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Winston Branch: Abstracción tropical londinense

Publicado el: 12 Julio 2025

Por: Hervé Lancelin

Categoría: Crítica de arte

Tiempo de lectura: 11 minutos

Winston Branch desarrolla una abstracción lírica que bebe de las fuentes de su experiencia caribeña y de su formación británica. Sus lienzos revelan un dominio excepcional de las relaciones cromáticas, creando ambientes sensoriales totales que invitan a la inmersión contemplativa más que al análisis conceptual.

Escuchadme bien, panda de snobs: nos enfrentamos a un pintor que ha elegido superar las convenciones de lo visible para revelar la arquitectura secreta de la sensación pura. Winston Branch, nacido en 1947 en Santa Lucía y formado en los talleres londinenses de los años 60, encarna a esa generación de artistas que supieron transformar la abstracción en un lenguaje universal, capaz de hablar directamente a nuestras fibras más íntimas.

Cuando Branch declara: “La pintura para mí consiste en tomar una sustancia amorfa como la pintura y transformarla en una imagen ilusoria, evocando así la sensualidad del sentimiento. El color es luz, y a través del color expreso mi humanidad”, revela de inmediato la dimensión filosófica de su empresa. Porque no se trata simplemente de pintar, sino de transmutar la materia prima en experiencia trascendente.

Su trayectoria geográfica, de Santa Lucía a Londres, luego de Berlín a California, pasando por Nueva York, traza un mapa de la exploración artística contemporánea. Graduado de la Slade School of Fine Art en 1970, Branch se impone rápidamente como un talento excepcional al ganar el prestigioso Premio de Roma británico, otorgado entre otros por la Royal Academy. Esta formación clásica le ofrece los fundamentos técnicos necesarios, pero es su ruptura progresiva con la figuración la que revela su verdadera singularidad.

El crítico Carlos Diaz Sosa capta perfectamente esta dimensión cuando describe los lienzos de Branch como “lienzos abstractos con colores frescos y nebulosos que tienen una calidad que permite al espectador explorar las profundidades de la mente. Branch usa la pintura como un símbolo, un lenguaje puramente estético, una ilustración del espíritu”.

La revelación de Clyfford Still y la herencia del expresionismo abstracto

Fue durante su estancia en Nueva York, gracias a una beca Guggenheim en 1978, cuando Branch vivió una verdadera epifanía artística ante las obras de Clyfford Still. Como él mismo relata: “Había una exposición increíble de Clyfford Still. Me dejó asombrado, las pinturas cubrían muros enormes. Pensé, esto es, voy a hacer esto”. Este encuentro con el expresionismo abstracto estadounidense se vuelve determinante en su evolución artística.

La influencia de Still en Branch supera la simple cuestión de la escala. Clyfford Still, figura relevante de la escuela de Nueva York junto a Jackson Pollock y Mark Rothko, desarrolló desde los años 40 un enfoque radicalmente nuevo de la abstracción. Still buscaba crear lo que llamaba “la necesidad vertical de la vida”, una pintura que evoca la lucha existencial del espíritu humano contra las fuerzas de la naturaleza.

Esta dimensión filosófica resuena profundamente en Branch, quien traslada esta búsqueda de lo sublime a sus propios lienzos. Pero mientras Still privilegiaba el contraste dramático entre tinieblas y luz, Branch desarrolla un enfoque más matizado, más atmosférico. Sus composiciones revelan una sensibilidad particular a las transiciones cromáticas, a los pasajes sutiles entre tonos que evocan menos la confrontación que la comunión.

La herencia del expresionismo abstracto americano en Branch no se limita a la apropiación de ciertas técnicas. Se trata de una verdadera filiación espiritual con esta generación de artistas que, en la posguerra, buscaban reinventar el lenguaje pictórico para expresar los cuestionamientos existenciales de su época. Al igual que Still, Branch rechaza toda concesión al relato o a lo decorativo. Su pintura apunta a lo esencial: la expresión directa de la emoción a través de la pura materialidad del color.

Esta influencia también se manifiesta en su concepción del taller como laboratorio. Branch explica: “En cierto sentido, un pintor es como un científico y su taller es su laboratorio”. Este enfoque experimental, heredado de los expresionistas abstractos, convierte cada lienzo en una investigación, una exploración de las posibilidades infinitas del color y la forma.

La monumentalidad de las obras de Still encuentra en Branch una transposición más íntima pero no menos poderosa. Sus lienzos, aunque a menudo de formato más modesto, poseen esa capacidad de envolver al espectador característica del arte estadounidense de los años 1950. Crean un entorno sensorial total, invitando a la inmersión más que a la contemplación distanciada.

Turner y la tradición de la luz británica

Paralelamente a esta filiación americana, Branch se inscribe en una tradición específicamente británica de la pintura de la luz, de la cual J.M.W. Turner sigue siendo la figura tutelar. Esta doble influencia revela la riqueza de su formación cultural y explica en parte la originalidad de su enfoque.

