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Martes 18 Noviembre

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Zhou Chunya: El provocador del perro verde

Publicado el: 9 Diciembre 2024

Por: Hervé Lancelin

Categoría: Crítica de arte

Tiempo de lectura: 7 minutos

Zhou Chunya convierte cada límite en una oportunidad de innovación, fusionando el expresionismo alemán con la tradición china para crear un lenguaje artístico único, especialmente a través de sus emblemáticas series “El Perro Verde” y “Flores de Durazno”.

Escuchadme bien, panda de snobs, Zhou Chunya, nacido en 1955 en Chongqing, es probablemente el artista chino más interesante de su generación y sin duda el más audaz en su forma de sacudir las convenciones artísticas de su país. Su trayectoria, desde sus inicios como pintor de carteles de propaganda en los años 70 durante la Revolución Cultural hasta su consagración como uno de los artistas más cotizados en el mercado del arte asiático, ilustra una trayectoria artística de rara complejidad.

Formado inicialmente en el rígido ámbito del arte de propaganda, Zhou podría haberse limitado, como tantos otros, a reproducir los códigos establecidos. En lugar de eso, eligió el camino de la transgresión creativa, transformando cada restricción en una oportunidad para la innovación. Su paso por la Academia de Bellas Artes de Kassel en Alemania marcó un punto decisivo en su evolución artística. Allí se impregnó del expresionismo alemán, no como un simple préstamo estilístico, sino como una fuerza liberadora que nutrió su visión artística personal.

La serie del “Perro Verde”, iniciada en los años 90, representa mucho más que una simple serie de retratos de su pastor alemán Heigen. Encapsula una reflexión profunda sobre la naturaleza de la identidad y la otredad, haciendo eco de las teorías del filósofo Emmanuel Levinas sobre la construcción del yo a través del encuentro con el Otro. La elección del verde, más precisamente el Verde Clásico 290 italiano, no es casual. Este color, que desafía toda representación naturalista, transforma al animal en un símbolo poderoso, un alter ego del artista que cuestiona nuestra relación con la normalidad y la diferencia.

En estos cuadros, el perro aparece a veces monumental, ocupando todo el espacio del lienzo con una presencia casi humana, y otras veces como una figura solitaria en un paisaje desolado. Las poses antropomórficas del animal, su lengua rojo brillante que contrasta violentamente con el verde de su pelaje, crean una tensión visual que traduce la complejidad de las relaciones entre naturaleza y cultura, entre instinto y civilización. Este enfoque hace eco de la teoría del “convertirse-animal” desarrollada por Gilles Deleuze, donde el animal no es una simple metáfora sino un vector de transformación, un medio para explorar los límites de nuestra propia humanidad.

La técnica pictórica de Zhou en esta serie revela ya su excepcional dominio de la materia. Las pinceladas, a veces enérgicas hasta la violencia, a veces de una delicadeza sorprendente, crean una superficie pictórica compleja que dialoga tanto con el expresionismo abstracto occidental como con la tradición caligráfica china. El artista usa la pintura al óleo con una libertad que recuerda el gesto del calígrafo, creando texturas que oscilan entre la aspereza de la corteza y la fluidez del agua.

En 2005, Zhou da un giro artístico importante con su serie “Flores de melocotón”. Este cambio de tema podría parecer radical, pasando de la figura animal a la naturaleza muerta floral. Sin embargo, se mantiene la misma intensidad emocional, la misma búsqueda de una verdad que trasciende las apariencias. Las flores de melocotón, símbolos tradicionales de la feminidad y de la renovación primaveral en el arte chino, se convierten bajo su pincel en explosiones de sensualidad que desafían las convenciones.

En estas obras, Zhou dialoga con el pensamiento taoísta del Wu Wei, el concepto de acción por no acción, pero lo reinterpreta a través del prisma del expresionismo contemporáneo. Sus composiciones, aparentemente espontáneas pero perfectamente controladas, crean una tensión entre el control y el abandono que refleja esta filosofía milenaria. Las ramas de los melocotoneros, a veces delicadas como trazos de caligrafía, otras veces musculosas como brazos de guerreros, se extienden sobre el lienzo en una coreografía que evoca la tradición mientras se emancipa totalmente de ella.

Las flores mismas, de un rosa intenso que contrasta con fondos a menudo tormentosos, ya no son simples representaciones botánicas sino manifestaciones de una fuerza vital primitiva. Zhou frecuentemente incorpora figuras humanas desnudas en estos cuadros, creando una fusión entre el cuerpo humano y la naturaleza que trasciende la simple alegoría para alcanzar una dimensión casi mística. Este enfoque hace eco a la concepción taoísta de la unidad fundamental entre el hombre y la naturaleza, al tiempo que insufla una sensualidad contemporánea que rompe con las convenciones.

Los formatos monumentales elegidos por el artista para estas series no son casuales. Participan en la creación de una experiencia inmersiva que obliga al espectador a un enfrentamiento físico con la obra. Las dimensiones imponentes de los lienzos, a menudo de varios metros de altura, crean una relación corporal con la imagen que recuerda a los frescos del Renacimiento, al tiempo que se inscribe en una tradición china de grandes formatos decorativos.

