tensión fascinante entre la inmediatez de la percepción y la duración de la creación.

Su práctica plantea preguntas fundamentales sobre la naturaleza misma de la pintura contemporánea. En un mundo saturado de imágenes instantáneas y efímeras, ¿qué significa dedicar meses a la creación de una única superficie pictórica? ¿Cómo puede la lentitud deliberada del proceso creativo convertirse en un acto de resistencia cultural?

Los títulos de sus obras, a menudo simples fechas, funcionan como marcadores temporales que anclan cada cuadro en un momento preciso de su creación. Pero a diferencia de On Kawara, que documentaba el tiempo de manera sistemática y conceptual, Wang Guangle lo incorpora en la materia misma de sus obras. El tiempo no solo se anota, sino que se encarna.

La dimensión táctil de su trabajo también es fascinante. Las superficies de sus cuadros, con sus acumulaciones de materia, invitan a la mirada a volverse táctil. Dan ganas de tocar estas obras, de sentir bajo los dedos las capas de tiempo acumulado. Es una cualidad rara en el arte contemporáneo, donde la dimensión física de la obra a menudo se descuida en favor del concepto.

Wang Guangle logra esta hazaña: crear obras que son tanto intelectualmente estimulantes como sensualmente satisfactorias. Sus cuadros no son ejercicios de estilo áridos, sino objetos que involucran todos nuestros sentidos, incluido nuestro sentido del tiempo. Tal vez ahí reside su mayor logro: haber encontrado una manera de hacer que el tiempo no solo sea visible, sino casi palpable.

La repetición en su trabajo nunca es mecánica. Cada nueva capa de pintura, cada nuevo gesto es una reafirmación de la presencia del artista, una huella de su conciencia en acción. Es una forma de meditación activa que transforma el proceso creativo en ejercicio espiritual, sin caer jamás en el misticismo fácil.

Su trabajo también plantea preguntas esenciales sobre la noción de autenticidad en el arte contemporáneo. En un mundo donde la originalidad a menudo se confunde con novedad, Wang Guangle propone una forma de originalidad basada en la profundidad más que en la diferencia. Sus variaciones sobre un mismo tema no son repeticiones estériles, sino exploraciones cada vez más profundas de un territorio artístico que ha hecho suyo.

La dimensión arquitectónica de su trabajo también merece ser destacada. Sus cuadros no son simplemente superficies para colgar en la pared, sino objetos que transforman el espacio a su alrededor. Los bordes gruesos de sus lienzos, donde la pintura se acumula en capas visibles, crean una transición entre el espacio pictórico y el espacio real que recuerda ciertas preocupaciones del minimalismo, pero con una sensibilidad totalmente diferente.

Podría verse en su trabajo una forma de crítica sutil a la sociedad de consumo y su relación con el tiempo. En un mundo obsesionado con lo instantáneo y lo desechable, sus obras afirman el valor del tiempo largo, de la paciencia, de la acumulación lenta. Es una posición política, aunque nunca se formule explícitamente como tal.

Wang Guangle es un artista que ha sabido crear un lenguaje pictórico único, donde el tiempo no es simplemente un tema sino que se convierte en la materia misma de la obra. Su práctica, que combina rigor conceptual y sensualidad de la materia, abre nuevas perspectivas para la pintura contemporánea. Su trabajo nos recuerda que la verdadera innovación artística puede nacer de la paciencia y la perseverancia.

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Referencia(s)

WANG Guangle (1976)
Nombre: Guangle
Apellido: WANG
Otro(s) nombre(s):

  • 王光乐 (Chino simplificado)
  • 王光樂 (Chino tradicional)

Género: Masculino
Nacionalidad(es):

  • China

Edad: 49 años (2025)

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