Turner, maestro incontestable de la acuarela y pionero de la abstracción moderna, desarrolló ya a principios del siglo XIX un enfoque revolucionario del color. Sus acuarelas tardías, particularmente las realizadas durante sus viajes a Suiza y Venecia, anticipan notablemente las investigaciones del arte contemporáneo. El propio Branch reconoce esta filiación: “Él obliteró totalmente toda realidad. No era más que amarillo de cadmio y destellos de rojo”, evocando las acuarelas tardías de Turner.

Esta referencia a Turner no es anecdótica. Revela en Branch una comprensión profunda de la historia de la pintura británica y sus especificidades. Turner fue el primero en explotar sistemáticamente los efectos de transparencia y superposición cromática, creando esos famosos “velos de color” que parecen flotar en la superficie del lienzo. Branch retoma y actualiza esta técnica en sus acrílicos contemporáneos.

La herencia turneriana en Branch también se manifiesta en su relación con la naturaleza. Al igual que Turner, que encontraba en los fenómenos atmosféricos una fuente inagotable de inspiración, Branch se nutre en su experiencia de los paisajes caribeños una paleta cromática de una riqueza excepcional. Sus azules evocan las profundidades oceánicas, sus amarillos la violencia del sol tropical, y sus rojos la incandescencia de las puestas de sol bajo las latitudes ecuatoriales.

Pero Branch no se limita a trasladar esas experiencias visuales. Las metamorfosea, las transfigura mediante el propio proceso pictórico. Al igual que Turner en sus obras tardías, alcanza esa dimensión donde la pintura deja de ser representación para convertirse en pura presencia, pura intensidad coloreada.

La técnica de Branch, que consiste en superponer capas de acrílico manteniendo una espontaneidad gestual, recuerda las innovaciones de Turner en el arte de la acuarela. Este dominio de la transparencia y la opacidad, de la fluidez y la densidad, genera esos efectos de profundidad y luminosidad que caracterizan sus mejores obras.

La influencia de Turner también se percibe en la concepción misma que Branch tiene de su arte. Para Turner, la pintura debía “expresar los humores de la naturaleza” según las palabras de John Ruskin. Branch traslada esta ambición al registro de la abstracción contemporánea, buscando expresar ya no los humores de la naturaleza exterior, sino los de la naturaleza interior, de la conciencia y la sensibilidad humana.

Esta filiación con Turner explica también el éxito de Branch entre los coleccionistas británicos. La Tate Britain, que conserva la colección más importante de obras de Turner, adquirió lógicamente en 2017 la obra principal de Branch, “Zachary II”. Este reconocimiento institucional consagra a Branch como heredero legítimo de la gran tradición pictórica británica.

La odisea geográfica y la construcción de la identidad artística

La trayectoria de Branch ilustra perfectamente esta geografía del arte contemporáneo donde las influencias se cruzan y se fertilizan mutuamente. Nacido en Santa Lucía, formado en Londres, residiendo sucesivamente en Roma, Berlín, Nueva York y California, Branch encarna esta figura del artista nómada característico de la segunda mitad del siglo XX.

Cada etapa de este recorrido contribuye al enriquecimiento de su lenguaje pictórico. Roma le aporta el dominio de la tradición clásica y la comprensión de la gran pintura histórica. Berlín, gracias al programa DAAD, le ofrece el espacio y la libertad necesarios para la experimentación. Nueva York le enfrenta a las vanguardias contemporáneas. California le permite desarrollar un enfoque más hedonista y luminoso del color.

Pero quizás es su regreso regular a Santa Lucía lo que mejor revela la coherencia profunda de su enfoque. Porque Branch no huye de sus orígenes, los transfigura. La luz caribeña, los colores tropicales, la intensidad cromática de sus paisajes de infancia alimentan directamente su pintura abstracta.

Esta capacidad para sintetizar influencias aparentemente contradictorias constituye una de las principales fortalezas de Branch. Reconcilia la herencia europea y la innovación americana, la tradición británica y la exuberancia tropical, el rigor conceptual y el abandono sensorial.

La obra de Branch se caracteriza por una relación particular con la materia pictórica. Utilizando principalmente acrílico, un medio que permite un secado rápido y efectos de transparencia, desarrolla una técnica personal de superposición de capas coloreadas.

Este enfoque técnico revela una filosofía de la pintura profundamente original. Para Branch, el color no es adorno sino sustancia. No decora, constituye. Cada lienzo se convierte así en una exploración de las posibilidades expresivas del color puro, liberado de toda función representativa.

Sus composiciones revelan un dominio excepcional de las relaciones cromáticas. Los azules dialogan con los naranjas, los amarillos vibran contra los violetas, creando tensiones dinámicas que mantienen el ojo en constante vigilia. Pero esta virtuosidad técnica nunca es gratuita. Sirve un proyecto artístico de una ambición considerable: revelar lo invisible, dar forma a lo inexpresable.

La herencia y el reconocimiento

Hoy en día, cerca de los ochenta años, Branch disfruta finalmente del reconocimiento que merece. La adquisición de “Zachary II” por la Tate, las exposiciones en la galería Cahiers d’Art en París, las importantes ventas en Christie’s y Sotheby’s consagran una obra de coherencia ejemplar.