La maestría técnica de Zhou alcanza su apogeo en estas obras tardías. Su uso del color, en particular, demuestra una comprensión profunda de las posibilidades expresivas de la pintura al óleo. Los rosas delicados de las flores de melocotón contrastan con verdes profundos y negros intensos, creando una paleta que evoca tanto la tradición pictórica occidental como la sutileza de las tintas chinas.

La serie de los “Rocas”, menos conocida pero igualmente significativa, revela otro aspecto del talento de Zhou. Estas obras, que se inscriben en la tradición china de las “piedras de erudito”, son reinterpretadas a través del prisma de la abstracción contemporánea. Las rocas, a menudo pintadas en tonos de rojo intenso, se convierten en presencias casi arquitectónicas que estructuran el espacio pictórico. Esta serie ilustra perfectamente la capacidad del artista para transformar un motivo tradicional en una reflexión contemporánea sobre la materia y el espacio.

La influencia del expresionismo alemán es particularmente visible en el tratamiento de la materia pictórica. Los empastes, las gotas, las marcas de raspado crean una superficie compleja que dialoga con la tradición del arte informal mientras mantiene un vínculo con la gestualidad de la caligrafía china. Esta fusión de técnicas nunca es gratuita sino siempre al servicio de una visión artística coherente.

La dimensión erótica presente en muchas obras de Zhou, particularmente en la serie de “Flores de Durazno”, merece ser detenida. Lejos de ser simplemente provocativa, esta sensualidad se inscribe en una reflexión más amplia sobre la naturaleza del deseo y su representación en el arte. Los cuerpos desnudos que aparecen entre las ramas florecidas no son simples figuras decorativas, sino presencias que cuestionan nuestra relación con la naturaleza y nuestra propia corporeidad.

La integración de estas figuras desnudas en un entorno natural hace eco de una larga tradición pictórica, tanto occidental como oriental, a la vez que la actualiza de manera radical. Los cuerpos, a menudo pintados en tonos de rojo intenso que contrastan con los delicados rosas de las flores, crean una tensión visual que traduce la complejidad de las relaciones entre naturaleza y cultura, entre instinto y civilización.

La recepción crítica de la obra de Zhou ha evolucionado considerablemente a lo largo de los años. Inicialmente percibido como un artista de la “nueva ola” china de los años 1980, supo trascender esa categorización para convertirse en una figura principal del arte contemporáneo internacional. Su éxito comercial, marcado por récords de venta en subastas, no debe hacer olvidar la radicalidad de su enfoque artístico.

De hecho, Zhou no busca agradar sino crear un lenguaje pictórico auténtico que trascienda las categorías establecidas. Su obra constituye una profunda reflexión sobre la posibilidad de un arte que no sea ni oriental ni occidental, sino verdaderamente contemporáneo en su capacidad para integrar y transformar diferentes tradiciones.

La cuestión de la identidad cultural, central en el arte contemporáneo chino, toma en Zhou una dimensión particular. No se trata para él de reivindicar una “chinidad” ni de ceder a una occidentalización superficial, sino de crear un espacio artístico nuevo donde las diferentes influencias puedan coexistir de manera productiva.

El tratamiento del espacio en sus obras refleja esta complejidad. Las composiciones, a menudo construidas sobre principios que recuerdan la pintura tradicional china con sus juegos de llenos y vacíos, se dinamizan con una gestualidad que debe tanto al expresionismo abstracto como a la caligrafía. Esta fusión de enfoques espaciales crea una tensión visual que mantiene el ojo del espectador en constante alerta.

La evolución reciente del trabajo de Zhou muestra una concentración mayor en las cuestiones de materialidad y presencia física de la pintura. Sus últimas obras, caracterizadas por un uso aún más audaz del color y la materia, testimonian una voluntad constante de renovación manteniendo una notable coherencia estilística.

La escultura, medio al que Zhou también se ha dedicado, le permite explorar de manera diferente los temas que le son queridos. Sus perros verdes en tres dimensiones, realizados con materiales industriales y acabados automotrices, crean un diálogo fascinante con sus pinturas, abriendo nuevas perspectivas en su trabajo.

El mercado del arte ha validado ampliamente esta posición única de Zhou. Sus obras alcanzan regularmente precios récord en las ventas internacionales de subastas, un reconocimiento que, si bien no constituye en sí mismo un criterio de valor artístico, testimonia el impacto de su trabajo en la escena contemporánea.

Su obra nos invita a contemplar una verdad atemporal: el arte auténtico reside en su capacidad para trascender los marcos convencionales, abriendo así territorios inéditos donde resuenan significados y emociones universales.

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Referencia(s)

ZHOU Chunya (1955)
Nombre: Chunya
Apellido: ZHOU
Género: Masculino
Nacionalidad(es):

  • China

Edad: 70 años (2025)

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