Este reconocimiento tardío se explica en parte por las resistencias del mercado del arte frente a una obra que rechaza las categorizaciones fáciles. Branch no pertenece a ninguna escuela, no se adscribe a ningún movimiento. Su arte bebe de las fuentes más diversas para crear un lenguaje absolutamente personal.

Pero es precisamente esa independencia la que constituye su fuerza. En un mundo artístico a menudo dominado por las modas y las estrategias comerciales, Branch representa la figura del artista auténtico, fiel a su visión interior.

Porque Branch encarna ante todo esa virtud cardinal del verdadero artista: la persistencia. Persistencia en la investigación, persistencia en la experimentación, persistencia en la fidelidad a uno mismo a pesar de las incomprensiones y las dificultades materiales.

Su ejemplo recuerda que el verdadero arte no nace de la facilidad sino del enfrentamiento permanente con la resistencia de la materia y la exigencia de la expresión. Cada cuadro de Branch testifica esta lucha diaria por arrancar al color y a la forma su secreto más íntimo.

Esta persistencia encuentra su recompensa en la calidad excepcional de sus últimas obras. Las pinturas recientes revelan a un artista que ha alcanzado la plena madurez, capaz de sintetizar en unos pocos gestos la experiencia de una vida dedicada al arte.

La obra de Branch ilustra perfectamente esta paradoja del arte contemporáneo: cuanto más profundiza un artista en su singularidad, más toca lo universal. Al explorar los recursos más íntimos de su sensibilidad, Branch crea un lenguaje que habla a cada espectador.

Sus lienzos poseen esa cualidad rara del verdadero arte: resisten el agotamiento de la mirada. Se pueden contemplar indefinidamente, descubriendo sin cesar nuevas relaciones de color, nuevas armonías. Ofrecen esa experiencia de la contemplación pura que buscaban los maestros antiguos.

Porque Branch ha sabido reconectar con la ambición espiritual del arte tradicional mientras utiliza el lenguaje de la modernidad. Sus pinturas abstractas recuperan esa función meditativa, esa capacidad de elevación que poseían las obras sagradas del pasado.

La influencia pedagógica de Branch merece ser destacada. Profesor en la Universidad de California en Berkeley y en la Kansas State University, ha formado a numerosos artistas que hoy perpetúan su enseñanza. Esta transmisión revela una dimensión esencial de su obra: su generosidad.

Porque Branch no guarda celosamente sus secretos técnicos. Los comparte, los explica, los transmite. Esta apertura testifica una concepción noble del arte como patrimonio común de la humanidad.

Sus antiguos estudiantes testimonian unánimemente su capacidad para revelar en cada uno sus potencialidades expresivas particulares. En lugar de imponer un método, Branch sabía adaptar su enseñanza a la personalidad de cada alumno.

La luz de Santa Lucía

Hay que volver, para terminar, a esa fuente originaria que constituye Santa Lucía en la imaginación de Branch. Esta isla, disputada entre Francia e Inglaterra, colonizada y liberada, ofrece una metáfora perfecta de la condición contemporánea: identidad múltiple, pertenencia compleja, riqueza nacida de la diversidad.

Branch ha sabido transformar esa complejidad identitaria en una fuerza creativa. En lugar de sufrirla como una restricción, la asume como riqueza. Su pintura sintetiza las influencias más diversas sin perder nunca su coherencia profunda.

La luz tropical de su infancia continúa impregnando sus lienzos londinenses. Esta fidelidad al origen, transfigurada por el arte, constituye quizás el secreto de su genio particular.

Hoy, Branch declara querer “escribir su nombre en el registro de la cultura británica”. Este deseo legítimo de un reconocimiento pleno y completo no debe ocultar lo esencial: Branch ya ha escrito su nombre en la historia del arte contemporáneo. Sus lienzos atestiguarán durante mucho tiempo esta búsqueda obstinada de la belleza pura, esta fidelidad ejemplar a la esencia misma de la pintura.

Car Winston Branch nos recuerda esta verdad fundamental: la pintura no ha muerto. Se transforma, evoluciona, se renueva, pero sigue siendo ese arte insustituible que permite al hombre dar forma visible a sus sueños más secretos.


  1. Sitio oficial de Winston Branch, “About Winston”, winstonbranch.com, visitado en julio de 2025
  2. Carlos Diaz Sosa, citado en el sitio oficial de Winston Branch y diversas fuentes
  3. Cedric Bardawil, “In the studio with Winston Branch”, cedricbardawil.com, 2023
  4. Entrevista en House Collective, “Abstract Soul: The legendary artist Winston Branch”, 2025
  5. Cedric Bardawil, “In the studio with Winston Branch”, cedricbardawil.com, 2023
  6. Christie’s, “The bewitching canvases of Winston Branch”, septiembre de 2023
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Referencia(s)

Winston BRANCH (1947)
Nombre: Winston
Apellido: BRANCH
Género: Masculino
Nacionalidad(es):

  • Santa Lucía

Edad: 78 años (2025)

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